CUANTO MÁS GRUESA ES LA ARMADURA, MÁS
FRÁGIL ES EL SER QUE LA HABITA
Ser una
persona frágil supone tener una sensibilidad especial, que vamos protegiendo
mediante una coraza, añadiendo capas ante cada decepción y sentimiento
frustrado. Hasta la persona más sensible puede volverse fría cuando se siente
amenazada por una situación por la que no está dispuesta a pasar.
Hay
situaciones que a todos nosotros nos resultan difíciles de afrontar, asumir y
encajar como las de abandono, rechazo, desprecio, culpa, etc. En las
situaciones donde nos sintamos especialmente vulnerables haremos un repliegue
con el fin de protegernos. Esto es algo fundamental para preservar nuestra
integridad.
El carácter
y temperamento de cada persona influirá en su comportamiento ante este tipo de
situaciones que pueden provocar un gran dolor emocional. Por eso hay quienes se
exponen a situaciones dolorosas sin protegerse, y con cierta tendencia al
masoquismo, hasta quedar fuertemente magullados y heridos.
Otro tipo de
personas en cambio se mantienen precavidas: cuando anticipan una situación
similar a la de alguna experiencia anterior, son capaces de poner barreras y
volverse impermeables, indiferentes a cualquier emoción o sentimiento.
“Sin duda, tu coraza te
protege de la persona que quiere destruirte. Pero si no la dejas caer, te
aislará también de la única que puede amarte.”
-Richard Bach-
Ser frágil no significa ser débil
Ambos tipos
de personas descritas anteriormente estarían en polos diferentes, aunque siendo
dependientes de su misma fragilidad. Ni tirarse al vacío es una opción sana, al
igual que tampoco lo es atrincherarse para insensibilizarse.
La
fragilidad es comúnmente relacionada y confundida con la debilidad: ser frágil
me indica la intensidad de mis emociones, mi sensibilidad para experimentar mis
sentimientos y la dificultad que tengo para mostrarme tal y como soy por miedo
a que me hieran.
Siendo
frágil puedo ser fuerte ante las circunstancias, avanzando y conquistando mis
temores. Sin embargo, no permito mostrarme sensible, aunque internamente esté
sufriendo, pasándolo mal y sintiéndome solo. Quiero aparentar fortaleza
colocándome mi armadura, haciéndome creer que no me afecta, cuando la realidad
es que me afecta tanto que siento no poder soportarlo.
Somos
capaces de comprobar nuestra fortaleza cuando seguimos confiando a pesar de las
traiciones, cuando avanzamos a pesar de nuestros miedos y nuestra tristeza,
cuando mostramos nuestra vulnerabilidad y sensibilidad a quien lo merece.
Mostrándome tal y como soy
Cuando
reprimimos las emociones, cuando levantamos muros ante todo lo que sentimos,
permitimos que solo nos puedan ver de forma superficial, e incluso tratamos a
las demás personas de igual manera, teniendo así relaciones superfluas sin
especial compromiso.
¿Podemos así
conocernos tal y como somos? ¿Damos la oportunidad de que nos puedan conocer de
verdad? Añadir capas a nuestra armadura tiene estas consecuencias, nos perdemos
quienes somos. Vivimos atrapados por el miedo, con el fin de mantenernos
cerrados al dolor.
“Si quiero conocerme a
mí mismo, todo mi ser, la totalidad de lo que soy y no solamente una o dos
capas, entonces es obvio que no debo condenar, debo estar abierto a cada
pensamiento, a cada sentimiento, a todos los estados de ánimo, a todas las
inhibiciones.”
-Krishnamurti-
Cuando somos
especialmente sensibles, desarrollamos nuestra capacidad para evitar estar en
nosotros, nos enfrentamos al mundo desarrollando con diversos perfiles, que son
diferentes dependiendo de nuestro carácter: los tímidos y vergonzosos,
retraídos, bordes, complacientes, cuidadores, los que siempre están para los
demás, etc.
De alguna
manera, todas estas son nuestras máscaras con las que nos protegemos, adoptando
un rol determinado. Y así eludimos, siempre que podemos, hablar de nosotros
mismos y entrar en quienes realmente somos.
Con pequeñas
mentiras se pierde a grandes personas.
Aprendiendo a conocerme dando paso a mis
emociones
Es seguro
que volveré a sentir la traición, me volverán a hacer daño y las cicatrices de
mis heridas se abrirán de nuevo. Es algo que no puedo evitar, porque forma
parte de la vida misma, de mi paso por ella. Si realmente quiero vivirla,
aprender a conocerme y a conectar con los demás, he de exponerme a que todo esto
pueda suceder aunque me sienta frágil.
Mi
insensibilidad, frialdad, mi armadura; la coraza y los muros que levante no son
la solución.Esconderme fusionándome con los demás es mi autoengaño, el rol que
ejerzo para sentirme seguro. Todo es una falsedad, una triquiñuela que me
impide reconocerme.
Anestesiamos
nuestra sensibilidad impidiendo que se exprese, porque cuando, en el pasado,
hemos tenido la sensación de haber encontrado a la persona con quien poder
compartirla, hemos sido traicionados. Al abrirnos, hemos perdido nuestro propio
rumbo y amor, para poder ir aceptándonos, construyendo de nuevo un amor aún más
real.
Este proceso
es el de mayor vulnerabilidad, ya que estamos reconstruyendo nuestra identidad
dando un paso al frente, aprendiendo a explorar e ir reconociendo la
sensibilidad que hemos ocultado con cerrojos. A la vez que estamos más
expuestos hay mayor probabilidad de que nos hieran, porque estos cambios
suponen a su vez una trasformación en la relación con otra persona y en los
roles establecidos.
Los
desengaños por los que pasamos tanto de nosotros mimos como con las demás
personas, nos ayudan a ver con más claridad con qué tipo de personas queremos
estar. Vamos seleccionando a través de cuestiones más profundas como los
valores, la honestidad y la autenticidad.
Al fin y al
cabo todo este trayecto tiene sus aprendizajes a cada paso que vamos dando.
Dejando así que se manifiesten nuestras emociones, por dolorosas que resulten,
facilitamos el encuentro con nosotros mismos, y la conexión profunda con el
resto del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario