“NO ESPERES A QUE TE CUREN, HAZLO TÚ”...
Maria Àngels Mestre ofrece su experiencia para superar
enfermedades crónicas liberando la mente y cambiando hábitos. “Aprendí a dejar
de agradar, a no ser obediente y perfecta, causas de mi fibromialgia” Dos años
después de que le diagnosticaran fibromialgia, con un cargamento de pastillas a
cuestas cada día y con unos dolores que sólo empeoraban, María Àngels Mestre
decidió rebelarse. Postrada en la cama durante tres días por una contractura en
la pelvis, incapaz de moverse, esta arquitecta barcelonesa que entonces tenía
54 años explica que tomó las riendas de su vida y de su salud. “Decidí que iba
a dirigir yo misma mi proceso de curación, que iba a autogestionar mi
enfermedad. No volví al hospital, fui abandonando las pastillas, opté por la
medicina holística”, explica. Y se curó.
Maria Àngels Mestre ha puesto su experiencia, el camino que
ella recorrió, al alcance de todos aquellos que padecen alguna enfermedad
crónica. Método Mestre es su cuarto libro, una síntesis de los anteriores que
parten de su proceso de superación de la fibromialgia, de sus recomendaciones
sobre alimentación para afrontar el cáncer y que ofrece gratuitamente. No
quiere sustituir al médico, sino dar unas pautas “para que el enfermo deje de
ser paciente y se convierta en el responsable activo de su salud”. Desde una
perspectiva global, integrando todo los aspectos del ser humano y su relación
con el entorno.
Su anhelo de curarse, explica, es lo que le movió a abrir la
mente y cambiar la forma de pensar, sentir y actuar. Había perdido las ganas de
vivir, tenía la autoestima por el suelo. “El cuerpo -señala- obedece y
enferma”. Por ello indica que para curar el cuerpo hay que cuidar el alma y
entender la salud como una globalidad con cinco pilares: espiritual, mental,
emocional, bioenergético y físico. La alimentación se convierte en la principal
medicina.
Maria Àngels aprendió a perdonar, perdonarse, y a ser
antipática. El orgullo perfeccionista, el hacer siempre lo que se esperaba de
ella para agradar, la ira contenida… todo fue lanzado por la ventana. Considera
que la fibromialgia es una enfermedad que afecta sobre todo a las mujeres
debido a una sociedad de patrones machistas represiva para ellas, obligadas a
esconder las emociones. “Aprendí a dejar de ser sumisa y obediente, y a decir
que no sin que me importase”, explica. ¿Y la familia? “Al principio estaban
trastornados, pero también han aprendido”. ¿Cómo pienso? ¿Qué siento? ¿Cómo me
relaciono con el entorno y conmigo misma? ¿Con el medio en el que vivo? ¿En qué
me equivoco? La meditación le ayudó a digerir las emociones y a calmar la
mente, probó la acupuntura, el shiatsu y llegó a la alimentación macrobiótica.
Fue importante, subraya, “aprender a desaprender” y romper
prejuicios. Ella era arquitecta y no podía mover la mano, ni sentarse en una
silla. Había ido perdiendo la energía, lo que define como el puente entre el
espíritu y la materia, el motor de la acción. Años de mucho trabajo, recuerda,
en los que se había apartado de la naturaleza, de sus fuentes de energía que
“son medicinas”. El sol, el aire (respiración, ejercicio), el agua, el sueño y
la alimentación.
Mestre es hija, sobrina y hermana de médicos, pero decidió
hacer su camino en un proceso en el que considera que la alimentación es una
cuestión fundamental. Optó por la macrobiótica suprimiendo los alimentos
acidificantes, oxidantes, inflamatorios y tóxicos. Entre otras cosas dejó de
consumir azúcar, carnes procesadas, conservas y precocinados, lácteos y huevos.
Llenó la despensa de cereales integrales, legumbres, algas marinas, pescado
pequeño y salvaje, verduras de raíz. La sopa de miso fue uno de sus principales
aliados y cada mañana bebe agua de mar. Siete meses después se encontraba
perfectamente y fue entonces cuando decidió cambiar de profesión. Dejó la
arquitectura y su puso a escribir su experiencia y a dar charlas.
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