LA QUEJA TAMBIÉN
NECESITA SU ESPACIO
La queja es un recurso que todas las personas utilizamos
tanto para expresar nuestro dolor, como para hacer crítica de algo que no nos
gusta o molesta. Pero, ¿resulta beneficioso quejarse?
La queja, al igual que todo, puede resultar beneficiosa o
perjudicial dependiendo del uso que se le dé. Ya que existen diferentes tipos
de queja y múltiples formas de utilizarla.
Podemos incluso llegar a acostumbrarnos a esta manera de
actuar, de tal forma, que automáticamente, recurramos en cualquier instante a
expresar nuestra insatisfacción ante cualquier circunstancia.
Expresar la propia insatisfacción hacia lo que nos rodea se
puede volver adictivo, sobre todo si conseguimos que haya personas que nos
escuchen y logramos obtener beneficios con esta actitud.
La queja adictiva
Este tipo de queja realmente está generando una mayor
insatisfacción personal, ya que la atención está enfocada a buscar todo aquello
que no funciona, lo que nos gustaría tener y no tenemos, y lo que nos molesta
de nuestro entorno.
Una actitud nada productiva, puesto que nada de lo que se
analiza es llevado a la acción. Se centra sobre todo en emitir juicios que no
ayudan, ni contribuyen a resolver nada en concreto.
Además, cuando aquello que es motivo de queja acaba por
resolverse, entonces cambia el foco de atención hacia otra cosa de la que poder
quejarse. Este comportamiento puede exasperar y alejar a las personas que están
a su alrededor.
El viajero sediento
Este relato Zen nos proporciona una muestra de en qué
consiste la queja adictiva:
“Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había
caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren
como una descomunal serpiente quejumbrosa.
Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban
muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a
dormir. El tren proseguía su marcha.
Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a
conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy
cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:
-¡Ay, qué sed tengo!
¡Ay, qué sed tengo!
Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de
los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de
sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los
viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso
de agua.
El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se
echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se
dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz
de antes comenzó a decir:
-¡Ay, qué sed tenía,
pero qué sed tenía!”
Para qué se utiliza
la queja adictiva
La queja adictiva tiene la función de atraer la atención de
las otras personas, que en otras circunstancias no se obtendría. De tal forma,
estas personas quedan enganchadas a este beneficio que obtienen siendo
atendidas, a modo de recompensa social.
Cuando la actitud está siendo recompensada, gracias a la
atención que se obtiene, entonces resulta fácil caer en la victimización.
Bajo la victimización la persona aprende a evadir la
responsabilidad de su conducta, no haciéndose cargo de sus decisiones y de las
posteriores consecuencias. Este estado, le permite sentirse en una
vulnerabilidad elegida.
La queja adictiva es utilizada como instrumento para evitar
aquello a lo que se le teme y lo que no se quiere asumir ni vivir
La queja necesaria
que nos libera
Existe este otro tipo de queja que nos ayuda y nos
reconforta, que realmente nos aporta beneficios y nos libera de muchas cargas
emocionales. Es la queja que tiene una función de catarsis emocional.
La queja nos puede brindar la oportunidad de soltar el malestar y la
rabia acumulada que tengamos por una situación que hayamos vivido con disgusto
Reprimimos muchas de nuestras emociones, quedándose
enquistadas y volviéndose contra nosotros mismos. Como seres sociales que
somos, nos resulta importante encontrar a alguien que nos escuche, que nos
atienda para soltar aquello que nos preocupa, o no nos habíamos atrevido a
expresar.
Resulta necesaria la queja cuando disponemos de ella como un
recurso liberador, para expresar nuestra pena, nuestro dolor y nuestros
sentimientos; y no como recurso para caer en la victimización sin hacer nada y
sin hacernos responsables de lo que vivimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario