miércoles, 22 de junio de 2016

lunes, 13 de junio de 2016

domingo, 12 de junio de 2016

sábado, 11 de junio de 2016

"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos"

- Julio Cortázar -


Playa de Cofete, Fuerteventura. Foto de Simophoto.

domingo, 5 de junio de 2016

REPROGRAMA TU INCONSCIENTE CAMBIANDO COMO HABLAS

¿Sabías que el lenguaje influye en cosas como profecías autocumplidas, inhabilidad o éxito para cumplir metas y resolver problemas? Aprende una técnica para alinear lo que dices con lo que quieres lograr y pon a tu inconsciente a tu servicio.

Lo usamos tan naturalmente como respiramos y la mayoría de nosotros no le presta mucha atención. El lenguaje es una poderosa herramienta para comunicar y tiene más influencia sobre nuestras vidas de lo que nos damos cuenta. ¿Te ha pasado lo típico de hacer justo lo contrario de lo que querías? Eso de que cruzas los dedos para que algo no pase, y pasa. “No me quiero caer, no me quiero caer” y te tropiezas; “no puedo fallar, no puedo fallar” y fallas; “no debo decirle eso a esa persona” y, cuando menos lo pensaste, se te escapa. Las causas están arraigadas en aquella misteriosa parte de nuestro cerebro que ha fascinado a los científicospor más de un siglo: el inconsciente.

Entendiendo un poco al inconsciente

El inconsciente es aquella parte de nuestra mente de la cual no estamos conscientes. Es la parte que se encarga de hacer funcionar nuestro cuerpo, de interpretar y almacenar la información recibida por nuestros cinco sentidos (que, se estima, es 11 mega bits de información por segundo), organiza y guarda recuerdos, y cumple un sin número de otras funciones relacionadas. Hay estudios que sugieren que nuestras decisiones, acciones, emociones y comportamiento dependen en un 95% del pensamiento que se da de manera inconsciente.

En contraste, la parte consciente de nosotros (que constituiría el 5% restante de nuestro pensamiento) es aquella sobre la que estamos ¡sorpresa! conscientes mientras estamos despiertos. Es la voz dentro de nuestra cabeza y funciona lógica, racional y secuencialmente; ordena la información, busca patrones y la procesa y clasifica de manera que podamos entenderla. Ahora bien, lo que hay que destacar es que cuando decimos algo conscientemente, puede tener efectos en nuestro inconsciente.

Una característica esencial del inconsciente es que funciona a través de símbolos e imágenes, en vez de texto o letras. Esto implica que, como el mismo Freud lo sostuvo en su tiempo, el inconsciente no procesa negativos. Si te digo: “no pienses en una silla roja”, ¿qué se te viene a la mente? Muy probablemente, una silla roja.

De la misma manera, si me digo a mí mismo “no puedo fallar”, “no quiero caerme” o “no debo comer papas fritas”, el inconsciente tendría imágenes de fallar, caer y papas fritas (independiente de que sean cosas que te gusten o no). Esto no quiere decir que siempre falle, me caiga o zambulla la cara en una bolsa de papas Lay’s, pero aumenta considerablemente las probabilidades de que estas cosas sucedan.

¿Qué puedo hacer al respecto?

Refrasear (esto es, poner lo mismo en palabras distintas o con otro ángulo), y expresar tus deseos afirmativamente. “Quiero triunfar”, “quiero mantener el equilibrio” o “quiero resistir la tentación”, “debo mantener la figura”, para los ejemplos dados arriba. Si todavía no te convence esto, piensa lo siguiente: ¿qué es mejor? ¿Decir “no soy un mentiroso”, o  “soy una persona que dice la verdad?” “¿Voy a intentar no fallar” o “voy a intentar hacer las cosas bien?”

Esta herramienta (pues sí, es una herramienta) es muy popular entre los políticos y oradores en general, como podrás imaginar, y además puede hacer una gran diferencia en tu día a día.

Del "no puedo" al "debo mejorar"

Todos tenemos cosas que nos gustan y que no nos gustan. La pregunta es: ¿en qué me quiero enfocar? El poner más atención a las cosas negativas es un aspecto natural de nuestro cerebro. Referido por el neuropsicólogo norteamericano Rick Hanson como el “sesgo negativo”, la información negativa es, instintivamente, más relevante para nuestro cerebro pues activa nuestros mecanismos de supervivencia. En sus palabras, “el cerebro es como velcro para las experiencias negativas y teflón para las positivas.  El resultado natural es un creciente –e injusto- residuo de dolor emocional, pesimismo e inhibición entumecedora en nuestra memoria implícita”. Eso sí, el mismo Hanson dice que con un poco de esfuerzo y consciencia, esto se puede vencer.

Si me repito una y otra vez que “no me gustan las clases” o “no me gusta el fútbol” (dos cosas que son perfectamente válidas) claramente no lo voy a pasar bien en ambas, y quizás hasta me angustie pensando al respecto. Pero, si refraseo, puedo encontrar una manera más productiva y hábil de enfrentar estas incomodidades: “me gustaría pasarlo mejor en clases”, “me gustan más los fines de semana” o “quisiera ser mejor para el fútbol” (y mejor aún, ponerse un objetivo "debo entrenar para ser mejor en el fútbol"), el punto de enfoque cambia. Podemos concentrarnos en lo que nos gusta o en maneras para trabajar en aquello que no nos gusta tanto, en vez de sentir aquella vieja impotencia cada vez que nos encontrábamos en clase o en medio de un partido. Para algunas personas esto cuesta en un comienzo, pero con práctica se hace más fácil y más natural.

Lo mismo corre para la opinión de nosotros mismos. Somos muy susceptibles a las "etiquetas" y una vez que las adoptamos ("no soy bueno para las matemáticas") es muy difícil dejarlas de lado, pues las transformamos en nuestra realidad. Por eso, es importante no etiquetarse y buscar formas positivas de expresar lo mismo ("me falta mejorar en matemáticas") de modo que para nuestro inconsciente, pase de ser una característica inmutable, a un estado temporal posible de modificar.

Refraseando objetivos

Algo similar ocurre a otro nivel, cuando queremos lograr algo. “No quiero ser gordo”, “no quiero seguir endeudándome” o “no quiero procrastinar más”. Vas a sentirte mejor y estar en mejor camino para lograr un cambio efectivo si refraseas esas aseveraciones a “quiero adelgazar”, “quiero ser responsable con mi manejo del dinero” y “quiero aprender a ser productivo”, por dar tres ejemplos.

En el ámbito del coaching, se dice que la mente consciente es la que fija los objetivos, y el inconsciente es el que se encarga de lograrlos. Con esto en mente, para fijar metas sólidas lo más recomendable es que el objetivo esté fraseado afirmativamente (“quiero perder peso”, “quiero ahorrar dinero”), ser específico (“quiero perder X kilos”, “quiero ahorrar X pesos”) y poner un período de tiempo (“quiero perder X kilos al 30 de diciembre de este 2014”, “quiero ahorrar X pesos al 24 de abril del 2015”). El método más común usado por personas que hacen coaching son las metas S.M.A.R.T. (muy recomendado). 

Obviamente, hay personas que pueden decir “no quiero ser gordo” e ir, ponerse a régimen y bajar la cantidad de peso que quieran sin tener que refrasear al afirmativo el objetivo. Asimismo, puede haber veces donde pensamos “no quiero caerme” y no nos caemos. El punto es que aumentamos considerablemente nuestras probabilidades de éxito, bienestar y felicidad cuando aprovechamos al máximo la ayuda de nuestro inconsciente para lograr nuestros objetivos y resolver nuestros problemas.

Puede que nuestro cerebro esté, por defecto, diseñado para enfocarse en pensamientos y eventos negativos, pero hay varias disciplinas y corrientes de pensamiento que afirman y han comprobado que, con un poco más de esfuerzo y energía, se puede dar vuelta eso y enfocarse en lo positivo. Esto no quiere decir que evitemos el “no” por completo, al contrario; se trata de que estemos conscientes de cómo decimos las cosas, y que sepamos que lo que decimos y cómo lo decimos tiene un efecto sobre nosotros y también sobre los demás.


Fuente: http://www.eldefinido.cl/actualidad/mundo/2667/Reprograma_tu_inconsciente_cambiando_como_hablas/


sábado, 4 de junio de 2016

EL BRILLO QUE GENERAS MOLESTA A LOS QUE VIVEN EN OSCURIDAD

Dejar que el corazón brille y querer compartir esa sensación molesta mucho a quien lo tiene lleno de total oscuridad. Es una pena, de hecho, que desear que alguien se alegre de tu felicidad pueda acabar apagando tu brillo.

Sin embargo, tienes que saberlo. En esta vida hay quienes son en esencia luz e iluminan sin llegar a cegar y quienes ciegan con toxicidad. Estas últimas personas son, además, el símbolo de eso que nos sobrecoge y nos opaca cuando más apoyo buscamos.

“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”
-Miguel de Unamuno-

Esa clase de gente -recuerda- no te necesita en su vida y a ti tampoco te beneficia que ellos estén en la tuya, sobre todo porque los amigos calientan cuando hay pena pero también saben celebrar cuando hay motivos. Y casi siempre los hay.

Deja a las personas tóxicas ahogarse en su veneno

El brillo y la oscuridad forman parte de la naturaleza, por lo que los dos tipos de personas que identifican ambas cosas conviven, se comunican y en ocasiones se contaminan. Esta es precisamente la razón según la cual es fácil toparse con gente que vive en la oscuridad y les fastidia por el brillo que nace de la luz que emites.

No es que tu brillo sea desagradable, es que directamente algunas personas necesitan robártelo para sentirse mejor porque en su alma hay maldad y en sus venas envidia, mucha envidia. ¿Conoces esas setas que tienen muy buen aspecto pero no son comestibles? Pues hay con quien ocurre lo mismo que con ellas: se acercan a ti haciéndote creer que estarán ahí y a la hora de la verdad envenenan.

Por eso las compañías tóxicas hay que evitarlas y a las cercanías que no comparten la felicidad que podamos sentir hay que dejarlas marchar. Si lo piensas, alguien que no se alegra de tus logros, no te está queriendo bien y eso es lo más importante.

¿Ser feliz está bien o mal visto?


Nos encanta compartir las noticias buenas con las personas que conocemos, plasmar nuestras ilusiones en una reacción o señalar que hemos encontrado el lugar en la vida en el que sentirnos bien. Y lo hacemos por redes sociales, por teléfono, por e-mail, con canciones o de las mil maneras que se nos ocurran.

Por eso no llegamos a entender la insatisfacción de algunos gestos que desaprueban que estemos así, porque esperaríamos una sonrisa a cambio, un abrazo, un “es fantástico, enhorabuena”. ¿No te ha ocurrido alguna vez? En esos momentos el brillo que traíamos se hace invisible y la emoción decae al no encontrar una respuesta confortable.

“Me alegro de que te alegres de que me alegre de que te alegres”
-Paul Auster-

Además cuando esto se repite muchas veces, llegamos a la conclusión de que la felicidad se contagia, pero solo a quien se deja contagiar: a veces pasa que tu paz interior ocasiona malestar en los demás y eso no tiene que ver contigo, sino con la gestión de las emociones de la otra persona.

Quizá es su oscuridad la que molesta a tu brillo

Planteándome este tema he llegado a un símil que me ha resultado muy interesante y con el que quizá estés de acuerdo: esas personas que detestan tu luz me recuerdan a las muelas del juicio. Voy a tratar de explicarte por qué.

Las muelas del juicio tarde o temprano tienen que llegar a nuestro día a día y probablemente no lo hagan al mismo tiempo: al principio no irritan, pero cuando creemos estar bien comienzan a dolernos. Entonces, nos bajan el ánimo y debilitan las energías que tenemos por lo que nos vemos obligados a sacarlas, a eliminarlas para que no nos compliquen la existencia. Al irse el alivio que sentimos es inigualable.

Las personas que tienen frío en su alma y no encuentran la manera de abrigarla generan un impacto como el de las muelas: tienen que aparecer en algún momento porque, como ellas, son parte de la especie humana. Sin embargo, nos viene bien no olvidar que las muelas del juicio no tienen ninguna utilidad y además dificultan nuestra higiene. Sigue brillando con tu luz personal y no permitas que una oscuridad que no es tuya invada tu ánimo.

“Si la risa se contagia, hagamos de ella una epidemia.”
-Pablo Pacanowski-


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/brillo-generas-molesta-los-viven-en-oscuridad/


jueves, 2 de junio de 2016

NO MUEVAS MONTAÑAS POR ALGUIEN QUE NO MOVERÍA UNA PIEDRA POR TI

Nos han grabado a fuego aquella famosa frase que dice que tienes que dar sin esperar nada a cambio y nos la hemos creído de una forma indudable. Sin embargo te pregunto, ¿no crees que en tus relaciones afectivas mereces recibir al menos una mínima parte de lo que tú das? Es decir, no se trata de esperar siempre algo a cambio, sino de no mover montañas siempre por alguien que no movería una sola piedra por ti.

Mereces reciprocidad, mereces un equilibrio en el acto de dar y recibir con los demás. No siempre tienes que ocupar tú el mismo lugar, debe ser alternable: si tú hoy te desvives por una amiga porque es tu voluntad y te apetece, lo normal es que en alguna otra situación os cambiéis los papeles.

Por amistad, por cariño o porque simplemente en eso consisten las relaciones sanas, necesitas en tu vida personas que de corazón hagan lo posible por mantenerte en la suya: a veces no hace falta mover montañas por alguien, es suficiente con tener consideración con lo que hacen por ti.

“La única persona que necesitas en tu vida es aquella que te demuestra que también te necesita en la suya.”

El amor verdadero no es incondicional

Walter Riso, en "Los límites del amor", te acerca en parte a esta cuestión pues trata de enseñarte que el amor no necesita ser incondicional para ser verdadero y que esta es, a veces, una idea errónea que puedes llegar a tener. De hecho, a todos nos ha molestado alguna vez la pasividad de los demás hacia nosotros cuando, al contrario, nos ha faltado tiempo para estar ahí.

Por esta razón cualquier relación en la que haya un vínculo emocional establecido precisa una regulación de interés y apego por las dos partes, puesto que así se evita caer en la dependencia emocional.

En otras palabras, molesta sentir que otra persona no movería un dedo por nosotros y sin embargo tendemos a darnos a ella incondicionalmente: aquí hay un desequilibrio que probablemente acabe en un roto. Estás dispuesto a darte a los demás según el grado de importancia que cada cual tenga para ti: es un mover montañas, tierra y aire sin condiciones que puede convertirse en tu enemigo.

“Eso de que el amor de pareja no espera nada a cambio es un invento de los sumisos:
si das, quieres recibir. Es lo normal, lo recíproco.”
-Walter Riso-

Un efecto contraproducente

Tenemos la valentía de abrir y entregar el corazón a la personas que queremos, dejándonos totalmente expuestos a no encontrar lo mismo de vuelta, pero es justamente esto lo que puede hacer que perdamos el corazón y nuestras ganas en el intento.

Las experiencias te han enseñado que no por hacer más por los demás significa que te vayan a querer también más. Al contrario, a veces el efecto es totalmente contraproducente: te desvives por alguien porque quieres que se quede en tu vida a todas costa y olvidas que mover montañas por él no conseguirá que lo haga. Incluso puede que te canses y se vaya.

Es un efecto contraproducente porque has puesto todas tus energías en esa relación y con ellas también las ilusiones, pero te has dado cuenta de que no te aporta nada: esa relación es irreal porque el interés se nota y si no se nota es que esa persona no está.

El poder de la reciprocidad

Así que has llegado a la conclusión de que toda persona se cansa de un afecto no recíproco, de un comportamiento desigual. La reciprocidad es fundamental porque si esta se echa de menos es que una persona está perdiendo pero, si está presente, las dos están ganando.

En el momento en el que no existe equilibrio en el acto de dar y recibir, sobre todo emocionalmente, se da un déficit que puede finalizar con los lazos que unen a varias personas. El poder de la reciprocidad reside en querer y sentirse querido para que los lazos se mantengan.

“Lo que me gusta de la ayuda recíproca y desinteresada entre dos personas
                           es la incertidumbre de no saber, al final,                             quién tuvo la suerte de conocer a quién”
-Anónimo-

Una mera sonrisa, un gesto de agradecimiento o un simple abrazo ya es signo de querer fortalecer un vínculo, por lo que si tú ya lo llevas a cabo no puedes esperar menos. Haz por los demás, pero no por ello dejes de lado tu yo interior: mover montañas no tiene sentido si nadie quiere ayudarte a hacerlo.