CON LOS OJOS CERRADOS Y LOS SUEÑOS DESPIERTOS
¿Qué es la vida? Un
frenesí. ¿Qué es la vida?
Una ilusión, una
sombra, una ficción;
y el mayor bien es
pequeño;
que toda la vida es
sueño, y los sueños, sueños son.
Calderón de la Barca
Los sueños, como casi todo lo que nos conforma, cumplen una
extraordinaria función en nuestra vida cuando se encuentran en equilibrio y
armonía con ella. Sueños hay tantos como personas en nuestro planeta; lo que
ocurre es que, con frecuencia, por miedo, vergüenza o desánimo solemos ponerle
un candado a nuestra capacidad de soñar, encerrándola por el temor a recibir
daño, renunciando así a una parte maravillosa de nuestro ser.
Cogemos la llave que abre los sueños, la tiramos al mar y,
si vuelve, la volvemos a tirar. Así es que, sin darnos cuenta, cada vez que la
recogemos nos hacemos un poquito más mayores, sin hacernos ni más sabios ni más
felices.
Es un proceso silencioso y cabezota que va contra nuestra
naturaleza y atenta contra nuestra esperanza. Pero no una esperanza necia, sino
una esperanza sabia y conmovedora: la que precisamente nos hace humanos y nos
despierta para vivir un nuevo día y no para sufrir una nueva jornada.
Además, a la vez que encerramos a los sueños y a la
esperanza, en el hilo de acero del mismo candado también incluimos a la
imaginación y a la capacidad de planificar. Desterramos todo aquello que no sea
rutina y empezamos a responder con alivio cuando salen, una tras otra,
fotocopias de la máquina del calendario.
Hay personas que no son tan radicales y que siempre miran
hacia delante proponiéndose objetivos fáciles, objetivos que no conlleven el
sacrificio de la “normalidad” que intentan mantener. Temen perder la poca
autoestima que tienen y buscan minimizar, ante todo, las posibilidades de no
conseguir un objetivo a la primera o en un corto espacio de tiempo.
Estas personas son las que solo se subirían en un barco si
de antemano supieran que el viento va a soplar a favor, que no va a haber
tormenta y que al mando del barco está el capitán con más experiencia de la
armada; son los que no se arriesgan por miedo a no ganar y los que no caminan
por temor a las piedras.
Pero, como sabéis, hay otro tipo de personas, serían
aquellas que tienen sueños muy relacionados con objetivos muy seleccionados,
verdaderamente ilusionantes, y que suponen un reto para sus capacidades.
Dentro de su baúl de ilusiones, podríamos decir que
coexisten dos tipos de sueños: aquellos que se piensan conseguir en un corto o
medio plazo y aquellos que tienen que ver con un futuro que construyen poco a
poco.
Estos dos tipos de sueños son fundamentales, ya que unos nos
aportan un aprendizaje y una fuerza continua y extraordinaria, mientras que los
otros dibujan a grandes rasgos el boceto de una vida que nos apasiona y nos
encanta.
Finamente, se encuentran las personas que jamás pisan la
tierra. Dicho de otra forma, viven más en el futuro que en el presente. Sus
sueños suelen ser muy grandes, pero también poco elaborados y motivadores, es
decir, poco encaminados a la acción.
Este tipo de personas son a los que todos conocemos como
soñadores. Almas que viven en una constante montaña rusa de emociones alejadas
de la configuración actual de sus vidas. En este sentido son unos niños grandes
cuyo carácter suele ser inocente y su actitud pasiva ante el presente.
No soportan la rutina y su actividad preferida es empezar
cosas nuevas, aspectos que comparten con nuestro segundo tipo. Pero ellos son
unos auténticos enamorados de los comienzos, y menos mal, porque son muy raros
los proyectos que terminan. Además, los que concluyen suelen demandarles un
ejercicio de disciplina muy fuerte y un ejercicio de autocontrol al que no
están acostumbrados.
Hemos descrito tres tipos de soñadores como si fueran tres
colores, pero lo cierto es que la mayoría de nosotros no cumplimos ninguno de
los perfiles de forma exclusiva, aunque nos podamos acercar más a uno que a
otro.
De hecho, lo más probable es que en función del momento en
el que nos encontremos y la faceta o el ámbito al que nos refiramos nos acerquemos
más a un lugar del “triángulo soñador” que a otro, favoreciendo así nuestra
pluralidad y crecimiento.
Lo que sí parece es que las personas más felices serían
aquellas del segundo tipo, aquellas que luchan hasta el final; en cualquier
caso, de acercarnos al primer o al tercer tipo parece que el tercero cuadra más
con nuestra esencia e inquietud, permitiéndonos hacer un libre uso de nuestras
alas.
Así, aunque la capacidad de soñar va dentro de nosotros
desde que nacemos, lo que está claro es que en nuestra mano está hacer realidad
nuestros sueños o dejarlos en un baúl. Porque si todo es ilusión, elijamos las
ilusiones más bellas y pongamos a prueba nuestras alas, pues son las únicas que
nos permiten alimentar nuestra libertad, surcar el cielo y cultivar nuestro
espíritu aprendiendo el lenguaje de la luna.
Porque solo cuando entiendes el lenguaje de la luna empiezas
a comprender la importancia de alimentarse de nubes de colores y de respirar la
luz de las estrellas… y todo con la certera ilusión de estar haciendo lo que de
verdad deseas…