DESCONECTANDO
¿Necesitas realmente
Desconectar? ¿De qué? ¿De la rutina? ¿De la vida que llevamos? ¿Del repetitivo
martilleo de la mente? ¿De los conflictos? Porque todo ello te produce; dolor.
A ti, y a los que te rodean. ¿Necesitas “ver” una salida? ¿Te niegas a seguir
llevando una vida miserable?
Es frecuente, y más cuando se acerca el verano, época, que
para la mayoría marca un fin y un comienzo de temporada, y que habitualmente
relacionamos con el descanso, buen tiempo, recargar las pilas, decir: Necesito
desconectar.
Desconectar realmente ¿De qué? ¿De la rutina? ¿De la vida
que llevamos? O simplemente descansar. Esto último es razonable, pero
probablemente haya algo más, cuando digo; quiero desconectar, estoy poniendo de
manifiesto una resistencia, un “no estar satisfechos” de una vida quizás marcada
por el temor a perder personas, cosas y situaciones, a unos deseos por los que
suspiramos y tememos que no se hagan realidad.
Esta situación, que sin darnos cuenta se puede haber
convertido en permanente, y que ha tomado forma física con un sufrido y
repetitivo martilleo de la mente, con pensamientos que se repiten, una y otra
vez, trazando un camino cada vez más profundo, como si pisáramos una y otra
vez, por un camino de tierras blandas, y el mismo camino se hiciera cada vez
más hondo y profundo del que lógicamente cada vez nos costará más salir.
Y que provoca que a
veces, situaciones relativamente sin importancia, nos hagan saltar, a veces
incluso con relativa violencia, provocando siempre dolor emocional.
¿Quieres tal vez desconectar, de esas mañanas en las que
desde el principio, sin ser consciente, entras en conflicto con todo? Cuando
todo nos molesta, y ¡Cuidadito del que se cruce! Porque sin duda, haga lo que
haga, estará equivocado, y no tendrá ninguna razón.
¿Cuál es la causa de que me sienta así? ¿Simplemente que me
he levantado “de mala leche”? Obviamente, hay mucho más.
Detrás de esa necesidad de conflicto, y esto no nos gusta
para nada aceptarlo, está nuestro ego. Ese ego, que te dice que no, que esto no
es así, que el que escribe esto está equivocado, que no sigas leyendo.
Confirmación inequívoca, de que realmente es el ego el que está detrás. Ese ego
que busca el conflicto, para reafirmarse y seguir gobernando en nosotros. Ese
ego, que sólo produce: Dolor.
Un dolor, que se acumula, y que termina arrastrándonos a
situaciones, por lo general, muy difíciles de reponer, en particular cuando
afecta a las relaciones personales, y más aún, cuando lo proyectamos en nuestra
pareja.
Un dolor, que nos conduce a un callejón, dentro del cual, es
como si necesitáramos ya de ese dolor, ese dolor que se adueña de nuestro
propios pensamientos, que por supuesto son negativos, todo lo vemos negro, no
lo reconocemos, pero nos encanta lo negativo, vivimos en ello, es nuestro
hábitat natural, no podemos estar sin él. Por supuesto, nada de esto lo
reconocemos jamás. No hace falta decir, a dónde nos conduce e incluso sus
repercusiones a medio plazo sobre la salud.
Y como no podía ser de otra forma, esta actitud se proyecta
en las personas cercanas, en las que también provocan emociones negativas, y
rechazo, en particular en la pareja, hasta instaurar una relación de dolor
permanente.
Tal vez, esta sea una de las principales razones, por las
que aunque, sigamos sin reconocerlo, decimos: Necesito desconectar. Situación
que dicho sea, es más frecuente de lo que parece, no nos pasa sólo a nosotros,
pero eso no debe ser consuelo, necesitamos “ver” una salida, porque la
alternativa es aceptar que lo que nos resta, es seguir llevando una vida
miserable.
Pero, ¿Cómo salir? Esa es la gran pregunta. Es cierto, que
unas vacaciones, en las que tienes menos presión, cambias la rutina, recibes
nuevos estímulos, descansas físicamente, etc., ayudan, y en eso fijamos
nuestras esperanzas de desconectar cuando las tomamos en verano. Por supuesto
que si además, puedes disfrutar de unos días, en los que compartir experiencias
con las que te sientes bien, porque te “identificas”, o bien porque responden a
la idea de tu forma de vida anhelada, con personas de gustos y formas de vida
que responden a ese modelo, disfrutar del contacto con la naturaleza, de la
comida sana, hacer ejercicio…, todo te ayudará.
También nos ayuda la intervención de personas expertas y
honestas con conocimientos, y un alto grado de consciencia, que nos pueden
acompañar a conectar contigo mismo, con tu maravillo ser, que tal vez aún no
hayas tenido la oportunidad de conocer, que eres.
Pero, si de verdad quieres iniciar el camino, de
desconectar, de separación, de liberación, de ese dolor, las vacaciones te vendrán
muy bien, en particular si se orientan en el sentido indicado, pero debemos
saber la verdad. Y es que de nada servirán, si no empezamos a reconocer los
aspectos, anteriormente indicados y a los que nos negamos reconocer,
principalmente, que detrás de todo está nuestro ego, el que busca el conflicto,
el que lo necesita, el que manda en mí.
Reconocer, darse cuenta, observar, esto va a ser
probablemente, la mayor ruptura, la mayor desconexión de nuestras vidas. Se
trata de ir rompiendo con el dolor, que se ha ido acumulando mucho tiempo, y
para eso, seamos honestos, no necesito ni el verano, ni unas vacaciones, ni se
consigue en una semana, porque eso se tiene que dar, dentro de mí, y el
comienzo está en, percibirlo, “verlo” dentro de mí.
Y aunque, evidentemente un ambiente, un entorno y las
personas adecuadas pueden ayudarte, a darte cuenta de esto, tú y sólo tú,
cuando dejes de alimentar ese dolor, y se trata de un proceso gradual, tal vez
con la ayuda de un buen terapeuta, empezarás a ver la salida, porque: ¡Hay
salida!.
Coach-coordinador de Vacaciones Desconecta.
http://www.vacacionesdesconecta.com
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