viernes, 12 de febrero de 2016

PERSONAS CONFLICTIVAS: NO ES ALGO PERSONAL, ESTÁN EN GUERRA CONSIGO MISMAS

Personas conflictivas, personas negativas, personas tóxicas. Personas que nos hacen daño y que vulneran nuestra paz con demasiada facilidad y, probablemente, con extrema frecuencia. Generalmente no las queremos en nuestra vida, pero toparnos con ellas es inevitable.

Tienen una habilidad especial para el enfrentamiento y normalmente parece que buscan una explosión sin miramientos entre sus pensamientos, opiniones, emociones y comportamientos y las nuestras. Su conflictividad nos genera un gran malestar y además interfiere en nuestro autoconcepto.

Probablemente no es algo personal contra nosotros, sino que es posible que estén lidiando una gran batalla consigo mismos. Al fin y al cabo, como dijo Gandhi, una persona en guerra consigo misma es una persona en guerra con el mundo entero.

Todos tenemos luces y sombras, todos podemos ser personas conflictivas
Quien más y quien menos ha pasado por momentos de dificultad psicológica en su vida. Del mismo modo, quien más y quien menos se ha comportado de manera injusta con alguien, ha hecho daño sin pudor y ha apagado sentimientos, deseos o motivaciones de otras personas.

O sea, todos queremos evitar algo que en mayor o menor medida cada uno de nosotros ha realizado de alguna manera a lo largo de su vida. Sin embargo, si nos paramos a pensar, quizás cuando hablamos en primera persona podemos comprenderlo mejor.

Sea como sea, es agotador tener al lado a una persona que critica que exceso, que cuenta chismes, que busca pelear, que vive con un protestador automático y que tergiversa la realidad cuando le conviene generando discusiones entre dos personas entre las que reinaba la paz.

Pero precisamente por eso es clave para nosotros tomar distancia emocional, no dejar que nos absorba su negatividad, no interiorizar sus ataques y no asumir sus malas palabras, las cuales pueden llegar a calar muy hondo y a hacer mella en nuestro autoconcepto.

Manejar los problemas generados por las personas conflictivas

Rasgos para detectar a las personas tóxicas, características de estas, estrategias para defenderse… Quizás la mejor manera para identificar a una persona conflictiva es comprender que está en guerra consigo misma y que no es un saco sin fondo de maldad.

Para ello debemos tener claro esto:

Nuestra manera de catalogar a las personas será determinante a la hora de relacionarnos con ellas. Para vivir al margen es importante que no dejemos que esto se convierta en un círculo vicioso de malas preguntas y de peores respuestas.


Hay personas conflictivas, sí, pero básicamente nuestra idea cambia si pensamos que esas personas tienen problemas que están generando guerras emocionales en su interior.

Todos somos conflictivos en algún momento y en determinados ambientes. También una persona a la que queremos profundamente puede comportarse con un guerrero ávido de venganza. No por esa razón vamos a querer menos a nuestra pareja, hermano, hijo, amigo, padre.

Otra clave para manejar esto es tomar perspectiva y evitar caer en la idea de que hay algo que hemos hecho mal. Si lo interiorizamos, nos están arrastrando hacia sus tormentas.

No dejes que los demás te arrastren hacia su tormenta

No podemos dejar que los demás nos arrastren hacia sus tormentas. ¿Por qué? Con este ejemplo lo vamos a entender muy bien:

-Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?

-A quien intentó entregarlo- respondió uno de los alumnos.

-Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.

Cada persona da a los demás lo que posee por dentro, sea o no agradable. Eso no quiere decir que sean ellos los que nos dañan, sino que somos nosotros los que damos validez a sus opiniones y acciones. En otras palabras, no existen las ofensas sino los ofendidos.

Nuestra arquitectura interna tiene armas para defenderse de los ataques y tres de las más poderosas son estas: tomar distancia, comprender y saber ignorar lo irrelevante.

Asimismo, no es quien nos hace daño sino quien replica ese mal miles de veces. Podemos dejar que las palabras se las lleve el viento o que, por el contrario, permanezcan en nosotros. Creo que nadie tendrá duda de qué es lo que nos satisface más.




jueves, 11 de febrero de 2016

FIBROMIALGIA: EL DOLOR QUE LA SOCIEDAD NO VE NI ENTIENDE

La fibromialgia fue reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1992. A día de hoy, la fibromialgia afecta al 4% de la población y en su mayoría, casi el 90%, son mujeres.

Se la conoce como la “enfermedad invisible” porque afecta a todas las partes blandas del aparato locomotor y no se puede diagnosticar fácilmente a través de pruebas médicas. La fibromialgia no se ve, no deja marcas en la piel ni produce heridas que otros puedan ver para identificarse. Es un dolor solitario, desesperante.

Sufrir fibromialgia es algo muy duro: no sé cómo despertaré hoy, si podré moverme, si podré reír o si solo tendré ganas de llorar… Lo que sí sé, es que yo no finjo: yo sufro una enfermedad crónica.

De momento se desconoce todavía la etiología de esta enfermedad, ahora bien, lo que sí sabemos es que año a año son más las personas diagnosticadas, de ahí que se busque dar una intervención lo más globalizada posible, incluyendo cómo es lógico el aspecto biopsicosocial.

Por ello, hoy en nuestro espacio queremos darte unas pautas básicas para que puedas afrontar la enfermedad con fortaleza, mejorando tu calidad de vida en la medida que sea posible.

Fibromialgia: la enfermedad real que no se ve

Cuando una persona no puede levantarse de la cama porque siente que “agujas ardientes” hieren sus articulaciones, no está fingiendo ni busca una excusa para no ir al trabajo. Quien sufre fibromialgia debe sumar su propia enfermedad con la incomprensión social, con la sensación de sentirse invisible en un mundo que solo cree lo que ve.

El principal problema de la FM (fibromialgia) está en la controversia de si su origen es psicológico u orgánico. Estas serían las principales conclusiones que nos indican los expertos:

Posible origen de la fibromialgia

Es necesario aclarar en primer lugar que no existe evidencia médica que relacione la fibromialgia con una enfermedad psiquiátrica.

Algunos autores hablan de que cerca del 47% de los pacientes sufren ansiedad, no obstante, hay que tener en cuenta también que esta dimensión psicológica puede ser respuesta del propio dolor, de la propia enfermedad.

Según un trabajo publicado en la revista “Arthritis & Rheumatology” quienes sufren fibromialgia experimentan una mayor hipersensibilidad a la estimulación sensorial cotidiana.
Mediante resonancia magnética los investigadores descubrieron que ante un estímulo visual, táctil, olfativo o auditivo, las regiones de integración sensorial cerebrales sufren una sobre estimulación mayor de lo habitual.

Las personas con fibromialgia tienen un número mayor de fibras nerviosas sensoriales en sus vasos sanguíneos, de forma que todo estímulo o cambio de temperatura deriva en un dolor intenso.

Algo a tener en cuenta es que cualquier factor emocional va a incrementar la sensación de dolor en esas fibras nerviosas. Una situación puntual de estrés derivará en sobre estimulación y en dolor y, a su vez, la sensación de dolor y cansancio crónico aboca al paciente a la indefensión e incluso en depresión.

Caemos, por lo tanto, en un círculo vicioso donde una enfermedad de origen orgánico se ve aumentada por el factor psicológico. Por ello, vale la pena controlar la dimensión emocional para atenuar o al menos “controlar” el origen etiológico.

Estrategias psicológicas para afrontar la fibromialgia

El dolor crónico forma parte de nuestra realidad social, siendo la fibromialgia (FM) una de sus principales causas. Ahora que ya tenemos claro que factores como el estrés o la tristeza van a incrementar la sensación de sufrimiento, es importante introducir unas estrategias básicas de afrontamiento que nos puedan ayudar.

Hoy te has levantado, te has vestido y has podido salir a la calle. Nadie más entenderá tus logros, pero esos pequeños triunfos son importantes para ti y deben darte fuerzas: puedes ser más fuerte que tu enfermedad.

