EL PODER
DE LA HUMILDAD
Sería curioso empezar este artículo ahondando
un poco en el significado de la palabra “humildad”. La etimología nos dice que
humildad procede de “humus”, es decir, aquello que se desprende de la
naturaleza y que a su vez la fertiliza y la hace crecer. La humildad sería pues
“lo esencial”.
¿Qué es para ti esencial en tu vida? ¿Tu
familia, tu trabajo, tus aficiones? Todos disponemos de ese algo que es
verdaderamente importante para nosotros, nuestra verdadera esencia. El resto,
es simplemente superficial. Pero hay que saber reconocerlo.
En ocasiones, las personas no solo nos
rodeamos de cosas artificiales, sino que es posible que hasta nosotros mismos
nos hayamos convertido, desgraciadamente, “en seres artificiales”. ¿Cómo
evitarlo entonces? ¿Cómo volver a nuestra esencia?
Practicar la humildad
Hay quien dice que la humildad,
sencillamente, consiste en callar nuestras virtudes y permitir a los demás
descubrirlas por sí mismos. Es cierto, pero la dimensión de la humildad va
mucho más allá.
Practicar la humildad y por lo tanto ser
humilde se trataría en primer lugar de una sencilla invitación a ver nuestras
limitaciones y a saber reconocerlas con el objetivo de aprender.
Por ejemplo, primero hemos de asumir nuestro
desconocimiento mediante el cual, asentar esos nuevos aprendizajes, esas nuevas
experiencias. Si aceptamos nuestros propios límites tomaremos conciencia de
todo aquello que nos queda por hacer o aprender. Quien cree que ya lo sabe todo
no irá más allá, la soberbia engulle a la humildad y origina personas engreídas
a la vez que resentidas.
Ser humilde no es ser débil o ingenuo, al
contrario, nos aporta lucidez y una fuerza particular para ver las cosas en
toda su realidad. Bien es cierto que en ocasiones puede ser complicado llegar a
ver cuál es la verdadera esencia, el verdadero “humus” de nuestras vidas.
Estamos llenos de obligaciones, de presiones
laborales, de proyectos que cumplir, de personas ante las que responder y no
defraudar… Tanto que en ocasiones nos sumergimos en una pequeña vorágine de
dimensiones donde es complicado entrever lo que de verdad nos aporta la
felicidad. Pero es aquí donde empieza la humildad: comprendiendo qué es importe
por encima del resto de artificios.
Tu bienestar, tu familia y tú seréis siempre
lo más importante. La humildad debe practicarse cada día, y el mejor modo de
hacerlo es mediante unas sencillas preguntas: ¿Qué es lo que me hace
verdaderamente feliz? ¿Qué es lo que no desearía perder? ¿Qué es lo que podría
hacer para conseguir o mantener aquello que quiero?
La humildad en las pequeñas cosas
Las personas humildes no se vanaglorian de
sus éxitos. Practicar la humildad es un ejercicio diario que se mueve con la
responsabilidad de hacer las cosas bien, de comprometerse, de hacer lo que toca
y lo que es necesario, con autenticidad.
Las cosas pequeñas son las que tejen los
actos verdaderamente importantes, esos códigos sencillos que tanto nos aportan:
una sonrisa, una palabra, un gesto de empatía… códigos que no se compran sino
que salen desde lo más profundo de nuestro ser; aspectos que se instalan en
nuestra memoria y que nos aportan la verdadera felicidad.
Saber escuchar, saber entender los silencios,
ser receptivos, cercanos, cómplices y sinceros, son características que definen
a las personas humildes. Esas que tanta confianza nos aportan y donde deberemos
buscar a los verdaderos amigos.
El valor de la humildad no requiere objetos
materiales, las dimensiones “intangibles” son casi siempre las que nos aportan
verdadero bienestar, verdadera felicidad. Y es aquí donde reside la verdadera
calidad de vida… en las cosas sencillas. En el “humus” de nuestra esencia, ahí
donde logramos desprendernos de todo lo que es superficial.
¿Qué tal si lo ponemos en práctica?
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/el-poder-de-la-humildad/
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