jueves, 10 de julio de 2014


BIOCUÁNTICA: CUANDO NO SOMOS LAS APARIENCIAS

Cada día atiendo a niños y adultos de muy diversa condición, y –desde hace unos 30 años- compruebo lo mismo: engañar al cuerpo es imposible.

Usted y yo podemos en muchos campos de la actividad humana camuflar la verdad: en los negocios, en la política, en la religión, en las relaciones sociales o familiares etc. Incluso en todo esto hemos llegado a convencernos de que camuflar la verdad tiene sus ventajas. ¿Quién va a darse cuenta de que hemos mentido? Hemos construido una estructura de relaciones personales y socio-profesionales que se basan en que el otro no sepa la verdad de mí. Si el otro sabe de mí, me ve lo que tengo y lo que soy,  no podré conseguir de él lo que busco: vivir como quiero.

Cuando escribí el libro “CUERPO CUÁNTICO Y SALUD EVOLUTIVA”, investigué en las culturas de la antigüedad cuáles eran para ellas las bases en las que se asienta la salud. Hallé que hace unos 6000 años, en Mesopotamia, había un sistema de preguntas por las que el médico diagnosticaba el origen del mal: ”¿Has enemistado al padre contra el hijo o al hijo contra el padre? ¿Has mentido? ¿Has engañado al prójimo pesando en la balanza?” Lo interesante es que estos mesopotámicos inventaron el alfabeto y la escritura. Todo esto lo sabemos por el famoso Código de Hammurabi en el que aparece por vez primera la palabra “médico”, así como restos de un saber de ciencia ficción para casi todos los pueblos del mundo de su tiempo.

Me surge una pregunta: ¿Somos más inteligentes al idolatrar el engaño como camino al éxito? ¿Tenemos más seguridad al entregarnos al camuflaje despiadadamente –unos con otros- para, por la imagen, obtener más?

Si los mesopotámicos eran tan inteligentes ¿Por qué no preguntaban primero, “¿Hace mucho que sufre de eso que me cuenta? ¿Ha tenido molestias en su lengua o en su dentadura los últimos días? Lo que hoy equivaldría, en cierta forma a: ¿Sabe cuánto colesterol o ácido úrico tiene usted?” Si descubrieron la escritura en la época en la que la mayoría aprendíamos a manejar la lanza, ¿Por qué ponían en primer lugar la transparencia con los otros como la piedra angular de la salud? En nuestro interior, usted y yo sabemos el por qué…  ¡Aunque nos lo callemos¡

Usted y yo conocemos a más de uno que toma pastillas para el insomnio, es decir, para olvidar los malos ratos y las discusiones que tiene con otros durante  el día, y así conciliar el sueño.  También conocemos a quien padece de migrañas –u otros malestares-  porque no se atreve a decirle a su mujer o marido un poco de lo que siente. ¿A cuántos tratamos de variedad de dolores cuyo origen –pasados unos meses nos confiesan- se deben a mostrarse con otros como no son?

Parece que los mesopotámicos comprendieron la importancia de las relaciones como medio para lograr una sociedad segura y sana.

Marcel Vega
www.marcelvega.com


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