¿QUÉ ES LA ENERGÍA VITAL?
Nuestro organismo es un reservorio de esta escurridiza
energía denominada Chi, Prana u Orgón por diferentes tradiciones, y repudiada
por la mentalidad occidental por su sutileza y dificultad de medición. No
obstante, es la resonancia que nuestro cuerpo mantiene con ella, es decir, la
capacidad de nuestras estructuras físicas para mantener esa energía bañando
nuestras células, y su capacidad para que circule sin obstáculos por los
diferentes niveles orgánicos, lo que nos
permite estar vivos… Y sanos.
La prueba más fehaciente, así como la explicación más
intuitiva y gráfica de su existencia e importancia, la obtenemos, al estudiar
el cuerpo de una persona cinco minutos antes y cinco minutos después de
fallecer de muerte natural. Si examinamos la composición de ese organismo conforme a la ciencia
tradicional bioquímica antes de producida la muerte, y después de la misma,
obtenemos ni más ni menos que… ¡Exactamente el mismo resultado! Comprenderemos
entonces fácilmente, que la Vida no es una cuestión de bioquímica, ni de
biología molecular, aunque ambas por supuesto, desempeñen su papel. No puede
ser descrita por el estudio de los átomos, moléculas, etc.… porque en ese aspecto, como hemos visto, “vida”
y “muerte” pueden ser idénticas.
La Energía de la Vida es la matriz de todo lo manifiesto. Es
el fondo del que surge todo lo creado, ya sea considerado “vivo” o “muerto” por
la mente humana. Podríamos decir que no existe nada que esté “muerto” como
tal, solo existen diferentes niveles de
“vida”. Todo es relativo a con qué se compare. ¿Acaso se puede considerar algo
en el universo como “muerto” cuando ya sabemos que está en permanente
movimiento, en permanente transformación, aunque a escala de miles de millones
de años? ¿Se puede considerar “muerte” al orden exquisito con el que se forman
y mantienen las galaxias, los sistemas solares y demás estructuras cósmicas? La
“muerte” no es más que el caldo de cultivo en la que se gestan nuevas formas de
“vida”. No hay Vida sin Muerte ni Muerte sin Vida. Todo forma un continuo en
permanente mutación. La materia no es más que energía condensada, la energía no
es más que materia sublimada.
La Energía Vital es además una energía compuesta: una pero a
la vez múltiple. Puede describirse como una sinfonía musical a este nivel: está
constituida por sonidos individuales, pero hermanados, para formar un todo, en
donde las subpartes encuentran su máxima expresión y entidad como parte de ese
algo mayor e inconmensurable que es la melodía conjunta que conforman. La Energía Vital de un organismo complejo,
como el del ser humano, se organiza exactamente así. Aunque cada órgano
(instrumento) posee su propia energía vital individual, la energía vital
conjunta del organismo actúa como director de orquesta armonizando los
distintos sonidos (funciones) para formar una bella sintonía, el cuerpo sano.
Esta energía es además pulsante como todo en el Universo.
Aunque es una se manifiesta de manera dual, bipolar. “Vida-muerte”,
“noche-día”, “femenina-masculina”, “luz-oscuridad”, el flujo y reflujo de las
mareas. Es en este sentido fácilmente moldeable, muy flexible, se deja llevar…
Pero muy reactiva. Siempre va a manifestar su doble cara. Cuanto más se intente
reprimir una de ellas, con más fuerza y violencia manifestará la otra, llegado
su momento. El pensamiento analógico tan bien manejado en Oriente y vetado en
Occidente como algo pueril y primitivo, nos puede asistir en este caso. Se
asemeja al bambú, se deja doblar fácilmente, pero es muy difícil de quebrar y
en cuanto se suelta, reacciona con violencia para compensar esa curvatura antes
de volver a su posición. A diferencia del bambú, no obstante, es difícil
controlar tanto el momento de su vuelta a su posición… Como la fuerza con que
lo hace.
Esa energía puede, por último, condensarse, acumularse y
formar estructuras, aparentemente individuales y separadas. Contenedores
“materiales” que manifestaran de una manera más o menos fidedigna las
cualidades de la Energía-madre-una. Esto dependerá del grado de evolución consciente
o, en otras palabras, la “afinidad” que ese “contenedor” haya desarrollado por
la Energía Madre.
La Energía Vital en el ser humano:
Si bien todo está bañado por la Energía de la Vida, la misma
no se manifiesta con la misma intensidad en un trozo de roca, que en una
bacteria, en una planta o en el ser humano, su máxima expresión conocida. Esas
diversas estructuras materiales sintonizan con subpartes de esa Energía-Una,
para organizar sus átomos y moléculas de determinadas maneras que las hacen
diferentes de las otras. Es evidente que el tipo de energía que organiza los
seres vivos contiene un tipo de información que no posee la que estructura una
roca cristalina. Esa energía-información sutil, introduce la organización en
los sistemas vivientes y restaura y renueva constantemente su propio vehículo
celular de expresión. Cuando esa fuerza abandona el organismo, y este muere, el
mecanismo físico se degrada poco a poco, hasta que no queda sino una serie de
compuestos químicos caóticos e inconexos. Poco a poco, estos empiezan a
funcionar con arreglo a otro tipo de fuerzas, al no estar ya presente la
Energía Vital que los hacía funcionar coordinadamente para el mantenimiento de
esa vida individual.
La Energía Vital que forma y mantiene cada tipo de ser vivo,
tiene características diferentes del resto de especies. De la misma manera, la
Energía Vital humana varía de un individuo a otro, aunque siempre en menor
medida que con respecto de otras especies, evidentemente.
Los maestros taoístas enseñaban que existían dos componentes
en la Energía Vital de un individuo:
·Una parte, la más preciada, legada por nuestros ancestros a
través de nuestros padres. Se nos otorga en el momento de la concepción y va a
condicionar, en buena medida, los años que viviremos y con qué calidad lo
haremos. Marca y moldea nuestra estructura física durante la embriogénesis como
pertenecientes a una especie y a una raza. Es, a su vez, la que determina
nuestras características de sexo y de individualidad física y psíquica. En
definitiva, permite que nuestro cuerpo físico resuene con las energías
sutiles/campos de información que estructuran y organizan la forma de vida
humana. Es el hálito de Vida. Se nos otorga una cantidad y una calidad de esa
“Energía Tesoro” que viene determinada por el tipo de vida que nuestros
antepasados hayan llevado y resulta inamovible. No hay manera humana de
ampliarla, la única prerrogativa del “mortal” es gestionar su desgaste.
Los Taoístas achacan el envejecimiento y muerte al desgaste
de esa “Energía Tesoro”. Su agotamiento paulatino va provocando la falta de
sintonía entre la estructura físico-química de naturaleza intrínsecamente
inerte, y la energía vitalizante de los planos sutiles. De esa desarmonía
deriva el inevitable caos que se va
apoderando de nuestras estructuras materiales con el tiempo. El progresivo
envejecimiento culminaría irremisiblemente con el desorden total que representa
la muerte, que no sería sino el agotamiento total de esa “Energía Tesoro”.
· No obstante, la sutil “Energía Tesoro” necesita para su
manifestación de una energía complementaria algo más densa. Nunca podremos aumentar la “Energía Tesoro”,
pero el tipo de vida que llevemos nos permitirá producir una fuerza energética
complementaria: la “Energía Nutricia”. Si una nos era legada por la
“providencia” y no dependía de nosotros directamente, esta última depende
exclusivamente del ejercicio del libre albedrío del individuo, es decir, de sus
decisiones.
Este suplemento energético protege a la Energía Tesoro del
desgaste, retrasándolo y haciéndolo más suave y armonioso.
Esta energía depende de una adecuada respiración (ejercicio
físico) y nutrición, pero también de la calidad del sueño, de la armonía
pensamiento-sentimiento (satisfacción/frustración de las relaciones afectivas,
satisfacción/frustración derivada del trabajo etc.. ) y de la calidad de las
energías electromagnéticas que nos rodean (donde residimos, trabajamos,
dormimos, se desarrolla nuestro ocio).
Los errores que cometemos en nuestra forma de vida (aire,
bebida, comida, descanso, toxicología química, toxicología energética
(radiaciones electromagnéticas: aparatos electrónicos de todo tipo, móviles,
wifi, radar, estaciones eléctricas) producen un estrés que aceleran el desgaste
de la Energía Tesoro, y con ello la
llegada de la vejez y el aumento de la posibilidad de padecer “enfermedades”.
Esto fue desarrollado con más detalle en mi escrito de Junio.
Las terapias holísticas actúan al nivel de la Energía Vital,
en sus diferentes octavas y armónicos. Buscan potenciar y armonizar el
organismo, mejorando la comunicación entre la fuente de la Vida y la Salud, las
octavas superiores de la Energía Matriz, y las octavas inferiores, que organizan
la vida física de nuestras células, órganos y sistemas.
Esa es la base de la práctica que desarrollo desde la
iniciativa GETENAT, las claves para cuidar de la Energía de la Vida, esa que
nos legaron nuestros padres en nombre de todos nuestros antepasados, como lo
que es: un auténtico Tesoro, que nos permita desarrollar una vida más saludable
y por lo tanto plena y feliz.
Víctor M.
del Hoyo Arriaza
Naturólogo (Pronadher N001253)
Gabinete de Técnicas Naturales de Salud.
GETENAT
www.getenat.es