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domingo, 5 de junio de 2016
REPROGRAMA TU INCONSCIENTE CAMBIANDO COMO
HABLAS
¿Sabías que el lenguaje influye en cosas
como profecías autocumplidas, inhabilidad o éxito para cumplir metas y resolver
problemas? Aprende una técnica para alinear lo que dices con lo que quieres
lograr y pon a tu inconsciente a tu servicio.
Lo usamos
tan naturalmente como respiramos y la mayoría de nosotros no le presta mucha
atención. El lenguaje es una poderosa herramienta para comunicar y tiene más
influencia sobre nuestras vidas de lo que nos damos cuenta. ¿Te ha pasado lo
típico de hacer justo lo contrario de lo que querías? Eso de que cruzas los
dedos para que algo no pase, y pasa. “No me quiero caer, no me quiero caer” y
te tropiezas; “no puedo fallar, no puedo fallar” y fallas; “no debo decirle eso
a esa persona” y, cuando menos lo pensaste, se te escapa. Las causas están
arraigadas en aquella misteriosa parte de nuestro cerebro que ha fascinado a
los científicospor más de un siglo: el inconsciente.
Entendiendo un poco al inconsciente
El
inconsciente es aquella parte de nuestra mente de la cual no estamos
conscientes. Es la parte que se encarga de hacer funcionar nuestro cuerpo, de
interpretar y almacenar la información recibida por nuestros cinco sentidos
(que, se estima, es 11 mega bits de información por segundo), organiza y guarda
recuerdos, y cumple un sin número de otras funciones relacionadas. Hay estudios
que sugieren que nuestras decisiones, acciones, emociones y comportamiento
dependen en un 95% del pensamiento que se da de manera inconsciente.
En
contraste, la parte consciente de nosotros (que constituiría el 5% restante de
nuestro pensamiento) es aquella sobre la que estamos ¡sorpresa! conscientes
mientras estamos despiertos. Es la voz dentro de nuestra cabeza y funciona
lógica, racional y secuencialmente; ordena la información, busca patrones y la
procesa y clasifica de manera que podamos entenderla. Ahora bien, lo que hay
que destacar es que cuando decimos algo conscientemente, puede tener efectos en
nuestro inconsciente.
Una
característica esencial del inconsciente es que funciona a través de símbolos e
imágenes, en vez de texto o letras. Esto implica que, como el mismo Freud lo
sostuvo en su tiempo, el inconsciente no procesa negativos. Si te digo: “no
pienses en una silla roja”, ¿qué se te viene a la mente? Muy probablemente, una
silla roja.
De la misma
manera, si me digo a mí mismo “no puedo fallar”, “no quiero caerme” o “no debo
comer papas fritas”, el inconsciente tendría imágenes de fallar, caer y papas
fritas (independiente de que sean cosas que te gusten o no). Esto no quiere
decir que siempre falle, me caiga o zambulla la cara en una bolsa de papas
Lay’s, pero aumenta considerablemente las probabilidades de que estas cosas
sucedan.
¿Qué puedo hacer al respecto?
Refrasear
(esto es, poner lo mismo en palabras distintas o con otro ángulo), y expresar
tus deseos afirmativamente. “Quiero triunfar”, “quiero mantener el equilibrio”
o “quiero resistir la tentación”, “debo mantener la figura”, para los ejemplos
dados arriba. Si todavía no te convence esto, piensa lo siguiente: ¿qué es
mejor? ¿Decir “no soy un mentiroso”, o
“soy una persona que dice la verdad?” “¿Voy a intentar no fallar” o “voy
a intentar hacer las cosas bien?”
Esta
herramienta (pues sí, es una herramienta) es muy popular entre los políticos y
oradores en general, como podrás imaginar, y además puede hacer una gran
diferencia en tu día a día.
Del "no puedo" al "debo
mejorar"
Todos
tenemos cosas que nos gustan y que no nos gustan. La pregunta es: ¿en qué me
quiero enfocar? El poner más atención a las cosas negativas es un aspecto
natural de nuestro cerebro. Referido por el neuropsicólogo norteamericano Rick
Hanson como el “sesgo negativo”, la información negativa es, instintivamente,
más relevante para nuestro cerebro pues activa nuestros mecanismos de
supervivencia. En sus palabras, “el cerebro es como velcro para las
experiencias negativas y teflón para las positivas. El resultado natural es un creciente –e
injusto- residuo de dolor emocional, pesimismo e inhibición entumecedora en
nuestra memoria implícita”. Eso sí, el mismo Hanson dice que con un poco de
esfuerzo y consciencia, esto se puede vencer.
