miércoles, 23 de abril de 2014


LOS DOS MONJES

Viajaban dos monjes a pie en dirección a su aldea, cuando de repente oyeron una voz que pedía socorro. Se dirigieron hacia el sitio del que surgía  la voz y vieron a una joven que se había caído a un río y corría el peligro de ahogarse. El monje de menor edad, diligentemente, se arrojó al agua, tomó a la mujer en sus brazos y la llevó a tierra firme. Se despidieron los monjes de la mujer y continuaron su camino, en silencio. Pasadas unas horas, el monje que no había ayudado a la mujer, increpó a su compañero:

-Deberías saber a estas alturas de tu vida monástica que nuestra doctrina no nos permite tocar a mujer alguna.

El monje más joven repuso:

-Yo cogí a esa mujer en los brazos y la dejé en tierra firme. Tú, sin embargo todavía la llevas encima.

Si la mente pudiera digerir y evacuar, permanecería más fresca, sana y receptiva y no crearía tanto conflicto, tensión y desdicha. Pero la mente acumula, acarrea y no es capaz de liberarse de impresiones y memorias inútiles y así no logra poner fin a la angustia que sus propios enredos provoca dentro y fuera de la misma. No es fácil aprender a vivir con una mente más libre de prejuicios, dispuesta a afrontar las circunstancias y eventos según se vayan produciendo, con la sabiduría del espejo, que refleja, pero no conserva.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario