LAS 4 CAUSAS DE LA PÉRDIDA DE TU PODER
PERSONAL
La causa de este estado interno es que ya
no sentimos la fuerza de nuestro Poder Personal.
Si reconoces
los síntomas es que lo estás perdiendo.
Miles de
personas pasan por este proceso de debilitación y tristeza en algún momento, o
durante toda su vida.
Cuando somos
pequeños, o jóvenes, nos sentimos poderosos, fuertes, capaces, imaginamos cómo
seremos de mayores y llega la vida adulta o la madurez y sentimos cada vez
menos fuerza, o menos ilusión.
Hay algo
personal que te lleva hasta este punto. Y, evidentemente, también hay algo
social que favorece que tantas personas se sientan de este modo.
La causa de
esta debilitación no es biológica, no es nuestro cuerpo lo que se debilita, y
tampoco es la edad, ni la crisis de los 40 o 50 lo que te hace sentir de este
modo. Es algo mucho más importante.
¿Por qué perdemos nuestro Poder Personal?
En nuestro
caminar por la vida lo debilitamos porque desconectamos de nosotros mismos.
Con los
años, acumulamos renuncias y heridas en nuestro corazón y nuestra alma; y
nuestro corazón y nuestro Ser se hacen pedazos.
Algunos
pedazos de nuestro corazón y nuestra alma se pierden, otros los dejamos en
alguna parte, y otros siguen dentro de
nosotros, olvidados o enterrados voluntaria o involuntariamente.
1. Olvidar lo esencial
Nuestro Ser
está formado por distintas dimensiones (el cuerpo físico, el cuerpo mental, el
cuerpo emocional, el cuerpo espiritual, el cuerpo ancestral), pero en muchas
ocasiones no conocemos bien nuestra complejidad, no la comprendemos y no
atendemos el equilibrio.
Vivimos
priorizando sólo algunas de nuestras partes, nuestro cuerpo, nos identificamos
con nuestro ego y olvidamos a nuestra alma.
Nos hablan
de cuidar el cuerpo, la belleza, la imagen, la salud, pero no nos educan para
cuidar nuestra mente, nuestra emocionalidad. Menos aún nos enseñan y animan a
escuchar nuestro interior sinceramente, a tener en cuenta nuestra esencia,
incluso ni nos hablan de ello.
Al final nos
identificamos únicamente con los pensamientos y emociones de nuestro ego.
“Nuestro cuerpo tiene
un propósito principal: cobijar el alma.”
Olvidamos
quiénes somos en cada renuncia a decir lo que pensamos, lo que sentimos o lo
que deseamos sinceramente.
Olvidamos
quiénes somos cada vez que elegimos no tener en cuenta nuestra intuición y
nuestra coherencia interna.
Y en cada
silencio, cada falsedad, cada renuncia concreta, desconectamos de nuestra
propia naturaleza, de nuestro Ser, y perdemos Poder poco a poco.
Vivimos tan deprisa y tan distraídos que
nuestra alma no tiene espacio en nuestra vida.
En la
constelación que hice a Manuel, la imagen de este olvido fue abrumadora.
Su vida
estaba patas arriba, rompiéndose por todas partes, y se sentía muy infeliz.
Coloqué al representante de su Ser Interno. Él se había olvidado completamente
de que existía, y observó toda la constelación, pero su mente no pudo
comprender a quién representaba ese hombre y su corazón no pudo abrirse a esa
presencia dentro de él.
Me rompió el
corazón ver hasta qué punto había desconectado de su Ser.
Me acordé de
que, en algunas culturas, el modo de reintegrar el alma con la persona, es un
ritual de cántico. Cada persona y sus seres próximos conocen el “Canto de su
alma”, y cuando esa persona está débil o perdida, la colocan en el centro de un
círculo para que vuelva a ella y le dé fuerza y luz. Me hubiese gustado poder
cantarle la canción de su alma a él en ese momento.
2. Acumular heridas emocionales y
psíquicas.
Vivimos en
una cultura donde se alimenta la creencia de que se puede evitar el dolor.
Intentamos
permantemente alejar las emociones que consideremos “negativas” o los momentos
dolorosos, negarlos, ocultarlos, ignorarlos, etc.
Y estas creencias nos llevan a ocultar las heridas de nuestro corazón y nuestro
espíritu en lugar de atenderlas.
Creemos y
decidimos que es mejor, más fácil o más prudente relegar al olvido nuestros
sentimientos, ilusiones, pensamientos y sueños en lugar de escucharlos.
Intentando
evitar el dolor, construimos máscaras de felicidad, fuerza o seguridad,
creyendo que es la solución. Pero nuestra propia mentira emocional nos impide
sentirnos realmente felices, pues mantiene dentro de nosotros el dolor sin
sanar.
Acumulamos
recuerdos de tristeza y dolor durante toda la vida sin resolverlos. Acumulamos
miedos infantiles, heridas de abandono, recuerdos de dolor, pensamientos
limitantes que permanecerán en nosotros arraigados en nuestro interior y en
nuestro subconsciente a pesar de nuestro esfuerzo de ignorarlos.
Sabemos que
están allí e incluso, a pesar de que los percibimos en el día a día, seguimos
en el intento de ignorarlos y no atenderlos, sin aceptar que son una de la
causa más importante de tu debilidad y tu tristeza actual, de tu pérdida de
ilusión y Poder Personal.
“No dejes que tus
heridas te conviertan en alguien que no eres”
De Dan Van
Campnehaud, un gran chamán, aprendí una vez una técnica para cuidarme en los
momentos difíciles y protegerme para no seguir acumulando nuevas heridas
mientras dedicaba tiempo a sanar las antiguas.
Era una
técnica para proteger mi parte frágil y reencontrarme con ella.
Se trataba
de tener una “preciosa cajita especial” imaginaria o física. Podía poner a mi
niña interior en la cajita cuando vivía un momento doloroso.
Cuando este
momento ha pasado podía abrirla, dedicarle tiempo y atención. Era el momento de
parar, y esperar quieta hasta sentir que podía acoger en mi presente y en mi
cuerpo a la parte de mí que estaba protegida en la cajita. Me tomaba el tiempo
de sentir mis emociones, abrazar mi mundo interior y sentir que había lugar y
tiempo para que todas mis partes se reunieran de nuevo. Dedicar el tiempo a
sentir que estaba completa para seguir adelante.
Los pequeños
rituales psicomágicos que fui aprendiendo de distintos maestros espirituales y
maestros terapeutas son uno de los modos más maravillosos que aprendí para
cuidar de mi Ser interno.
La terapia
psicoemocional bien conducida es fundamental para sanar las heridas acumuladas
y todos los patrones de pensamiento y reacción asociados a estas heridas.
Además de poner paz dentro de ti, el proceso de sanar te permite construir un
nuevo relato de tu historia y de ti mismo mucho más fortalecedor.
3. La fragmentación interna.
Cada día nos
suceden cosas, tomamos decisiones importantes, incluso trascendentes, vivimos
momentos que nos conmueven en las relaciones con nuestros seres queridos y en
todo lo que nos sucede, no le damos tiempo a nuestro corazón ni a nuestra alma
para que puedan comprender, integrar o recuperarse.
El tiempo
que ellos necesitan es mucho más lento que nuestro ritmo de vida.
A pesar de
las heridas, seguimos hacia delante sin parar, con tanta prisa que no podemos
mantener el paso de reparación o sanación necesario y perdemos Poder Personal.
El resultado
de esto es que, con los años, vamos dejando partes de nosotros mismos y nuestra
alma en antiguas parejas, antiguos amigos, antiguos proyectos y sueños a los
que, durante un tiempo amamos sinceramente y de los que nos hemos separado de
modo doloroso.
En estas
roturas, tu corazón se parte y tu alma también y, una parte de ti, se queda en
ese sueño junto a esa persona o en ese lugar.
Poco a poco
te vas sintiendo vacío y sin fuerza, estás fragmentado.
