domingo, 31 de julio de 2016

ALIMENTACIÓN EMOCIONAL, LA COMIDA QUE “LLENA EL VACÍO”

Comer dulces tras una ruptura amorosa, devorar la comida en momentos de tensión, excedernos en las cantidades a pesar de que es suficiente para nuestro cuerpo, etc. Esa es la alimentación emocional, una costumbre para la cual no hay mejor definición que los ejemplos.

Creemos que “ser personas normales” equivale a estar en estado de alerta respecto a la comida, que debemos tener terror al chocolate y a la nata, convencidos de que si pudiésemos llegar a manejar “esa feroz hambre interior” alcanzaríamos la armonía. Extraemos de aquí que en muchas ocasiones comer se convierte en una metáfora entre la forma en que vivimos y la manera en la que gestionamos nuestras emociones.

Sin embargo, en muchos casos de ingesta compulsiva la comida funciona como una cortina de humo que no nos deja ver el verdadero problema: la pérdida de control emocional por la necesidad de llenar el vacío relativo a otros ámbitos de nuestra vida.

La relación entre las carencias afectivas y la comida

La comida se puede convertir en sustituta del equilibrio emocional. ¿Cuántas veces hemos pagado nuestras frustraciones dándonos un atracón o comiendo helado de chocolate? La compulsión que nos guía a la hora de comer es, muchas veces, la desesperación a nivel emocional.

Las dietas no funcionan porque la comida y el peso son los síntomas, no el problema. Digamos que el hecho de concentrase en el peso es una manera de no prestar atención a las razones por las cuales tantas personas recurren a la comida cuando tienen hambre. Esto, naturalmente, es reforzado por nuestra sociedad, la cual focaliza su atención en los kilos de más y en las calorías consumidas.

Parece, además, que la pérdida de peso y la consecución de una figura bonita provocará en nosotros la liberación emocional de los hechos dolorosos que hoy nos atormentan. Geneen Roth, autora especializada, hace hincapié en que el exceso de peso es, en sí mismo, un síntoma y que aunque logremos variarlo si no atendemos a las razones de fondo seguiremos sintiéndonos desdichados (y generando grandes fluctuaciones). Os acerco un pasaje que ilustra muy bien esta cuestión:

Alguien acudió una vez a uno de mis seminarios después de haber perdido treinta y cuatro kilos haciendo dieta. Se plantó delante de ciento cincuenta personas y dijo con voz temblorosa:

—Me siento como si me hubieran robado. Me han arrebatado el mejor de mis sueños. Yo creía realmente que al perder peso, mi vida cambiaría. Pero lo que ha cambiado en mí ha sido solamente lo externo. El interior continúa siendo el mismo. Mi madre sigue estando muerta, y sigue siendo cierto que mi padre me pegaba cuando era pequeña. Todavía estoy enojada y me siento sola, y ahora ya no tengo la ilusión de adelgazar.

El círculo vicioso de la alimentación emocional

De alguna manera la preocupación por nuestro cuerpo enmascara preocupaciones aún más profundas, alimentando esto un círculo vicioso de preocupaciones que no se resuelven y que frenan nuestra capacidad de crecer y desarrollarnos.

Para algunos autores el verdadero problema del exceso de peso y de la alimentación emocional es que la comida se convierte en sustituta del amor. Así, como afirma Geneen Roth, “Si dejamos de alimentar al niño maltratado que hay en el interior del adulto solitario podremos nutrir el amor y dar lugar a la intimidad.

De esta manera liberaremos el dolor de la vida pasada y nos instalaremos definitivamente en el presente. Sólo si nos concedemos un espacio para la intimidad y el amor aprenderemos a disfrutar de la comida y dejaremos de usarla como un sustituto”.

En ciertos momentos creemos que comer nos salvará de nosotros mismos, del odio que sentimos, de la angustia de ser quiénes somos y lo de que nos provoca todo aquello que es y no queremos que sea. Esto es una especie de pensamiento mágico que refuerza un círculo vicioso que nos atormenta.

Cuando comemos de manera desequilibrada estamos cuidando mal de nosotros mismos y de nuestro presente. Pero, como decimos, desahogarnos a través de la comida y subir de peso es, muchas ocasiones, solo un síntoma que se recrea en un círculo vicioso. Así, en este sentido, cada vez que comemos de manera compulsiva, estamos reforzando la creencia de que la única forma de tener lo que queremos es dándonoslo nosotros mismos a través de la nutrición.

Por eso, cada vez que damos pie a una ingesta excesiva como consecuencia de un desequilibrio emocional, reforzamos esa desesperanza asociada a nuestro problema que provoca un descontrol aún mayor. Un círculo vicioso en toda regla que se retroalimenta una y otra vez, pues la necesidad de comer nos grita cada vez más, “tapando” así el problema de origen.

La alimentación emocional, sobreingesta o desequilibrio nutricional nos sirve muchas veces como sostén imaginario; o sea que podemos llegar a usar la comida para mantener en pie las cuatro paredes de nuestra casa.

Aumentar y bajar de peso o estar siempre a dieta es como estar en una montaña rusa emocional de manera constante. Una persona que usa la comida para guarecerse se embriaga sin cesar a través del caos, de la intensidad emocional y del dramatismo. Porque, como hemos comentado, comer compulsivamente refleja la escenificación del sufrimiento.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/alimentacion-emocional-la-comida-que-llena-el-vacio/


viernes, 29 de julio de 2016

ES HORA DE ENFRENTAR NUESTROS DEMONIOS INTERNOS

“Todos cargamos con nuestros demonios todos los días, sólo que algunos los tienen encerrados en botellas porque no saben cómo lidiar con ellos.”
— Revaunde

Hoy quiero hablar de los demonios, más específicamente aquellos demonios internos que todos tenemos. No, ¡no te asustes! No son enemigos que hay que vencer, son simplemente aspectos de la vida que es necesario dominar, y que de hecho pueden ser dominados. Estos demonios tienen como labor exclusiva sabotear todos nuestros intentos por tener éxito, dejar viejos vicios inútiles y adquirir nuevas costumbres que nos llevan al triunfo.

A lo largo de nuestra vida, vamos asimilando vivencias, recuerdos, experiencias, frustraciones, sinsabores, alegrías, tristezas… Y así la lista sigue haciéndose enorme pues a cada momento nuestro organismo está en contacto con el medio y se encuentra creando registros de lo que acontece dentro y fuera de nosotros. Muchas de estas cuestiones asimiladas se convierten en introyectos (lo cual significa hacer nuestra una idea, una emoción, un pensamiento), y al volverse introyectos, se vuelven inconscientes. Es decir, son sepultados en lo más recóndito de nuestra memoria, pero no por eso dejan de influenciarnos, pues queramos o no el inconsciente tiene una enorme injerencia en nuestra vida, al punto que a veces llamamos a algunos actos realizados bajo su influjo como acciones realizadas por “casualidad”…

Ahora bien, este cúmulo de situaciones almacenadas en nuestro interior no son fácilmente identificables y accesibles, solamente se expresan bajo circunstancias concretas y particulares en las que las posibilidades de aprender son maravillosamente enormes. Volviendo a esos introyectos, por el hecho de ser inconscientes y gobernar nuestra vida en el plano inconsciente, están revestidos de una cara oscura debido a que pueden hacer colapsar el estado de equilibrio en que nos encontramos al jugar totalmente en nuestra contra, en detener nuestra progresión. Precisamente estos introyectos de situaciones tristes, dolorosas o desagradables no elaborados o superados, se convierten con el paso del tiempo, en nuestros DEMONIOS INTERNOS.

Los demonios internos son aquellos miedos que nacen en el interior de una persona y que a lo largo de su vida se desarrollan hasta hacerlos poderosos por los atributos conferidos. El miedo es energía, una energía poderosísima que logra paralizarnos y si le damos cabida puede comprometer nuestro futuro y bloquear nuestra capacidad para triunfar. Y es precisamente así, al abrigo del miedo y del temor que se presentan nuestros demonios internos.

Nos paralizamos ante una persona hermosa, nos paralizamos ante una oportunidad de trabajo, al hablar en público y tener que presentar un proyecto, nos nublamos, no podemos pensar con claridad y terminamos equivocándonos, o peor aún, no atreviéndonos.

Esto nos explica que los demonios no sólo se limitan a seres malignos o a los ángeles caídos, sino que, son las emociones destructivas que pueden hacer verdaderos estragos en nuestras vidas convirtiéndonos en personas infelices, e incluso hasta perversas. De ahí, la importancia que desde la muy tierna infancia nuestros padres o bien las personas que están a cargo de los infantes sean personas con una inteligencia emocional buena; esto es emocionalmente competente para guiarnos en el control y canalización de nuestras emociones.

Todos, absolutamente todos, tenemos nuestros demonios personales, que se vinculan a hechos muy puntuales en nuestra historia y con nuestros puntos débiles. Aparecen para distraernos en nuestro camino, para impedirnos progresar y mejorar. Ellos nos hablan al oído y nos empujan a hacer cosas absurdas, insensatas o de plano estúpidas.

Ahora bien, como buenos seres humanos, siempre tenemos un pretexto para justificar el por qué dejamos a esos demonios instalarse en nuestra vida. Generalmente apelamos a alguna carencia, que en teoría es subsanada por nuestro erróneo comportamiento: “Es que estoy muy solo”; “Nadie me comprende”; “Perdí la cabeza y disparé(metafóricamente)”; “La suerte nunca está de mi lado”, etc.. Hay tantas excusas como miserias humanas. Pero generalmente apelamos a que nos falta algo para disculpar o al menos argumentar el surgimiento de nuestros diablillos

¿Cómo se manifiestan estos demonios?

Estos demonios manifestados en tipo de frecuencias o emociones de baja vibración, una vez que entran en nuestras vidas van mermando nuestro tono emocional y poco a poco nos marchitamos como una flor. Perdiendo la alegría de vivir, no hay armonía en nuestras relaciones y cada vez nos alejamos más de conseguir nuestros sueños. Entre las frecuencias mas comunes están: la culpa, la inseguridad, los vicios, el miedo, el narcisismo, los traumas, la ansiedad, la timidez excesiva, el egoísmo, la ira, la tristeza, la vanidad, la envidia, la soberbia, la anorexia, la bulimia, la preocupación, la pereza, la depresión, la vergüenza, la desconfianza entre otras tantas.

¿Y qué hacer para lidiar, combatir o debilitar a estos demonios internos?

Primeramente, es importante hacer un balance de nuestras vidas y ver en que áreas nos están afectando y luego pasar a la acción para excluirlas. Reconocer y saber que demonios están causándonos mal no es suficiente, hay que combatirlos mediante el cambio. Y este consiste en una nueva forma de pensamiento, es decir, reprogramarnos positivamente. Los resultados más inmediatos que obtendremos son que nuestras actitudes dejaran de ser temperamentales, y nos conduciremos con mayor mesura e inteligencia. Necesitamos también una buena dosis de fe, de voluntad y de amor. Y es precisamente, este último nuestro mejor antídoto para luchar contra estos demonios. Si el amor esta presente en nuestras vidas hasta las pruebas más adversas las encararemos con gran fortaleza. Cabe recordar, que en esta guerra contra los demonios internos el papel de nuestra autoestima juega un papel primordial.

No olvides que el conocimiento de uno mismo es el método más valioso para poder identificar a estos demonios que llevamos dentro, para vencerlos y procurar que esa cara oscura se convierta en energía creadora, en energía capaz de ayudarnos a sobreponernos a las adversidades por muy duras que sean. ¡Pero ojo! Este conocimiento es doloroso, viajar a lo más recóndito de nuestra estructura personal y mental puede ser peligroso para nuestro yo interno porque conocerás cosas de ti que no sabías quizá que existían, pero es un viaje que debemos emprender si lo que queremos es evolucionar como personas, si queremos vencer nuestros límites y llevarlos más allá.

Es una lucha tremenda, a brazo partido, un choque titánico que requiere mucho esfuerzo de parte nuestra; nos exige la apuesta más alta, apostar por nosotros mismos a pesar de todo… Cada poco que intentemos avanzar para combatir o dominar a un DEMONIO INTERNO, todos los demás se unen y conspiran, buscarán derribarnos, detenernos, herirnos en el lugar que más nos duele; sin embargo, a pesar de esos golpes y ese dolor que nos hace caer, no podemos hacer otra cosa sino levantarnos para seguir avanzando. Que va a costar, claro que sí. Que es difícil, muchísimo. Que en el camino podemos pensar abandonar, puede que sí, pero si abandonas te condenas a vivir bajo el temor y la duda que siembran nuestros DEMONIOS INTERNOS.

A pesar del enorme dolor que significa volver a abrir heridas del pasado para derribar nuestros DEMONIOS INTERNOS hay buenas noticias, cada vez que nos levantamos de sus intentos por derribarnos con terribles golpes que nos infringen las heridas más horribles, nos volvemos más fuertes, más estables, menos temerosos y más aptos para continuar la lucha. ¿Y qué pasa con ellos? ¡SE DEBILITAN Y DEJAN DE JODERTE LA VIDA! TE PERMITEN SER FELIZ, O AL MENOS INTENTAR IR EN BUSCA DE LA FELICIDAD…

“Hace un tiempo que no recorría estos pasillos de demonios y sombras, pero de vez en cuando es sano quemarse un poco en tu propio infierno, te recuerda a dónde puedes regresar si vuelas muy alto o muy bajo.”

Fabian Malaver
Escrito por: KarlaGalleta




Fuente: https://soyespiritual.com/autoconocimiento/enfrentar-demonios-internos.html

miércoles, 27 de julio de 2016

LA TRISTEZA DEL AMARGADO ES LA MISMA DESDICHA QUE SIEMBRA EN LOS DEMÁS

La amargura suele ser en muchos casos una forma de depresión encubierta donde la persona se focaliza casi en exclusiva en el mundo exterior. El mundo del amargado está lleno de ventanas a través de las que ve solo injusticia, desde donde gusta asomarse para volcar su rencor, su melodía amarga y  sus sentimientos pesimistas. El amargado quiere cautivos, pero también clama ayuda.

Seguro que, ahora mismo, muchos de nosotros tenemos en mente a más de una persona cercana que, por momentos, nos puede dar la sensación de tener una inclinación placentera por amargarnos la vida con sus razonamientos, consejos y comportamientos. Sin embargo, la realidad suele ser muy lejana a este supuesto placer -inferido de la frecuencia con la que lo repiten-, lo cierto es que no dejan de ser personas infelices.

La amargura y el rencor son anclas que siempre quieren cautivos, porque sus barcos quedaron varados y perdidos en una deriva donde antes hubo felicidad y ahora, solo quedan tristezas no afrontadas.

El amargado siente, por encima de todo, que ha perdido el control de su vida. Estamos ante un estado tan derrotista que la persona, sencillamente, deja de ser responsable de sí misma. Asume el papel de víctima y se deja llevar. Es, pues, necesario saber intuir y aportar estrategias para ayudar, porque a pesar de que nos incomoden estas conductas, estamos ante alguien que necesita ser ayudado.

El amargado y las raíces de la amargura

Nadie viene al mundo con el corazón habitado por la amargura. Aunque en ocasiones, la infancia es un escenario idóneo donde más de uno empieza ya a descubrir cómo se gesta y a qué sabe esta sensación. Una comunicación poco afectiva o una crianza sin cariño pueden abrir ya a una edad temprana la tierra, permitiendo que en el corazón arraiguen esas raíces que tendrán como fruto esas sombras que moran en el alma del amargado.

La amargura es una semilla que se siembra y que no suele germinar al instante. Su presencia, al principio, es silenciosa. Una decepción duele, pero no nos cambia, dos nos hacen pensar, pero cuando alguien acumula demasiadas piedras en el camino y hace una atribución claramente negativa de su existencia, deja de sentir que tiene control sobre su vida. Entonces las semillas germinan… y nos enferman.

Un dato que también deberíamos tener en cuenta es el relativo a la clásica imagen del “anciano amargado”. Todos hemos conocido a ese abuelo o abuela que reacciona con apatía, que anticipa cosas negativas, y que tanto rencor parece tener sobre el mundo y la propia vida. Tal y como nos explican en la revista “Health Psychology“, todo ello son, en la mayoría de los casos, indicadores de una depresión subyacente. Es importante tenerlo en cuenta.

La amargura y el entumecimiento emocional

A menudo se describe a la amargura como el clásico comportamiento “tóxico“. Estamos acostumbrados a utilizar la etiqueta de “toxicidad” muy a la ligera, casi con la necesidad de ponernos una máscara y alejarnos rápidamente sin tener en cuenta a la persona y su realidad personal; su cárcel emocional. No es lo adecuado. No al menos en lo que se refiere a la amargura.

La persona que no está en paz consigo misma estará en guerra con todo el mundo.

Como ya hemos indicado anteriormente la persona amargada no nace, se hace con el tiempo y a raíz de diversas situaciones que no han sido gestionadas, y que en un momento dado, han superado a la propia persona. No hay que abandonarlas, no hay que dejarlas a la deriva en este entumecimiento emocional. Sabemos que un cerebro amargado -deprimido- no pasa de la noche a la mañana a ser un cerebro feliz, pero nunca está de más conocer unos consejos básicos.

Cómo cambiar la actitud de un amargado

Tal y como hemos señalado a lo largo del artículo, en ocasiones, la amargura es un indicador de una depresión. Por ello, es importante animar a la persona a que acuda a un profesional de la salud para que valore su estado. Es un primer paso necesario y esencial. Más tarde, podemos poner en práctica lo siguiente.

Haz uso de la compasión y el optimismo. Sabemos que el amargado desea atraparnos con su cinismo, con su rencor y fatalismo. Sin embargo, lejos de claudicar es preciso no variar nunca nuestra actitud siendo capaces de responder a su negatividad con optimismo.

No personalices sus ataques, sé paciente. Quien habla no es el corazón de la persona, es la raíz de su amargura y sus decepciones no gestionadas, sus traumas no asimilados, sus vacíos no comprendidos. Guarda la calma y responde siempre con la voz de la cercanía, de la amabilidad más serena.

Invita al amargado a adquirir nuevos hábitos. La amargura es pasiva, corrosiva y se alimenta de los pensamientos de la persona. Una forma de “romper” ese ciclo de negatividad es intentando que la persona cambie de costumbres, que adopte nuevos hábitos, que transite por otros escenarios. Así pues, sin presionar, basta con sugerirles que salgan a caminar, a hacer deporte, que se apunten a algún curso, que conozcan a otras personas…

La persona que no está en paz con su corazón, con su pasado y con sus pensamientos, estará en guerra con todos aquellos que le rodeen. Permite que hallen ese equilibrio, esa llave para sanar sus heridas y encontrar la calma a sus batallas internas. Es necesario prestarles ayuda, pero cuidando a la vez de nuestros propios límites y sin descuidar nuestra autoestima.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/la-tristeza-del-amargado-es-la-misma-tristeza-que-siembra-en-los-demas/


lunes, 25 de julio de 2016

REÍRSE ES COSA SERIA


“La vida es demasiado importante como para tomársela en serio”
Oscar Wilde

A la risa la llaman el alimento de la esperanza. Por algo será. Porque la risa y el chiste buscan reconciliar el mundo y acortar distancias, recordándonos que nos une el mismo anhelo: la alegría, el bienestar y la felicidad.