5 claves para obtener mejor calidad de vida

En primer lugar hemos de tener claro que unas mismas dimensiones no van a servirnos a todos. Debes encontrar aquellas estrategias que te van bien a ti de acuerdo a tu particularidad y necesidades. Para ello, prueba y selecciona tú mismo aquellas que te producen un mayor alivio.

Entiende tu enfermedad. Ello implica estar en contacto con especialistas, médicos y psicólogos. Necesitamos tratamientos multidisciplinares y cada uno te aportará todo el conocimiento de esta dolencia para que “comprendas” a tu enemigo. De este modo, estarás más seguro/a y prevenido/a.

Instaura una actitud positiva en tu vida. Sabemos que no es sencillo, pero en lugar de reaccionar ante el dolor es mejor aceptarlo y tratarlo, no deprimirnos. No dudes en hablar con personas que sufran lo mismo que tú, no te aísles ni guardes rencor a quienes te rodean.
Busca actividades que te permitan afrontar el estrés y la ansiedad: existen técnicas de relajación muy adecuadas que pueden ayudarte. El yoga, por su parte, también puede ser muy beneficioso.

Nunca pierdas el control de tu vida, no dejes que sea el dolor quien te domine. Para ello, establece instantes de ocio cotidianos por pequeños que sean. Sal a caminar y no evites el contacto social.

Atiende tus emociones, tu pensamiento y tu lenguaje. Lo que pensamos y sentimos tiene una influencia directa sobre la enfermedad. Si nos decimos frases como “no voy a poder levantarme”, “esto no tiene solución” o “ya no tengo fuerzas”, incrementarás tu sufrimiento.
Dale una vuelta a estas frases y verás cómo cambia tu realidad.




martes, 9 de febrero de 2016

LA MENTE Y LA NATURALEZA DE LA MENTE, SEGÚN EL BUDISMO TIBETANO

El descubrimiento revolucionario del budismo es que “la vida y la muerte están en la mente, y en ningún otro lugar”.

La mente se revela como base universal de la experiencia; creadora de la felicidad y del sufrimiento, creadora de lo que llamamos vida y de la muerte.

La mente tiene numerosos aspectos, pero hay dos que destacan:

1. La mente ordinaria: la que los tibetanos llaman “sem”.

Un maestro la define así: “Aquello que posee conciencia diferenciadora, aquello que posee un sentido de la dualidad, es decir, que aferra o rechaza algo externo, eso es la mente. Fundamentalmente, es aquello que podemos asociar con un “otro”, con cualquier “algo” que se percibe como distinto del perceptor”.

“Sem” es la mente dualista, discursiva y pensante, que sólo puede funcionar en relación con un punto de referencia exterior proyectado y falsamente percibido.

Así pues, “sem” es la mente que piensa, hace planes, desea y manipula, que monta en cólera, que crea oleadas de emociones y pensamientos negativos por los que se deja llevar, que debe seguir siempre proclamando, corroborando y confirmando su “existencia” mediante la fragmentación, conceptuación y solidificación de la experiencia. (“Sem” es el ego).

La mente ordinaria es la presa incesantemente cambiante e incambiable de las influencias exteriores, las tendencias habituales y el condicionamiento.

Los maestros comparan a “sem” con la llama de una vela en un portal abierto, vulnerable a todos los vientos de la circunstancia.

Desde cierto punto de vista, “sem” es parpadeante, inestable y ávida, siempre entrometida en asuntos ajenos; su energía se consume en la proyección hacia fuera.

A veces me la imagino como un fríjol saltador mexicano o como un mono encaramado a un árbol, que brinca incansable de rama en rama. Sin embargo, vista desde otro ángulo, la mente ordinaria posee una estabilidad falsa y desanimada, una inercia auto-protectora y pagada de sí, una calma pétrea hecha de hábitos arraigados.

“Sem” es tan taimada como un político corrompido, escéptica y desconfiada, ducha en astucias y trapacerías, ingeniosa en los juegos del engaño. Es dentro de la experiencia de esta “sem” caótica, confusa, indisciplinada y repetitiva, esta mente ordinaria, donde una y otra vez sufrimos el cambio y la muerte.

2. La naturaleza misma de la mente, su esencia más íntima, que es siempre y absolutamente inmune al cambio y a la muerte.

Ahora se halla oculta dentro de nuestra propia mente, nuestra “sem”, envuelta y velada por el rápido discurrir de nuestros pensamientos y emociones. Pero, del mismo modo en que un fuerte golpe de viento puede dispersar las nubes y revelar el sol resplandeciente y el cielo anchuroso, también alguna inspiración puede descubrirnos visiones relámpagos de esta naturaleza de la mente.

Estos vislumbres pueden ser de diversos grados e intensidades, pero todos proporcionan alguna luz de comprensión, significado y libertad. Ello es así porque la naturaleza de la mente es de por sí la propia raíz de la comprensión.

En tibetano la llamamos “Rigpa”, una conciencia primordial, pura y prístina que es al mismo tiempo inteligente, cognoscitiva, radiante y siempre despierta.

Se podría decir que es el conocimiento del propio conocimiento.

No hay que caer en el error de suponer que la naturaleza de la mente es exclusiva de nuestra mente sólo. De hecho, es la naturaleza de todo.

Conocer la naturaleza de la mente, es conocer la naturaleza de todas las cosas.

A lo largo de la historia, los santos y los místicos han adornado sus percepciones con distintos nombres y le han conferido distintos rostros e interpretaciones, pero lo que experimentan fundamentalmente todos ellos es la naturaleza esencial de la mente.
Los cristianos y los judíos la llaman “Dios”; los hindúes la llaman “Shiva”, “Brahman”, “el Yo” y “Vishnú”; los místicos sufíes la llaman “la Esencia Oculta”, y los budistas la llaman “la naturaleza de buda”.

En el corazón de todas las religiones se halla la certidumbre de que existe una verdad fundamental, y que esta vida constituye una oportunidad sagrada para evolucionar y conocerla.

Buda significa una persona que ha despertado completamente de la ignorancia y se ha abierto a su vasto potencial de sabiduría.

Un buda es una persona que ha puesto en definitivo final el sufrimiento y la frustración y ha descubierto una paz y una felicidad duraderas e inmortales.

La naturaleza de buda la tenemos todos. La iluminación está al alcance de todos.

Por medio de la práctica podemos llegar a ser iluminados.

Aunque todos tenemos la misma naturaleza interior que Buda, no nos damos cuenta de ello porque está encerrada y envuelta en nuestra mente individual ordinaria (“sem”).

Imaginemos un jarro vacío. El espacio interior es exactamente el mismo que el espacio exterior. Sólo sus frágiles paredes separan el uno del otro.

Nuestra mente de buda está encerrada entre las paredes de nuestra mente ordinaria. Pero cuando nos volvemos iluminados, es como si el jarro se rompiera en mil pedazos. El espacio de dentro se funde instantáneamente con el espacio de fuera. Se convierten en uno, y en ese mismo instante nos damos cuenta de que nunca fueron distintos ni independientes el uno del otro, siempre fueron lo mismo.

Sogyal Rimpoché
“El libro tibetano de la vida y de la muerte”




lunes, 8 de febrero de 2016

EL RENCOR: UNA ESPINA EN EL CORAZÓN

Tener rencor implica sentir un enojo significativo y constante, que no logra disiparse. La gran mayoría de nosotros lo hemos vivido. En algunos casos, este sentimiento puede transformase en un deseo de venganza y hacerse obsesivo. En este punto, debemos parar y, si es preciso, acudir a ayuda profesional.

El rencor, ciertamente, resulta paradójico, ya que para algunos la situación que es motivo de conflicto puede ser algo sin relevancia. Para otros tantos, en cambio, una mínima afrenta representa una agresión de las peores dimensiones. Teniendo en cuenta que en los dos casos el suceso desencadenante ha sido el mismo, aquel que alimente más su emoción será el más perjudicado.

