viernes, 21 de junio de 2019


Si piensas que el silencio no es una respuesta… aún te falta mucho por aprender.

Es muy común quejarnos y conocer de quejas, que tienen que ver directamente con el silencio como respuesta, generalmente causa un rechazo hacia los demás el no tener una respuesta clara y de alguna manera el silencio suele confundir de una manera impresionante.

Quizás sea esto lo que más molestia causa en las personas, que al tener silencio como respuesta, no podemos descifrar lo que estamos recibiendo, no comprendemos si realmente estamos recibiendo una respuesta, si debemos reaccionar, en muchas oportunidades desata furias, en otras confusión, en otras desesperación, el caso es que desde muchos ángulos, el silencio como respuesta queda descartado.

Ocurre que si no entendemos que el silencio es una respuesta directa, aún nos falta mucho por aprender en la vida. Guardar silencio es una manera de expresión tan atrayente, que en muchas personas remueve sus pasiones más ocultas y las interpretaciones más  descabelladas, pero es evidente que no sabemos aún que palabras poner en ese silencio que recibimos y curiosamente cuando llenamos ese silencio de palabras, nunca es a nuestro favor, para nuestro bienestar, por el contrario, asumimos de alguna manera que todos los pensamientos negativos que hemos tenido, respecto a esa situación, se hacen realidad y el silencio los evidencia.

Guardar silencio es una manera de responder, aunque tenga muchos matices, puede significar sensatez, calma, represión, mentira, desinterés o total atención, el silencio suele detener actos terribles, puede apaciguar ánimos de manera inmediata, puede reflejar madurez y capacidad de escuchar, no siempre tenemos que tener respuestas representadas en acciones verbales, en gestos, gritos y actos desenfrenados, si podemos reaccionar ante una lágrima, la entendemos, nos llega y nos activa, por qué nos cuesta tanto entender el silencio como respuesta?

De manera directa, podemos pensar que tiene que ver con nuestras interpretaciones, nos agobia el silencio porque ello significa que la respuesta la pondremos nosotros, según nuestros pensamientos e interpretaciones, cada palabra no dicha quedará a nuestra imaginación, esto se debe a la creciente e inagotable necesidad de siempre generar una reacción en los demás, de que sea una comunicación de toma y dame, cuando las mejores charlas parten del silencio, de las miradas, de las sensaciones, de esos espacios donde podemos decir lo que pensamos y dejar que el silencio actúe, sin interpretaciones, especialmente cuando ellas van orientadas hacia el sufrimiento.

Aprender a recibir el silencio como respuesta, no solo te ayudará enormemente a calmar tus reacciones y enfocarte en tus acciones, a dar paso a la serenidad, a dejar esos espacios breves del pensamiento, donde se barre con toda intención y se escucha más allá de lo que se piensa que es, más allá de la interpretación, consiste en escuchar con la mente vacía, es descifrar si esa respuesta es una petición de calma, de espacio, de momento o si simplemente es una mera agonía por dar término a todo aquello que suponemos y que generalmente nos lastima.

Respuestas en la vida, muchas, pues el silencio es una de las más valiosas que quizás aprendamos a recibir y especialmente a dar…
 
 
 

miércoles, 19 de junio de 2019


Hasta que no te vacíes de todo lo que atormenta, no podrás llenarte de todo lo que te hará feliz

Ciertamente no somos un contenedor limitado, en nuestro ser podemos almacenar infinidad de sentimientos, en nuestra mente infinidad de pensamientos, sin embargo, mientras nos dediquemos a albergar lo que nos daña, esto prevalecerá y no nos dejará apreciar aquello que nos hace feliz.

La felicidad depende en gran medida de la conexión que tengamos con nosotros mismos, con ese ser superior que habita en cada uno, que no tiene tanto que ver con nuestro nombre, nuestros logros, nuestros roles, sino con esa parte esencial a la que algunas veces sentimos no tener acceso.

Cuando nos centramos en dolores, rencores, penas, resentimientos, estamos prácticamente cediéndole poder a nuestra mente y estamos quedando más aislados de nuestra esencia… Una vez que decidimos tomar el control desde la consciencia, se nos hace más sencillo dejar ir todo aquello que nos afecta de manera negativa.

Cuando nos limitamos a instalarnos en aquello que nos atormenta, estamos dejando de recibir las bendiciones que nos ofrece cada día la vida, estamos dejando de apreciar las cosas positivas que nos acontecen, dejando de agradecer lo más importante que tenemos, que no es más que nuestro momento presente.

El momento presente no es otro sino nuestra realidad, nada ocurre fuera de él, y por lo general nunca estamos atentos a él. Se nos escapa gracias a nuestra mente danzante y dispersa, que se enfrasca en un pasado de acuerdo a su marco de referencia o hace un vuelo hacia el futuro a través de la imaginación.

Soltar no es sencillo, pero parte de la idea de liberar ese espacio no físico de aquello que nos hiere o simplemente no nos hace bien. Las culpas, los rencores, la falta de perdón, el resentimiento, los apegos, son los que nos mantienen atados, éstas son las principales cosas que debemos aprender a dejar ir, a través del perdón y de la aceptación.

Recordemos lo peor que nos haya ocurrido y el momento histórico de nuestra vida al cual pertenece, ahora pensemos cuánta energía hemos invertido en aquel evento de nuestro pasado, cuántas veces nos hemos permitido sufrir una y otra vez, por lo mismo… Creamos ciclos de pensamientos, de emociones, que nos resulta difícil romper, pero una vez que nos hacemos conscientes de ellos, podemos transformarlos.

No nos hace mejores personas el hecho de sufrir más, nos hace mejores personas crecer y hacernos fuertes, reconocer nuestro valor ante un evento que nos generó sufrimiento, pero si nos anclamos a él y lo revivimos frecuentemente, nos hacemos más débiles e incapaces de abrir nuestro ser a las cosas maravillosas que nos pueden ocurrir. Liberemos espacios, calmemos nuestra mente, agradezcamos hasta lo más pequeño y estaremos preparados para construir un futuro maravilloso sin perdernos de nuestro presente.

 
 

sábado, 1 de junio de 2019

Libro: "La bailarina de Auschwitz", de Edith Eger

"La negación es nuestro escudo. Todavía no sabemos que perpetuamos el daño al negar el pasado, al mantener nuestra conspiración de silencio. Estamos convencidos de que cuanto más encerremos el pasado, más seguros y felices estaremos"

"Cada momento es una elección. Por muy frustrante, aburrida, limitadora, dolorosa u opresora que sea nuestra experiencia, siempre podemos decidir cómo reaccionar"

Fuente: Edith Eger, "La bailarina de Auschwitz"


La negación de nuestro pasado (de nuestro dolor) es nuestro lastre. Solemos decir "el tiempo todo lo cura", pero no es así. Simplemente lo ocultamos bajo capas y capas de olvido, pensando equivocadamente que él mismo se resolverá por el simple hecho de obviarlo.

Los temas no resueltos son oportunidades para crecer como personas conscientes. Hay que llegar a la comprensión completa de los hechos que una vez decidimos ocultar porque así pensábamos que dejábamos de sufrir. En la mayoría de los casos suelen ser situaciones muy sutiles, a edades muy tempranas. Edith Eger lo resume de este modo: "... Soy innecesaria. No soy lo bastante buena, no hay sitio para mí, pienso. Así es como malinterpretamos los hechos en nuestras vidas, como asumimos cosas sin comprobarlas, como nos inventamos una historia que nos explicamos a nosotros mismos, reforzando lo que ya creemos."

La propia Edith, que sobrevivió a Auschwitz, afirma que no hay grados en el dolor entre unas personas y otras, aunque estos puedan parecer de poca relevancia. Todo dolor va minando nuestra vida y salud, relaciones personales y laborales, etc., de una forma u otra. Asumir un hecho o pensamiento doloroso como cierto o que no tiene solución, solo tendrá consecuencias similares, esto es, perpetuarlo y dejar que nos robe la libertad de ser quienes realmente somos y vivir en plenitud.

María Macías