miércoles, 26 de febrero de 2014


METAS A ESCALA HUMANA

He observado que una de las causas principales que nos merman es la de fijarnos metas demasiado ambiciosas. En lugar de decidir perder dos kilos y medio, pretendemos perder diez. En lugar de proponernos caminar treinta minutos varias veces a la semana, empezamos un programa de aeróbic y de entrenamiento con pesas. Así pronto acabamos por dejarlo todo. No es fácil estar en paz cuando se fracasa. Entonces se instaura el autocastigo. Hasta que un buen día decidimos controlar nuestra vida y fijarnos nuevas metas inalcanzables. Eso es estar estancado.

En la última década hemos recibido el regalo de la importancia de la dieta y el ejercicio. Hay más información sobre estos temas de la que nadie puede conocer. Pero, ¿ha servido de algo? La triste realidad es que en Occidente la gente está más obesa y sedentaria que nunca.

Una de las razones de nuestro fracaso colectivo es la tendencia a abarcar más de la cuenta. Mi cinta de correr estática se pasó años haciendo de perchero por esa razón, pues tras utilizarla varias veces, perdió su atractivo. Un día, tras sólo 25 minutos de intensa tortura, un mensajero llamó a mi puerta. ¡Salvada por la campana! Según el aparato había quemado unas 250 calorías. No estaba mal. Otro día elegí una marcha más lenta, con la que realmente pudiera disfrutar. Y lo conseguí. Al día siguiente me di cuenta de que estaba deseando ponerme a la máquina, porque sólo 30 minutos a un paso agradable era divertido y fácil. Sé lo que estás pensando: para presumir hay que sufrir. Pero la mayoría no nos entrenamos para las olimpiadas. Sencillamente pretendemos no oxidarnos.

Sea cual sea tu meta, procura ser más realista. Aunque esto es lo contrario de lo que se suele decir, es la mejor forma de llegar a donde quieres llegar.
 
Joan Borysenko



 

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