METAS A ESCALA HUMANA
He observado que una
de las causas principales que nos merman es la de fijarnos metas demasiado
ambiciosas. En lugar de decidir perder dos kilos y medio, pretendemos
perder diez. En lugar de proponernos caminar treinta minutos varias veces a la
semana, empezamos un programa de aeróbic y de entrenamiento con pesas. Así
pronto acabamos por dejarlo todo. No es fácil estar en paz cuando se fracasa.
Entonces se instaura el autocastigo. Hasta que un buen día decidimos controlar
nuestra vida y fijarnos nuevas metas inalcanzables. Eso es estar estancado.
En la última década hemos recibido el regalo de la
importancia de la dieta y el ejercicio. Hay más información sobre estos temas
de la que nadie puede conocer. Pero, ¿ha servido de algo? La triste realidad es
que en Occidente la gente está más obesa y sedentaria que nunca.
Una de las razones de nuestro fracaso colectivo es la
tendencia a abarcar más de la cuenta. Mi cinta de correr estática se pasó años
haciendo de perchero por esa razón, pues tras utilizarla varias veces, perdió
su atractivo. Un día, tras sólo 25 minutos de intensa tortura, un mensajero
llamó a mi puerta. ¡Salvada por la campana! Según el aparato había quemado unas
250 calorías. No estaba mal. Otro día elegí una marcha más lenta, con la que
realmente pudiera disfrutar. Y lo conseguí. Al día siguiente me di cuenta de
que estaba deseando ponerme a la máquina, porque sólo 30 minutos a un paso
agradable era divertido y fácil. Sé lo que estás pensando: para presumir hay
que sufrir. Pero la mayoría no nos entrenamos para las olimpiadas.
Sencillamente pretendemos no oxidarnos.
Sea cual sea tu meta, procura ser más realista. Aunque esto
es lo contrario de lo que se suele decir, es la mejor forma de llegar a donde
quieres llegar.
Joan Borysenko
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