martes, 25 de marzo de 2014


FIESTA EN EL CAMPO

Nada más hermoso que una flor en detalle, sutil, coqueta, específica añadiendo su color y perfume al mundo, volcando toda su inteligencia en su belleza. La simetría prefecta de una dalia, la discreción de la campanilla, la sofisticación de la orquídea… cada flor busca su versión de la delicadeza, sin olvidar que su objetivo último es la visibilidad: pedir un poco de atención para lo que ofrece.

La naturaleza asombra por su ingenio; detrás de cada forma hay una razón y hasta en los pétalos como papel de seda de la amapola se esconde una intención: si maravilla su naturaleza frágil y encendida es porque se dirige a los insectos que la han de mirar y polinizar. Así, se eleva entre el trigo como estandarte de la fertilidad y de la vida, como el triunfo a un mismo tiempo de la sutileza y del atrevimiento.

REFINAMIENTO NATURAL

El milagro de los campos engalanados no deja de deslumbrar en mayo, el mes florido por excelencia. Las flores traen la primavera y cada pueblo ha encontrado el modo de festejarlo: acercándose a los cerezos en Japón o Extremadura, regalando una rosa de abril en Cataluña, ofreciendo flores a las vírgenes o celebrando el “día de la Madre”. Encarna el amor, la pureza, el agradecimiento y el refinamiento espiritual; todo lo que cada cultura ha creído ver en el esfuerzo de la naturaleza por dar lo mejor de sí misma.

En todas partes, los ramos y las guirnaldas sirven para expresar sentimientos profundos y están presentes en los grandes momentos: hay flores en la habitación de un recién nacido, en el ramo del enamorado y sobre las tumbas. Tal vez quieran expresar lo que vivir tiene de bello pero también de efímero.

Lo inaprensible de las flores radica tanto en su fugacidad como en su perfume esquivo, imposible de reproducir en un laboratorio, y tal vez en sus vibraciones energéticas, que estudió el Dr. Bach para el equilibrio emocional. Las flores ejercen con su simple presencia un efecto balsámico que alegra las casas como una insinuación de la naturaleza más amable. Es posible que nuestra felicidad dependa de la importancia que concedamos a esa belleza.
 
 

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