“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros.”
-Hermann Hesse-

Más aún, si la persona que siente rencor fue objeto de una agresión importante, puede llegar a sufrir muchísimo más que el propio agresor, ya que mientras la primera guarda un sentimiento de dolor muy arraigado, la segunda puede sentirse muy tranquila y libre de toda culpa.

Ante el rencor y el resentimiento, cabeza fría y voluntad

Una de las mayores dificultades del rencor tiene que ver con su ocasional falta de expresividad. La persona que nos ha dañado ni siquiera puede haberse dado cuenta de que nos ha herido y sin embargo aumentamos las dimensiones de esta herida con un rencor, a todas luces, inútil.

Para erradicar el rencor, lo mejor es saber perdonar y como complemento o agregado a ello, dialogar. Un perdón que sea producto del entendimiento y la comprensión de los defectos o las deficiencias del otro, podría ser un verdadero triunfo, siempre y cuando no justifiquemos ni consintamos nuevas agresiones, que no merecen justificación. Sí perdón, pero no consentimiento.

Dejar de pensar en lo sucedido y seguir adelante sobre esta base, verdaderamente nos ayudará a sanar nuestro corazón. Esta será una cura que es resultado de la razón, del buen corazón y de la sabiduría que hayamos almacenado en el caminar de la experiencia.

Se debe analizar con cierto detenimiento por qué ocurrió, mirar hasta qué punto pude participar o no en que surgiera un problema y hasta qué punto lo hizo la otra persona. Pensar si hay alguna solución, aunque sea parcial para mejorar la situación y tomar las decisiones oportunas con sensatez, objetividad y justicia. Ser razonables, objetivos y justos, en estas condiciones, no es nada fácil, pero vale la pena.

También cuando sentimos rencor resulta importante desahogarse, según sea nuestro carácter y según sea la dimensión de la agresión. No debemos guardar silencio simplemente. Esta es la mejor semilla para una depresión o agresividad profundas, que a la postre serán otro conflicto sin resolver y un obstáculo más,

No tomar decisiones en “caliente”

Cuando los hechos son recientes y nosotros todavía estamos muy afectados por la situación, es imposible ser objetivos, sensatos y justos. Esto sería como apagar un incendio con gasolina. En situaciones de rencor es fundamental alcanzar un punto de calma del que partir con la razón. Saber que la vida continúa, que “mañana de nuevo saldrá el Sol” y que más problemas habrán de venir. La vida es un caerse y levantarse.

Tampoco conviene hacerse preguntas que nunca alcanzaran una respuesta definitiva ni quedarse en el pasado. Lo que pasó, pasó y tenemos que mirar hacia adelante. Detenernos demasiado en los porqués y asumir la posición de víctima no será de mucha ayuda en la solución del problema. Partir de “lo rescatable” y a partir de ahí, o incluso de cero, rehacer lo que se pueda, sería genial: algo así como “borrón y cuenta nueva”.

La voluntad y el querer salir de ese rencor serán clave. Del modo en el que resolvamos este tipo de situaciones, creceremos como personas, nos estancaremos o, incluso, retrocederemos. Total, el aprender o no es una decisión propia y siempre será mejor formarse por voluntad personal que por una obligación que nos impongan las propias circunstancias.

No evadir la situación, sino entenderla y asumirla

Es importante aprender de lo sucedido. Si se hace en forma apropiada, una ofensa recibida, en vez de representar una gran desgracia, con el tiempo se convertirá en un cimiento más sólido para enfrentar la vida: el trabajo para superar el rencor es una gran inversión en nosotros mismos.

Ahora bien, si después de haber actuado o al menos haber intentado varios caminos, el agresor persiste en su actitud lo mejor es facilitarle el camino para que salga de nuestras vidas. Quizás no seamos nosotros las personas idóneas para hacerle ver que de esa manera no va a llegar a ningún sitio.

De nada sirve estar discutiendo con otra persona, porque la herida cada vez se va a hacer más grande y porque donde hay demasiado odio y rencor, el ambiente puede tornarse muy problemático y hasta peligroso. Puede desencadenarse una escalada de agresividad, con consecuencias tan impredecibles como negativas.




domingo, 7 de febrero de 2016

CONOCE TUS CUATRO EMOCIONES BÁSICAS

El miedo, la rabia, la alegría y la tristeza son las emociones básicas del ser humano. Todos las sentimos en cualquier época, edad y cultura. Pero, ¿sabes cómo dominarlas?, ¿eres consciente de ellas?

Estas emociones no están en nuestro día a día por una cuestión arbitraria o caprichosa, sino que desempeñan un rol principal en nuestro desarrollo psicológico. Esto significa, que las emociones básicas sirven para avisarnos y guiarnos en la conservación del organismo y en la socialización con los demás.

Las emociones básicas nos informan

Quizás sea un poco difícil de comprender esto que parece tan técnico o sacado de una enciclopedia. Pero lo que es importante recordar es que todos tenemos miedo, sentimos rabia, nos alegramos y nos entristecemos, porque de esta manera la mente y el cuerpo se desarrollan y nosotros podemos trascender como seres humanos y socializarnos.

Hemos aprendido (y lo seguiremos haciendo) de nuestras emociones. Por lo tanto, si has tenido un episodio bonito donde todo era felicidad, es probable que eso haya formado tu carácter, al igual que si has sufrido un acontecimiento que te entristeció o algo que te ha dado mucha rabia o temor.

No importa la edad que tengamos, donde vivamos o de qué trabajemos. Sin excepción, sentiremos a las emociones básicas en más de una ocasión. Esto se debe a que las emociones son informaciones muy útiles, nos permiten saber cómo estamos aquí y ahora, siendo una guía de aprendizaje para nuestra vida, para comprendernos y para saber cómo continuar, si les prestamos atención.

No existen emociones buenas o malas, como solemos creer o categorizar lo que sentimos. Lo que sí hay, son emociones que nos pueden ser más o menos agradables. Cada una de ellas tiene una función específica y todas son necesarias.

Las emociones básicas o primarias del ser humano, son una cualidad energética, ya que nos permiten actuar de forma expansiva con los demás (la rabia y la alegría) o con nosotros mismos (la tristeza y el miedo). Analicemos, pues, las cuatro emociones básicas por separado, para así poder conocer su función específica en nuestra vida:

Miedo

Es una emoción conocida por los expertos como “de repliegue”, se encuentra incluida en el grupo de las reflexivas y su función es advertirnos sobre la inminente presencia de un peligro, ya sea de recibirlo o de causar nosotros algún daño.

El miedo es una de las emociones básicas que nos permite a su vez, evaluar cuál es la capacidad que poseemos para afrontar las situaciones que percibimos como amenazas. Si aprendemos a conocer primero y a gestionar el miedo después, experimentamos la prudencia y nos alejaremos del pánico, la fobia o de la temeridad.

Alegría

También conocida como “la emoción de apertura”. Cumple la función de ayudarnos a crear vínculos hacia los demás, por ello se encuentra entre las emociones básicas expansivas (junto a la ira).

Puede manifestarse de diversas maneras, siendo las más frecuentes la ternura, la sensualidad y el erotismo. Si gestionamos bien la alegría, podremos alcanzar la serenidad y la plenitud. Si no la sabemos manejar bien, nos conducirá hacia la tristeza, la euforia o la frustración.

Tristeza

Se encuentra dentro del grupo de las de repliegue y es conocida como la más reflexiva de todas. Evoca siempre algo que ha ocurrido en el pasado y su función es ayudarnos a estar conscientes de una cosa, situación o persona que hemos perdido o añoramos.

La tristeza también nos sirve para soltar y dejar ir lo que no nos pertenece o nos hace mal. Por último, otra de las funciones de la tristeza es la de permitir a los demás que nos acompañen, evitando volvernos demasiado vulnerables o dependientes.

Rabia

Es la segunda emoción expansiva. Se trata de un impulso, una manera de quitarnos algo o alguien de encima, sacar afuera lo que nos molesta, lo que creemos injusto o lo que nos está haciendo daño.

La rabia implica una sobrecarga de energía, que en ocasiones, nos ayuda a cumplir la realización de lo que queremos o nos asegura la necesidad de amenaza. Por ello, no debe ser considerada siempre como “negativa”. Lo que ocurre es que a veces, en vez de ayudarnos a resolver lo que sucede, la rabia es una de las emociones básicas que se convierte en un problema más, si llevamos su expresión al extremo.

La rabia sería una especie de limpiador efectivo para todo lo que nos pesa. Pero atención, que para ello debemos reconocerla, aceptarla y gestionarla correctamente, sino ocurrirá todo lo contrario.

Una vez que seamos conscientes de la presencia de las emociones básicas en nuestra vida y aprendamos a vivir con ellas, será más simple darnos cuenta de que son todas positivas. Pues cada una de ellas responde a una necesidad y cumple una función en nuestra existencia. La cuestión es comenzar a darse cuenta…




sábado, 6 de febrero de 2016

ENTRE RESISTIR Y FLUIR ANTE TUS PROBLEMAS, DECIDE SIEMPRE FLUIR

Nuestra vida de principio a fin está llena de situaciones que de alguna forma ponen a prueba nuestras capacidades, nos ocurren cosas fabulosas, pero también cosas que sentimos que nos sobrepasan y que inclusive pensamos insuperables, es bajo estas circunstancias donde debemos hacer uso de todos nuestros recursos para salir airosos y completos de ellas.

Ante las dificultades es necesario:

Mantener la fe, la confianza y la esperanza son las vocecitas internas que nos dice que las cosas van a estar bien, que a pesar de sentir el mundo desmoronándose, las cosas perdiendo el sentido o nuestro piso moverse a un sitio que desconocemos, es crucial mantener en nuestra mente y nuestro corazón que todo es transitorio, que no afrontamos dificultades que no podamos superar, que todo lo que nos ocurre tiene un propósito para nuestra mejora y nuestro crecimiento. Cree, en ti, en Dios, en un ser querido, en lo que te llene, pero no dejes de creer, no calles nunca esas vocecitas y mucho menos escuches a las otras vocecitas que tienen el discurso contrario.

Hacerte consciente de tus capacidades, esto te ayudará a reafirmar tu fe y a resolver lo que te inquieta, recuerda todas las cosas que has superado hasta el momento, todo tu crecimiento a lo largo de la vida, recuerda tus logros, tus buenas acciones, tu capacidad de resolver los problemas, enfócate en lo positivo, seguramente tendrás algunas experiencias que no ayuden para nada recordándolas, pero dale fuerza en tu interior a hacer conexión con los pensamientos positivos, esos que te ayudarán a reforzarte, a sentirte sólido como una roca.

Aprender a fluir con la vida, mientras más resistencia pongas, mientras menos quieras que ocurra algo, mientras más preocupado estés por una situación, más se intensificará en tus narices. No te resistas, aprende de la naturaleza, estás hecho con la misma esencia, el río corre y el agua se adapta a lo que se presenta a su paso, el árbol se dobla con el viento… No se resisten, se adaptan. Acepta la situación por la que estás pasando y sin resistencia deja que fluya. Acepta que ciertas cosas pasan muy a pesar de que uno quiera y pueda hacer algo, no intensifiques la experiencia. Nuestra mente tiene una forma particular de mantener pensamientos que nos generan una fuerte reacción emocional y los pensamientos negativos son protagonistas en esta historia, déjalos fluir, velos, reconoce su presencia pero no les des fuerza.

Tomar la experiencia y hacerte más fuerte, una vez más verás lo que te aflige concluir o cambiar. Todo, absolutamente todo es transitorio, muchas cosas no podremos cambiarlas, pero el hecho de cambiar nuestra forma de reaccionar ante ellas nos hará más fuertes, nos hará padecer menos, alejarnos mentalmente de lo que nos hace daño. Es de utilidad pensar qué podemos aprender, cómo podemos crecer y qué provecho podemos sacar de la situación que nos afecta.

Recuerda estas tres grandes reflexiones siempre:

Todo es transitorio
Ni tus peores enemigos te pueden hacer tanto daño como tus propios pensamientos
A lo que te resistes, persiste