En realidad, se resumen en una idea muy sencilla: nuestra vida gira en torno a nuestro placer. Porque, si nos planteamos para qué hacemos cada cosa en nuestro día a día, como última consecuencia siempre estará eso que llamamos “sentirnos bien”.

Para Freud, los chistes y las risas son válvulas psicológicas de seguridad, una manera más de manejar lo que nos causa angustia y nos reprime. No podemos contrastar muchas de las ideas de esta gran figura, pero lo cierto es que gran parte de los chistes más valorados responden a escenas de matrimonio, de potencia sexual y de muerte.

La risa no es solo de alegría

“Estoy intentando hacer amigos fuera de Facebook. Salgo a la calle y voy dando voces diciendo a la gente lo que he comido, cómo me siento, lo que estoy haciendo y lo que haré más tarde. Escucho conversaciones y grito “me gusta”. De momento ya tengo tres personas que me siguen: dos policías y un psiquiatra”

Nos hacen reír las gracias con las que nos identificamos o reconocemos a nuestra sociedad. Quizás es una manera de proyectar nuestras inquietudes, comprender y hacernos conscientes de la manera en la que nos relacionamos con el mundo.

De todas formas, hay infinitas razones que nos llevan a reír. Si lo hacemos no es solo de alegría, sino que también utilizamos la risa para aliviar tensión, por ejemplo.

Digamos que es una estrategia más que nos ahorra esfuerzo y ayuda a que descarguemos la tensión emocional que vamos acumulando.

Al reírnos jugamos con dobles sentidos, con historias cotidianas, con prejuicios. Esto nos ayuda a descifrar emociones y realidades, haciendo que todo tenga más sentido para nosotros.

La teoría de la superioridad

Los argentinos hacen chistes sobre los mexicanos, los franceses hacen chistes sobre los belgas, los ingleses sobre los irlandeses y así desde tiempos inmemoriales. Y estas son las bromas que más triunfan. ¿Por qué?

Esta cuestión es tan simple como que intentamos sentirnos superiores a toda costa. Obviamente no da igual de qué hagamos chanza o chiste, pero sí que caemos en los prejuicios y la generalización con bastante frecuencia.

Como sociedad, generamos un blanco y buscamos la chanza. Sin embargo, no todo es de color de rosa. Hay estudios que han demostrado que los chistes no siempre son buenos, pues pueden mermar la autoconfianza y la actitud de un colectivo que responde al tópico.

Por ejemplo, cuando se examinó la inteligencia de las mujeres rubias, se percataron de que, si previamente habían leído chistes que cuestionaban su aptitud, entonces puntuaban por debajo de lo que les correspondía.

Podemos morir de risa

Hay, al menos, un caso documentado de una personal que murió por fallos cardiorrespiratorios provocados por un ataque de risa. Por lo que sí, la risa es buena, pero con moderación.

Obviamente, también hay que poner especial cuidado en que la risa no se convierta en burla ni en ataques gratuitos que dañen nuestro bienestar emocional.

¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando reímos?

Un borracho es detenido a las cuatro de la mañana por un policía que le increpa:

– ¿Adónde va usted?

El borracho, completamente ebrio, le responde:

– Me dirijo a una conferencia acerca del abuso del alcohol y sus efectos letales en el organismo, el mal ejemplo para los hijos y las consecuencias funestas para la familia, el problema que causa en la economía familiar y la irresponsabilidad absoluta…

El policía lo mira incrédulo y le responde mofándose del borracho:

– ¿En serio? ¿Y qué ilustre conferenciante va a impartir esa charla a estas horas?

– Mi mujer, cuando llegue a casa.

¿Te ha divertido el chiste? Si lo ha hecho, en tu cerebro se han activado tantas áreas cerebrales como cuando resuelves problemas matemáticos. Sin embargo, si no te ha divertido, solo se ha activado el área del aburrimiento.

Desde Cambridge (Reino Unido), el neurocientífico Tristan Bekinschtein, nos cuenta que, aunque no podamos reírnos por algún daño neurológico, nuestro cerebro se ríe.

Pero, ¿cómo nos damos cuenta de que alguien nos está contando un chiste? Lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta y que, incluso, hay veces que nuestro cerebro peca de inocente o de pícaro.

Sin embargo, se sabe que, cuando alguien nos cuenta algo gracioso, se activan las mismas áreas que cuando tomamos una droga o comemos un suculento pastel de chocolate. Es el área tegmental ventral, centro neurológico del placer.

Van dos y se cae el del medio

Para irritación de todo tipo de representantes de la autoridad, los niños dedican una considerable energía a “hacer el payaso”. Ellos no quieren apreciar la gravedad de nuestras descomunales preocupaciones, mientras que nosotros olvidamos que, si nos hiciéramos un poco más como los niños, puede que nuestras preocupaciones no fueran tan descomunales”
(Conrad Hyers)

Tanto el humor como su hija, la risa, tienen múltiples beneficios en nuestra salud física y psicológica. Merecen, por tanto, un importante protagonismo dentro de la psicología positiva. En palabras de Martin Seligman: “La risa produce una de las sensaciones más placenteras de la experiencia humana y el sentido del humor es una de las principales fortalezas de nuestra especie”.

A veces, reírse es lo más serio que podemos hacer. La vida hay que tomársela con humor

Un sentido del humor positivo, en su máxima expresión, permite que afrontemos nuestros problemas y desajustes vitales, poniendo nuestra vida en perspectiva. Todas nuestras ataduras se observan con distancia, como si estuviésemos en un gran teatro disfrutando de un bonito espectáculo.

Reírnos nos hace entender que nada es tan importante como nos parece, ya todo nos asusta y nos intimida menos. Todo es ridículo e insignificante mirando la vida con las gafas del humor. Porque, como dijo Charles Chaplin: “La vida es una tragedia en el primer plano, pero una comedia en el plano general”.


Fuente: http://mejorconsalud.com/reirse-cosa-seria/?utm_source=facebook&utm_campaign=LMEM.ES&utm_medium=post


sábado, 23 de julio de 2016

HAY “PERSONAS MÁGICAS” RODEÁNDONOS POR TODAS PARTES

Hay “personas mágicas” rodeándonos por todas partes. Son aquellas con las que conoces la felicidad, aquellas que te ayudan a volar, a brillar y a descargar tu mochila. Ellas, personas con las que compartes la complicidad, la permanencia.

