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miércoles, 12 de agosto de 2015
ABRE EL LIBRO DE LOS
SECRETOS
Lo que más anhelamos
en la vida no es comida, dinero, éxito, posición, seguridad o sexo; ni siquiera
el amor del sexo opuesto. Una y otra vez conseguimos estas cosas y terminamos
sintiéndonos insatisfechos, en ocasiones más de lo que estábamos al principio.
Lo que más anhelamos es un secreto que se revela sólo cuando estamos dispuestos
a descubrir una parte oculta de nuestro ser. En las antiguas tradiciones
sapienciales, este empeño se comparó con la recolección de la más hermosa
perla, una manera poética de expresar que debemos "nadar bajo las aguas
superficiales" sumergirnos en nuestro ser y buscar pacientemente esa perla invaluable.
La perla también recibe el nombre de esencia, hálito de Dios, agua de vida o
néctar sagrado, lo que con la trivialidad propia de la era científica llamamos
“transformación”. Transformación significa cambio radical de forma, como cuando
la oruga se transmuta en mariposa.
En el ámbito humano
significa convertir temor, agresión, duda, inseguridad, odio y vacío en sus
opuestos. ¿Es esto posible? Lo indudable es que el anhelo secreto que carcome
nuestra alma es totalmente ajeno a cuestiones externas como dinero, posición o
seguridad; nuestro ser interior reclama un significado, el final del
sufrimiento y respuestas a enigmas como amor, muerte, Dios, alma, bien y mal.
Una vida superficial jamás responderá a estas preguntas ni satisfará las
necesidades que las suscitan. La única manera de satisfacer el anhelo más
profundo es encontrando nuestras dimensiones ocultas. Cabría esperar que este
anhelo de conocimiento hubiera desaparecido con el nacimiento de la ciencia,
pero en realidad se ha fortalecido. No hay más “hechos” por descubrir sobre las
dimensiones ocultas de la vida. Es ocioso analizar más tomografías de pacientes
durante “experiencias cercanas a la muerte” o resonancias magnéticas de yoguis
en meditación profunda. Esa fase de experimentación ha cumplido su cometido:
sabemos que adonde vaya la conciencia, allá irá el cerebro.
Las neuronas son
capaces de registrar las experiencias espirituales más elevadas. Pero de alguna
manera, sabemos menos que nuestros antepasados sobre el misterio de la vida.
Vivimos en la Era del Cerebro Superior, esa corteza que creció desmedidamente
en los milenios recientes y eclipsó al cerebro inferior instintivo. También se
le llama “cerebro nuevo”, en contraposición al que imperó sobre los seres
humanos durante millones de años y sigue haciéndolo en la mayoría de los seres
vivos. El cerebro antiguo no puede concebir ideas ni leer, pero tiene el poder
de sentir y, sobre todo, de ser. Fue gracias a él que nuestros antepasados
percibieron la cercanía de una presencia misteriosa en la naturaleza. Esa
presencia, que habita cada partícula de la creación, inunda también tu vida.
Eres un libro de secretos que espera ser abierto, aunque probablemente te
concibas de manera muy distinta: en la vida cotidiana eres trabajador, padre o
madre, esposo o esposa, un cliente que “peina” el centro comercial en busca de
algo nuevo, o un miembro del público que espera con impaciencia el siguiente
espectáculo. Cuando vives la verdad de la realidad única, todos los secretos se
revelan sin esfuerzo ni lucha. Todo se reduce a la proverbial elección entre
separación o unidad. ¿Deseas sentirte fragmentado, en conflicto o desgarrado
entre las fuerzas eternas de la luz y la oscuridad, o prefieres escapar de esto
para acceder a la totalidad? Eres una criatura que actúa, piensa y siente; la
espiritualidad funde estos tres elementos en una realidad única.
El pensamiento no
subyuga al sentimiento, y el sentimiento no se resiste tozudamente al cerebro
superior; la acción ocurre cuando pensamiento y sentimiento dicen: “Esto es
correcto”. En la realidad única experimentamos el flujo de la vida sin
obstáculos ni resistencia; en ella, inspiración, amor, verdad, belleza y
sabiduría son aspectos 5 naturales de la existencia. La realidad única es
espíritu, y la superficie de la vida es sólo un disfraz de mil máscaras que
oculta la realidad. Hace mil años, esta afirmación no hubiera encontrado
oposición; todos aceptaban que el espíritu era la auténtica fuente de la vida.
Ahora debemos ver el misterio de la existencia con nuevos ojos, pues como hijos
orgullosos de la ciencia y la razón, hemos quedado huérfanos de sabiduría. Este
libro tiene dos objetivos: primero, persuadirte de que hay un misterio en las
dimensiones ocultas de la vida; segundo, inspirarte la pasión y dedicación
necesarias para descubrirlas. No pospongas este proyecto hasta que te sientas
listo; estuviste listo desde el día que dejaste de preguntar quién eres y por
qué estás aquí. Por desgracia, la mayoría rechazamos miles de experiencias que
podrían hacer de la transformación una realidad. Sí no fuera por el empeño que
ponemos en la negación, la represión y la duda, nuestra vida sería una
revelación constante. En última instancia, debes convencerte de que tu vida es
digna de analizarse con pasión y compromiso totales.
Fueron muchas las
decisiones que mantuvieron cerrado el libro de los secretos, pero basta un
segundo para abrirlo de nuevo. Yo entiendo de manera literal las palabras del
Nuevo Testamento: “Pide y recibirás, toca y la puerta se abrirá”. Es así de
simple. Conocerás todos los secretos de la vida cuando digas sinceramente:
“Debo saber, no puedo esperar un minuto más”. Buda bajo el árbol Bodhi y Jesús
luchando con los demonios en el desierto simbolizan el mismo drama del alma que
revivimos al nacer. Ten esto por seguro: eres el ser más importante del mundo
pues en el plano del alma, tú eres el mundo. El derecho de saber ya es tuyo. Tu
siguiente pensamiento, sentimiento o acción puede revelar la sabiduría
espiritual más profunda, que fluye tan pura y libre como los ríos primaverales
en las montañas. No basta lo que hemos aprendido, pero es imposible que los
secretos se mantengan ocultos por siempre.
Deepak Chopra
martes, 11 de agosto de 2015
HAY COSAS QUE YA LAS
DOY POR PERDIDAS, AUNQUE SEPA DÓNDE ENCONTRARLAS
Hay cosas que he dejado atrás y aunque sepa dónde
encontrarlas sé que la vida es a veces un viaje sin retorno. Pero, no tengo
miedo ni me arrepiento de nada, porque sé por lo que vale la pena luchar y
reconozco también qué batallas son inútiles… Esas por las que no merece la pena
salir herido.
¿Cuántas cosas has dado por perdidas en tu vida? En
ocasiones cuesta verlas, cuesta darse cuenta de que cada esfuerzo que
invertimos, cada aspecto al que renunciamos por determinadas personas o por
algunos proyectos, son como las hebras del humo escapando por una ventana
abierta.
La razón por la cual nos cuesta percibir que todo lo que
hacemos en ocasiones no va a servir de mucho, es por el propio coste emocional.
Por la ilusión, por los sueños, por las esperanzas. Son estas emociones
positivas las que nos dan aliento cada día, y ellas las que más de una vez, nos
ponen vendas en los ojos.
Hasta que llega la decepción, hasta que llega ese instante
en que nos damos cuenta que la balanza de la vida está algo desequilibrada, que
ya no nos queda nada, que no hemos recibido nada y que ese sueño, era un mal
sueño.
¿Hemos obrado mal? ¿Hemos quizá de arrepentirnos por todo lo
hecho? Nunca. Quién no lucha por sus sueños no es valiente, quien no batalla
por sus ilusiones no alcanza la luna. Siéntete orgulloso por tu coraje, pero
recuerda que una retirada a tiempo, también es de prudentes y de sabios…
Esas batallas
inútiles en nuestra vida…
Empezaremos señalando algo importante: nadie sabe que una
batalla o un sueño ha sido inútil hasta que la realidad, nos impacta con toda
su crudeza. Hasta entonces, toda ilusión va a nutrir cada paso y cada
pensamiento, cada esfuerzo y cada acto invertido.
No importa si estamos hablando de un trabajo, de una amistad
o de una relación de pareja. La vida es una larga sucesión de momentos en los
que ponernos a prueba, de capítulos de los que disfrutar, por los que luchar y
de los que aprender. Porque aprender es esa clave vital que debe vertebrar cada
día de nuestra existencia.
Es posible que hayas cometido errores y que a estas alturas,
hayas dejado ya muchas cosas por perdidas. ¿Debes lamentarte por ello? En
absoluto. Lamentar un error es alimentar la amargura por una elección hecha en
un momento de nuestra vida.
Los errores se asumen, se entienden, se procesan y se
integran en eso que llamamos “baúl de las experiencias”. Y si esos momentos
vividos te traen malos recuerdos, no los alimentes cada día, no les lleves
flores. Los recuerdos desagradables deben sustituirse por el aquí y ahora, por la
felicidad de hoy.
Ninguna batalla es inútil porque es vida vivida y
experiencia adquirida. No obstante, no olvides que lo más importante de todo
esto es saber darnos cuenta lo antes posible de que ese proyecto, no merece
nuestros esfuerzos. De que esa relación, no merece nuestras renuncias ni
nuestro sufrimiento.
¿Cuándo es el momento
de “dar algo por perdido”?
Puede resultar una pregunta obvia, pero en realidad no lo es
y por ello vamos a ahondar en este aspecto. De hecho, es muy posible que ahora
mismo muchos de nosotros estemos alimentando esperanzas y proyectos en una
dimensión que no lo merece o “que no nos merece”.
Veámoslo a modo de reflexión en los siguientes puntos:
1. El poder de las
falsas expectativas
Hay veces que caemos en el error de culpabilizar a los demás
de alimentar en nosotros falsas ilusiones, cuando en realidad, es posible que
la responsabilidad recaiga en nuestra parte. Hay quien pone sus miras en ese
trabajo soñado, cuando es posible que ni tenga la formación ni las aptitudes.
También hay quien fija todas sus emociones y ansiedades en
una persona que en realidad, nunca le ha dado pista alguna de que sienta algo
por él o por ella. Es decir, nunca debemos perder de vista la objetividad, el
equilibrio y las perspectivas.
2. El coste emocional
Esa fuerza interior que tenemos los seres humanos llamada
emoción, es en realidad un motor tan poderoso como peligroso. En ocasiones nos
hace darlo todo, hasta nuestro último aliento por esa persona amada, por ese
sueño ansiado.
No vemos los límites y abrimos nuestro corazón sin leer el
manual de instrucciones, ese que como primera regla debería decirnos “sé
prudente, mira por ti, protege tu autoestima”. No obstante, no siempre lo
hacemos.
Debemos aprender a ser más receptivos, a decirnos a nosotros
mismos que también merecemos RECIBIR. ¿Te ofrece esa amistad apoyo,
complicidad, respeto y reconocimiento? Entonces sigue adelante.
¿Te da esa relación afectiva felicidad, alimenta tus
ilusiones? ¿Invierte en ti tanto como tú lo haces, ha renunciado a algo tal y
como has tenido que hacer tú en alguna ocasión? Si no es así, reflexiona y toma
una decisión.
Daremos por perdido toda cosa o toda persona que se nutre de
los egoísmos, que no nos reconoce, que nos quita las fuerzas e ilusiones en
lugar de enriquecernos. Avanza y cierra puertas, sabes muy bien dónde están
pero también tienes muy claro dónde DESEAS ESTAR TÚ.
Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/hay-cosas-que-ya-las-doy-por-perdidas-aunque-sepa-donde-encontrarlas/
lunes, 10 de agosto de 2015
ENTRE “LO QUE ES” Y “LO QUE DEBERÍA SER”, HAY UNA BRECHA
LLAMADA SUFRIMIENTO
El sufrimiento no es un error o un castigo, es más bien la invitación a
cerrar esa brecha.
Es un llamado a soltar el sueño acerca de cómo se ‘supone’ que debería
ser este momento y enamorarnos de como es.
Al honrar este momento, al inclinarnos ante el hecho inmediato de ‘lo
que es’, dignificamos el lugar en el que estamos parados. Ocurre que a menudo
descubrimos “lo que debería ser”, de cualquier forma.
En el corazón mismo de nuestro dolor, en el ardiente núcleo de lo que
nos preocupa, podríamos encontrar un inimaginable coraje, amor e incluso paz.
Cuando nos hacemos amigos de nuestro malestar, de nuestra inseguridad,
de nuestra tristeza, de nuestro dolor, de nuestra ira; cuando hacemos una
reverencia a su intensidad, honrando su poder y su libertad intrínseca, dejamos
de ser víctimas, porque ahora nos alineamos con la vida, dejamos de estar en
guerra con la forma como son las cosas.
Y vemos posibilidades donde alguna vez vimos obstáculos.
La brecha duele, sí, sin embargo a veces tenemos que sentir ese dolor
con el fin de sanar.
Jeff Foster
Parece que no tenemos derecho a sufrir, nos han vendido que
la tristeza es negativa y que tenemos que apartarnos del sufrimiento si
queremos disfrutar de una vida plena. Pero lo cierto es que la tristeza es
parte de nosotros, sin máscaras ni corazas.
Nos hace falta y punto. En nuestros días malos está ella
para ayudarnos. Y, sin duda, en cada momento nos muestra todo lo que tenemos
que aprender.
Resulta que sufrir y sentirse mentalmente sano, o estar mal
y vivir nuestra vida no forman buenas parejas culturales. De hecho, si a
alguien se le ocurre decir “me siento mal pero estoy bien”, se le mira con
extrañeza.
Hemos caído en la trampa de exigir un optimismo excesivo a
nuestras vidas. Hemos ignorado que no debemos aprender la lección sin
cuestionarla y ahora pagamos las consecuencias de creer que no sufrir es un
valor al alza para la cuenta de la vida y que lo correcto es mover nuestros
millones para conseguir evitar las complicaciones y entonces “tener vida”.
Estamos hechos de luces y de sombras
No permitas que te obliguen a estar siempre alegre, pues tu tristeza es
la única que sabe apreciar tu alegría.
El sufrimiento necesita un espacio en nuestra vida porque,
de otra manera, explotará y nos ahogará. El hecho de sentirnos mal es una forma
que tiene nuestra mente de decirnos que hay algo que no va bien y, con lo cual,
debemos atenderlo.
Al fin y al cabo, si siempre nos sintiésemos bien, no
sabríamos valorar lo que significa estarlo. Esta es la actitud que evita que
nos convirtamos en víctimas, pues se trata de aceptarnos y dejar de rechazar
nuestras reacciones naturales.
Si aceptamos que el malestar existe y que es normal, no nos hará sufrir
intentando evitarlo ni nos frustrará porque cada vez nos golpea con más fuerza.
El sufrimiento y la tristeza son dos potentes armas que nos
ofrecen cientos de aprendizajes y que tienen la capacidad de esclarecer nuestra
mente. Ellos nos dicen que vale la pena luchar porque vale la pena ser feliz.
Y es que es más sano “vivir pensando que me sentiré bien aunque a veces
me sienta mal” que “vivir con la obligación de sentirnos bien para poder ser
felices”. Tenemos que admitir que estamos en un mundo lleno de colores, que no
solo existe el blanco o el negro. De hecho, la vida está llena de matices,
tantos como circunstancias y personas.
Acepta tus emociones, pues tener la capacidad de sentirte bien o mal
significa que estás vivo, muy vivo.
domingo, 9 de agosto de 2015
MEGAREXIA: PERSONAS OBESAS QUE SE VEN DELGADAS
“Hay tres cosas
extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”
(Benjamin Franklin)
Todos conocemos trastornos de la conducta alimentaria (TCA)
como la anorexia o la bulimia, pero existen otros trastornos pertenecientes
este grupo de enfermedades que todavía -incluso en nombre- son grandes
desconocidos para la sociedad. En este caso nos referimos a la megarexia.
Cuando hablamos de megarexia, estamos hablando de un
trastorno completamente opuesto a la anorexia nerviosa y que produce graves y
terribles consecuencias para el organismo.
El término “megarexia” es un neologismo creado por el
nutricionista Jaime Brugos, quien lo utilizó por primera vez en su libro “Dieta
Isoproteica” en el año 1992. Este término define a personas que creen ser
delgadas y sanas, aunque en realidad se trata de personas obesas. Por lo
general, los enfermos de megarexia, no aceptan críticas en relación al tipo de
vida que llevan, ni a la dieta que siguen, llegando a mostrarse hostiles
Así, alimentan un odio irracional tanto hacia ellos mismos
como a las personas que les rodean cuando éstas hacen algún tipo de crítica
respecto a su alimentación.
¿Cuáles son los
síntomas que presentan los enfermos de megarexia?
Alteración o distorsión de la propia imagen corporal: Sufren una grave distorsión de su esquema
corporal, algo muy común en los trastornos alimentarios como la anorexia o la
bulimia. Un enfermo de megarexia no percibe la realidad al mirarse al espejo,
aunque tienen algunos momentos de lucidez donde son conscientes de su problema,
sin llegar a aceptarlo.
Ven la realidad en las fotografías, es por esto que no
suelen dejar que se les fotografíe, ya que luego no se identifican con la
imagen tomada. No suelen ir de compras, ya que al probarse ropa de su talla se
sienten confusos, tristes y frustrados.
Síntomas de desnutrición: aunque pueda parecer extraño, los
enfermos de megarexia presentan síntomas de desnutrición como mareos, falta de
energía o incluso anemia. No realizan ningún tipo de dieta, ya que no
consideran que la necesiten, y por el contrario llevan hábitos de vida nada
saludables.
Comida rápida, bollería industrial, fritos, frutos secos, y
cualquier alimento rico en “calorías vacías”
son la base de su alimentación, lo que provoca una importante falta de
nutrientes esenciales en el organismo (vitaminas, minerales y aminoácidos) que
les lleva a la desnutrición.
¿Qué provoca la
megarexia y qué consecuencias puede tener para el organismo?
La falta de nutrientes esenciales que caracteriza a los
pacientes afectados de megarexia, provoca una alteración en el cerebro a nivel
bioquímico. Ésto origina la característica distorsión de la auto-imagen y, por
tanto, la no aceptación de la enfermedad.
Al llevar una dieta hipercalórica, fundamentalmente rica en
grasas e hidratos de carbono, los enfermos de megarexia suelen desarrollar
otras enfermedades como pueden ser: anemia, apneas, enfermedades
cardiovasculares, diabetes, presión arterial alta, etc. En los casos más
graves, puede provocar incluso la muerte.
¿Cómo tratar a un
enfermo de megarexia?
En primer lugar, como en toda enfermedad de este tipo, es
imprescindible la aceptación de la enfermedad por parte de la persona que la
padece. El enfermo debe aceptar que tiene un problema, o en este caso dos, la
obesidad y un trastorno psicológico que no le permite ver la realidad.
Aquí el papel que juega el entorno más cercano del paciente
es fundamental. La confrontación con la realidad debe realizarse con mucho
tacto y recordando siempre que se trata de un enfermedad y no de una persona
que se ha abandonado voluntariamente.
Una vez que la persona ha aceptado que tiene un problema,
hay que ponerse en manos de un especialista en trastornos alimentarios. Él será
el encargado de evaluar la situación particular y de elaborar un plan de acción
específico para la persona que sufre la enfermedad.
En principio, no es necesario un tratamiento con
medicamentos, ya que una vida sana acompañada de una dieta saludable
proporcionarán al cerebro los nutrientes necesarios para que funcione
correctamente. Aun así, la persona afectada por este trastorno, necesita un
seguimiento constante por parte de médicos y familiares, que serán su gran
apoyo durante el tiempo que dure su recuperación.
Como todos los trastornos alimentarios, se puede prevenir en
gran medida estableciendo desde la infancia unos hábitos de vida saludables.
Rutinas en las que el deporte, una dieta equilibrada y la salud emocional sean
la base.
Aunque actualmente la megarexia es una gran desconocida, las
estadísticas dicen que existen 10 enfermos de megarexia por cada 1 de anorexia,
en total unos cinco millones de enfermos sin diagnosticar, solamente en España.
sábado, 8 de agosto de 2015
LO MEJOR DE LA VIDA
NO SE PLANEA, SIMPLEMENTE… SUCEDE
Lo mejor de la vida
no atiende a planes o programaciones. La mayoría de las veces basta con
dejarnos llevar, con permitir que las cosas sucedan por sí mismas, con la
sutileza de la casualidad, con la apertura de quien es humilde y no espera
nada, pero en verdad… lo sueña todo.
Es posible que ya hayas oído hablar de la ley de la
atracción. Según este principio, las personas deberíamos ser capaces de
conseguir o de llegar a ser aquello que deseamos gracias a esas unidades
energéticas que se emanan de nuestros propios pensamientos y emociones.
Bajo esta perspectiva entraría pues esa famosa frase de “te
conviertes en lo que piensas” y de que en el Universo existe una especie de ley
de atracción donde el propio pensamiento nos hace alcanzar nuestros objetivos. Bien,
no es nuestro propósito criticar o defender este enfoque, porque en realidad,
las cosas pueden llegar a ser mucho más sencillas.
Dejando a un lado esa
especie de atracción mente-universo, podríamos decir que la vida, es un
maravilloso cúmulo de casualidades donde la felicidad puede esconderse en
cualquier esquina, en cualquier rincón. No obstante, no todos pueden ser lo
bastante receptivos para poder verlo, para dejarse llevar.
No es cosa de magia, sino de apertura, de querer ver, de
salir de la zona de confort y de abrir esas puertas interiores que todos
tenemos para permitirnos segundas oportunidades. Si uno se conciencia de que
merece ser feliz, ya está haciendo algo grandioso por sí mismo.
Se está “reconociendo”, está nutriendo ese vínculo y esa
autoestima donde las cosas pueden empezar a ser mucho más fáciles. Porque la
vida no se planea y en muchas ocasiones se empeña en llevarle la contraria a
los planes que hemos hecho con toda nuestra ilusión.
La vida simplemente
sucede y hay que subirse a ese tren para experimentarla al máximo.
Reflexionemos sobre ello:
1. Conviértete primero en aquello que buscas
Puede que sueñes con encontrar a la pareja perfecta. A esa
persona que acompañe tus días con cariño, que sea cómplice de tus deseos y
proyectos, amante de tus sonrisas y el refugio de tus abrazos.
Sabes cómo te gustaría que fuera, una persona madura
emocionalmente, divertida, comprensiva, dialogante, humilde y sin miedos
habitando en sus vacíos.
Así pues, ¿Qué te parece si en lugar de “soñarla” alcanzas
tú primero todas esas dimensiones que deseas en la persona amada? Conviértete
en alguien con quien valga la pena pasar una vida entera. Sé aquel o aquella
que sueñas, porque si tú te sientes bien en cómo eres, la felicidad que aportes
a quien esté a tu lado será más completa.
2. Aprende a
permitirte lo que mereces, para que llegue lo que necesitas
No, no estamos hablando de la ley de la atracción. Es algo
mucho más sencillo. Piensa por ejemplo en esas personas que han vivido un
fracaso afectivo y que deciden cerrar las puertas de su corazón. Y aún más,
construyen una coraza a su alrededor y viven de la desconfianza, del
resentimiento.
Nadie merece vivir así, aún menos en una cárcel que uno
mismo se crea. La clave está en empezar a derribar muros interiores: yo merezco
ser feliz, yo merezco tiempo para mí, merezco disfrutar de mis aficiones, salir
al mundo, merezco reír y verme bien.
Cuando uno se gratifica a sí mismo y se aporta lo que en
verdad merece, vuelve a abrirse al mundo, vuelve a ser más receptivo con lo que
le rodea, con lo que le envuelve. Hasta que al final, cuando menos lo
esperamos, la vida le trae aquello que necesita.
¿Es magia? ¿Son las
cuerdas invisibles del Universo? No, es mantener el optimismo, ser receptivos y
mantener una apertura mental y emocional.
3. Cuidado con las
altas expectativas, basta con dejarse llevar
Cuidado con los castillos de naipes, con “nuestra felicidad
es para siempre” y el “nadie volverá a hacerme daño”. Es imposible alcanzar la
invulnerabilidad emocional y una vida de cuento donde cada sueño se cumple porque
así está escrito.
La vida no tiene riendas, nadie puede controlar lo que va a
pasar mañana ni aún menos podemos planear objetivos inalcanzables. Soñar no es
malo, en absoluto, alimente nuestra ilusión y por extensión la fuerza y los
recursos que empleamos para conseguir nuestros objetivos. No obstante, hay que
ser humildes y aprender a dejarnos llevar, con más flexibilidad.
Ahora bien “el dejarnos llevar” no significa en absoluto
poner el piloto automático y permitir que las cosas sucedan de la forma que
quiera el azar o la inercia. Todos llevamos el timón de nuestras vidas y
sabemos qué rumbo tomar, y guiaremos nuestros días capeando vientos y
tormentas. Con fuerza y entereza.
PERO RECUERDA...
déjate llevar por los vientos suaves, sal de tu zona de confort y avanza por
esas islas desconocidas, mantén la mente abierta, los ojos despiertos y el
corazón receptivo. La vida no se planea, simplemente sucede, pero las
casualidades hay que saberlas ver porque en ocasiones, LA VIDA NO ES
ESPECIALISTA EN DAR SEGUNDAS OPORTUNIDADES…
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