Si me repito
una y otra vez que “no me gustan las clases” o “no me gusta el fútbol” (dos
cosas que son perfectamente válidas) claramente no lo voy a pasar bien en
ambas, y quizás hasta me angustie pensando al respecto. Pero, si refraseo,
puedo encontrar una manera más productiva y hábil de enfrentar estas
incomodidades: “me gustaría pasarlo mejor en clases”, “me gustan más los fines
de semana” o “quisiera ser mejor para el fútbol” (y mejor aún, ponerse un
objetivo "debo entrenar para ser mejor en el fútbol"), el punto de
enfoque cambia. Podemos concentrarnos en lo que nos gusta o en maneras para
trabajar en aquello que no nos gusta tanto, en vez de sentir aquella vieja
impotencia cada vez que nos encontrábamos en clase o en medio de un partido.
Para algunas personas esto cuesta en un comienzo, pero con práctica se hace más
fácil y más natural.
Lo mismo
corre para la opinión de nosotros mismos. Somos muy susceptibles a las
"etiquetas" y una vez que las adoptamos ("no soy bueno para las
matemáticas") es muy difícil dejarlas de lado, pues las transformamos en
nuestra realidad. Por eso, es importante no etiquetarse y buscar formas
positivas de expresar lo mismo ("me falta mejorar en matemáticas") de
modo que para nuestro inconsciente, pase de ser una característica inmutable, a
un estado temporal posible de modificar.
Refraseando objetivos
Algo similar
ocurre a otro nivel, cuando queremos lograr algo. “No quiero ser gordo”, “no
quiero seguir endeudándome” o “no quiero procrastinar más”. Vas a sentirte
mejor y estar en mejor camino para lograr un cambio efectivo si refraseas esas
aseveraciones a “quiero adelgazar”, “quiero ser responsable con mi manejo del
dinero” y “quiero aprender a ser productivo”, por dar tres ejemplos.
En el ámbito
del coaching, se dice que la mente consciente es la que fija los objetivos, y
el inconsciente es el que se encarga de lograrlos. Con esto en mente, para
fijar metas sólidas lo más recomendable es que el objetivo esté fraseado
afirmativamente (“quiero perder peso”, “quiero ahorrar dinero”), ser específico
(“quiero perder X kilos”, “quiero ahorrar X pesos”) y poner un período de
tiempo (“quiero perder X kilos al 30 de diciembre de este 2014”, “quiero
ahorrar X pesos al 24 de abril del 2015”). El método más común usado por
personas que hacen coaching son las metas S.M.A.R.T. (muy recomendado).
Obviamente,
hay personas que pueden decir “no quiero ser gordo” e ir, ponerse a régimen y
bajar la cantidad de peso que quieran sin tener que refrasear al afirmativo el
objetivo. Asimismo, puede haber veces donde pensamos “no quiero caerme” y no
nos caemos. El punto es que aumentamos considerablemente nuestras
probabilidades de éxito, bienestar y felicidad cuando aprovechamos al máximo la
ayuda de nuestro inconsciente para lograr nuestros objetivos y resolver
nuestros problemas.
Puede que
nuestro cerebro esté, por defecto, diseñado para enfocarse en pensamientos y
eventos negativos, pero hay varias disciplinas y corrientes de pensamiento que
afirman y han comprobado que, con un poco más de esfuerzo y energía, se puede
dar vuelta eso y enfocarse en lo positivo. Esto no quiere decir que evitemos el
“no” por completo, al contrario; se trata de que estemos conscientes de cómo
decimos las cosas, y que sepamos que lo que decimos y cómo lo decimos tiene un
efecto sobre nosotros y también sobre los demás.
Fuente: http://www.eldefinido.cl/actualidad/mundo/2667/Reprograma_tu_inconsciente_cambiando_como_hablas/
sábado, 4 de junio de 2016
EL BRILLO QUE GENERAS MOLESTA A LOS QUE
VIVEN EN OSCURIDAD
Dejar que el
corazón brille y querer compartir esa sensación molesta mucho a quien lo tiene
lleno de total oscuridad. Es una pena, de hecho, que desear que alguien se
alegre de tu felicidad pueda acabar apagando tu brillo.
Sin embargo,
tienes que saberlo. En esta vida hay quienes son en esencia luz e iluminan sin
llegar a cegar y quienes ciegan con toxicidad. Estas últimas personas son,
además, el símbolo de eso que nos sobrecoge y nos opaca cuando más apoyo
buscamos.
“La envidia es mil
veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”
-Miguel de Unamuno-
Esa clase de
gente -recuerda- no te necesita en su vida y a ti tampoco te beneficia que
ellos estén en la tuya, sobre todo porque los amigos calientan cuando hay pena
pero también saben celebrar cuando hay motivos. Y casi siempre los hay.
Deja a las personas tóxicas ahogarse en su
veneno
El brillo y
la oscuridad forman parte de la naturaleza, por lo que los dos tipos de personas
que identifican ambas cosas conviven, se comunican y en ocasiones se
contaminan. Esta es precisamente la razón según la cual es fácil toparse con
gente que vive en la oscuridad y les fastidia por el brillo que nace de la luz
que emites.
No es que tu
brillo sea desagradable, es que directamente algunas personas necesitan
robártelo para sentirse mejor porque en su alma hay maldad y en sus venas
envidia, mucha envidia. ¿Conoces esas setas que tienen muy buen aspecto pero no
son comestibles? Pues hay con quien ocurre lo mismo que con ellas: se acercan a
ti haciéndote creer que estarán ahí y a la hora de la verdad envenenan.
Por eso las
compañías tóxicas hay que evitarlas y a las cercanías que no comparten la
felicidad que podamos sentir hay que dejarlas marchar. Si lo piensas, alguien
que no se alegra de tus logros, no te está queriendo bien y eso es lo más
importante.
¿Ser feliz está bien o mal visto?
Nos encanta
compartir las noticias buenas con las personas que conocemos, plasmar nuestras
ilusiones en una reacción o señalar que hemos encontrado el lugar en la vida en
el que sentirnos bien. Y lo hacemos por redes sociales, por teléfono, por
e-mail, con canciones o de las mil maneras que se nos ocurran.
Por eso no
llegamos a entender la insatisfacción de algunos gestos que desaprueban que
estemos así, porque esperaríamos una sonrisa a cambio, un abrazo, un “es
fantástico, enhorabuena”. ¿No te ha ocurrido alguna vez? En esos momentos el
brillo que traíamos se hace invisible y la emoción decae al no encontrar una
respuesta confortable.
“Me alegro de que te
alegres de que me alegre de que te alegres”
-Paul Auster-
Además
cuando esto se repite muchas veces, llegamos a la conclusión de que la
felicidad se contagia, pero solo a quien se deja contagiar: a veces pasa que tu
paz interior ocasiona malestar en los demás y eso no tiene que ver contigo,
sino con la gestión de las emociones de la otra persona.
Quizá es su oscuridad la que molesta a tu
brillo
Planteándome
este tema he llegado a un símil que me ha resultado muy interesante y con el
que quizá estés de acuerdo: esas personas que detestan tu luz me recuerdan a
las muelas del juicio. Voy a tratar de explicarte por qué.
Las muelas
del juicio tarde o temprano tienen que llegar a nuestro día a día y
probablemente no lo hagan al mismo tiempo: al principio no irritan, pero cuando
creemos estar bien comienzan a dolernos. Entonces, nos bajan el ánimo y
debilitan las energías que tenemos por lo que nos vemos obligados a sacarlas, a
eliminarlas para que no nos compliquen la existencia. Al irse el alivio que
sentimos es inigualable.
Las personas
que tienen frío en su alma y no encuentran la manera de abrigarla generan un
impacto como el de las muelas: tienen que aparecer en algún momento porque,
como ellas, son parte de la especie humana. Sin embargo, nos viene bien no
olvidar que las muelas del juicio no tienen ninguna utilidad y además
dificultan nuestra higiene. Sigue brillando con tu luz personal y no permitas
que una oscuridad que no es tuya invada tu ánimo.
“Si la risa se
contagia, hagamos de ella una epidemia.”
-Pablo Pacanowski-
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/brillo-generas-molesta-los-viven-en-oscuridad/
jueves, 2 de junio de 2016
NO MUEVAS MONTAÑAS POR ALGUIEN QUE NO
MOVERÍA UNA PIEDRA POR TI
Nos han
grabado a fuego aquella famosa frase que dice que tienes que dar sin esperar
nada a cambio y nos la hemos creído de una forma indudable. Sin embargo te
pregunto, ¿no crees que en tus relaciones afectivas mereces recibir al menos
una mínima parte de lo que tú das? Es decir, no se trata de esperar siempre algo
a cambio, sino de no mover montañas siempre por alguien que no movería una
sola piedra por ti.
Mereces
reciprocidad, mereces un equilibrio en el acto de dar y recibir con los demás.
No siempre tienes que ocupar tú el mismo lugar, debe ser alternable: si tú hoy
te desvives por una amiga porque es tu voluntad y te apetece, lo normal es que
en alguna otra situación os cambiéis los papeles.
Por amistad,
por cariño o porque simplemente en eso consisten las relaciones sanas,
necesitas en tu vida personas que de corazón hagan lo posible por mantenerte en
la suya: a veces no hace falta mover montañas por alguien, es suficiente con
tener consideración con lo que hacen por ti.
“La única persona que
necesitas en tu vida es aquella que te demuestra que también te necesita en la
suya.”
El amor verdadero no es incondicional
Walter Riso,
en "Los límites del amor", te acerca en parte a esta cuestión pues trata de
enseñarte que el amor no necesita ser incondicional para ser verdadero y que
esta es, a veces, una idea errónea que puedes llegar a tener. De hecho, a todos
nos ha molestado alguna vez la pasividad de los demás hacia nosotros cuando, al
contrario, nos ha faltado tiempo para estar ahí.
Por esta
razón cualquier relación en la que haya un vínculo emocional establecido
precisa una regulación de interés y apego por las dos partes, puesto que así se
evita caer en la dependencia emocional.
En otras
palabras, molesta sentir que otra persona no movería un dedo por nosotros y sin
embargo tendemos a darnos a ella incondicionalmente: aquí hay un desequilibrio
que probablemente acabe en un roto. Estás dispuesto a darte a los demás según
el grado de importancia que cada cual tenga para ti: es un mover montañas,
tierra y aire sin condiciones que puede convertirse en tu enemigo.
“Eso de que el amor de
pareja no espera nada a cambio es un invento de los sumisos:
si das, quieres
recibir. Es lo normal, lo recíproco.”
-Walter Riso-
Un efecto
contraproducente
Tenemos la
valentía de abrir y entregar el corazón a la personas que queremos, dejándonos
totalmente expuestos a no encontrar lo mismo de vuelta, pero es justamente esto
lo que puede hacer que perdamos el corazón y nuestras ganas en el intento.
Las
experiencias te han enseñado que no por hacer más por los demás significa que
te vayan a querer también más. Al contrario, a veces el efecto es totalmente
contraproducente: te desvives por alguien porque quieres que se quede en tu
vida a todas costa y olvidas que mover montañas por él no conseguirá que lo
haga. Incluso puede que te canses y se vaya.
Es un efecto
contraproducente porque has puesto todas tus energías en esa relación y con
ellas también las ilusiones, pero te has dado cuenta de que no te aporta nada:
esa relación es irreal porque el interés se nota y si no se nota es que esa
persona no está.
El poder de
la reciprocidad
Así que has
llegado a la conclusión de que toda persona se cansa de un afecto no recíproco,
de un comportamiento desigual. La reciprocidad es fundamental porque si esta se
echa de menos es que una persona está perdiendo pero, si está presente, las dos
están ganando.
En el
momento en el que no existe equilibrio en el acto de dar y recibir, sobre todo
emocionalmente, se da un déficit que puede finalizar con los lazos que unen a
varias personas. El poder de la reciprocidad reside en querer y sentirse
querido para que los lazos se mantengan.
“Lo que me gusta de la
ayuda recíproca y desinteresada entre dos personas
es la incertidumbre de no saber, al final, quién tuvo la suerte de conocer a quién”
-Anónimo-
Una mera
sonrisa, un gesto de agradecimiento o un simple abrazo ya es signo de querer
fortalecer un vínculo, por lo que si tú ya lo llevas a cabo no puedes esperar
menos. Haz por los demás, pero no por ello dejes de lado tu yo interior: mover
montañas no tiene sentido si nadie quiere ayudarte a hacerlo.
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