EL CONTROL DE LA MENTE SOBRE EL CUERPO: 10 IMPRESIONANTES
EJEMPLOS
MENTE, CUERPO Y MATERIA GUARDAN UNA RELACIÓN MÁS ESTRECHA DE
LA QUE SE NOS HA HECHO CREER POR SIGLOS EN OCCIDENTE, UN VÍNCULO ÍNTIMO,
SIMBIÓTICO, QUE EN OCASIONES GENERA FENÓMENOS QUE CREERÍAMOS INCREÍBLES.
En Occidente es usual que consideremos a la mente separada
del resto del cuerpo, esa cárcel que la mantiene atada al cieno del mundo,
impidiéndole la libertad que supuestamente tiene destinada, pero lejos de esa
carcasa de carne finita.
Dicha disociación se ha sostenido y reproducido por siglos,
en diversos ámbitos del pensamiento que influyen marcadamente en eso que
consideramos “nuestras” propias ideas, teniendo como resultado, entre muchos
otros, que usualmente consideremos que mente y materia no guardan ningún tipo
de relación entre sí, que entre ellas la mutualidad o la reciprocidad son
imposibles y que ambas van por caminos separados, cada una con sus propios
procesos y maneras.
Esto, sin embargo, no es cierto. Según enseñan otros modelos
de pensamiento (y demuestran los ejemplos que compartiremos a continuación), el
vínculo entre ambas es más estrecho de lo que creemos, una simbiosis que nos
parece misteriosa o increíble solo porque estamos habituados a considerarla en
esos términos.
10. Secado de mantas
En este experimento, un grupo de monjes tibetanos
permitieron que físicos de la universidad de Harvard monitorearan su actividad
corporal al tiempo que practicaban una técnica de yoga de meditación conocida
como “g Tum-mo”. Los monjes fueron cubiertos con mantas humedecidas en agua fría
(9.4 °C) y llevados a una habitación con una temperatura de 4.5 °C. El objetivo
era mostrar hasta qué punto la concentración de los monjes iría por encima de
las condiciones exteriores, las cuales llevarían a otras personas a un estado
cercano a la hipotermia (con la evidente inconformidad que esto supone). Pero
no en los monjes, quienes fueron capaces de elevar su temperatura corporal al
grado de que en una hora las telas que llevaban encima estaban secas.
9. Trastorno de personalidad múltiple
El Trastorno de personalidad múltiple, también conocido como
Trastorno de identidad disociativo, es un desequilibrio psicológico por el cual
una persona desarrolla conductas que se creerían de identidades distintas, un
mosaico de comportamientos que hacen creer que un mismo individuo existen
varios que se intercambian y se turnan para mostrarse ante el mundo. En uno de
los estudios que se han hecho al respecto, investigadores y médicos del
Rush-Presbyterian-St. Luke’s Medical Center de Chicago notaron que un mismo
medicamento genera distintas reacciones dependiendo de la “personalidad” del
paciente que lo tome. Si, por ejemplo, el paciente se encuentra en su
personalidad de niño, un tranquilizante lo relaja y lo adormece, pero si está
en su personalidad de adulto, la misma droga lo hace sentir ansioso y
confundido.
8. Efecto placebo
El efecto placebo es probablemente uno de los ejemplos más
populares de la relación existente entre el cuerpo y la mente. Numerosos
estudios y aun la experiencia cotidiana han comprobado su realidad: una persona
toma una sustancia que cree que la curará y, en efecto, se cura, aunque la
sustancia en sí fuera incapaz de generar tal efecto, solo que a veces el
pensamiento sí tiene dicha capacidad.
7. Efecto nocebo
En oposición a lo anterior existe un fenómeno conocido como
“efecto nocebo”. Si el placebo nos cura solo por pensar que nos curará, el
“nocebo” nos enferma por la misma razón. Alguien piensa (o se le hace pensar)
que ha ingerido un veneno y de pronto siente el impulso irrefrenable de
vomitar. O, en un caso un tanto más extremo publicado en New Scientist, un
hombre que acudió a un cementerio para encontrarse con un doctor y recibir de
este el diagnóstico (o la sentencia) de que moriría pronto; el sujeto, de
nombre Vance, enfermó súbitamente, y aunque acudió a varios hospitales y
clínicas, nadie pudo curarlo ni siquiera identificar su mal. Curiosamente uno
de los médicos que lo trató, al conocer la historia del cementerio, convención
al hombre de que aquel con el que se había entrevistado introdujo una lagartija
en su cuerpo que lo estaba consumiendo desde dentro; el médico incluso realizó
un montaje inyéctandole una sustancia y fingiendo que extraía un reptil del
cuerpo de Vance. Al ser partícipe de esta falsificación, el hombre despertó al
día siguiente hambriento y prácticamente sano.
6. Sueños que hieren
Que los sueños se convierten en realidad es una frase que
puede tener un sentido diametralmente alejado al del cliché sentimental. Como
con Durga Jatav, un hombre de la India estudiado por el pisquiatra Ian
Stevenson. ¿El motivo de su interés? Jatav desarrolló heridas en sus piernas
luego de haber tenido un sueño en el que se le hacía prisionero y sus captores
mutilaban sus extremidades antes de darse cuenta de que no eran el hombre al
que buscaban. Jatav tuvo esta pesadilla una noche de fiebre provocada por la
malaria que había contraído poco ante, y durante el sueño la temperatura de su
cuerpo bajó tanto que su familia lo creyó difunto. Al despertar sus rodillas
mostraban unas fisuras profundas que, sin embargo, no se remitían a un daño
debajo de la piel (según lo confirmaron las radiografías tomadas). Casi 30 años
después, cuando Jatav se encontró con Stevenson, las cicatrices todavía eran
visibles, solo que el psiquiatra lo único que pudo hacer fue creer en la
historia del hombre, pero no explicarla.
5. Yoguis al borde la muerte
Es célebre la capacidad de ciertos yoguis para manipular sus
procesos corporales. La maestría que han alcanzado en la meditación es tal, que
con cierta facilidad se someten a condiciones que una persona “normal” no
soportaría: días de ayuno y a la intemperie, aislados en una cueva subterránea
sin otra compañía más que su propia mente, y más. Para comprobar estas
historias, en 1936 la cardióloga francesa Therese Brosse viajó a India llevando
consigo instrumentos de medición y diagnóstico, entre ellos una máquina de
electrocardiogramas con la que observó que, en efecto, un yogui es capaz de
ralentizar tanto su ritmo cardiaco, que la máquina era incapaz de detectarlo.
Un par de décadas después, en los 50, otros investigadores repitieron las
pruebas y descubrieron la habilidad de los yoguis para hacer que tanto sus
procesos respiratorios como cardiacos sean tan lento que su metabolismo gasta
cantidades de energía verdaderamente mínimas, lo cual explica sus muchos días
de supervivencia sin comer ni beber nada.
4. Visualización
En años recientes el descubrimiento de las “neuronas espejo”
reveló que visualizar una tarea es casi tan importante como ejecutarla. Para el
pianista o el deportista, por ejemplo, imaginar que cumple un reto es el primer
paso para cumplirlo realmente. En este sentido destaca el caso del coronel de
la Fuerza Aérea estadounidense George Hall, quien estuvo preso en el norte de
Vietnam por casi siete años, en una celda oscura y pequeña donde su único
entretenimiento era imaginar que se encontraba en un campo de golf, pegándole a
la pelota, sorteando las trampas de arenas e incluso visualizando la calidad
del aire (su velocidad, su fuerza) y la manera en que la pequeña esfera caía en
el orificio. Cuando fue liberado, una de las primeras cosas que quiso hacer fue
ir a un campo de golf y jugar “de verdad”. Recibió entonces una invitación para
el Abierto de Nueva Órleans, en donde, para sorpresa de muchos, tuvo una
participación destacada, como si esos siete años en prisión nunca hubieran
transcurrido. Un ejemplo de muchos que se podrían citar de “memoria
muscular”.
3. Bloqueo al dolor
El dolor es probablemente uno delos fenómenos más enigmáticos
que podemos experimentar, en el que psicología y fisiología se combinan para
hacernos experimentar una realidad que linda con lo intransmisible. ¿En el
dolor la mente puede dominar a la materia? Así parece mostrarlo el caso de Jack
Schwarz, un judío holandés, escritor de profesión, que en la temporada que pasó
en un campo de concentración nazi aprendió a rezar y meditar para no sentir el
dolor que le provocaban las golpizas recibidas, los ayunos forzados y, en
general, las torturas habituales del lugar. Tales prácticas funcionaron y
aunque Schwarz tuvo la fortuna de ser liberado, no dejó de mantenerlas. Con el
tiempo fue capaz de que alguien más le insertara una aguja en el brazo sin que
él manifestara alguna señal de dolor. Investigadores dela Fundación Menninger
confirmaron con electroencefalogramas que su actividad cerebral en estas
situaciones era distinta a la de las personas comunes.
2. Pensamiento positivo y meditación
Aunque el llamado pensamiento positivo y la meditación se
han convertido en mercancía del new age y de la literatura de superación
personal, existen investigaciones que han estudiado su efecto sobre procesos
corporales específicos. En 1989, por ejemplo, el doctor David Spiegel, dela
Universidad de Stanford, realizó un experimento con dos grupos de mujeres con
cáncer de mamá, ambos con el mismo tratamiento médico pero uno ellos,
adicionalmente, con sesiones periódicas donde sus integrantes podían compartir
con sus compañeras lo que sentían respecto a la enfermedad, pláticas que se guiaban
para concluir positivamente. Al final, Spiegel encontró que las asistentes a
este grupo de apoyo vivieron en promedio el doble de tiempo en comparación con
quienes no lo frecuentaron.
1. Para perder peso hay que pensar que se está perdiendo
peso
Según parece, sentirse animado a perder peso es una de las
causas que, efectivamente, ayuda a conseguir tal propósito. Ellen Langer,
psicóloga de Harvard, realizó un experimento con trabajadoras de un hotel cuya
actividad física cotidiana era, a su parecer, más que suficiente para
mantenerlas en forma y en su peso ideal, lo cual, sin embargo, no sucedía, pues
la mayoría de ellas tenía sobrepeso. Al preguntarles, Langer encontró que casi
7 de cada 10 sentía que no realizaba ningún tipo de ejercicio. La psicóloga
tomó entonces a la mitad de ellas y les hizo ver entonces que su trabajo sí
implicaba esfuerzo físico, suficiente para hacerles perder algunos kilos. La
otra mitad de las trabajadoras no recibió esta información. Un mes después,
Langer volvió al hotel y descubrió que quienes estuvieron en su plática habían
regulado su presión arterial e incluso disminuido algo de su peso. Sus rutinas,
según dijeron a la psicóloga, no habían cambiado, pero sí su manera de pensar.
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