LAVARSE LAS MANOS NO LIMPIA LA CONCIENCIA
Según cuentan los evangelios, Poncio Pilato dejó la
sentencia que marcaría el destino de la vida de Jesús en manos del pueblo. Al
hacerlo, lo que hizo fue renegar de cualquier tipo de responsabilidad sobre lo
que ocurriese: lavarse las manos lo alejaba de las consecuencias de la elección
y de cualquier interés por la situación.
Esta expresión, transmitida a lo largo del tiempo, forma
parte de nuestro lenguaje más cotidiano y se usa, normalmente, con un matiz
negativo: “yo me lavo las manos” o, lo que es lo mismo, “niego todo compromiso
con lo que pueda suceder y me exculpo de antemano”. Como sabemos, se emplea
sobre todo cuando alguien es consciente de que existe una gran presión para que
de todas las opciones que hay detrás de una decisión, se opte por una.
“No soy responsable de la sangre de este hombre”
-Poncio Pilato-
Por eso es una acción que molesta: porque lavarse las manos
es un acto de cobardía que deja caer todo el peso de una situación sobre los
hombros de los demás. Ahora bien, tarde o temprano se paga: es probable que
alivie la carga pero solo lo hará momentáneamente, ya que la conciencia se
ensucia y el comportamiento se mancha.
Es más fácil eludir
responsabilidades que consecuencias
Todas las decisiones necesitan a alguien detrás que responda
por ellas, de otra manera es muy complicado que sean tomadas con
responsabilidad y ética. Esto es algo que tenemos presente, ya que cuando nos
encontramos en alguna situación complicada, puede aparecer la tentación de
compartir el peso de la decisión que no nos gusta.
En estos casos, comunes en el entorno familiar o de trabajo,
lo que ocurre es que alguien elude tomar decisiones, buscar soluciones o
afrontar los malos momentos: requiere menos esfuerzo y es más sencillo. Sin
embargo esa persona se olvida de que, por acción u omisión, está dentro del
problema y las consecuencias terminan llegando.
En otras palabras, mostrar desinterés por algo que le
incumbe no hace a nadie libre de ello y puede que después termine quitándole el
sueño: la conciencia es un valioso juez que valora el comportamiento y
dictamina sus propias sentencias.
Un experimento
científico
Tal y como cuenta el diario ABC, los estudios revelan que
lavarse las manos (literalmente) después de un momento conflictivo reduce el
malestar y justifica la forma de actuar: el agua parece ayudar con el
sentimiento de culpa y con el remordimiento. La Universidad de Michigan realizó
un experimento para comprobarlo.
Lo que hicieron fue dar a un grupo de personas una serie de
CDs y les hicieron ordenar diez en base a sus preferencias: tras ello se les
dijo que tenían que elegir para ellos el que habían puesto en quinta posición o
bien el que habían puesto en sexta posición. Acto seguido, la mitad de los
participantes se lavó las manos con jabón y la otra mitad examinaron un bote de
jabón. Cuando terminaron, los dos grupos tuvieron que re-ordenar los CDs.
Los que habían pasado sus manos por el agua mantuvieron su
orden inicial de CDs, mientras que los que no lo habían hecho colocaron el CD
que habían elegido entre los primeros y el que habían descartado entre los
últimos.
Los investigadores entendieron que aquellas personas que se
habían lavado las manos no tenían la necesidad de justificar la decisión que
habían tomado entre los dos CDs, sin embargo los que no se lavaron las manos
re-ordenaron los CDs porque tenían la necesidad de justificar su decisión.
Pusieron al que había elegido como mucho más preferido que la que habían
descartado.
Lavarse las manos no
es tenerlas limpias
En el mismo sentido que el experimento podría encontrarse el
uso del agua en ambientes religiosos: un símbolo de purificación del alma que
ayuda a redimir los pecados. Entonces es probable que la expresión, desde
Poncio Pilato, no solo recogiera la acción de quitarse responsabilidades sino
también de disminuir los remordimientos por ello.
Sin embargo, en la práctica lavarse las manos no siempre las
limpia: todos hemos cometido alguna vez el error de querer desentendernos de
algo, incluso por la sencilla razón de que nos estaba superando. Lo cierto es
que, después, esa decisión nos ha acompañado como un lastre con el que hemos
tenido que luchar.
“La conciencia es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo”
-Shakespeare-
Tener una mala conciencia, de hecho, es como tener un mal
amigo del que es casi imposible liberarte. La moral ética nos hace darnos cuenta
de que no hemos actuado bien y no nos deja descansar tranquilos hasta que no
hemos recuperado nuestra paz interior. La conciencia cuando se ensucia nos
enseña a crecer con los errores, a ganar en solidaridad y a renovar valores.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/lavarse-las-manos-no-limpia-la-conciencia/
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