CURAR EL ALMA PARA CURAR EL CUERPO
Son muchas las personas que llegan a las consultas de
atención primaria con un dolor. Con esa migraña que no nos deja vivir. Con esa
tensión elevada que acelera nuestro corazón. Con esa pena que abruma, que
agota, que nos impide levantarnos por las mañanas.
Nos duele el cuerpo. Y como tal, recibimos esas pastillas
adecuadas para el dolor de la vida. ¿Es lo adecuado? No podemos atribuir toda
la culpa a nuestros médicos, es muy poco el tiempo que tienen para atendernos y
es habitual por ejemplo, volver a casa con un tratamiento poco acertado. A las
pocas semanas volverá esa acidez de estómago, esos mareos que nos impiden salir
de casa y esas taquicardias que se acentúan cuando volvemos al trabajo.
La vida duele. La vida tiene efectos secundarios que hiere
nuestra alma y enferma nuestro cuerpo. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo enfrentarnos a
esta dura realidad?
El problema más frecuente en las consultas médicas
No vamos a entrar aquí en discusiones filosóficas o religiosas
sobre la existencia o no del alma. Pero todos entendemos el concepto. A ella
atribuimos lo que somos, lo que sentimos, en ella están nuestros miedos y
nuestras ansiedades. Nuestros sueños. Existen teorías que van un poco más allá,
teorías que por ejemplo, nos hablan del concepto de la regresión y de vidas
anteriores, ahí donde seguimos “cargando” con asuntos sin solucionar.
Pero no vamos a entrar en estos conceptos. Nos quedaremos en
la idea básica de que el alma, es una representación de nuestra auténtica
esencia. Una entidad muy frágil, vulnerable y que diariamente, se siente
herida. ¿Cómo avanzar por nuestra cotidianidad si nuestro ser se encuentra
decepcionado o coaccionado?
El cuerpo se resiente y la somatización es, posiblemente,
una de las realidades más comunes en casi todas las consultas médicas. Una
depresión no diagnosticada seguirá escondida pero patente en la persona que la
sufre. De nada le sirve un calmante para ese dolor de espalda o ese dolor de
estómago. La persona llega al especialista quejándose del sufrimiento, de esos
problemas gastrointestinales que apenas le permiten comer nada.
¿Qué podemos hacer? En primer lugar ser responsable. Ser
consciente de que el verdadero foco del problema está en nuestra mente, no es
nuestro cuerpo. Y puede que te sorprenda, pero algo así no es fácil de admitir
para muchos de nosotros.
Es más sencillo asumir que padecemos migrañas, que una
depresión. Curioso también lo que se da en muchas familias donde uno de los
miembros, es diagnosticado precisamente con esta enfermedad, con una depresión.
¿Cómo deben tratar ahora a ese familiar? ¿Cómo nos dirigimos a él? ¿Qué debe
hacer un niño cuya madre padece una depresión?
De algún modo, nuestra sociedad no termina de aceptar o de
asumir esos “dolores del alma”. Cuando en realidad, sería precisamente el mejor
instrumento de ayuda y de apoyo. La familia, los amigos… pueden ser en
ocasiones el mejor “sustrato” para ayudarnos en estas situaciones.
Pero ¿Cómo se cura el alma?
1. Sé consciente de todo lo que ocurre a tu alrededor y de
cómo te afectan determinadas cosas. En ocasiones, cedemos más de la cuenta.
Aceptamos cosas que van en contra de nuestros valores. Nos vemos envueltos/as
en relaciones tóxicas de las que no somos conscientes hasta que es tarde. Atiéndete,
analiza lo que sucede a tu alrededor y valora de qué modo te afecta. El
autoconocimiento es esencial como estrategia de afrontamiento.
2. Cuando llegues a casa con dolor de cabeza, tensado/a y
con un profundo malestar, antes de recurrir a un fármaco permítete un tiempo
para ti. Dos horas de descanso, de estar contigo mismo. Un instante de tiempo
en “tu palacio de pensamientos”, donde desconectar y ser tú mismo.
Si esto alivia tu malestar físico, tal vez sea hora de hacer
pequeños cambios en tu vida. Sabemos que no siempre es fácil encontrar este
tiempo para nosotros mismos, pero ten en cuenta que poco a poco, te irás
“perdiendo” si no asumes nuevas medidas. Difuminando en obligaciones que te
alejan de tu equilibrio, de tu bienestar.
3. No tengas miedo a expresar en voz alta aquello que te
duele. Aquello que te molesta y que te afecta. Si guardas silencio y lo
escondes, día a día esa inquietud acabará transformándose en un dolor físico.
Acepta, expresa, busca ayuda, y emprende el proceso del cambio en busca de ese
ansiado bienestar. Esa tranquilidad en el “alma”, a la que todos tenemos
derecho.
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