LAS VERDADES DEL AMOR
“El que aprende y
aprende y no practica lo que sabe,
es como el que ara y
ara y no siembra”
Platón
La idealización del amor es un recurso que han empleado
poetas, pintores y músicos desde hace varios siglos. De ahí que se hayan
construido un conjunto de mitos que circulan actualmente y a los que muchos
atienden, sin detenerse a pensar concienzudamente si son o no son válidos.
La dificultad estriba en que las personas pueden construir
expectativas demasiado elevadas. En esa medida, ninguna realidad estará a la
altura de lo que sueñan y esperan. Por eso una y otra vez se sentirán
desilusionados con la realidad y les resultará difícil construir vínculos
genuinos de amor con otros.
A continuación ahondaremos un poco sobre otros grupos de
creencias o mitos sobre el romanticismo y el amor.
El amor como
totalidad
El amor idealizado por el romanticismo se convierte en el
centro del universo personal. Es el sumum del bien y el punto hacia donde
conducen todos los caminos de la vida; representa la redención, la salvación o
la culminación de todos los anhelos.
Es frecuente la alusión a la idea de que alguien solo será
feliz si encuentra y mantiene una pareja. También se dice que el amor y supone
grandes sacrificios y privaciones, en función de mantener la relación a toda
costa. Todo el ser debe estar comprometido en la pareja. No puede haber
secretos, ni restricciones.
La realidad nos demuestra otra cosa. Esas entregas
absolutas, en donde todo gira en torno a la pareja, tienen que ver más con la
neurosis que con el amor como tal.
El ser humano tiene múltiples dimensiones y no todas pueden
ser compartidas con nuestro acompañante. Hay muchas situaciones y personas en
la vida que nos llevan a instantes de felicidad, no solamente el amor romántico
tiene esa virtud.
También hay esferas personales que consideramos privadas.
Son esos espacios que nos gusta reservarnos para nosotros mismos. Forman parte
de nuestro proceso de autoconocimiento, de nuestra exploración individual, de
nuestra vida. Y no es desleal dejar de compartirlas con la pareja. Tampoco es
egoísmo. Se trata simplemente de un mecanismo para preservar nuestra
individualidad.
El mito de la
posesión sobre el otro
Comprende un conjunto de ideas en las que nuevamente se
reitera la creencia de que el amor de pareja es una totalidad arrasadora en la
que no hay lugar para la individualidad. Se plantea, por ejemplo, que todo amor
verdadero, necesariamente debe conducir al matrimonio o, en todo caso, a una
convivencia perdurable.
También se asegura que los celos son una pasión
absolutamente legítima. Incluso, hay quien llega a afirmar que se trata de una
de las señales inequívocas del amor: si te quiere, te cela. En contrapartida,
la infidelidad equivale a toda una hecatombe; la infidelidad es una prueba
definitiva de falta de amor, un obstáculo insalvable, una ofensa de muerte.
Nuevamente aquí la realidad nos muestra que las cosas no son
exactamente como las plantean los románticos. No hay manera de garantizar que
un amor verdadero terminará en una unión estable que jamás se quiebre con los
años. El amor no es un sentimiento estático y a diario vemos matrimonios que se
mantienen sin amor, o relaciones que se rompen aún si hay un gran afecto de
ambas partes.
También sabemos que la infidelidad existe y que se da
incluso en parejas que están muy enamoradas. No depende necesariamente de la
falta de amor, sino que muchas veces tiene que ver más con las inseguridades o
los vacíos personales, que con fallos en la relación.
Por todo esto, se puede concluir que probablemente seríamos
mucho más felices si renunciáramos a creer en esos mitos del romanticismo. Eso
nos permitiría valorar mejor la realidad y, tal vez así, dejaríamos de anhelar
lo que no existe y podríamos disfrutar plenamente de lo que verdaderamente
podemos esperar del amor.
Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/las-verdades-del-amor/
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