domingo, 7 de febrero de 2016

CONOCE TUS CUATRO EMOCIONES BÁSICAS

El miedo, la rabia, la alegría y la tristeza son las emociones básicas del ser humano. Todos las sentimos en cualquier época, edad y cultura. Pero, ¿sabes cómo dominarlas?, ¿eres consciente de ellas?

Estas emociones no están en nuestro día a día por una cuestión arbitraria o caprichosa, sino que desempeñan un rol principal en nuestro desarrollo psicológico. Esto significa, que las emociones básicas sirven para avisarnos y guiarnos en la conservación del organismo y en la socialización con los demás.

Las emociones básicas nos informan

Quizás sea un poco difícil de comprender esto que parece tan técnico o sacado de una enciclopedia. Pero lo que es importante recordar es que todos tenemos miedo, sentimos rabia, nos alegramos y nos entristecemos, porque de esta manera la mente y el cuerpo se desarrollan y nosotros podemos trascender como seres humanos y socializarnos.

Hemos aprendido (y lo seguiremos haciendo) de nuestras emociones. Por lo tanto, si has tenido un episodio bonito donde todo era felicidad, es probable que eso haya formado tu carácter, al igual que si has sufrido un acontecimiento que te entristeció o algo que te ha dado mucha rabia o temor.

No importa la edad que tengamos, donde vivamos o de qué trabajemos. Sin excepción, sentiremos a las emociones básicas en más de una ocasión. Esto se debe a que las emociones son informaciones muy útiles, nos permiten saber cómo estamos aquí y ahora, siendo una guía de aprendizaje para nuestra vida, para comprendernos y para saber cómo continuar, si les prestamos atención.

No existen emociones buenas o malas, como solemos creer o categorizar lo que sentimos. Lo que sí hay, son emociones que nos pueden ser más o menos agradables. Cada una de ellas tiene una función específica y todas son necesarias.

Las emociones básicas o primarias del ser humano, son una cualidad energética, ya que nos permiten actuar de forma expansiva con los demás (la rabia y la alegría) o con nosotros mismos (la tristeza y el miedo). Analicemos, pues, las cuatro emociones básicas por separado, para así poder conocer su función específica en nuestra vida:

Miedo

Es una emoción conocida por los expertos como “de repliegue”, se encuentra incluida en el grupo de las reflexivas y su función es advertirnos sobre la inminente presencia de un peligro, ya sea de recibirlo o de causar nosotros algún daño.

El miedo es una de las emociones básicas que nos permite a su vez, evaluar cuál es la capacidad que poseemos para afrontar las situaciones que percibimos como amenazas. Si aprendemos a conocer primero y a gestionar el miedo después, experimentamos la prudencia y nos alejaremos del pánico, la fobia o de la temeridad.

Alegría

También conocida como “la emoción de apertura”. Cumple la función de ayudarnos a crear vínculos hacia los demás, por ello se encuentra entre las emociones básicas expansivas (junto a la ira).

Puede manifestarse de diversas maneras, siendo las más frecuentes la ternura, la sensualidad y el erotismo. Si gestionamos bien la alegría, podremos alcanzar la serenidad y la plenitud. Si no la sabemos manejar bien, nos conducirá hacia la tristeza, la euforia o la frustración.

Tristeza

Se encuentra dentro del grupo de las de repliegue y es conocida como la más reflexiva de todas. Evoca siempre algo que ha ocurrido en el pasado y su función es ayudarnos a estar conscientes de una cosa, situación o persona que hemos perdido o añoramos.

La tristeza también nos sirve para soltar y dejar ir lo que no nos pertenece o nos hace mal. Por último, otra de las funciones de la tristeza es la de permitir a los demás que nos acompañen, evitando volvernos demasiado vulnerables o dependientes.

Rabia

Es la segunda emoción expansiva. Se trata de un impulso, una manera de quitarnos algo o alguien de encima, sacar afuera lo que nos molesta, lo que creemos injusto o lo que nos está haciendo daño.

La rabia implica una sobrecarga de energía, que en ocasiones, nos ayuda a cumplir la realización de lo que queremos o nos asegura la necesidad de amenaza. Por ello, no debe ser considerada siempre como “negativa”. Lo que ocurre es que a veces, en vez de ayudarnos a resolver lo que sucede, la rabia es una de las emociones básicas que se convierte en un problema más, si llevamos su expresión al extremo.

La rabia sería una especie de limpiador efectivo para todo lo que nos pesa. Pero atención, que para ello debemos reconocerla, aceptarla y gestionarla correctamente, sino ocurrirá todo lo contrario.

Una vez que seamos conscientes de la presencia de las emociones básicas en nuestra vida y aprendamos a vivir con ellas, será más simple darnos cuenta de que son todas positivas. Pues cada una de ellas responde a una necesidad y cumple una función en nuestra existencia. La cuestión es comenzar a darse cuenta…




sábado, 6 de febrero de 2016

ENTRE RESISTIR Y FLUIR ANTE TUS PROBLEMAS, DECIDE SIEMPRE FLUIR

Nuestra vida de principio a fin está llena de situaciones que de alguna forma ponen a prueba nuestras capacidades, nos ocurren cosas fabulosas, pero también cosas que sentimos que nos sobrepasan y que inclusive pensamos insuperables, es bajo estas circunstancias donde debemos hacer uso de todos nuestros recursos para salir airosos y completos de ellas.

Ante las dificultades es necesario:

Mantener la fe, la confianza y la esperanza son las vocecitas internas que nos dice que las cosas van a estar bien, que a pesar de sentir el mundo desmoronándose, las cosas perdiendo el sentido o nuestro piso moverse a un sitio que desconocemos, es crucial mantener en nuestra mente y nuestro corazón que todo es transitorio, que no afrontamos dificultades que no podamos superar, que todo lo que nos ocurre tiene un propósito para nuestra mejora y nuestro crecimiento. Cree, en ti, en Dios, en un ser querido, en lo que te llene, pero no dejes de creer, no calles nunca esas vocecitas y mucho menos escuches a las otras vocecitas que tienen el discurso contrario.

Hacerte consciente de tus capacidades, esto te ayudará a reafirmar tu fe y a resolver lo que te inquieta, recuerda todas las cosas que has superado hasta el momento, todo tu crecimiento a lo largo de la vida, recuerda tus logros, tus buenas acciones, tu capacidad de resolver los problemas, enfócate en lo positivo, seguramente tendrás algunas experiencias que no ayuden para nada recordándolas, pero dale fuerza en tu interior a hacer conexión con los pensamientos positivos, esos que te ayudarán a reforzarte, a sentirte sólido como una roca.

Aprender a fluir con la vida, mientras más resistencia pongas, mientras menos quieras que ocurra algo, mientras más preocupado estés por una situación, más se intensificará en tus narices. No te resistas, aprende de la naturaleza, estás hecho con la misma esencia, el río corre y el agua se adapta a lo que se presenta a su paso, el árbol se dobla con el viento… No se resisten, se adaptan. Acepta la situación por la que estás pasando y sin resistencia deja que fluya. Acepta que ciertas cosas pasan muy a pesar de que uno quiera y pueda hacer algo, no intensifiques la experiencia. Nuestra mente tiene una forma particular de mantener pensamientos que nos generan una fuerte reacción emocional y los pensamientos negativos son protagonistas en esta historia, déjalos fluir, velos, reconoce su presencia pero no les des fuerza.

Tomar la experiencia y hacerte más fuerte, una vez más verás lo que te aflige concluir o cambiar. Todo, absolutamente todo es transitorio, muchas cosas no podremos cambiarlas, pero el hecho de cambiar nuestra forma de reaccionar ante ellas nos hará más fuertes, nos hará padecer menos, alejarnos mentalmente de lo que nos hace daño. Es de utilidad pensar qué podemos aprender, cómo podemos crecer y qué provecho podemos sacar de la situación que nos afecta.

Recuerda estas tres grandes reflexiones siempre:

Todo es transitorio
Ni tus peores enemigos te pueden hacer tanto daño como tus propios pensamientos
A lo que te resistes, persiste




viernes, 5 de febrero de 2016

LO QUE HE APRENDIDO DE MI TRISTEZA

¿Por qué rechazamos tanto a la tristeza? Nadie quiere sentirse triste. Se ha puesto tanto énfasis en la búsqueda de la felicidad y en el pensamiento positivo, que corremos el riesgo de olvidar que, para ser personas plenas, debemos ser capaces de sentir plenamente; necesitamos aprender a sobrellevar los momentos difíciles y las emociones negativas, como la tristeza, existen para acompañarnos durante esos momentos.

La tristeza es la sensación de desasosiego, vacío, decaimiento y desmotivación que aparece ante algún tipo de pérdida, fracaso, decepción o (para los más empáticos), ante el sufrimiento ajeno. Cuando nos invade la tristeza sentimos auténtico dolor; tanto, que algunas personas incluso la temen. Pero en esta vida, la tristeza es inevitable. Si nuestra pareja nos abandona o muere alguien a quien queremos, vamos a sentir una profunda tristeza; no hay otra opción.

Siempre lo digo, todas las emociones cumplen su función en esta vida. La tristeza nos sumergirá en un refugio para la reflexión; nos envolverá en un estado de recogimiento con la finalidad de permitirnos elaborar la pérdida o fracaso y realizar los ajustes necesarios para el cambio que pueda suponer (Goleman, 1996). En la medida en que esa situación se solucione, o nos adaptemos a ella, la tristeza irá cediendo su paso a otras emociones e iremos cerrando nuestro proceso. Y es que sentirnos tristes ante sucesos tristes es normal y necesario. Muy necesario.

Pero la depresión es otra cosa. Si la tristeza supone un retiro necesario, la depresión paraliza nuestra vida. Cuando la tristeza permanece durante demasiado tiempo, corremos el riesgo de envenenarnos con ella. Con la depresión, todo nuestro mundo se oscurece, no hay espacio para el crecimiento; realmente, caemos en un pozo. La apatía y la falta de energía irán en aumento, hasta que lleguemos a un punto en el que ya no sepamos qué era lo que nos hacía felices; perdemos las fuerzas para salir de ese pozo, nos rendimos. El aislamiento hará que nuestra única compañera sea esa tristeza tóxica que ya no está para ayudarnos, sino para ahogarnos.

“Sanamos un sufrimiento sólo al experimentarlo en su totalidad” (Marcel Proust)

Ser capaces de abstraernos de cierto malestar es un mecanismo de defensa contra el dolor. No es cuestión de enterrarse en la tristeza. Pero reprimir constantemente los estados de angustia es bastante patológico. Lo que no se expresa se hace fuerte en nuestro interior; si reprimes tu tristeza, puede que logres evitar cierto sufrimiento puntualmente, pero te va a carcomer; si nunca la dejas salir, acabará encontrando su camino hacia el exterior en forma de emociones extrañas, potentes y aparentemente incomprensibles.

Mi Querida Tristeza

De ti he aprendido que sentirme triste NO es malo; es inevitable. Es necesario. En la vida hay momentos maravillosos y momentos terribles; tú has aparecido con los segundos. Perdí a personas, dejé atrás etapas, abandoné sueños. Me has acompañado cuando tuve que despedirme de todo aquello que se fue de mi vida. Por ello, te doy las gracias. Tú me retuviste mientras no podía hacer otra cosa más que llorar y, cuando estuve preparada, dejaste que siguiera mi camino. Aprendí que las cosas llevan su tiempo; aprendí a ir más despacio, más tranquila, más reflexiva.

En cada momento de dolor, luché para salir adelante. Y así supe que la tristeza no implica debilidad; cuánto daño ha hecho la expresión “llorar es de débiles”; al contrario, las personas más débiles son aquellas que no son capaces de afrontar sus sentimientos. Hay que ser muy fuerte para mirar a nuestro dolor a los ojos y dejar que fluya. Hay que ser muy fuerte para superar la tristeza y recuperar la alegría. Eso sí que es de personas fuertes.

Aprendí que eres un sentimiento intransferible; que el camino que se recorre junto a ti, nadie podía recorrerlo por mí. Nadie. Pero también aprendí que el dolor compartido, duele menos; que aunque hay caminos que debes recorrer tú mismo, hay gente te quiere y que está dispuesta a acompañarte. Qué compartir alegrías es la sal de la vida, pero que compartir las penas llena el alma.

Es en los momentos de tristeza cuando aprendes a distinguir las relaciones auténticas de las superficiales. En lo bueno está todo el mundo, pero en lo malo, sólo unos pocos se quedan. Y un día supe que debías irte, tristeza. Aunque agradezco tu ayuda, sé que no quiero convivir siempre contigo. No quiero una vida llena de tristezas y pesares, sino todo lo contrario. Aprendí que si permaneces durante demasiado tiempo con la tristeza, corres el riesgo de acostumbrarte a ella. Sé que debes ser una visita breve y que debo invitarte a marchar antes de que te sientas demasiado cómoda.

Así que he aprendido a valorar la vida. Que la felicidad está en los instantes que saben apreciarse y agradecerse. Los pequeños detalles, las sorpresas agradables. La familia. Compartir unas risas con amigos. En realidad, compartir cualquier cosa. Leer un buen libro. Una comida rica. Aceptar a las personas como son. Ser capaz de querer y de dejarme querer… Si sabes apreciar los pequeños momentos de la vida, la felicidad siempre te rondará.

Y lo más importante, aprendí que ser feliz no significa vivir sin sentimientos angustiosos. No se puede. Debemos tomar conciencia de todas y cada una de nuestras emociones, agradecer su ayuda y despedirnos de ellas cuando su momento haya pasado. Y es que vivir es sentir. Y hay que aprender a sentir…

“No está en nuestras manos elegir lo que sentimos, pero sí lo que hacemos con este sentimiento”




jueves, 4 de febrero de 2016

LO BUENO SIEMPRE TARDA, PORQUE LO QUE FÁCIL LLEGA FÁCIL SE VA

Suele decirse que el secreto del éxito está en saber esperar la recompensa. Si bien es cierto que en ocasiones, lo bueno llega hasta nosotros casi de improviso y sin que lo hayamos previsto, hemos de entender que nuestros triunfos no siempre dependen de la suerte, sino más bien de nuestros esfuerzos.

El sociólogo Zygmunt Bauman siempre nos habla de esta sociedad líquida “del lo quiero –>lo tengo”, ahí donde los vínculos son más frágiles que nunca y en la cual, la necesidad de inmediatez nos impide en ocasiones tolerar la frustración e incluso aplazar ciertas recompensas para obtener mejores beneficios.

Estar preparado siempre es importante, saber aprovechar el instante lo es más aún, pero nuestra auténtica virtud estará en saber esperar todo lo bueno que al final, conseguiremos gracias a nuestro esfuerzo.

Todos sabemos que no es fácil confiar en que nuestros sueños y anhelos puedan realizarse. Ahora bien, hay que tener claro que factores como una actitud positiva y realista, sumada a unas adecuadas estrategias de afrontamiento, pueden hacer mucho por nosotros. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

El arte de saber esperar

Pasamos gran parte de nuestro tiempo esperando, haciendo colas, aguardando a que lleguen nuestros trenes y frustrándonos porque las oportunidades no llaman a nuestra puerta. El arte de esperar encierra en realidad un secreto: ser agentes activos que saben construir su realidad mientras aguardan.

Fue en los años 60 cuando el psicólogo Walter Mischel, de la Universidad de Stanford, llevó a cabo un interesante trabajo con el cual intentó descubrir qué habilidades suelen asociarse con la conquista de las metas y, en consecuencia, con el éxito.

La idea esencial del estudio de Mischel era poder aislar esas estrategias básicas para poder entrenarlas y potenciarlas desde la infancia. Para ello, elaboró el siguiente experimento:

▪ Sentó a un grupo de niños de 4 años en una mesa ante un tarro de golosinas. Los psicólogos indicaron a los pequeños que si aguardaban 20 minutos, un adulto les traería una gratificación mucho mayor.

▪ Solo uno de cada tres niños pudo resistir la espera y, a su vez, se encontró otra relación: estos mismos alumnos eran más exitosos a nivel académico.

▪ Aspectos como la capacidad de logro, la tolerancia a la frustración, el control emocional, la motivación y la capacidad de no ceder a la “apetencia inminente”, fue lo que determinó el éxito en estos niños. Son dimensiones que podemos definir igualmente en la edad adulta.

Lo bueno requiere esfuerzo, dedicación y pasión

“Lo que fácil llega, fácil se va”. Estamos seguros de que esta frase te será conocida. En ocasiones, cuando conocemos a alguien que busca únicamente una satisfacción momentánea lo más habitual es que se establezca una relación tan frágil, egoísta y desinteresada que acabemos heridos e incluso desesperanzados.

Lo que realmente vale la pena requiere esfuerzo, valentía y compromiso. Debemos transitar nuestros caminos con amor propio e ilusión para que esta espera acabe logrando su objetivo: la felicidad.

Si lo bueno tarda en llegar no debemos desesperanzarnos, porque el mismo proceso de lucha cotidiana puede sin duda enriquecernos a través de nuevos roles y capacidades que vamos a ir descubriendo de nosotros mismos.

Así pues, si el propio proceso de esperar es el que debe encajar con habilidades nuevas para afrontar el proceso y conseguir nuestro objetivo, es importante que reflexionemos sobre los siguientes aspectos:

▪ La necesidad de “solidificar” el amor propio. Te hablábamos al inicio de este artículo sobre el término sociedades líquidas acuñado por Bauman. Si en tus relaciones sientes que existe esa misma fragilidad, recuerda que solo con una buena autoestima harás frente al feroz individualismo que, en ocasiones, nos envuelve.

▪ No te limites a “conectar” con tu realidad, debes “relacionarte” con ella. No seas un agente pasivo, tu realidad acontece en cada momento y en ella se abren múltiples oportunidades. No basta con conectarse para encontrar una satisfacción puntual y fugaz, es necesario comprometerse e invertir tiempo, esfuerzos e ilusiones.

▪ La importancia de la libertad y la seguridad. Eres libre para elegir el camino que desees tomar, nadie debe decidir por ti ni tienes la obligación de recibir reconocimiento ajeno para saber lo que vales. Lo bueno llegará si avanzas con seguridad conociendo tus valores, tus limitaciones y tus virtudes.

▪ Aprende a aceptar la incertidumbre. Al igual que antes te recomendábamos la necesidad de tolerar la frustración y la saber gestionar la gratificación inminente, es necesario entender además que la vida es también incertidumbre. Nadie puede prever qué ocurrirá mañana o si nuestros proyectos tendrán éxito.

Siempre será mejor prever sin exagerar y aceptar que no tenemos un control absoluto sobre todo lo que nos rodea. Aceptar la incertidumbre no es rendirse, sino fijarnos en aquello que de verdad podemos cambiar dentro de nuestra área de acción para conseguir lo que anhelamos.



No te canses de esperar, todo lo que vale la pena necesita paciencia, ilusión y una actitud luchadora.




miércoles, 3 de febrero de 2016

EL ARTE DE SER SABIO CONSISTE EN IGNORAR CON INTELIGENCIA

Sabio no es aquel que acumula muchos conocimientos y experiencias, sino quien sabe utilizar de forma efectiva cada cosa aprendida y además, es capaz de ignorar todo aquello que no es útil, que no le permite crecer para avanzar como persona. Es aquel que sabe diferenciar el lastre de lo que le ofrece energía.

Vivir es al fin y al cabo economizar y saber qué es lo importante. Ahora bien, parece que la mayoría de nosotros no aplicamos esta sencilla regla: según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Harvard las personas tenemos una capacidad asombrosa de centrar nuestra atención en cosas “que no están sucediendo”. Es decir, nos preocupamos por aspectos que no son importantes minando nuestra propia capacidad de ser felices en el “aquí y ahora”.

La primera regla de la vida nos indica que la persona más sabía es aquella que sabe ser feliz y que es capaz de eliminar de su existencia todo aquello que le hace daño o que no es útil.

El arte de saber ignorar no es nada fácil de aplicar en nuestro día a día. Ello se debe a que ignorar supone en muchos casos alejarnos de ciertas situaciones e incluso de personas. Estamos pues ante un acto de auténtica valentía, que viene precedido siempre de una discriminación inteligente. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

Ignorar es aprender a priorizar

Ser feliz es el arte de la elección personal. Podemos tener suerte en un momento dado, pero la mayoría del tiempo va a depender de nosotros mismos: de las decisiones que tomemos. Para ello, es necesario adquirir una perspectiva no solo más positiva de las cosas, sino también más realista, ahí donde el autoconocimiento y la autoestima siempre serán fundamentales.

La vida es muy corta para alimentarnos de amarguras y frustraciones: desahoga tus lágrimas, ignora las críticas y rodéate de quienes te importen y te aporten de verdad.

Cómo aprender a establecer prioridades

Para aprender a establecer prioridades es necesario dar a cada cosa que nos rodea su auténtico valor. No el que puede tener de manera objetiva, sino el que puede acumular en función de nuestras necesidades y deseos. Para ello, debemos atender estas dimensiones.

Si nos cuesta elegir entre lo que es importante y lo que no, es porque tenemos un conflicto interno entre las cosas que queremos y las que sabemos que nos convienen. Además, tenemos miedo a “quedar mal”, “hacer daño” o incluso a actuar de una forma diferente a como esperan los demás si nos atrevemos a romper vínculos.

A mayor nivel de estrés y ansiedad más nos costará establecer prioridades. Así pues, reflexiona sobre qué situaciones y qué personas tienen auténtico valor para ti en momentos de calma personal, cuando te notes más centrado/a y relajado/a.
Piensa en aquello que es importante para ti y no para los demás, no temas a las críticas ajenas o lo que puedan pensar por las decisiones que quieras tomar.

Entiende que priorizar no es únicamente ignorar lo que nos hace daño, es reorganizar nuestra vida para encontrar espacios propios para ser felices.

Ignorar personas también es saludable

Según un interesante trabajo publicado en la revista Livesciencie, las relaciones personales que nos ocasionan estrés o sufrimiento afectan a nuestra salud mental. Experimentamos un aumento de cortisol en sangre y de la presión arterial, hasta el punto de correr el riesgo de sufrir problemas cardíacos severos. No merece la pena.

Aprender a ignorar a quienes no nos aportan nada

No se trata de ir a malas ni de utilizar ultimatums o chantajes. Saber ignorar es un arte que puede llevarse a cabo con elegancia y sin llegar a extremos innecesarios. Para ello, ten en cuenta estos puntos sobre los que reflexionar.

No te preocupes por lo que no puedes cambiar: acepta que ese familiar seguirá teniendo esa actitud cerrada, que tu compañero/a de trabajo va a ser igual de entrometido/a. Deja de acumular emociones negativas como rabia o frustración y limítate aceptarlos tal y como son.

Ignora críticas ajenas mientras aumentas tu propia confianza. Es muy posible que en el momento en que decidas poner distancia de quien no te interesa, aparezcan los reproches.

Entiende que las críticas no te definen, no eres tú. Fortalece tu autoestima y saborea cada paso que das en libertad lejos de quien te hace daño. Es un triunfo personal.

Cuando la ayuda es un acto interesado: es importante aprender a discriminar esos actos de supuesto altruismo. Hay quien nos repite una y otra vez aquello de “yo lo hago todo por ti, para mi eres lo más importante”, cuando en realidad, la balanza de esa relación se inclina siempre hacia un lado que no es el tuyo. Nunca existe el equilibrio.

Cuanto más ligero, mejor. En la vida merece la pena contar con “personas” y no acumular “gente”, así pues, prioriza y avanza ligero: ligero de enfados, rabia, frustraciones y sobre todo de personas que lejos de valer la alegría solo valen penas y distancias.

El arte de ser sabio es comprender qué vínculos es mejor dejar de alimentar sin tener ninguna carga de conciencia por haber dicho “no” a quien jamás se preocupó en decirnos “sí”.

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/el-arte-de-ser-sabio-consiste-en-ignorar-con-inteligencia/


martes, 2 de febrero de 2016

EL PERFECCIONISMO INÚTIL

El secreto para vivir felices tiene que ver con saber encontrar puntos de equilibrio en todo lo que hagamos. El perfeccionismo es uno de esos atributos sobre los que hay gran ambigüedad. Es una característica fuertemente valorada en el mundo profesional; pero, a la vez, origina más problemas que beneficios en el mundo emocional.

El perfeccionismo está presente en personas con rasgos obsesivos. El perfeccionismo es un deseo, nunca colmado, por llegar a un resultado que no genere ni el más mínimo cuestionamiento.

En ese sentido, se trata de un deseo imposible, en el que generalmente se busca la excelencia y se tiene poca tolerancia a la frustración. Así las personas perfeccionistas, si no saben encontrar el punto medio de su disposición a la perfección pueden experimentar un continuo malestar.

La relación entre el perfeccionismo y la angustia

Quien decide emplear el perfeccionismo como su criterio de base para actuar, está en riesgo de pagar un precio demasiado alto por ello. Junto al afán por hacer todo sin mancha, también suelen aparecer episodios de angustia, tensión permanente y caudales de miedo.

Al perfeccionista le cuesta mucho disfrutar de sus logros. Como enfoca su mirada hacia ese cabo que pudo quedar suelto, o ese pequeño punto negro en la sábana blanca, nunca los resultados van a parecerle meritorios. Ni siquiera suficientes. A la persona perfeccionista la búsqueda de lo perfecto lo lleva a una frustración permanente, ya que conseguir todo perfecto es imposible.

En muchos casos el perfeccionismo está asociado con problemas de baja autoestima. Se instala en la vida porque probablemente la educación que se recibió era muy severa y ponía mayor énfasis en las fallas que en los aciertos. Por eso se forja la idea de que no somos suficientemente buenos, que nada de lo que hacemos es realmente apreciable. El perfeccionismo, entonces, opera como un mecanismo de compensación para la imagen pobre que tenemos de nosotros mismos.

Lo que distingue a una persona aplicada y comprometida de alguien obsesivo con el perfeccionismo, es el grado de satisfacción que logra experimentar con lo que hace. Quien siente orgullo por su trabajo y quiere hacerlo bien, se sentirá feliz de concluir una labor bien hecha, aun sabiendo que no es 100% perfecta. El obsesivo no experimenta gratificación por su trabajo, sino un dejo de angustia por todo lo que no logró hacer.

Mitos y realidades sobre el perfeccionismo

Hay varios mitos en torno al perfeccionismo. Son ideas equivocadas que encubren la verdadera naturaleza de esta actitud obsesiva. Por ejemplo, hay quien piensa que si no se mantiene en una línea perfeccionista, entonces caerá en la desidia y la mediocridad. Como si solo existieran los dos extremos: perfección o descuido.  Olvidan que hay muchos puntos intermedios y que somos humanos, no máquinas infalibles.

Otro mito muy extendido dice que solamente logran éxitos significativos quienes se proponen hacer todo perfecto. Esto tampoco es cierto. El éxito depende del talento y éste de la perseverancia. Está mucho más preparada para triunfar una persona relajada, que no tiene que lidiar con fuertes dosis de angustia y de tensión. Hay muchos ejemplos en el mundo de personas que alcanzan grandes objetivos, sin estar evaluando permanentemente lo que faltó o lo que sobró en cada cosa que hacen.

Lo que sí es cierto es que los perfeccionistas dependen mucho de la aprobación propia y ajena, sobre la base de una moral demasiado estricta. Tienen una tendencia a formularse críticas bastante negativas y temen al rechazo. Además, piensan que el error y el fracaso son sinónimos; no han aprendido a sacar partido de las equivocaciones.

La realidad es que los éxitos o los fracasos no son lo que define nuestro valor como personas. Si eres una de esas personas que no tolera las imperfecciones, tal vez sea hora de que revises quién eres y lo mucho que vales.

Liberarnos del perfeccionismo significa vivir sin estar bajo presión, ser más responsables emocionalmente de nosotros mismos y ser más flexibles.




lunes, 1 de febrero de 2016

LAS RAREZAS DE SIGMUND FREUD

Sigmund Freud fue en realidad un hombre más odiado y despreciado, que admirado en su tiempo. Los demás neurólogos, psiquiatras y psicólogos lo veían como un investigador extraño que ponía en riesgo las teorías sostenidas hasta entonces. Sus descubrimientos sobre la sexualidad infantil, y particularmente el complejo de Edipo, lo pusieron en el centro del escándalo.

En la época de Freud primaba la moral victoriana. Las ciencias humanas aún estaban fuertemente impregnadas de prejuicios, mucho más que hoy. Por eso las teorías de Freud se consideraban sospechosas, cuando no absurdas.

El problema para sus contemporáneos era que este médico vienés tenía unas hipótesis fuertemente fundamentadas. Y, sobre todo, curaba en su consultorio lo que otros no podían curar. Pero no solo su pensamiento era poco usual…

Sigmund Freud estaba lleno de singularidades en su forma de ser y de comportarse. En este artículo, os señalamos algunas de las rarezas de Freud más conocidas por quienes le conocían y compartían su tiempo con él.

“Sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio.”
-Freud-

Los miedos y fobias de Freud

Freud sentía un miedo inexplicable por el número 62 y todas las combinaciones posibles de estos dos números. Nunca se alojaba en una habitación de hotel con ese número o en hoteles que tuvieran más de 62 habitaciones. Si se encontraba con el número 62, lo rehuía cada vez que lo encontraba.

Además, las fobias del primer psicoanalista de la historia no paraban ahí. También sentía terror por los helechos y estaba obsesionado por los números 23 y 28.

Las costumbres de Freud

Las costumbres de Freud eran muy rígidas. Almorzaba todos los días a la 1 en punto. Le encantaba la ternera y detestaba el pollo. Una vez se levantaba de la mesa salía a dar un paseo de tres kilómetros por las mismas calles de siempre y durante el recorrido recogía setas. Parece que los cambios y la flexibilidad no eran lo suyo en muchas ocasiones.

Otra de sus costumbres y hábitos era fumar. Freud era un fumador compulsivo. Quizás, esa fue seguramente la causa por la que desarrolló un agresivo cáncer de garganta por el que fue sometido a numerosas intervenciones, colocándose una prótesis mandibular que no toleró demasiado bien, le afectó al habla y por lo que finalmente, murió.

Un dato relacionado con su muerte es que solicitó a su médico una muerte asistida cuando los dolores de su enfermedad se volvieron intolerables y le generaban un excesivo malestar. Así, su médico de confianza le inyectó morfina para morir.

Una rareza más del psicoanalista más famoso del mundo era que solo tenía tres trajes, tres mudas de ropa interior y tres pares de zapatos. No lo hacía por tacañería, simplemente le parecía un tema banal. Freud era un hombre poco coqueto que detestaba comprar ropa nueva por lo que su repertorio de ropa era muy limitado.

“He sido un hombre afortunado; en la vida nada me ha sido fácil.”
-Freud-

Freud analizó a su hija

En una de las obras del famoso psicoanalista denominada “Pegan a un niño”, expone cuatro casos de mujeres entre los cuales, uno de ellos se refiere a su hija Anna Freud, famosa posteriormente por sus trabajos sobre la infancia. En esta obra, podemos observar cómo Anna fue psicoanalizada por su padre.

El perro de Freud

Freud adoraba a los perros, tuvo una mascota de raza Chow Chow, a quien llamó Topsy o Jofi. El perro de Freud se convirtió en su asistente durante sus sesiones de análisis. Ejercía un efecto tranquilizante sobre los pacientes y aprendió a calcular el tiempo de la consulta. Cuando se incorporaba, Freud sabía que la sesión había terminado.

Según lo escrito por su hijo en uno de sus libros sobre su padre, a Freud le parecía que los perros tenían un sentido especial para juzgar con precisión el carácter de las personas. Además, una vez afirmó: “Prefiero la compañía de los animales a la humana, ellos son más sencillos”.

Las aficiones de Freud

Sigmund Freud aprendió el idioma español solamente para darse el placer de leer El Quijote de La Mancha en la lengua original. Era un ferviente admirador de Cervantes, además de un estudioso de las culturas y sus visiones sobre la realidad.

El famoso psicoanalista también era aficionado a jugar a las cartas y tenía una extensa colección de estatuillas antiguas. Siempre buscaba los anticuarios para adquirir alguna pieza que no tuviera. Así, una de sus aficiones principales era el coleccionismo, ya sea por gusto o como base de sus investigaciones, le gustaba recopilar objetos antiguos.

Éxitos y obras

La primera edición de “La interpretación de los sueños” fue de 600 ejemplares solamente, una cifra muy baja para lo que posteriormente se llegó a vender. La editorial tardó 13 años en venderlos.

Además, ganó un premio de Literatura en Alemania en 1930. Freud era partidario de cultivar la buena literatura y se esmeraba por escribir con belleza y creatividad, dato que podemos observar en sus diferentes obras.

“Nos moriremos todos, pero nuestras obras permanecerán.”
-Freud-

Otras rarezas…

Freud rehuía de la vida social. Era poco afecto a las fiestas y a las reuniones. Sin embargo, se encontraba frecuentemente con un cercano círculo de amigos en el Café Landtmann.  Allí se sentaba siempre en el mismo lugar.

Otro dato es que uno de los cráteres de la luna lleva el nombre de Freud en honor a este médico que revolucionó todas las teorías existentes sobre la mente humana.