BUSCA SER FELIZ SIN CUENTOS, NO UN CUENTO
CON FINAL FELIZ
Los cuentos
de princesas han hecho estragos en el inconsciente colectivo cuando hablamos de
amor. No necesitamos comer perdices para ser felices ni que el cuento se acabe
con un colorín, colorado. Tenemos que buscar ser felices sin cuentos, no un
cuento con final feliz.
No. Lo que
nosotros necesitamos es vivir felices a nuestra manera, forjar relaciones
independientes, hacer nuestro el destino. No elegir príncipes azules ni
princesas de mundos rosas, sino pincharnos con ellas. Con las rosas, quiero
decir. Y que salga ampolla, pero que aprendamos que huelen bien pero que
también pueden hacer daño.
Y es que ya
son demasiadas las ilusiones que yacen (si se me permite la licencia) en “algún
lugar de la Mancha”. Nos hemos caído del burro, el amor no es como Disney lo
pintaba ni como los cuentos de hadas nos quisieron hacer creer.
Se te ha caído la corona, princesa
Se te ha
caído la corona de tanto llorar, princesa. Los sapos no se convierten en
príncipes. Nunca lo hicieron. Los príncipes ya no te llevan en volandas, ya no
van a rescatarte del dragón ni te dan besos que te devuelven a la vida.
Las
princesas tampoco son lo que eran o lo que “deberían ser”. Ellas ahora quieren
ser ingenieras, no muñecas. Y si quieren ser muñecas, muchas quieren ser
muñecas ejemplares. Fuertes, independientes, empoderadas.
Sálvate tú.
Rásgate el vestido. Vuela con los pájaros y olvídate de madrastras y de carrozas
encantadas. No te resignes y no aceptes tu destino, elige. Cuestiona tus
perdices, no vivas de un cuento, busca ser feliz.
Cambia príncipe azul por lobo feroz
No tiene
mucho sentido ser una mujer de porcelana, frágil y delicada. Volando con una
escoba se ve todo mejor. Adiós a la candidez y a la inocencia, hola a la
astucia, a la sagacidad y a la independencia emocional.
“Olvídate del príncipe
azul, búscate un lobo feroz que te vea mejor, te escuche mejor y te coma mejor”
Raquel Sánchez Silva en
“Cambio príncipe azul por lobo feroz”
Cambia los
“me haces falta para respirar” por “me gusta respirar junto a ti”. No mueras
hasta que venga el príncipe. Sé bruja, juega con los dragones, alimenta a los
sapos y cocina en tus calderos las mejores pócimas de amor propio. Priorízate.
Deshazte de las tinieblas.
Y tú,
príncipe, deshazte de tu capa y de tu espada. No te hace falta pelear con el
dragón ni rescatar a la princesa. No estás encantado, solo estás enamorado. Y
también lloras, ríes y cantas. No eres de acero, eres de carne y hueso.
No, no tienes
que salvar el mundo de los demás antes que el tuyo propio. También tienes
derecho a detalles, a cuidados y a las emociones. Conviértete en lobo feroz y
no reniegues de tus sentimientos. Las armaduras pesan, tú lo sabes bien.
No tienes
que ir protegiéndote por la vida, permítete sentir y explorar. Rescátate tú y
no te sientas obligado a ir de castillo en castillo, ni a cruzar los siete
mares en busca de un casamiento y del beneplácito de reyes sobreprotectores.
No busquemos
castillos encantados con mazmorras para los malos. No busquemos murallas ni
llanuras coloreadas. Busquemos ojos que nos hagan sentir vértigo, que den la
vuelta al corazón y que nos enamoren las sonrisas. Pero las sonrisas que nos
crean.
Que los
cuentos de hadas siempre tienen un final y no es eso lo que queremos, no
queremos amores eternos enfundados en destinos mágicos ni en banquetes ni en
perdices. Que lo que realmente nos hace felices es vivir a nuestro aire, llenos
de libertad y con locura.
Por eso, no
tenemos que buscar un cuento con final feliz, sino ser felices sin cuentos. Sin
expectativas. Sin magos. Sin coronas. Sin sapos. Y que el único hechizo que
conozcamos sea el del amor propio, porque solo así podremos exigirnos un camino
de estrellas.
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