SIN ESPERAR NADA
Cuando no esperé, aprendí a vivir el día a día, a agradecer
por lo que tengo y no a quejarme por lo que no.
Lamentablemente nunca fui de las personas que esperaban poco
o nada. Me pasé la vida esperando que las personas fueran conmigo de la misma
manera que yo era con ellas, y esperando que la vida me entregara lo que se
suponía debería entregarme. Por lo mismo, me he decepcioné una y mil veces.
Pasé por tantos momentos de decepción que un día decidí cambiar mi estrategia:
me prometí no esperar absolutamente nada de nada, a ver cómo me iba.
Sorprendentemente en poco tiempo las cosas empezaron a
cambiar.
No miento, claro que muchas veces inconscientemente esperaba
cosas, pues no se puede cambiar de la noche a la mañana, pero por algo se empieza.
Aunque fuera un poco forzado, de todas maneras me servía no pensar si habría
reacciones a mis acciones, y una vez que comencé a no esperar, las sorpresas
comenzaron a llegar.
El aprender a no esperar fue algo difícil, especialmente por
como yo había sido siempre. Fue un proceso de desapego largo, en donde debí
dejar mis emociones un poco de lado, pero siempre pensando que era para algo
mejor, lo que me ayudó. Y una vez que lo logré, por primera vez sentí lo que
era estar realmente en paz.
Y decidí no esperar nada. No pensar en el futuro, ni en lo
que me debería llegar, ni tampoco en cómo debía reaccionar la vida ante mis
acciones. Y claro, en ese momento, cuando menos lo esperaba, la vida me comenzó
a sorprender. Me cayó prácticamente del cielo un increíble trabajo, de hecho,
el que siempre había querido, y, cuando menos lo quería, y de la manera más extraña,
conocí a un chico increíble.
Estos, son solo vagos ejemplos, pero el no esperar nada te
entrega mucho en todos los ámbitos de la vida.
Lo que quiero decir, es que cuando no esperas nada de nadie
ni de la vida, todo se convierte en una sorpresa y en una alegría mucho mayor.
Cuando no buscas desesperadamente y mantienes la calma, las cosas llegan solas.
Todos los gestos, por más pequeños que sean, llegan como una sorpresa a tu
vida. Un mensaje de texto, una llamada, un te quiero, una aventura nueva, una persona
nueva, será mucho más increíble si no la esperas. Y lo mejor de todo, es que
cambiarás la decepción por la emoción.
Al no esperar nada de nadie, aprendí además de la empatía, a
ponerme en los zapatos de los otros y darme cuenta que muchas veces yo esperaba
cosas que ni yo hacía. Aprendí a no tomarme las cosas de manera personal,
porque mientras vengan de tus amigos, nunca serán con esa intención. Aprendí de
esto y mucho más. Pero lo más importante, es que aprendí a no esperar.
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