miércoles, 21 de junio de 2017


DIME CÓMO HABLAS Y TE DIRÉ CÓMO ERES (8 TIPOS DE PERSONALIDAD)

 
“Oigo y olvido. Veo y recuerdo. Hago y entiendo.”

Proverbio chino

Es bien sabido que nuestra personalidad influye de forma directa en la forma de comunicarnos.  Dado que somos animales de tendencias, es preciso que conozcamos las opciones más comunes para saber cómo actuar con cada tipo de persona.

Así, resulta verdaderamente útil e interesante saber cómo nos podemos comportar ante comunicadores tóxicos que solo quieren discutir o que siempre pretenden llevar la razón. Como ya veremos a continuación, la paciencia, la asertividad y la empatía son aspectos comunes que siempre debemos mantener.

Tipos de personalidad

1. El indeciso

Suelen tener muchas dudas y ser inseguros, de modo que requieren mucha atención y dedicación para que nos interpreten de forma correcta. Son personas que buscan tener muchas opciones a la hora de actuar para evitar el arrepentimiento. Por ejemplo, comparan muchos productos en el supermercado antes de decidirse a comprarlo.

Puede ser complicado relacionarnos con ellos. No es adecuado imponer un punto de vista adecuado o mostrar excesiva seguridad, pues se aferrarán a esto y frenarán su desarrollo. Lo mejor es fomentar la tranquilidad y confianza con palabras que favorezcan la cooperación, la empatía y la escucha.

Hay que evitar hacerle sentir un bicho raro por su indecisión. No debemos ser muy concretos ni desgranar en exceso el comentario que queramos hacer, puesto que es probable que se centre en aspectos que no son demasiado relevantes.

2. El silencioso

Este tipo de personas no nos ofrecen información sobre sus emociones, ni positivas ni negativas. Se lo guardan para ellos, al igual que gran parte de sus opiniones. Suelen reflexionar mucho sobre la situación en la que está, nos observan y analizan cuáles son nuestras características principales.

La actitud que más facilitará nuestra relación con ellos es una disposición empática y amable. La mejor forma de que perciban que nos interesamos por ellos y se sientan cómodos es que hagamos preguntas cerradas, es decir, que favorezcan respuestas de Sí o No.

El hecho de que sean personas que hablan poco o nada, nos puede hacer pensar que no nos escuchan y, por ello, favorecer que elevemos la voz. Esto resulta bastante incómodo y debemos evitarlo. Además, si se animan a hacer algún comentario es mejor que no les interrumpamos.

3. El egocéntrico

Se trata de una persona que cree que sabe de todo y que nos hace creer que tiene una opinión firme y fundada sobre cualquier tema del que hablemos. Se muestra superior, no acepta consejos e intenta controlar siempre la situación.

Se trata de un tipo de personalidad tóxica para sí mismo en primer lugar. Solo le agradan los elogios y en todo momento hace alusión a sus grandes conocimientos sobre lo que se esté hablando en la conversación, menospreciando lo que los demás dicen.

A la hora de relacionarnos con ellos y no morir en el intento, debemos de ser muy objetivos y concretos, probando nuestros conocimientos con información veraz. Es clave que nos mostremos asertivos, empáticos y en actitud de escucha para facilitar una buena interacción.

Si consideramos que es superior a nuestras fuerzas, debemos de retirarnos de forma sutil sin cerrar la puerta del todo. Evitaremos interrumpir de forma radical una conversación, discutir o mostrar impaciencia o desconocimiento.

4. El reflexivo

Este tipo de personas tienden a buscar gran cantidad de información sobre un tema tratado. A la hora de relacionarnos con ellos es necesario que seamos pacientes y aportemos la información de la que dispongamos de forma objetiva y completa.

Es importante que les dejemos pensar y nos adaptemos a su ritmo si queremos tener una comunicación fluida. Debemos evitar las prisas, pues son malas consejeras y es inadecuado que les obliguemos a decantarse por una u otra opción, les forcemos a hablar o les pongamos nerviosos.

5. El conversador

A este tipo de personas les gusta hablar de cualquier cosa, da igual el tema tratado en el inicio. Puede saltar de una conversación a otra de forma constante, por lo que requieren que les prestemos atención constante.

Siempre se interesan y tienen en cuenta lo que los demás tienen que decir. Por eso, a la hora de relacionarnos con ellos, es importante que seamos concretos y vayamos por puntos. Es necesario procurar que el entusiasmo no decaiga y no debemos mostrarnos cansados o abatidos.

6. El discutidor

Estamos otra vez ante un tipo de personalidad que puede ahogarnos. Este tipo de personas, en su afán por contrastar y discutir sobre todo, puede resultarnos pesada, hacernos dudar o responsabilizarnos.

Ante estas personas nos envuelve una nube tóxica con aires de superioridad y de grandeza que puede poner límite a nuestra paciencia.

Es importante que nos mantengamos firmes y aportemos datos que refuercen nuestras opiniones para que éstas no sean engullidas por su ego. No es conveniente que entremos a discusiones o mostremos debilidad, así como tampoco es adecuado dejarse impresionar por sarcasmos o críticas personales.

7. El tímido

Las personas reservadas no suelen mirar a los ojos y ponen grandes distancias entre ellos y los demás. La postura que mantienen suele ser encorvada y sugieren inseguridad. Les cuesta mucho preguntar por miedo a hacer el rídiculo y sentirse temerosos o ansiosos.

Podemos aumentar la seguridad de estas personas aportando y reforzando lo positivo, dando consejos y ofreciendo ayuda para que la persona se sienta cómoda y liberada.

Es clave que el contexto sea tranquilo y favorezca el contacto visual progresivo, así como una comunicación no verbal que no invada la intimidad del otro. No es aconsejable la mirada fija, pues implica cierto reto que perjudicará que esta persona se abra ante nosotros.

8. El incrédulo

De nuevo nos topamos con personas que vampirizan la comunicación. Mantienen una actitud defensiva constante, maximizan lo negativo y minimizan lo positivo.

Suelen estar predispuestos a no cambiar de opinión, por lo que no tienen interés en discutir y tienden a hacer alusión a un intento de manipulación por parte de su interlocutor.

Es importante que seamos muy objetivos a la hora de hablarles para no darles opción de que nos malinterpreten. Dada su tendencia de hacer una montaña con un grano de arena, seremos cautelosos, asertivos, empáticos y seguros.

La paciencia es la madre de la ciencia, por lo que manifestaremos tranquilidad y no les dejaremos solos, pues de hacerlo reforzaría su idea sobre la falta de atención.

 
 

lunes, 12 de junio de 2017


EL PODER DE LAS INTUICIONES

Puede que pienses que el tema de las intuiciones es poco científico, que no es siquiera una disciplina que deba tenerse en cuenta. Pero no es cierto.

Si nos detenemos un momento a pensar en ellas, nos daremos cuenta de que la mayoría de nuestras decisiones las tomamos casi de modo inconsciente. Es más, numerosos estudios avalan la idea de que antes de que nuestro consciente valore objetivamente una opción con sus pros y sus contras, nuestro cerebro inconsciente ya ha tomado la decisión partiendo de su propia intuición.

¿Por qué ocurre esto? ¿Nos regimos más por las emociones que por la racionalidad? La realidad es que sí.

Intuiciones y cerebro inconsciente

Pongamos un sencillo ejemplo. Un familiar nuestro padece una enfermedad de síntomas extraños donde es difícil obtener un diagnóstico, vamos a nuestro especialista y nos da a elegir dos opciones: poner los datos en un ordenador muy sofisticado que nos dará los pasos a seguir para poder curar a nuestro familiar, o, por lo contrario, ponernos en mano de un médico con una larga carrera de experiencia.

¿A cuál elegiríamos? Obviamente nos inclinaríamos por el médico. En ocasiones no nos sirve de nada una inteligencia basada en el análisis y la lógica, confiamos más en la “intuición” del doctor para que mediante la observación, su experiencia y sus sensaciones al respecto, nos pueda dar una solución.

Pensemos ahora en otra de esas situaciones en las que de repente, nos surge una idea, un proyecto, un plan… estamos en la cama y de pronto nos viene esa sensación imprevista. Estamos relajados y nuestro cerebro nos regala de improviso con una imagen.

¿De dónde ha salido?

No se trata en absoluto de un razonamiento deliberativo y lógico, es más bien una sensación, una intuición que asciende de pronto de nuestro cerebro inconsciente. Pero entonces ¿De qué está hecho el cerebro inconsciente?

Aquí está la verdadera esencia de la cuestión. Las intuiciones parten de nuestras experiencias almacenadas en nuestro cerebro, de toda esa vida experimentada a base de logros y fracasos, ahí donde se instalan nuestras emociones y nuestra personalidad, ahí donde se haya nuestra verdadera esencia.

La importancia de las intuiciones

La intuición es una respuesta rápida que nos da al cerebro ante una duda o una cuestión en la vida diaria. Si ante cada duda que tuviéramos en nuestra cotidianidad tuviéramos que aplicar un esfuerzo lógico con análisis racionales, necesitaríamos demasiado tiempo y esfuerzo.

La mayoría de nuestras ideas son emocionales, es decir “las sentimos”, y pocas veces las analizamos mediante el pensamiento deliberativo. De hecho, estas dimensiones llevan a muchos expertos a indagar cómo profesionales de la bolsa u otros agentes que mueven los hilos de las grandes economías, toman sus decisiones, tal vez se guíen también por sus emociones e intereses sin aplicar la lógica a sus acciones.

Llegados a este punto podríamos preguntarnos si es bueno o no guiarnos por nuestras intuiciones, si esas valoraciones previas que hacemos nada más conocer a una persona son siempre justas o adecuadas, por ejemplo.

Nuestra vida está llena de momentos así, donde las corazonadas nos han llevado por un camino y no por otro… solo cabe decir que esas decisiones inconscientes están ancladas íntimamente a lo que somos, a nuestra personalidad y nuestros valores.

Las intuiciones son esas chispas eléctricas que encienden nuestra vida para guiarnos, así pues basta con escucharlas, el seguirlas o no depende de nosotros mismos.

Según los expertos, las mejores intuiciones suelen aparecer en momentos de relax, en esos instantes en que nuestra “pantalla personal” está más limpia y descansada. La inspiración y las buenas ideas aparecen por sí solas al anochecer, lejos del estrés y las tensiones. Solo hay que saber escucharlas.

 
 

domingo, 11 de junio de 2017


CUANDO TE PERMITES LO QUE MERECES, ATRAES LO QUE NECESITAS

Empezaremos proponiéndote una pequeña reflexión… ¿Qué es lo crees que te mereces a día de hoy? Puede que hayas pensado en un descanso. En permitirte que el tiempo discurra un poco más despacio para poder así, apreciar todo lo que te rodea. Disfrutar del “aquí y ahora”, sin estrés, sin ansiedad.

Es posible que hayas pensado también “que mereces alguien que te quiera”, que te reconozcan un poco más. Sueles esforzarte mucho por los demás y no siempre ven todo aquello a lo que has llegado a renunciar.

Todos, en nuestro interior, sabemos qué es lo que merecemos. No obstante, el reconocerlo es algo que a veces nos cuesta porque pensamos que puede llegar a ser una actitud egoísta.

¿Cómo decir en voz alta cosas como “necesito que me quieran”, “merezco ser respetado/a”, “merezco tener libertad y tener las riendas de mi vida”? En realidad, basta con decírnoslo a nosotros mismos.

No debemos equivocarnos, porque priorizarnos un poco más no es una actitud egoísta, es una necesidad vital, es poder crecer interiormente para ser felices. Te invitamos a reflexionar con nosotros.

Cuando eres consciente de lo que mereces, y por fin, te lo concedes, y aprendes a priorizarte un poco más a ti mismo, llegará lo que necesitas en realidad. No es magia, ni es el universo tejiendo sus leyes de atracción. Es nuestra propia voluntad para ser felices, para tomar las riendas de nuestra vida…
Las actitudes limitantes

Muchos de nosotros solemos desarrollar a lo largo de nuestra vida muchas actitudes limitantes. Son creencias en ocasiones inculcadas durante nuestra infancia, o incluso desarrolladas posteriormente en base a determinadas experiencias. Son esos pensamientos expresados en frases como “no valgo para nada”, “yo no soy capaz de hacer eso, fracasaré”, “¿Para qué intentarlo si siempre me salen las cosas mal?”…

Una infancia complicada con unos progenitores que nunca nos dieron seguridad, o incluso relaciones afectivas basadas en la manipulación emocional, suelen limitarnos casi de un modo determinante. Nos volvemos frágiles por dentro y vamos poco a poco, deshilachando nuestra autoestima.

Reestructura tus creencias. Tú eres más que tus experiencias, no eres quien te hizo daño o quien alzó muros para privarte de tu libertad. Mereces avanzar, mereces leer en tu interior y reconocer tu valía, tu capacidad para ser “apto” en la vida y sobre todo, feliz…

Lo que mereces, lo que necesitas

Lo que merecemos y lo que necesitamos está tan unido como el eslabón de una cadena. Te pondremos un ejemplo: “Necesito a alguien que me quiera”. Es un deseo común. No obstante, empezaremos cambiando la palabra “NECESITO”, por “MEREZCO”.

Te mereces a alguien que sepa leer tus tristezas, alguien que atienda tus palabras, que sepa descifrar tus miedos y ser el eco de tus risas. ¿Por qué no? Al cambiar la palabra necesidad por merecer, eliminamos ese vínculo de apego tóxico que en ocasiones, desarrollamos en nuestras relaciones afectivas.

Empieza por ti mismo/a. Sé tú la persona que quisieras tener a tu lado… La que merece caminar los pasos de tu vida. Al final, llegará alguien que se reflejará en ti. No obstante, empieza también con estas importantes dimensiones:

•Libérate de tus miedos.

•Disfruta de tu soledad, aprende a leer en tu interior, a empatizar más contigo a la vez que con los demás.

•Cultiva tu crecimiento personal, disfruta de tu presente, de lo que eres y de cómo eres.

•Aprende a ser feliz con humildad, desactivando el ego, madurando emocionalmente.

Priorizarse a uno mismo no es ser egoísta

Muchas veces seguimos siendo prisioneros de esos pensamientos limitantes explicados al inicio. Hay quien encuentra su felicidad dándolo todo por los demás: cuidando, atendiendo, renunciando a ciertas cosas por los demás. Es posible que nos educaran así. Ahora bien, siempre llega un momento en que hacemos balance y algo falla. Aparece el vacío, la frustración, el dolor emocional…

Como todo en esta vida, existe la armonía, la conjunción de tu espacio y mi espacio, de tus necesidades y nuestras necesidades. La vida en familia, en pareja o en cualquier contexto social, debe construirse mediante un adecuado equilibrio donde todos ganen y nadie pierda.

En el momento que hay pérdidas, dejamos de tener el control de nuestra vida, dejamos de ser protagonistas para convertirnos en actores secundarios.

Reflexiona durante un instante en estas breves ideas:

•Merezco un día de descanso, para mi mismo, en soledad. Esto me ofrecerá lo que necesito: pensar, liberarme del estrés y relativizar las cosas.

•Merezco ser feliz, tal vez sea el momento de “dejar ir” determinadas personas, o aspectos de mi vida. Ello me permitirá conseguir lo que necesito: una nueva oportunidad.

Todos merecemos dejar de ser cautivos del sufrimiento, de nuestras propias actitudes limitantes. Abre los ojos a tu interior, descifra tus necesidades, escucha tu voz. En el momento que te permitas lo que mereces, llegará lo que necesitas.

 
 

jueves, 8 de junio de 2017

NI AVANZAS, NI RETROCEDES: ESTÁS ATASCADO

Hay momentos de la vida en donde el sello está en el desconcierto. No es que sean “momentos malos”, en el estricto sentido. No es que pases por grandes sufrimientos o graves problemas, sino que simplemente ves pasar los días y sientes, muy en el fondo de ti, que no estás evolucionando, que no creces.

La nota predominante es la rutina. Cada día es muy parecido al anterior y aunque no tienes que pasar por grandes sobresaltos, tampoco logras entusiasmarte realmente con nada. No consigues activar tu fuerza vital y tampoco tienes ganas de intentarlo.

“La vida nunca es estancamiento. Es movimiento constante, movimiento sin ritmo, pues nosotros cambiamos constantemente. Las cosas viven moviéndose y ganan fuerza mientras lo hacen.”
-Bruce Lee-

Has llegado incluso a acostumbrarte a los problemas que antes te inquietaban. Si tienes una relación mediocre o nociva, dejas de pretender que sea mejor. Si tu trabajo no te satisface, te resignas y sobrellevas lo que hay. Ni avanzas, ni retrocedes: estás atascado.

¿Estás atascado? ¿No avanzas?

El estancamiento es un estado en el que no logras ponerte en contacto con tus sentimientos y emociones más genuinas. De ahí que tampoco sientas un verdadero impulso hacia la acción, hacia propiciar algún cambio que te enriquezca y haga más significativo el hecho de vivir. Éstas son las señales que indican que te encuentras atascado:

● No sientes entusiasmo. Haces todo como mecánicamente y procuras no pensar mucho en ello.
● No quieres complicarte.
● No quieres comprometerte con nada. Te limitas a cumplir con lo que se te pide, tanto en el plano laboral, como en el plano personal. Pero no quieres implicarte demasiado.
● Eludes los desafíos. Frente a un posible reto, o a una novedad, te haces a un lado. No te interesa ponerte a prueba, ni le ves sentido a ello.
● Sientes fatiga casi todo el tiempo. Una de tus frases favoritas es “estoy cansado”. Y es verdad, físicamente te sientes sin energía. Te parece que tu cuerpo es pesado y fácilmente caes en la somnolencia.
● Tu rutina es demasiado estructurada. Haces casi todo, cada día, de la misma manera. Los mismos horarios, el mismo recorrido, las mismas conversaciones.
● Rechazas todo lo nuevo. Cualquier novedad te parece una incomodidad innecesaria. No quieres invertir tu esfuerzo en adaptarte a algo que desconoces.
● Sientes pereza y aburrimiento, de manera constante. Bostezas mucho y anhelas que “te dejen quieto”, que nada te invite a movilizarte. Casi todo te aburre, pero más te aburre pensar en un cambio.
● Justificas tu actitud, incluso con mentiras. Construyes una serie de “razones” falsas para sustentar tu inactividad y miedo al cambio. Inventas excusas para justificar tu estancamiento.

Si no avanzas, devuélvete

Cuando pasas por una de esas etapas de estancamiento, seguramente hay un dejo de tristeza, o de ira, o de ambas, en el trasfondo de la situación. El hecho de que estés atascado significa que, aunque no te des cuenta, hay algún asunto por resolver en tu vida.

La depresión encubierta es como un pequeño animal que roe constantemente y te roba energía vital. Se trata de un rumor sordo que ejerce un gran peso sobre la percepción del día a día. Como si le pusieras un velo gris a la realidad y contemplaras todo a través de esa distorsión de color. Nada te parecerá suficientemente interesante, porque no lo estás mirando directamente.

La ira, a su vez, es una de las emociones más paralizantes. Cuando se queda enquistada en tu interior, opera corroyendo las demás emociones. La ira reprimida te vuelve rígido, sarcástico y negativo. Te lleva a sentir una especie de desprecio por todo lo que te rodea y contribuye a que nada te despierte interés. Mina tus relaciones con las demás personas y, a largo plazo, afecta tu salud.

Lo mismo ocurre con la culpa, que a veces se instala en tu inconsciente. Cuando lo que no hiciste o no dijiste, o lo que hiciste y dijiste, te genera arrepentimiento y eludes esa realidad, es probable que el precio sea ese palidecer de tus emociones y de tus ganas de vivir.

Las etapas de estancamiento deben mirarse con cuidado. A veces exigen solamente un proceso de toma de conciencia y un replanteamiento de las condiciones en las que se vive. Otras veces, en cambio, son una señal de que se hay una crisis que comienza a desatarse.

Por eso, cuando sientas que no puedes avanzar, lo mejor es que te devuelvas. Estás atado a alguna situación del pasado que no ha sido superada del todo y que sigue incidiendo en tu presente. Es cierto que la vida no es un jardín de rosas, ni una fiesta de todos los días. Pero, por otro lado, es en realidad lo único y lo más valioso que tienes.

Vivir sin vivir no es una opción. El tiempo de existencia es muy corto como para desperdiciarlo en rutinas inútiles y relaciones insatisfactorias. Tu paz y tu felicidad son el único objetivo por el que en verdad debes jugarte a fondo. La quietud hay que dejársela a los muertos.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/avanzas-retrocedes-estas-atascado/


martes, 6 de junio de 2017

LOS OJOS SON EL REFLEJO DEL ALMA

Qué tendrán los ojos que dicen tanto de nosotros. Qué poder se ocultará bajo nuestros párpados que nos hace capaces de infundir confianza, de crear rechazo, de anunciar nuestro humor… Qué extraño mecanismo hará que mediante nuestra mirada seamos capaces de convencer, de seducir, de rechazar…

Y es que hay miradas que enamoran, que infunden confianza. Por contra, otras son capaces de matar, de provocar profundo desasosiego. Hay ojos que son feroces, cargados de odio. Estos siempre acompañan miradas que asustan, que auguran de reojo malas intenciones. Pero también los hay risueños, llenos de vida. Ojos chispeantes que anuncian a los cuatro vientos que están enamorados.

Así pues es lógico pensar que estos son pequeñas ventanas a través de las cuáles asoma nuestra alma y por dónde nuestros sentimientos se airean.

En ocasiones son pequeños ventanucos por los que tímidamente asoman buscando ser correspondidos. En otras, estos son grandes ventanales que proyectan tormenta; incluso a veces, en muy pocas ocasiones, estos no son más que huecos oscuros y profundos, vacíos. Pequeñas fosas que buscan alimentarse del brillo de los otros. Ojos depredadores que escrutan buscando calmar sus ansias.

Por suerte, si te fijas, el mundo está lleno de ojos rebosantes de vida. Ojos cargados de ganas de vivir, aunque a veces cansados, siempre esperanzados. Gracias a Dios el mundo está lleno de miradas llenas de ilusión y de ganas de ver. Ojos deseosos de descubrir magia.

Y ahora, antes de acabar, un consejo: Si alguna vez en tu vida te cruzas con estos últimos míralos fijamente, con fuerza. Míralos queriendo empaparte de su esencia. Míralos como si fuese lo último que fueses a hacer en esta vida. Hazlo porque esos serán los que salven este mundo.

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/los-ojos-son-el-reflejo-del-alma/


domingo, 4 de junio de 2017

QUIEN HOY NO TE VALORA, MAÑANA TE EXTRAÑA

A veces, las personas huyen sin más explicación, dejándonos desolados por una ausencia cruel e inesperada que le da un vuelco a nuestra vida.

Cuando esto ocurre, no nos podemos imaginar nada peor, más rastrero y más egoísta que la ofensa que acaban de realizarnos.  Entonces, después de contener nuestro enfado y nuestra rabia, empezamos a pensar que no nos lo merecemos y que es injusto.

Al mismo tiempo una nube cargada de tristeza y de reproche se cierne sobre nosotros, generando una oscuridad con la que intuimos que tendremos que convivir una buena temporada.

En esa oscuridad conoceremos la decepción, el desencanto, el engaño y la incredulidad.  Sin embargo, cuando caemos en ese abismo, significa que está cerca la libertad pues si alguien nos ha dejado de esa manera, no merece nuestra compañía.

