LOS TROPIEZOS NOS ENSEÑAN A SABER DÓNDE PISAR
Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí. De todas
maneras, menos mal que existen las piedras y que somos humanos, porque no hay
nada que nos defina tan bien como nuestra capacidad para superar las
dificultades.
Nosotros lidiamos con la vida, despacio y dando bocanadas,
pidiendo más y contando hasta tres. Por muy difíciles que se pongan las cosas
somos capaces de hacer de nuestro miedo un escudo de valentía.
Entonces es cuando te decides a sumarle dos puntos al punto y final, a
recuperar tu aliento, a darte tiempo, a concederte un respiro. Da igual lo
negra que se haya puesto tu historia, tienes el derecho de parar y tomar
perspectiva.
Lo que aprendemos con
el tiempo…
La vida es tan buena maestra que si no aprendemos la
lección, nos la repite. Por esta razón, muchas veces tenemos que lidiar con la
desesperación y la frustración de que nada va bien, no existen manuales de
supervivencia, pues a vivir aprendemos cuando el fuego toca nuestra piel.
Con el tiempo aprendemos a manejarnos por la vida, a saber
dónde pisar y a tomar perspectiva. Jorge Luis Borges nos legó este bonito texto
que ejemplifica todo aquello que aprendemos “practicando” eso del vivir, es
decir, tropezando y levantándonos una y mil veces:
"Con el tiempo aprendí la sutil diferencia que hay entre
tomar la mano de alguien y encadenar un alma. Con el tiempo aprendí que el amor
no significa apoyarse en alguien y que la compañía no significa seguridad.
Con el tiempo empecé a entender que los besos no son
contratos, ni los regalos promesas.
Con el tiempo aprendí que estar con alguien porque te ofrece
un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con
el tiempo te das cuenta de que casarse solo porque “ya urge” es una clara
advertencia de que tu matrimonio será un fracaso.
Con el tiempo comprendí que solo quien es capaz de amarte con tus
defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que
deseas.
Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa
persona solo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando
volver a verla.
Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos
valen mucho más que cualquier cantidad de dinero. Con el tiempo entendí que los
verdaderos amigos se cuentan con los dedos de la mano, y que el que no lucha
por ellos tarde o temprano se verá rodeado solo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendí que las palabras dichas en un momento
de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el
tiempo aprendí que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas
grandes…
Con el tiempo comprendí que si has herido a un amigo
duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual. Con el
tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás
por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada
experiencia vivida con cada persona, es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o
desprecia a un ser humano tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o
desprecios multiplicados al cuadrado.
Con el tiempo aprendí a construir todos los caminos en el
hoy, porque el terreno del mañana, es demasiado incierto para hacer planes.
Con el tiempo comprendí que apresurar las cosas o forzarlas
a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no
era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están
a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han
marchado.
Con el tiempo aprendí que intentar perdonar o pedir perdón,
decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser
amigo ante una tumba, ya no tiene ningún sentido.
Pero desafortunadamente esto solo lo entendemos con el
tiempo".
Maduramos más con los daños que con los años
No es el tiempo el que nos hace entender que las derrotas
merecen que miremos de frente y nos sintamos orgullosos de nosotros mismos. Son
los daños y las punzadas en el estómago los que le dan la vuelta a nuestro
mundo y desmantelan nuestra vida.
Con los daños aprendemos a resistir a lo que nos aprisiona,
a pelear contra la fuerza de nuestros prejuicios, a dejar de lado nuestras
ganas de rendirnos, a abandonar la queja, a hablar con nosotros mismos, a
comprender la envidia, a deshacernos de modas y a descansar.
Cuando tropiezas y cuando sufres te das cuenta de que todo llega, todo
pasa y todo se transforma. Y es que, por paradójico que resulte, el momento en
el que empezamos a cambiar coincide con aquel en el que empezamos a aceptarnos
tal y como somos.
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