NO LE VENGAS CON CUENTOS A QUIEN SABE DE
HISTORIAS
Que no le
vengan con cuentos a quien sabe de historias, que se olviden de los chismes;
que no inventen si no saben; si no vieron, que no comenten; si no han
escuchado, que no hablen. Malo es que lo que no han visto los ojos lo invente
la boca pero, desgraciadamente, aún quedan personas que tienen mucho que
aprender.
Hay quien
pretende engañarnos. Esto es así aunque nos pese, nos duela y nos destroce. El
chisme y las habladurías emiten el veneno de manera triple. ¿Por qué? Porque
hieren a quien lo dice, a quien lo escucha y a la persona de la que se habla.
Cuando escuches chismes
o cuentos sobre ti o sobre otra persona, vuelta alto. No entres en el juego ni
abones el terreno porque quien quiere hacer daño, solo lo consigue si obtiene
de nosotros el crédito y la atención.
Quien dedica
su tiempo a mejorarse a sí mismo
no tiene
tiempo para criticar a los demás. Escuchar chismes, cuentos e historias
inventadas nos desgasta intensamente. Asimismo, cuando somos nosotros los
emisores de habladurías, el mal que hacemos vuelve a nosotros en forma de
toxicidad, malos sentimientos e inadaptación vital y social.
Las personas chismosas
no son queridas pues, como se suele decir: “lo que dice Marina de Paola dice
más de Marina que de Paola”. ¿Quién querría depositar su confianza en alguien
que habla ligeramente de los demás?
Debemos
aflojar en nuestra inquietud, dejar al lado los cotilleos y no incidir en
aquello de lo que no nos compete hablar o expresar nuestra opinión. De hecho,
una vez más debemos recordar que antes de decir nada hay que filtrar nuestro
mensaje en, al menos, tres ocasiones. Veamos una pequeña historia que nos lo
resume perfectamente:
El joven discípulo de
un filósofo sabio llega a casa y le dice:
-Maestro, un amigo
estuvo hablando de ti con malevolencia…
-¡Espera! -le
interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por los tres filtros lo que vas a
contarme?
–¿Los tres filtros?
-preguntó su discípulo.
-Sí, el primero es la
verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a
unos vecinos.
-Al menos lo habrás
hecho pasar por el segundo filtro, que es la bondad. Eso que deseas decirme,
¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no.
Al contrario…
-¡Ah, vaya! El último
filtro es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces -dijo el
sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el
olvido”
Los chismes solo tienen un poder: la
atención de quien los escucha
En una
ocasión Calorina Herrera dijo que si algo no nos agrada podemos quitarle el
único poder que tiene: nuestra atención. Realmente no hay nada que pueda manejarnos
si nosotros no le damos crédito prestándole nuestro interés.
Mantenernos
alejados de los chismes nos sirve para, primeramente, mantener una actitud
saludable ante nuestras relaciones, nuestra salud y nuestro autoconcepto.
Porque cuando hacemos oídos de lo que los demás van hablando, de alguna manera
estamos permitiendo que penetre en nuestra mente.
Esto se va
sedimentando y acaba destruyendo el orden personal y mental que vamos ganando a
través de la sinceridad, del respeto, de la humildad, de la generosidad y de la
honradez. Como consecuencia acabamos formando una especie de “cálculos
emocionales y sociales” que generan en nosotros cólicos y conflictos
relacionales.
Por eso es
positivo no permitir que nadie nos cuente cuentos o historias que distorsionen
nuestra realidad y empeoren la manera en la que nos manejamos con lo que
pensamos, sentimos y hacemos tanto respecto a nosotros mismos como a los demás.
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