ME DESPIDO… ME SOBRAN LOS MOTIVOS PARA NO
VOLVER
Cuando llegamos a un
punto en el cual realizamos un balance y el resultado arroja que jugamos a
pérdida, que ya no nos queda nada que aportar, que lo hemos invertido y
perdido todo, lo más conveniente, lo más sano
es aceptar que no debemos hipotecar nuestro ser anclándonos a una
situación que ya no tiene razón de ser…
Muchas veces
por amor, por miedo, por esperanza, por resignación nos quedamos atados a un
estado de vida que nos roba nuestras fuerzas, que nos hace respirar cortado,
que nos hace brotar lágrimas de forma involuntaria, mientras probablemente nos
cuestionamos: ¿Qué estoy haciendo todavía aquí?
Cualquier persona normal hubiese lanzado la toalla hace siglos, ¿y yo
todavía estoy aquí? ¿Qué es lo que hace que yo permita para mi vida esta
tortura? Llegamos a pensar inclusive que por la ley de causa y efecto, nuestras
semillas de alguna forma han resultado desastrosas…
En fin, nos
ahogamos en un vacío dolorosos, silencioso o no y alargamos la toma de decisión
que nos liberará de toda la tortura que padecemos.
Decir adiós es crecer
Solo
nosotros tenemos en nuestras manos la posibilidad de proveernos la vida que
pensamos merecer, y esto es clave, puesto que someternos a situaciones de
sufrimiento refleja nuestras creencias más profundas, cuáles son los conceptos
que tenemos del amor, qué creemos merecer, cómo creemos que vamos a crecer como
personas, cuál es el papel de la mujer en una relación, inclusive cómo fue la
relación de nuestros padres, son parte de las creencias que determinan el tipo
de relación que buscamos y atraemos.
A partir del
momento en el cual nos demos cuenta de que nuestras relaciones buenas o malas
las generamos a partir de lo que hemos construido en nuestra mente, podremos
tomar decisiones que nos beneficien, empezando por alejarnos de situaciones que
no nos favorecen y continuando con realizar un análisis de nuestro interior,
intentando descubrir esas raíces, intentando descifrar nuestra mente y nuestros
pensamientos, tratando de hacer que nuestra mente trabaje para nosotros y no en
nuestra contra.
Si estamos
sufriendo, si nos sentimos irrespetados, desvalorados, menospreciados,
humillados, utilizados o en cualquier estado donde nuestro ser tambalee,
debemos nosotros mismos darnos nuestro lugar, ¿qué lugar merecemos? Pues
independientemente de lo que estemos creando, nos merecemos el mejor lugar
posible, ese que nos genere paz, tranquilidad, que nos provea de amor, de
caricias, de atención, de solidaridad, de espacio, de tiempo, donde crezcamos a
través del amor… Eso es lo que merece cualquier persona en el mundo, nadie es
la excepción.
Así que despídete de lo
que te hace daño, dile adiós a eso que sabes que te hace sufrir, a lo que no
alimenta tu espíritu y no te deja avanzar, a esa persona que ha dejado de
apreciarte, a ese trabajo en donde te has estancado, a ese lugar al que sientes
que ya no perteneces o peor aún al cual nunca perteneciste, dile adiós a todo
pensamiento que vaya en tu contra, que justifique cualquier situación de dolor.
Di adiós con la consciencia plena de que es lo mejor para ti y solo da vuelta
para ver tu crecimiento, tu principal motivo, siempre debes ser Tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario