LA RESPUESTA NOCEBO
¿Y si mi pensamiento
fuera la causa de mi dolencia?
Hace unos años una mujer -a la que llamaremos la señora S.-
fue al hospital para hacerse algunas pruebas rutinarias. La señora S. tenía un
trastorno en la válvula cardíaca llamada estenosis tricúspide (tricuspid
stenosis en inglés). Ella también sufría de una forma más leve una
insuficiencia cardíaca congestiva. Ninguna de estas condiciones era
potencialmente mortal. El médico que la trataba, el Dr. Bernard Lown, examinó a
la señora S. y no encontró nada fuera de lo normal. Más tarde, otro médico,
acompañado de una gran cantidad de residentes que hacen rondas médicas
rutinarias con los estudiantes de último año e interinos, examinó la señora S.
Al final de la visita, este mismo médico anunció delante de todo el mundo
-incluyendo la señora S.- que la paciente tenía TS (tricuspid stenosis). En
términos médicos, TS es la abreviatura inglesa para la estenosis tricúspide,
pero la señora S. realmente creyó que TS quería decir: “Situación terminal” (TS
= “Terminal Situation” en inglés). Poco después de la visita de este segundo
médico, la señora S. desarrolló síntomas que reflejaban un avance considerable
de la insuficiencia cardíaca congestiva. Era como si ella aceptase, creyera y
se entregara, sin ningún análisis, a la idea de que se estaba muriendo.
Su médico, el Dr. Lown trató de explicarle la confusión,
pero la señora S. no quiso escuchar. A la señora S. le era imposible escuchar
cualquier otra cosa. En cuestión de horas, se puso muy grave y murió más tarde
ese mismo día. La historia de la señora S. es verídica, y es un buen ejemplo de
la respuesta nocebo. Nocebo (“Yo dañaré” en latín) es la idea de que los
pensamientos negativos, sentimientos y emociones pueden producir resultados
negativos. La señora S. era una persona razonablemente saludable. No hubo
evidencia de cambios fundamentales en su trastorno del corazón, y sin embargo
ella murió. ¿Qué pasó? ¿Es posible que la señora S. creó las condiciones por
las que finalmente murió, sólo con el pensamiento?
Únicamente podemos aceptar, creer y entregarnos a
pensamientos e ideas que son iguales a nuestro estado emocional en el momento
presente. Cuando lo hacemos, programamos nuestro sistema nervioso autónomo para
fabricar la farmacopea exacta de medicamentos y productos químicos para poner
en movimiento ciertos genes que, o bien nos ayudan, o nos perjudican. Por
ejemplo, cuando a una persona se le da un diagnóstico, si el anuncio crea la
emoción del miedo, entonces ese individuo parece ser sólo susceptible a los
pensamientos que son iguales a esa emoción. Es lo que sucedió en el caso de la
señora S. De la misma manera, lo contrario también es cierto. No podemos
aceptar, creer, o rendirnos a pensamientos que no son iguales a las emociones a
los que nos estamos entregando. Es por eso que la señora no podía oír al médico
cuando trató de convencerla de que ella estaba bien. La mente de la señora S.
condicionó su cuerpo para que creyera que se estaba muriendo. Su sistema
nervioso autónomo respondió creando el ambiente interno de una persona con
insuficiencia cardíaca congestiva grave. Ella hizo que un pensamiento pareciera
tan real que su cuerpo respondió a su mente de la forma exacta que ella
esperaba. Esta idea se llama sugestionabilidad. Cuando aceptamos, creemos, y
nos entregamos a cualquier pensamiento o estímulo sin ningún análisis, nos
volvemos sugestionables. Cuanto más sugestionables somos, menos analíticos
somos. Cuanto más analíticos somos, menos sugestionables somos, porque es la
mente analítica la que separa la mente consciente de la mente subconsciente.
Pensemos en la mente analítica como un guardián que permite o impide ciertos
pensamientos pasar de la mente consciente a la mente subconsciente. El sistema
nervioso autónomo y la mente subconsciente están unidos entre sí. El sistema
nervioso autónomo es como el sistema automático del cuerpo, que opera por
debajo de nuestra mente o cerebro consciente, e “inconscientemente” controla
todas nuestras funciones corporales como: la temperatura corporal, la
digestión, los niveles de azúcar en la sangre, el ritmo cardíaco, etc.
En el momento que la señora S. oyó “TS”, la idea de morir de
una enfermedad terminal se mudó de su mente consciente, pasando de largo de su
mente analítica, para programar su mente subconsciente y transmitir esa
información al sistema nervioso autónomo. En este caso, las emociones propias,
sentimientos y pensamientos de la señora S. trabajaron en su contra.
La respuesta nocebo no tiene por qué tener consecuencias tan
trágicas. En 1962 un grupo de investigadores en Japón expusieron a 13 niños al
veneno-hiedra (famosa por su capacidad de producir una irritación de la piel
alérgica a la planta). Los investigadores frotaron una hoja inofensiva en el
antebrazo de cada niño, pero afirmaron que era veneno-hiedra. Luego frotaron el
otro antebrazo con el veneno-hiedra, pero dijeron que era otra cosa. Los
resultados fueron sorprendentes. Todos los niños desarrollaron una erupción en
el antebrazo donde se había frotado la hoja inofensiva, mientras que 11 de los
13 no desarrollaron ninguna erupción en el brazo expuesto al veneno-hiedra. Los
niños en este estudio cambiaron el resultado “predecible”. Su nueva experiencia
ya no estaba dictada por una experiencia pasada. En el instante en que
aceptaron, creyeron y se entregaron a la idea, sin ningún análisis, de que la
hoja era benigna o tóxica, su sugestionabilidad cambió la forma automática de
reaccionar de su cuerpo. Podríamos decir que la idea de la hiedra venenosa
siendo benigna fue un estímulo mayor que la exposición a la hoja potencialmente
nociva, y viceversa.
Afortunadamente, si podemos usar nuestra mente para
dañarnos, también podemos usarla para sanarnos a nosotros mismos. En lugar de
miedo o ira, ¿qué pasaría si creamos un estado emocional basado en la gratitud,
inspiración o empoderamiento?
Si pudiéramos aceptar, creer y entregarnos a estos nuevos
pensamientos equivalentes a esos estados emocionales elevados, ¿podríamos
comenzar a reprogramar nuestro sistema nervioso autónomo para iniciar el
proceso de reacondicionamiento del cuerpo a una nueva mente.
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