NO TE HAGAS PEDAZOS POR MANTENER COMPLETOS
A LOS DEMÁS
Frecuentemente
nos hacemos pedazos por mantener completos a los demás, por no abrir heridas o
no dejar que les duelan aquellas que ya tienen abiertas. Hacemos esto sin
darnos cuenta o, al menos, sin darle importancia.
Cuando nos
acostumbramos a dar sin recibir acabamos sintiendo que dedicarnos a nosotros es
algo egoísta, pero nada más lejos de la realidad. El intercambio es esencial en
toda relación y en toda persona como ser emocional.
Querernos es algo que
debemos cultivar día tras día para mantenernos completos. De hecho, deshacernos
en pedazos tiene como consecuencia directa sufrimiento, el cual no nos dejará
dar lo mejor de nosotros mismos.
¿Cuándo nos partimos en pedazos?
▪Nos partimos en pedazos cuando
renunciamos a cuidarnos.
▪Nos partimos en pedazos cuando
evitamos hacer aquello que nos gusta.
▪No deshacemos cuando dejamos
de cultivarnos o cuando posponemos nuestros intereses.
▪Nos partimos en pedazos cuando
no nos escuchamos ni nos prestamos ayuda.
▪Nos partimos en pedazos cuando
priorizamos las necesidades de los demás y no atendemos a las nuestras.
▪Cuando competimos por ser
“perfectos” y dejamos de ser nosotros mismos.
▪Cuando intentamos agradar y
maquillar nuestra realidad o nuestra opinión.
▪Cuando nos olvidamos de
nuestros puntos intermedios y nos obligamos a anteponer los deseos de los demás
a los nuestros.
▪Cuando convertimos el
sacrificio en obligación.
▪Cuando nos creemos malas
personas porque intentamos sacar la cabeza, respirar y aliviarnos de un
ambiente que nos ahoga.
▪Cuando cedemos a un chantaje
lacerante que nos solicita favores y entorpece nuestro crecimiento.
▪Cuando sacrificamos nuestro
bienestar y nos dejamos llevar por la inercia de quien nos acompaña, retrasando
así aquello que a nosotros nos apetece hacer porque los demás se sientan bien.
Es complicado, sí, por
eso debemos optar por el equilibrio entre las pasiones, los cuidados y la
dedicación propia y ajena. Si lo hacemos, gustosamente viviremos contemplando
nuestra esencia plena, sin excepciones ni peros.
A veces
debemos olvidar lo que sentimos para recordar lo que merecemos
Cuando no
obtenemos reciprocidad estamos siendo agresivos con el principio del equilibrio
que debemos mantener para lograr mantenernos completos y no deshacernos en
pedazos.
Debemos
recordar que las relaciones afectivas no son una mera interacción, sino que
exigen de un intercambio equilibrado y satisfactorio que compense nuestra
balanza afectiva y social.
O sea, no podemos
componer nuestras interacciones con el verbo “dar”, sino que también debemos
procurar que haya un equilibrio con el “recibir”. Esto no es egoísta ni mucho
menos, sino enriquecedor.
Quien da
todo en primera persona, quien se ofrece por entero a los demás, no recibe nada
a cambio y no se trabaja a sí mismo, termina por sentirse vacío y dolorido. No
podemos dejar de lado nuestra autoestima por sembrar la felicidad de los demás,
pues acabaremos siendo verdugos de la nuestra.
Solo jugando
con eso podremos cultivarnos a nosotros sin dejar de lado a los demás. Es
decir, manteniendo la balanza equilibrada, en la misma línea y bajo la misma
intersección.
Dar y
recibir forman parte del mismo rompecabezas. En sí misma nos hace sentir
capaces de amar y merecedores de amor y reconocimiento. Basándonos en ella
debemos ser capaces de:
Mantener nuestros derechos: puede que
en algún momento haya algo que no nos hace sentir bien o que simplemente no nos
apetece hacer. Aquí es donde debemos hacer valer nuestro derecho a tener un
espacio personal.
Cultivar nuestros intereses y aficiones:
esta es la base de la satisfacción, de la felicidad y del crecimiento personal.
Es importante que no dejemos de cuidarnos y de alimentar nuestras inquietudes.
Recuerda que
los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. Aunque
el cambio duela y sea incómodo, la mejora hará patente que lejos de ser el fin,
es el inicio de un gran momento emocional.
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