A veces no hace falta decir “estoy a tu lado” porque sobran las palabras. A veces encajas con una persona y como de la nada te guías por la melodía del “quiéreme bien”. Es un vínculo sano, claro en contenidos, abierto a experiencias. La amistad es de esas de miradas sinceras que aligeran pesares y nos ayudan a deshacernos de los obstáculos que se nos presentan.

“Hay personas mágicas. Te lo prometo, las he visto. Se encuentran escondidas por todos los rincones del planeta. Disfrazadas de normales. Disimulando su especial forma de ser. Procuran comportarse como los demás. Por eso, a veces, es tan difícil encontrarlas. Pero cuando las descubres ya no hay marcha atrás. No puedes deshacerte de su recuerdo. No se lo digas a nadie, pero dicen que su magia es tan fuerte que si te toca una vez, lo hace para siempre”.

Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano

Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano. Esta es una gran verdad que probablemente nadie puede negar. Esto es natural, pues no podemos cuadrar expectativas, sentimientos, emociones, pensamientos y aficiones con cada persona que pasa por nuestra vida.

Hay gente con la que conectamos de manera especial y a las experiencias nos vinculan, sirviéndonos de esto para sustentar uno de los planos más importantes de nuestra vida: el social. Como dijo Aristóteles, somos animales sociales y, por lo tanto, necesitamos de estas uniones para sentirnos completos.

Las “personas mágicas” son aquellas que tienen grandes cualidades sociales y emocionales, las que nos brindan su apoyo, nos rescatan y nos encaminan. En otras palabras, las que poseen inteligencia social, prima hermana de la inteligencia emocional.


La inteligencia social y sus dos ingredientes principales

La inteligencia social se define como la capacidad de las personas para relacionarse. Según Daniel Goleman esta tiene dos ingredientes clave para lograr un buen sabor del plato principal:

La conciencia social: es la capacidad de ser sensibles al estado interno de otra persona, de percibir las señales emocionales no verbales y comprender sus sentimientos, pensamientos e intenciones. Se trata, por tanto de:
Sintonizar y escuchar de verdad.
Dar lugar a que el otro diga lo que quiere decir.
Dar la posibilidad de que la conversación siga un curso determinado para todos.
Para esto es esencial un conocimiento verdadero de cómo funcionamos a nivel social, pues sin este no podremos descodificar las señales sociales que se revelan.

La aptitud social: es la habilidad que nos permite establecer buenas relaciones y vincularnos teniendo en cuenta las necesidades de los demás. O sea que además de ser consciente socialmente, tenemos que saber cómo construir intercambios fluidos y eficaces. Para ello hay que:
Aprender a presentarse.
A preocuparse por las necesidades de los demás y actuar en consecuencia.

En resumen, la inteligencia social no es solo tomarnos tiempo para escuchar sino sintonizar profundamente con los sentimientos ajenos y dar pie a un contacto más íntimo que sostiene. Las“personas mágicas” son inteligentes social y emocionalmente, lo cual les concede ese estatus, un don de expresividad que atrae a los demás.

En este sentido, como venimos diciendo, hay relaciones que se forjan y potencian la posibilidad de compartir lo que nos conmueve. Esas uniones nos enganchan a la vida, nos animan a ser mejores y a destapar las zonas oscuras que ensombrecen nuestra alma.

Realmente, aunque quizás nos pueda parecer lejano, la inteligencia social y emocional es algo que está a nuestro alcance. Por eso, no descartes cruzarte con “personas mágicas” hoy mismo y, sobre todo, no descartes la posibilidad de desprender magia tú para alguien.




jueves, 21 de julio de 2016

NINGÚN MAR EN CALMA HIZO EXPERTO A UN MARINERO

Si alguna vez has tenido la oportunidad de mirar el mar quizás has pensado que es uno de esos lugares que parecen pertenecer a todos y a la vez a nadie. El mar es ese eco de vida que algunas veces se deja acariciar y otras se escapa de cualquier mano.

Mientras se encuentra en calma, todo buen marinero que se preste a serlo siente que puede dejarse llevar y, entonces, se acomoda y contempla su belleza. Desde ese rincón no hay peligros, solo una plena tranquilidad.

Sin embargo, otras veces las olas se rompen con fuerza en las rocas y la tormenta muestra toda su cólera sobre el mar. Entonces, el marinero que sobrevive es aquel que deja de lado su comodidad y decide enfrentarse a esos instantes terribles que amenazan su hogar, pues el que decide lanzarse al hechizo del agua tiene que estar preparado también para afrontar su cólera.

La zona de confort no nos permite crecer

Con la vida en tierra ocurre algo parecido, dado que las experiencias y sus enseñanzas le llegan sobre todo a los que son capaces de salir de su zona de confort: abandonar la comodidad para enfrentarse a lo desconocido es sin duda un aliciente de vida.

De hecho, solemos creernos no responsables de lo que nos ocurre cuando en realidad lo que sucede es que preferimos dejarlo en manos de aquello que llamamos suerte o destino. Justamente es al alcanzar esa rutina el momento en el que podemos llegar a sentir que no hay nada que cambiar y, sin embargo, nos equivocamos.

“La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco.”
-Jacinto Benavente-

Nos equivocamos porque al mantenernos en la zona de confort estamos perdiendo oportunidades de seguir madurando y aprendiendo. Necesitamos la posibilidad del naufragio para aprender a madurar con él: verle los dientes a algunos vientos, mirar a la cara a aquello que surge espontáneo y nos zarandea, querer ir más allá para tocar con el alma lo que nunca hemos tocado y tanto anhelamos.

La sensación de seguridad

La sensación de seguridad cuando hemos logrado un equilibrio puede ser un enemigo emocional bastante grande, sobre todo porque es también la que hace surgir el vértigo a perderla.

Así, es evidente que todo lo que directa o indirectamente pretende remover nuestros esquemas nos produce miedo. Sin embargo, no olvidemos que los miedos están ahí para dominarlos, no para que nos dominen.

Conocer la seguridad significa haber dado un paso importante, mas atreverse a averiguar las leyes de un mar agitado es un indicio de valentía: solo quien se aventura a la búsqueda sin límites puede lograr la destreza en todas las situaciones posibles de su vida.

No arriesgar no te hará perder, pero tampoco ganar

Como decíamos, no arriesgarse a tomar decisiones que nos permitan descubrir cosas nuevas puede conducir a la pasividad y a la no acción, sencillamente porque así evitamos el fracaso; no obstante, también eliminamos la posibilidad del éxito.

