SOLO SE COMPRA LO QUE TIENE PRECIO, EL
RESTO SE CONQUISTA
En la
sociedad en la que vivimos, es muy fácil confundir lo material con la
felicidad. Lo cierto es que continuamente se nos sugiere que uno puede alcanzar
cualquier cosa solo si tiene posesiones materiales. Es como si todo tuviera un
precio que se puede comprar en monedas o billetes.
Sin embargo,
¿es más rico el que más tiene? Puede coincidir que así sea, pero si hablamos de
riqueza emocional su precio es diferente: es más feliz quien puede disfrutar de
las personas que le llenan, de los placeres pequeños y de las cosechas que ha
sembrado con esfuerzo.
Así, las
emociones que ciertamente nos dan vida, no vienen etiquetadas en euros, dólares
o libras, sino que se conquistan. La diferencia es sustancial, como veremos a
continuación.
La materialidad es momentánea
Es cierto
que lo material nos facilita las circunstancias e incluso muchas veces también
puede darnos momentos felices; no obstante, esto es una felicidad momentánea:
las riquezas físicas pueden librarnos de necesidades vitales como el hambre o
disminuir la sensación de tristeza, pero a la larga no aumentan la del
bienestar psicológico.
Por esta
razón, es beneficioso tener en cuenta la sencillez con la que podemos
convertirnos en esclavos de lo material y hacerle frente. Poner precio a todo
es un medio para hacernos la vida más cómoda, pero también es muy peligroso:
ver en las posesiones materiales un fin en sí mismo es claramente un signo de
esclavitud.
De hecho,
una persona no se define por lo que tiene sino por lo que es: limitarnos a
juzgar por lo que se posee puede darnos una perspectiva falseada y generalmente
pobre de lo que alguien puede aportarnos.
“La mayoría de los
lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida no sólo no son
indispensables, sino que resultan un obstáculo evidente para la elevación
espiritual de la humanidad”.
-Henry D. Thoreau-
Es bueno ser
conscientes de lo que de verdad nos importa y de su valor espiritual:
conquistemos a las personas, enamorémonos del mundo y que este, a su vez, se
enamore de nosotros. Así atraeremos felicidad duradera y alegría sincera.
Lo sustancial no tiene precio
¿De qué
sirve tener todo el dinero del mundo si no tenemos a nadie con quien
compartirlo de manera sincera? Charles Dickens ya nos dio una prueba con su
Cuento de Navidad: dar es mucho más gratificante que obsesionarse pilas de algo
que, humanitariamente, no nos llenan.
Podemos ser
muy felices si en lugar de pagar por nuestros sueños, luchamos por conquistarlos.
Es más, en el futuro nos hará sentir plenos y satisfechos con nosotros mismos
haber entendido hasta dónde somos capaces de llegar por cumplirlos.
“¿Y de qué te sirve
poseer las estrellas? Me sirve para ser rico. ¿Y de qué te sirve ser rico? Me sirve
para comprar más estrellas”
-Antoine de Saint –
Exupéry-
Lo mismo
sucede cuando se trata de conquistar a personas, no solo en el sentido amoroso:
desde nuestros padres hasta nuestros hijos, pasando por las amistades y amores
que tengamos. Ellos también se darán cuenta de la inspiración que supone
valorar a los demás: no hay regalo mejor que un corazón.
La felicidad no se compra, se conquista
No lo dudes
y empieza a conquistar todo aquello que sabes que nunca podrás comprar, pero
está a tu alcance. Necesitamos perder el miedo a salir de nuestra zona de
confort para ofrecer lo que somos sin restricciones y aprender de los que nos
rodean: pues no, no es más rico quien más dinero tiene, sino el que se realiza
por y para sí y los demás.
Por
supuesto, el mero hecho de esperar a ser felices no va a provocar que lo
seamos: toda conquista exige un coraje, mucho amor, una valentía y algún
fracaso. Recuerda que dicen que si quieres sentirte rico has de contar todo
aquello que tienes y que no se puede comprar.
“El dinero sólo puede
comprar cosas materiales, como alimentos, ropas y vivienda. Pero se necesita
algo más. Hay males que no se pueden curar con dinero, sino sólo con amor”
-Madre Teresa de
Calcuta-
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