BIOCUÁNTICA:
CUANDO NO SOMOS LAS APARIENCIAS
Cada día
atiendo a niños y adultos de muy diversa condición, y –desde hace unos 30 años-
compruebo lo mismo: engañar al cuerpo es imposible.
Usted y yo
podemos en muchos campos de la actividad humana camuflar la verdad: en los
negocios, en la política, en la religión, en las relaciones sociales o
familiares etc. Incluso en todo esto hemos llegado a convencernos de que
camuflar la verdad tiene sus ventajas. ¿Quién va a darse cuenta de que hemos
mentido? Hemos construido una estructura de relaciones personales y
socio-profesionales que se basan en que el otro no sepa la verdad de mí. Si el
otro sabe de mí, me ve lo que tengo y lo que soy, no podré conseguir de él lo que busco: vivir
como quiero.
Cuando
escribí el libro “CUERPO CUÁNTICO Y SALUD EVOLUTIVA”, investigué en las
culturas de la antigüedad cuáles eran para ellas las bases en las que se
asienta la salud. Hallé que hace unos 6000 años, en Mesopotamia, había un
sistema de preguntas por las que el médico diagnosticaba el origen del mal: ”¿Has
enemistado al padre contra el hijo o al hijo contra el padre? ¿Has mentido?
¿Has engañado al prójimo pesando en la balanza?” Lo interesante es que estos mesopotámicos
inventaron el alfabeto y la escritura. Todo esto lo sabemos por el famoso
Código de Hammurabi en el que aparece por vez primera la palabra “médico”, así
como restos de un saber de ciencia ficción para casi todos los pueblos del
mundo de su tiempo.
Me surge una
pregunta: ¿Somos más inteligentes al idolatrar el engaño como camino al éxito?
¿Tenemos más seguridad al entregarnos al camuflaje despiadadamente –unos con
otros- para, por la imagen, obtener más?
Si los
mesopotámicos eran tan inteligentes ¿Por qué no preguntaban primero, “¿Hace
mucho que sufre de eso que me cuenta? ¿Ha tenido molestias en su lengua o en su
dentadura los últimos días? Lo que hoy equivaldría, en cierta forma a: ¿Sabe
cuánto colesterol o ácido úrico tiene usted?” Si descubrieron la escritura en
la época en la que la mayoría aprendíamos a manejar la lanza, ¿Por qué ponían
en primer lugar la transparencia con los otros como la piedra angular de la
salud? En nuestro interior, usted y yo sabemos el por qué… ¡Aunque nos lo callemos¡
Usted y yo
conocemos a más de uno que toma pastillas para el insomnio, es decir, para
olvidar los malos ratos y las discusiones que tiene con otros durante el día, y así conciliar el sueño. También conocemos a quien padece de migrañas
–u otros malestares- porque no se atreve
a decirle a su mujer o marido un poco de lo que siente. ¿A cuántos tratamos de
variedad de dolores cuyo origen –pasados unos meses nos confiesan- se deben a
mostrarse con otros como no son?
Parece que
los mesopotámicos comprendieron la importancia de las relaciones como medio
para lograr una sociedad segura y sana.
Marcel Vega
www.marcelvega.com
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