“Solamente los que arriesgan llegar demasiado lejos son los que descubren hasta dónde pueden llegar”.
-T. S. Eliot-

Los seres humanos tendemos hacia el control y el equilibrio en nuestro día a día, pensando que en eso está el bienestar emocional que nos aporta felicidad. De esta manera, olvidamos que el crecimiento psicológico exige también el riesgo: ¿cómo vas a conseguir ese trabajo que tanto deseas si no te arriesgas a intentarlo? Pensar que no lo conseguirás y quedarte quieto te dará el control, pero no la satisfacción.

En este sentido, nos acostumbramos a escuchar aquello de “más vale pájaro en mano que ciento volando” y a creérnoslo del todo, sin entender que, inconscientemente, consejos como ese nos incitan a permanecer estáticos y a no luchar por lo que queremos.

Y es que, el marinero conoce que la bravura del mar puede llevarle a la muerte pero también que enfrentarse a ese estado es la única manera de disfrutar plenamente de su vida y de amar lo que conserve de sus destrozos.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/ningun-mar-calma-experto-marinero/


martes, 19 de julio de 2016

EL AMOR NO SE BUSCA, EL AMOR SIMPLEMENTE LLEGA

Como la mayoría de las cosas maravillosas que nos ocurren, el amor llega a nuestras vidas sin buscarlo, sin ansiarlo, llega prácticamente de la nada, sorprendiéndonos con una de las caras más bonitas de la vida.

Si estás solter@ y llegó el momento en el cual te gustaría compartir tu vida con alguien más, tener una pareja, no es necesario ser evidente al salir, mirar los ojos de todos los que se cruzan por tu camino a ver con cual sientes conexión y ver qué puedes hacer para lograr un acercamiento, descargar aplicaciones con algoritmos que te ayuden a conseguir a la pareja ideal o cosas por el estilo.

Solo hace falta manifestar de la forma más saludable nuestro deseo a la vida, al universo… así de simple, así funciona, lo que pasa es que por lo general caemos en un juego mental que nos hace experimentar sensaciones que nos alejan de lo que realmente queremos vivir, solamente por el hecho de desear con nuestro ego y no desear con nuestro corazón.

He aquí una serie de pensamientos que debemos evitar para alinearnos a encontrar a esa persona especial con la cual podamos compartir la vida:

Todo el mundo tiene pareja, menos yo.
He debido quedarme con “Fulanit@”, era preferible eso a estar sol@.
Si fuese más joven, tendría más posibilidades de encontrar a la pareja ideal.
Ya con hijos a quién puedo conocer que sea suficientemente bueno para mí y para ellos.
Quisiera que todos fracasaran en sus relaciones y se ampliara el mundo de los solteros.
El amor hay que salir a buscarlo.
No frecuento sitios donde pueda conocer a una potencial pareja.
Tod@s los hombres/mujeres que valen la pena están ocupad@s.
L@s que no son casad@s, no se interesan por el sexo opuesto.
Si tiene más de 30 y está solter@ tiene su toque mental o algún problema que lo saca del juego tiene.
No soy lo suficiente buen@, adinerad@, alt@, pequeñ@, talentos@, etc, etc, para conseguir una pareja.

Este tipo de pensamientos nos condenan a parejas equivocadas o a una soltería involuntaria que puede durar mucho tiempo. Todo está en nuestra mente, el amor no se escapa de esto, solo piensa la pareja que quieres en tu vida, imagina las cosas maravillosas que pueden hacer juntos, proyecta cómo quieres que te trate, crea en tu mente la realidad que quieres que se manifieste, haz tu maqueta mental… y espera sin desesperar, sin buscar, el amor te sorprenderá…

Cualquier tipo de limitación que coloques en tu mente será total y rotundamente destruida a través de una espectacular historia de amor que cualquiera te podrá contar. Siempre existirá tu vecina de 60 años que se casó luego de enviudar con ese apuesto señor que ahora comparte con ella maravillosos momentos, esa madre soltera que conoció a ese chico que ama a sus hijos como suyos y tienen una familia maravillosa, a esa pareja que lleva 8 años sin separarse luego de haberse conocido en la cola de un supermercado.

Miles de historias, unas más bellas que otras, que demuestran que el amor está en todas partes, que no existe un escenario ideal para encontrarlo, que no hace falta buscarlo, que las cosas muchas veces suceden de forma casi mágica y que en el momento no vemos las relaciones que guardan los hechos… Mira a las parejas con cariño y no con envidia, ámate a ti y eso se proyectará fácilmente a quienes te rodean. Y si realmente lo deseas con el corazón y no con tu ego, el amor vendrá a ti más pronto de lo que piensas.


Fuente: http://viajesycocina.com/amor-no-se-busca-llega


sábado, 16 de julio de 2016

ELIZABETH KÜBLER-ROSS: LA CONNOTADA CIENTÍFICA QUE CONFIRMÓ QUE SÍ EXISTE EL MÁS ALLÁ

Esta médico y psiquiatra suiza recabó centenares de testimonios de experiencias extracorporales, lo que la llevó a concluir que “la muerte no era un fin, sino un radiante comienzo”.

La doctora suiza Elizabeth Kübler-Ross se convirtió en el siglo XX en una de las mayores expertas mundiales en el tétrico campo de la muerte, al implementar modernos cuidados paliativos con personas moribundas para que éstas afrontaran el fin de su vida con serenidad y hasta con alegría (en su libro “On death and dying”, de 1969, que versa sobre la muerte y el acto de morir, describe las diferentes fases del enfermo según se aproxima su muerte, esto es, la negación, ira, negociación, depresión y aceptación). Sin embargo, esta médico, psiquiatra y escritora nacida en Zúrich en 1926 también se transformó en una pionera en el campo de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte, lo que le permitió concluir algo que espantó a muchos de sus colegas: sí existe vida después de la muerte.

La férrea formación científica de esta doctora, que se graduó en psiquiatría en Estados Unidos, recibiendo posteriormente 23 doctorados honoríficos, se pondría a prueba luego de que a lo largo de su prolongada práctica profesional los enfermos moribundos a los que trataba le relataran una serie de increíbles experiencias paranormales, lo que la motivó a indagar si existía el Más Allá o la vida después de la muerte. Así, se dedicó a estudiar miles de casos, a través del mundo entero, de personas de distinta edad (la más joven tenía dos años, y la mayor, 97 años), raza y religión, que habían sido declaradas clínicamente muertas y que fueron llamadas de nuevo a la vida.

