LOS RIESGOS DEL BYPASS ESPIRITUAL
¿Alguna vez recurriste a tu espiritualidad para evitar
enfrentar un aspecto doloroso de tu vida? ¿Dejaste pasar abusos en nombre de la
compasión? ¿Te escudaste en tus aspiraciones más elevadas para evitar sentir
celos o enojo, por considerarlas emociones “poco espirituales”?Si la respuesta
a alguna de estas preguntas es sí, no estás solo. La mayoría de las personas
que transitan el camino espiritual caen en algún momento, sin darse cuenta, en
esta distorsión que el psicólogo estadounidense John Welwood bautizó “bypass
espiritual” allá por 1984. De hecho, es una ocurrencia tan común en la cultura
espiritual reinante, que muy pocos la perciben su existencia y los peligros que
trae aparejados.
Autores como Ken Wilber y Robert Augustus Masters incluso
advierten que muchos consejeros religiosos y psicólogos transpersonales hoy
promueven este error, con las mejores de las intenciones, al proponerle a
quienes buscan su ayuda soluciones espirituales a problemas de otro origen
(cognitivos, psicológicos, hasta corporales).
El psicoterapeuta Robert Masters dice en su libro Bypass
espiritual: cuando la espiritualidad nos desconecta de lo que verdaderamente
importa que nuestra dificultad para tolerar y hacer frente a nuestra sombra
personal y colectiva es el motor que nos lleva a buscar la espiritualidad como
refugio o solución fácil a nuestros problemas. En estos casos, las prácticas o
creencias no ayudan a elevarnos sino a evitar el costoso tránsito por el
auto-examen y la auto-observación, a acallar la voz interior que nos dice que
algo no está bien, a barrer bajo la alfombra conflictos y dificultades que
piden a gritos ver la luz del día.
Así lo describe John Welwood, quien acuñó el término a
partir de lo que observaba en su comunidad de practicantes budistas, y en él mismo:
“Cuando caemos en el ‘bypass spiritual’, usamos la meta de la iluminación o la
liberación para racionalizar lo que yo llamo trascendencia prematura: intentar
elevarnos por encima del costado crudo y desprolijo de nuestra humanidad antes
de haberlo enfrentado verdaderamente y haber hecho las paces con él. Y entonces
procuramos usar la verdad absoluta para descalificar nuestras necesidades
humanas relativas, nuestros problemas psicológicos, nuestras dificultades
vinculares o déficits de desarrollo. Creo que este es una especie de ‘peligro
ocupacional’ del camino espiritual, dado que la espiritualidad conlleva la
visión de ir más allá de nuestra situación kármica actual”.
¿De qué formas se manifiesta esta tendencia en las personas?
En una actitud de desapego excesivo, la represión de ciertas emociones (la
tendencia a “anestesiar” la tristeza o el enojo), o a través una compasión
ciega, una inclinación exacerbada hacia lo positivo, ignorando o denostando la
propia sombra (los aspectos mal vistos de uno mismo). En casos más extremos,
puede presentarse, incluso, como delirios de iluminación.
También se denomina a esta tendencia “inflación espiritual”,
en referencia la noción de que todo puede trascenderse a pura fuerza de luz y
voluntad. Pero ya lo decía C.G. Jung: “Uno no alcanza la iluminación
fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”.
Un ejemplo de Welwood, en relación a la práctica del budismo
en Occidente: “Si uno intenta practicar el desapego renegando de la propia
necesidad de recibir amor, lo único que logra es desterrar esa necesidad al
inconsciente, donde posiblemente actúe y se manifieste de maneras
potencialmente peligrosas”.
Explica el terapeuta: “Es fácil usar conceptos como ‘la
verdad del vacío’ de una manera distorsionada. La enseñanza es que los
pensamientos y las emociones no tienen existencia verdadera, que son apenas
ilusiones del Samsara (el mundo de las formas), y por lo tanto, no debemos
prestarles atención. ‘Debes reconocerlos como formas vacías y, atravesarlos sin
más’, es el consejo que reciben los discípulos. Esto puede ser útil en el
ámbito de la práctica, pero en situaciones de la vida, esas mismas palabras
pueden ser usadas para reprimir o negar sentimientos que requieren nuestra
atención. Lo he visto ocurrir en numerosas ocasiones”.
“Temo que lo que muchos budistas occidentales están
practicando no es desapego, sino evitación del apego. Esto no es lo mismo que
liberación del apego: es otra forma de apego: se apegan a la negación de sus
necesidades humanas, por desconfianza en el amor” , subraya.
Este fenómeno se asocia en parte con la explosión de interés
en la espiritualidad que acontece en los años 60 y la adopción por parte de
Occidente de prácticas y saberes del Oriente; y también con la deformación de
estas prácticas y creencias en lo que ha dado en llamarse “espiritualidad de
consumo rápido”.
Pero no es privativo de las tradiciones orientales ni de sus
prácticas; la oración también puede ser usada como una manera de evitar
contactar con las heridas psicológicas y los dolores del corazón.
Lo cierto es que no hay nada instantáneo en el proceso de
crecimiento espiritual. Quienes conquistan la madurez en este terreno lo hacen
a fuerza de años de trabajo interior y transparencia, sabiéndose pequeños y
falibles en cada paso del camino. En términos de Welwood, en ellos la fruta cae
del árbol por su propio peso, en lugar de ser arrancada prematuramente de la
rama.
Hay en estos seres añejados espiritualmente -sean monjes,
maestros o barrenderos- una cualidad de integridad y de arraigo. No son almas
descarnadas, ni aparentan serlo. No están, ni se pretenden, más allá de nada.
Por esto mismo, son capaces de abrazar la complejidad de quienes los rodean con
infinito amor, y mostrar el camino hacia una transcendencia real, sin trampas
ni atajos, sin ilusiones de santidad, con simple vocación humana.
No podría desearnos un destino mejor.
Fabiana Fondevila
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