Vale más un desengaño que vivir en una mentira

Cuando alguien se marcha sin más hay algo dentro de uno mismo que se rompe. Es probable que no acertemos a saber qué es lo que se ha quebrado pero, sin embargo, nos duela muchísimo.

No obstante, los desengaños son menos dolorosos si conseguimos salvaguardar nuestra integridad. Por esta razón, aunque sustituir el amor a los demás por el amor propio es un proceso duro, la verdad es que estaremos cambiando a un insufrible tirano por un buen amigo.

Asimismo, cuando una persona nos abandona injustamente, cuando nos dejan sin explicación ni mediación, podemos estar seguros de que el día de mañana le penará habernos perdido

Como dicen, el que nada no se ahoga, y si alguien se ha ahogado es porque no quiso nadar, porque no estaba a nuestra altura o porque su grado de madurez emocional le impedía ver que hay millones de maneras mejores de decir adiós o de arreglar las cosas. En definitiva, huir vilmente no es la solución valiente, sino la cobarde, la amarga, la desagradecida.

¿Qué hacer cuando alguien desaparece de nuestra vida?

Cuando alguien desaparece de tu vida, puede que no vayas a volver a ver a esa persona nunca más, o si podrás decirle todas las cosas que te quedan, que te gustaría decirle. Coges papel y lápiz y escribes una carta. Que puede ser eterna o puede ser una palabra. Se la escribes a esa persona que se fue, pero no, no la mandas, la doblas y la acercas a una llama y la quemas. Se la lleva el viento y así el dolor no se te queda tan dentro.
Federico Moccia

Cuando alguien nos deja de esta manera, iniciamos una pelea interna en la que nos debatimos entre “esperar a que vuelva con el rabo entre las piernas” o “reiniciar nuestra vida y reaprender a convivir con nosotros mismos”. Esto último entraña un sinfín de dificultades que tenemos que superar, ya que no sabemos hacerlo.

Es probable que, en estos casos, se nos queden muchísimas cosas por decir. El dolor, los reproches y todas nuestras emociones no pueden quedarse dentro de nosotros mismos, debemos de sacarlas de alguna manera, aunque sea imaginándonos que tenemos a esa persona de frente, aunque sea rasgando papeles o golpeando cojines.

Una de las mejores opciones es escribir una carta a quien te lastimó en la que le explicas cómo te ha hecho sentir antes y después de su partida. Tras hacer esto, lo mejor es deshacernos de ella, pues hacerlo será la mejor manera de liberación.

¿Cuál es el último paso para liberar el dolor?

Cuando mantienes tu resentimiento hacia otra persona, estás amarrado a esa persona o a esa situación, por un vínculo emocional que es más fuerte que el acero. Perdonar es la única forma de disolver ese vínculo y lograr la libertad
Catherine Ponder

Después de escribir nuestra carta y de liberar nuestros sentimientos y emociones, le llega el turno a perdonar. Darle alas a nuestro sufrimiento será la única forma de no hacer de nuestro cuerpo la tumba de nuestra alma.

Porque detrás de nuestro coraje, nuestra rabia y nuestra ira ante la huída de alguien sin escrúpulos, se esconde una gran tristeza, una infinita humillación y la más dolorosa decepción. Por eso, liberarnos de estos sentimientos supondrá para nosotros dejar de caminar por el borde de un volcán en activo.

Pase lo que pase, de lo que no nos tenemos que olvidar nunca es de que toda experiencia dolorosa encierra dentro un gran semilla de crecimiento y de liberación.

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/quien-hoy-no-te-valora-manana-te-extrana/


jueves, 1 de junio de 2017

“DESACTIVAR” EL EGO PARA AMAR EN PLENITUD Y SIN APEGOS

El ego suele tener una visión muy limitada de la realidad, y sólo acepta su punto de vista, su modo de entender el mundo, e incluso de amar. Pocas dimensiones pueden ser más dañinas y destructivas como el egoísmo en cualquiera de sus ámbitos, ya sea a nivel de amistad, a nivel laboral o en el seno de una pareja.

