NINGÚN MAR EN CALMA HIZO EXPERTO A UN
MARINERO
Si alguna
vez has tenido la oportunidad de mirar el mar quizás has pensado que es uno de
esos lugares que parecen pertenecer a todos y a la vez a nadie. El mar es ese
eco de vida que algunas veces se deja acariciar y otras se escapa de cualquier
mano.
Mientras se
encuentra en calma, todo buen marinero que se preste a serlo siente que puede
dejarse llevar y, entonces, se acomoda y contempla su belleza. Desde ese rincón
no hay peligros, solo una plena tranquilidad.
Sin embargo,
otras veces las olas se rompen con fuerza en las rocas y la tormenta muestra
toda su cólera sobre el mar. Entonces, el marinero que sobrevive es aquel que
deja de lado su comodidad y decide enfrentarse a esos instantes terribles que
amenazan su hogar, pues el que decide lanzarse al hechizo del agua tiene que
estar preparado también para afrontar su cólera.
La zona de confort no nos permite crecer
Con la vida
en tierra ocurre algo parecido, dado que las experiencias y sus enseñanzas le
llegan sobre todo a los que son capaces de salir de su zona de confort:
abandonar la comodidad para enfrentarse a lo desconocido es sin duda un
aliciente de vida.
De hecho,
solemos creernos no responsables de lo que nos ocurre cuando en realidad lo que
sucede es que preferimos dejarlo en manos de aquello que llamamos suerte o
destino. Justamente es al alcanzar esa rutina el momento en el que podemos
llegar a sentir que no hay nada que cambiar y, sin embargo, nos equivocamos.
“La vida es como un
viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un
buen capitán de nuestro barco.”
-Jacinto Benavente-
Nos
equivocamos porque al mantenernos en la zona de confort estamos perdiendo
oportunidades de seguir madurando y aprendiendo. Necesitamos la posibilidad del
naufragio para aprender a madurar con él: verle los dientes a algunos vientos,
mirar a la cara a aquello que surge espontáneo y nos zarandea, querer ir más
allá para tocar con el alma lo que nunca hemos tocado y tanto anhelamos.
La sensación de seguridad
La sensación
de seguridad cuando hemos logrado un equilibrio puede ser un enemigo emocional
bastante grande, sobre todo porque es también la que hace surgir el vértigo a
perderla.
Así, es
evidente que todo lo que directa o indirectamente pretende remover nuestros
esquemas nos produce miedo. Sin embargo, no olvidemos que los miedos están ahí
para dominarlos, no para que nos dominen.
Conocer la
seguridad significa haber dado un paso importante, mas atreverse a averiguar
las leyes de un mar agitado es un indicio de valentía: solo quien se aventura a
la búsqueda sin límites puede lograr la destreza en todas las situaciones
posibles de su vida.
No arriesgar no te hará perder, pero
tampoco ganar
Como
decíamos, no arriesgarse a tomar decisiones que nos permitan descubrir cosas
nuevas puede conducir a la pasividad y a la no acción, sencillamente porque así
evitamos el fracaso; no obstante, también eliminamos la posibilidad del éxito.
“Solamente los que
arriesgan llegar demasiado lejos son los que descubren hasta dónde pueden
llegar”.
-T. S. Eliot-
Los seres
humanos tendemos hacia el control y el equilibrio en nuestro día a día, pensando
que en eso está el bienestar emocional que nos aporta felicidad. De esta
manera, olvidamos que el crecimiento psicológico exige también el riesgo: ¿cómo
vas a conseguir ese trabajo que tanto deseas si no te arriesgas a intentarlo?
Pensar que no lo conseguirás y quedarte quieto te dará el control, pero no la
satisfacción.
En este
sentido, nos acostumbramos a escuchar aquello de “más vale pájaro en mano que
ciento volando” y a creérnoslo del todo, sin entender que, inconscientemente,
consejos como ese nos incitan a permanecer estáticos y a no luchar por lo que
queremos.
Y es que, el
marinero conoce que la bravura del mar puede llevarle a la muerte pero también
que enfrentarse a ese estado es la única manera de disfrutar plenamente de su
vida y de amar lo que conserve de sus destrozos.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/ningun-mar-calma-experto-marinero/
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