Cuando te
sientes así es el momento de parar. De mirar hacia atrás y recuperar los
tesoros que se perdieron abandonados por el camino. Sin ellos, proseguir es
vivir fragmentado y sin fuerza. Es vivir con el alma rota.
“No corras. Ve
despacio, que donde tienes que ir es a ti solo.
¡Ve despacio, no
corras, que el niño de tu yo, recién nacido eterno, no te puede seguir!”. J.R.
Jiménez
Es tan
importante parar e ir despacio…
Después de
un ritual de reintegración que hicimos en el jardín, Natalia pudo recuperar las
partes de ella que había perdido.
Murieron de
modo trágico 5 amigos y amigas suyas muy queridos con poco tiempo de
diferencia, y en cada muerte, una parte de ella decidió permanecer con sus
seres queridos. Había abandonado la alegría de vivir, la confianza, su
capacidad de amar sin miedo, la ilusión de un amor de pareja. Se sentía apagada
y vacía, la vida le resultaba sin sentido. No podía estar presente en sus
relaciones con ninguno de sus seres queridos.
El ritual le
permitió cerrar los duelos y recuperar sus sentimientos y las partes de su alma
que permanecían junto a esas personas.
El ritual de
reintegración le dio de nuevo fuerza para llenar su vida de sentido y alegría
otra vez.
4. Entregar el poder a los demás.
Estamos
completamente desenfocados.
Algunos lo
sabemos, pero no todos cambiamos nuestro punto de atención.
Atendemos la
demanda de una gran cantidad de personas que nos dicen cómo debemos dirigir
nuestra vida, qué debemos hacer, cómo debemos pensar, sentir, trabajar, vestir,
comer, etc.
De este
modo, dejamos en manos de los demás y de nuestro ego la dirección de nuestra
vida.
Nos dejamos
poseer y convencer.
Olvidamos
completamente escucharnos a nosotros mismos en profundidad, renunciamos a
escuchar nuestra voz interior, nuestra intuición, y si la oímos muchas veces,
renunciamos a hacerle caso. La debilitamos omitiendo lo que nos dice y lo
ponemos en juicio de nuestra mente y de las opiniones externas.
No
permitimos el silencio y la quietud necesarias para que este diálogo interno
sincero se dé.
“Nuestro mayor don es
la vida; la habilidad que tenemos para dirigir esa vida viene después.” Henry Thoreau
Tememos
encontrar algo dentro de nosotros que no aprueban los demás.
Tenemos
miedo a la contradicción interna y a la desaprobación externa.
Y este miedo
y el deseo de pertenecer nos hacen renunciar a muchas cosas que elegiríamos
distinto: callamos y cambiamos decisiones, opiniones, pensamientos. Renunciamos
a momentos, a personas y a decisiones de vida. Algunas pequeñas y algunas de
ellas muy grandes.
Convertimos
a todo el mundo en nuestro juez, les damos el poder de conducir nuestra vida a
través de la necesidad de aprobación.
Este modo de
vivir y estar hacia fuera permanentemente, de renunciar a nosotros mismos, sin
escuchar qué nos sucede, qué soñamos, qué opinamos… nos debilita.
Hace mucho
tiempo yo también llegué a ese punto de renunciar a mí misma en tantas
ocasiones que no sabía ni quién era.
No podía
reconocerme, me sentí muy débil, perdida y sin nada de Poder Personal.
Me
recordaron que debía escuchar dentro de mí, me mostraron el camino a mi voz
interior y el reencuentro con mi Poder Personal.
Tu Poder
Personal es tu fuerza vital, la seguridad en ti mismo, la energía que te nutre
de capacidad de ser quien eres, que te da la fuerza de expresar tu autenticidad
y crear tu propia vida.
Tu Poder
Personal habita dentro de ti, puedes estar completamente segura y seguro de
ello, ¡ve a por él!
Fuente: https://cienciainterior.com/las-4-causas-de-la-perdida-de-tu-poder-personal/
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