Al ego le gusta que las cosas sean como uno desea, que el mundo se ordene milimétricamente de acuerdo a sus perspectivas, a su concepción personal de lo que está bien y lo que está mal. No le gusta lo imprevisto, ni lo espontáneo, las reacciones que escapan a su control y que expresan voluntad propia.

Para amar en plenitud, debemos “desactivar el ego”, permitiendo así que la pareja nos ame en libertad, siendo una persona con voluntad propia, y no como “nosotros deseamos”. El amor que se ofrece con espontaneidad y de modo íntegro, es sin duda el amor más pleno y auténtico.

Lo que esconde la máscara del ego

Es muy frecuente que iniciemos relaciones de pareja con personas que muestran virtudes en un principio admirables. Resplandecientes casi. Aspectos como la seguridad personal, el aplomo, la firme confianza en uno mismo e incluso esa inclinación a la protección, puede “deslumbrarnos” en un inicio.

Sin embargo, al cabo del tiempo a esa seguridad inicial se le añade la necesidad de control y la obsesión en que las cosas, deben ajustarse a los esquemas propios. Es decir, lo que en un principio confundíamos con “seguridad” es en realidad un miedo muy claro a que “escapemos de su control”, y a que evidenciemos sus vulnerabilidades.

Las personas con un ego marcado buscan ante todo el ser reconocidos por los demás, y en especial, por sus parejas, porque ellos no son capaces de reconocerse a sí mismos. Y la razón de ello está en el miedo, el cual cubren con la máscara del ego para sobrevivir.

En realidad, no es nada fácil desactivar el ego de la persona que amamos. Una vez descubrimos esta dimensión, es decir, una vez nos damos cuenta de que sus virtudes son en realidad armas de doble filo, y que utiliza su ego para crear expectativas en ti y someterte, ten claro que lo único que pretende es llenar sus propios vacíos mediante la dominación, mediante un apego poco saludable con el que cubrir su inmadurez.

El ego suele tener muchas máscaras, y estamos seguros de que ya conoces algunas:

-Utilizar la victimización.

-Buscar ser reconocidos en cada cosa que hacen, dicen y expresan, sin tener nunca en cuenta a los demás.

-Poner cargas sobre ti para descargar “su ego”.

-Busca siempre culpables ante cualquier problema o situación que él o ella misma genera.

-No admite la espontaneidad, las cosas nuevas, el salir de la rutina y aún menos, que tú disfrutes de tus propias aficiones. de tus espacios… Ponen muros a tu crecimiento personal.

Aprender a desactivar el ego

Es necesario que entendamos que el ego es un modo de “desconectar” por completo de los ejes que mueven el amor consciente, el amor maduro que se ofrece en libertad y plenitud al otro para formar pareja, para tener un proyecto en común respetando siempre el crecimiento personal de cada uno.

Si tu pareja es un hábil artífice del “egoísmo” pon límites desde el principio y deja muy claro que amar no es juzgar, ni controlar, ni aún menos llenar los vacíos e inseguridades propias mediante la manipulación. Querer no es ofrecer cargas, sino crecimiento interior. Plenitud.

Es preciso que empecemos a renunciar a hacer las cosas como nuestro ego quiere sino a disfrutarlas como suceden. Es entonces cuando despertará nuestra verdadera conciencia del amor, esa que deja de luchar para dar paso a la espontaneidad del día a día, a una libertad donde no hay apegos y donde cada uno es dueño de sí mismo, y a su vez, parte de un proyecto en común.

No podemos olvidar que muchos de nosotros, de algún modo, somos un poco egoístas en materia afectiva. No obstante, cada cosa tiene su  justo equilibrio, pero si nos dejamos llevar por el ego en toda su intensidad, nunca veremos la realidad de las cosas, sino nuestras propias necesidades y las sensaciones negativas que ello genera.

Hay que tenerlo en cuenta.

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/desactivar-el-ego-para-amar-en-plenitud-y-sin-apegos/