“El primer caso que me asombró fue el de una paciente de apellido Schwartz, que estuvo clínicamente muerta mientras se encontraba internada en un hospital. Ella se vio deslizarse lenta y tranquilamente fuera de su cuerpo físico y pronto flotó a una cierta distancia por encima de su cama. Nos contaba, con humor, cómo desde allí miraba su cuerpo extendido, que le parecía pálido y feo. Se encontraba extrañada y sorprendida, pero no asustada ni espantada. Nos contó cómo vio llegar al equipo de reanimación y nos explicó con detalle quién llegó primero y quién último. No sólo escuchó claramente cada palabra de la conversación, sino que pudo leer igualmente los pensamientos de cada uno. Tenía ganas de interpelarlos para decirles que no se dieran prisa puesto que se encontraba bien, pero pronto comprendió que los demás no la oían. La señora Schwartz decidió entonces detener sus esfuerzos y perdió su conciencia. Fue declarada muerta cuarenta y cinco minutos después de empezar la reanimación, y dio signos de vida después, viviendo todavía un año y medio más. Su relato no fue el único. Mucha gente abandona su cuerpo en el transcurso de una reanimación o una intervención quirúrgica y observa, efectivamente, dicha intervención”.

La doctora Kübler-Ross añade que “otro caso bastante dramático fue el de un hombre que perdió a sus suegros, a su mujer y a sus ocho hijos, que murieron carbonizados luego que la furgoneta en la que viajaban chocara con un camión cargado con carburante. Cuando el hombre se enteró del accidente permaneció semanas en estado de shock, no se volvió a presentar al trabajo, no era capaz de hablar con nadie, intentó buscar refugio en el alcohol y las drogas, y terminó tirado en la cuneta, en el sentido literal de la palabra. Su último recuerdo que tenía de esa vida que llevó durante dos años fue que estaba acostado, borracho y drogado, sobre un camino bastante sucio que bordeaba un bosque. Sólo tenía un pensamiento: no vivir más y reunirse de nuevo con su familia. Entonces, cuando se encontraba tirado en ese camino, fue atropellado por un vehículo que no alcanzó a verlo. En ese preciso momento se encontró él mismo a algunos metros por encima del lugar del accidente, mirando su cuerpo gravemente herido que yacía en la carretera. Entonces apareció su familia ante él, radiante de luminosidad y de amor. Una feliz sonrisa sobre cada rostro. Se comunicaron con él sin hablar, sólo por transmisión del pensamiento, y le hicieron saber la alegría y la felicidad que el reencuentro les proporcionaba. El hombre no fue capaz de darnos a conocer el tiempo que duró esa comunicación, pero nos dijo que quedó tan violentamente turbado frente a la salud, la belleza, el resplandor que ofrecían sus seres queridos, lo mismo que la aceptación de su actual vida y su amor incondicional, que juró no tocarlos ni seguirlos, sino volver a su cuerpo terrestre para comunicar al mundo lo que acababa de vivir, y de ese modo reparar sus vanas tentativas de suicidio. Enseguida se volvió a encontrar en el lugar del accidente y observó a distancia cómo el chofer estiraba su cuerpo en el interior del vehículo. Llegó la ambulancia y vio cómo lo transportaban a la sala de urgencias de un hospital. Cuando despertó y se recuperó, se juró a sí mismo no morirse mientras no hubiese tenido ocasión de compartir la experiencia de una vida después de la muerte con la mayor cantidad de gente posible”.

La doctora Kübler-Ross añadió “que investigamos casos de pacientes que estuvieron clínicamente muertos durante algunos minutos y pudieron explicarnos con precisión cómo los sacaron el cuerpo del coche accidentado con dos o tres sopletes. O de personas que incluso nos detallaron el número de la matrícula del coche que los atropelló y continuó su ruta sin detenerse. Una de mis enfermas que sufría esclerosis y que sólo podía desplazarse utilizando una silla de ruedas, lo primero que me dijo al volver de una experiencia en el umbral de la muerte fue: «Doctora Ross, ¡Yo podía bailar de nuevo!», o niñas que a consecuencia de una quimioterapia perdieron el pelo y me dijeron después de una experiencia semejante: «Tenía de nuevo mis rizos». Parecían que se volvían perfectos. Muchos de mis escépticos colegas me decían: «Se trata sólo de una proyección del deseo o de una fantasía provocada por la falta de oxígeno.» Les respondí que algunos pacientes que sufrían de ceguera total nos contaron con detalle no sólo el aspecto de la habitación en la que se encontraban en aquel momento, sino que también fueron capaces de decirnos quién entró primero en la habitación para reanimarlos, además de describirnos con precisión el aspecto y la ropa de todos los que estaban presentes”.

La muerte no existe

La doctora Kübler-Ross aseguró que después de investigar estos casos concluyó que la muerte no existía en realidad, pues ésta sería no más que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda. ”Ninguno de mis enfermos que vivió una experiencia del umbral de la muerte tuvo a continuación miedo a morir. Ni uno sólo de ellos, ni siquiera los niños. Tuvimos el caso de una niña de doce años que también estuvo clínicamente muerta. Independientemente del esplendor magnífico y de la luminosidad extraordinaria que fueron descritos por la mayoría de los sobrevivientes, lo que este caso tiene de particular es que su hermano estaba a su lado y la había abrazado con amor y ternura. Después de haber contado todo esto a su padre, ella le dijo: «Lo único que no comprendo de todo esto es que en realidad yo no tengo un hermano.» Su padre se puso a llorar y le contó que, en efecto, ella había tenido un hermano del que nadie le había hablado hasta ahora, que había muerto tres meses antes de su nacimiento”.

La doctora agregó que “en varios casos de colisiones frontales, donde algunos de los miembros de la familia morían en el acto y otros eran llevados a diferentes hospitales, me tocó ocuparme particularmente de los niños y sentarme a la cabecera de los que estaban en estado crítico. Yo sabía con certeza que estos moribundos no conocían ni cuántos ni quiénes de la familia ya habían muerto a consecuencia del accidente. En ese momento yo les preguntaba si estaban dispuestos y si eran capaces de compartir conmigo sus experiencias. Uno de esos niños moribundos me dijo una vez: «Todo va bien. Mi madre y Pedro me están esperando ya.» Yo ya sabía que su madre había muerto en el lugar del accidente, pero ignoraba que Pedro, su hermano, acababa de fallecer 10 minutos antes”.

La luz al final del túnel

La doctora Kübler-Ross explicó que después que abandonar el cuerpo físico y de reencontrarse con aquellos seres queridos que partieron y que uno amó, se pasa por una fase de transición totalmente marcada por factores culturales terrestres, donde aparece un pasaje, un túnel, un pórtico o la travesía de un puente. Allí, una luz brilla al final. “Y esa luz era más blanca, de una claridad absoluta, a medida que los pacientes se aproximaban a ella. Y ellos se sentían llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que uno se pudiera imaginar. No hay palabras para describirlo. Cuando alguien tiene una experiencia del umbral de la muerte, puede mirar esta luz sólo muy brevemente. De cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente a esta luz, ellos se daban cuenta por primera vez de lo que hubieran podido ser. Vivían la comprensión sin juicio, un amor incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz, se daban cuenta de que toda vuestra vida aquí abajo no es más que una. Y allí se alcanzaba el conocimiento. Conocían exactamente cada pensamiento que tuvieron en cada momento de su vida, conocieron cada acto que hicieron y cada palabra que pronunciaron. En el momento en que contemplaron una vez más toda su vida, interpretaron todas las consecuencias que resultaron de cada uno de sus pensamientos, de sus palabras y de cada uno de sus actos. Muchos se dieron cuenta de que Dios era el amor incondicional. Después de esa «revisión» de sus vidas ya no lo culpaban a Él como responsable de sus destinos. Se dieron cuenta de que ellos mismos eran sus peores enemigos, y se reprocharon el haber dejado pasar tantas ocasiones para crecer. Sabían ahora que cuando su casa ardió, que cuando su hijo falleció, cuando su marido fue herido o cuando sufrieron un ataque de apoplejía, todos estos golpes de la suerte representaron posibilidades para enriquecerse, para crecer”.

La especialista, en este punto, hizo una recomendación a todos aquellos que sufren el trance de tener cerca a algún ser querido a punto de morir. “Deben saber que si se acercan al lecho de su padre o madre moribundos, aunque estén ya en coma profundo, ellos oyen todo lo que les dicen, y en ningún caso es tarde para expresar «lo siento», «te amo» o alguna otra cosa que quieran decirles. Nunca es demasiado tarde para pronunciar estas palabras, aunque sea después de la muerte, ya que las personas fallecidas siguen oyendo. Incluso en ese mismo momento se pueden arreglar «asuntos pendientes», aunque éstos se remonten a diez o veinte años atrás. Se pueden liberar de su culpabilidad para poder volver a vivir ellos mismos”.

La “conciencia cósmica “ de la doctora Kübler-Ross

La doctora Elizabeth Kübler-Ross, intrigada por todos estos asombrosos relatos, decidió una vez comprobar por sí misma su veracidad. Y, luego de ser inducida a una muerte artificial en un laboratorio médico de Virginia, experimentó dos veces estar fuera de su cuerpo. “Cuando volví a la conciencia tenía la frase «Shanti Nilaya», que por cierto no sabía qué significaba, dándome vueltas en mi cabeza. La noche siguiente la pasé sola, en una pensión aislada en medio del bosque de Blue Ridge Mountains. Allí, luego de sufrir inexplicables dolores físicos, fue gratificada con una experiencia de renacimiento que no podría ser descrita con nuestro lenguaje. Al principio hubo una oscilación o pulsación muy rápida a nivel del vientre que se extendió por todo mi cuerpo. Esta vibración se extendió a todo lo que yo miraba: el techo, la pared, el suelo, los muebles, la cama, la ventana y hasta el cielo que veía a través de ella. Los árboles también fueron alcanzados por esta vibración y finalmente el planeta Tierra. Efectivamente, tenía la impresión de que la tierra entera vibraba en cada molécula. Después vi algo que se parecía al capullo de una flor de loto que se abría delante de mí para convertirse en una flor maravillosa y detrás apareció esa luz esplendorosa de la que hablaban siempre mis enfermos. Cuando me aproximé a la luz a través de la flor de loto abierta y vibrante, fui atraída por ella suavemente pero cada vez con más intensidad. Fui atraída por el amor inimaginable, incondicional, hasta fundirme completamente en él. En el instante en que me uní a esa fuente de luz cesaron todas las vibraciones. Me invadió una gran calma y caí en un sueño profundo parecido a un trance. Al despertarme caí en el éxtasis más extraordinario que un ser humano haya vivido sobre la tierra. Me encontraba en un estado de amor absoluto y admiraba todo lo que estaba a mi alrededor. Mientras bajaba por una colina estaba en comunión amorosa, con cada hoja, con cada nube, brizna de hierba y ser viviente. Sentía incluso las pulsaciones de cada piedrecilla del camino y pasaba «por encima» de ellas, en el propio sentido del término, interpelándolas con el pensamiento: «No puedo pisaros, no puedo haceros daño», y cuando llegué abajo de la colina me di cuenta de que ninguno de mis pasos había tocado el suelo y no dudé de la realidad de esta vivencia. Se trataba sencillamente de una percepción como resultado de la conciencia cósmica. Me fue permitido reconocer la vida en cada cosa de la naturaleza con este amor que ahora soy incapaz de formular. Me hicieron falta varios días para volver a encontrarme bien en mi existencia física, y dedicarme a las trivialidades de la vida cotidiana como fregar, lavar la ropa o preparar la comida para mi familia. Posteriormente averigüé que “Shanti Nilaya» significa el puerto de paz final que nos espera. Ese estar en casa al que volveremos un día después de atravesar nuestras angustias, dolores y sufrimientos, después de haber aprendido a desembarazarnos de todos los dolores y ser lo que el Creador ha querido que seamos: seres equilibrados que han comprendido que el amor verdadero no es posesivo”.

La Dra. Elizabeth Kübler-Ross, luego que en 1995 sufriera una serie de apoplejías que paralizaron el lado derecho de su cara, falleció en Scottdale, Arizona, el 24 de agosto del 2004. Se enfrentó a su propia muerte con la valentía que había afrontado la de los demás, y con el coraje que aprendió de sus pacientes más pequeños. Sólo pidió que la despidieran con alegría, lanzando globos al cielo para anunciar su llegada.

En su lecho de muerte, por cierto, sus amigos y seres queridos le preguntaron si le temía a la muerte, a lo que ella replicó: «No, de ningún modo me atemoriza; diría que me produce alegría de antemano. No tenemos nada que temer de la muerte, pues la muerte no es el fin sino más bien un radiante comienzo. Nuestra vida en el cuerpo terrenal sólo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia. Nuestra muerte no es el fin o la aniquilación total, sino que todavía nos esperan alegrías maravillosas”.


Fuente: https://td38.wordpress.com/2015/06/04/elizabeth-kubler-ross-la-connotada-cientifica-que-confirmo-que-si-existe-el-mas-alla/