jueves, 7 de enero de 2016

LEYENDA HINDÚ: OCULTO DENTRO DE CADA SER HUMANO HAY ALGO DIVINO Y HERMOSO

Cuenta una antigua leyenda hindú que hubo un tiempo en el que todos los hombres que vivían sobre la Tierra eran dioses.  Pero los hombres abusaron tanto de su divinidad que Brahma, el dios supremo, decidió privarlos del aliento divino que había en su interior y esconderlo en donde jamás pudieran encontrarlo y emplearlo nuevamente para el mal.

Entonces, Brahma convocó a todos los dioses menores para buscar un lugar adecuado donde poder esconder la divinidad del hombre y evitar que hiciesen un mal uso de nuevo.

El gran problema fue encontrar el lugar apropiado y los dioses menores, propusieron:

“Esconderemos la divinidad del hombre en lo profundo de la tierra”, dijeron otros dioses.

“No”, dijo Brahma, “no será suficiente porque el hombre cavará profundamente en la tierra y lo encontrará”.

Entonces los dioses propusieron: “En ese caso la sumergiremos y la sumergiremos  en lo más profundo de los océanos”

“Tampoco”, dijo Brahma, “porque tarde o temprano el hombre aprenderá a sumergirse en el océano y también allí lo encontrará”.

Entonces los dioses menores dijeron: “Escondámosla en la montaña más alta”.

“No”, volvió a replicar Brahma, “porque un día el hombre subirá a todas las montañas de la tierra y capturará de nuevo su aliento divino”.

Los dioses menores, desconcertados: “Entonces no sabemos dónde esconder, la divinidad humana, ni tampoco sabemos de un lugar donde el hombre no pueda encontrarla algún día”,

Y  dijo Brahma: “Escondedla dentro del hombre mismo; jamás pensará en buscarla allí”.

Y así lo hicieron. Oculto en el interior de cada ser humano hay un algo divino. Y desde la noche de los tiempos, dice la leyenda, que el hombre ha recorrido la tierra, ha bajado a los océanos, ha subido a las montañas buscando esa cualidad que lo hace semejante a Dios y que todo el tiempo ha llevado siempre en su interior.




miércoles, 6 de enero de 2016

ERA FELIZ Y NO LO SABÍA

“Qué diferente es surfear la vida por encima de sus olas a vivir sumergido, siempre medio ahogado, vapuleado por las corrientes marinas ¡Gozar la vida o sufrirla como si fuera un mar hostil que nos domina!” Rafael Santandreu

Innumerables oportunidades hemos dicho o escuchado a alguien decir esta frase, ¡era feliz y no lo sabía! Pero en la mayoría de los casos lo decimos de manera inconsciente, con ligereza, incluso lo hacemos como un mero chiste.

Corremos tras la felicidad, constantemente la estamos buscando, tratamos de crecer, de superarnos a nosotros mismos y de tener vidas satisfactorias ante nuestro enfoque.

¿Qué tal si la felicidad ha estado siempre a nuestro lado? ¿O mejor aún, dentro y con nosotros? La experiencia nos enseña que la felicidad no existe en su totalidad, logramos entender que se trata de momentos, de instantes, de circunstancias, y que no tiene mucha lógica pretender un estado de felicidad permanente, pero el asunto es que al sentirte pleno, en conformidad y armonía con tu propio ser, encuentras una consonancia casi permanente con el estado de la felicidad.

Vivir el momento presente, la experiencia presente, cada minuto de cada día, nos acerca a nuestro ser interior, que es luz plena y felicidad, que nos da la plenitud permanente, que nos permite ser amos y señores de nuestros actos y no da cabida a mirar al pasado y sentir que fuimos felices y no lo supimos  ¿es esto posible?

Ocurre que nos desligamos del momento presente constantemente, vamos al pasado, a tomar cualquier recuerdo o pensamiento, y muy a menudo nos adentramos en el futuro, esto nos aleja del presente; es indispensable fundir el pasado y el futuro en un presente eterno y continuo, es un presente que nos permita estar conscientes de nuestra propia felicidad, que nos ahorre esa rara sensación que nos embarga de tener que buscar constantemente sensaciones placenteras en vivencias del pasado.

Cuando estamos en un ir y venir constante hacia el pasado y el futuro, dejamos d estar presentes en nuestro hoy, dejamos de ser conscientes de nuestro presente y nos perdemos nuestra propia felicidad, actuamos como espectadores cuando realmente somos los directores.

“Es inútil volver sobre lo que ha sido y ya no es”. Frédéric Chopin

Entender que lo que fue ya pasó, que jamás será igual, que no se repiten las mismas experiencias y de ser el caso jamás será la misma sensación, es un gran aporte para mantenernos en el presente, presentes en nuestras vidas, en nuestro hoy, en nuestro momento, sin juzgar, sin querer cambiar nada, sencillamente disfrutando lo que se nos está presentando y permitiéndonos aprender de ello.

¿Por qué debemos darnos cuenta de que éramos felices? ¿Por qué nuestra alerta se genera cuando sentimos tristeza y entonces comparamos? ¿Por qué necesitamos constantemente reafirmar que estamos bien o que estaremos mejor?

“La vida es un regalo continuo, un viaje apasionante”. Rafael Santandreu

Tenemos la capacidad de controlar nuestras emociones en su totalidad, de disfrutar, de sentir amor y placer; sin embargo, innecesariamente, nos llenamos de pensamientos irracionales, preocupaciones inútiles en la mayoría de los casos por cosas que no han ocurrido, permitimos que la negatividad tome espacio en nuestra vida.

Algo es real, algo está sucediendo constantemente, algo nos recuerda permanentemente que somos, que estamos y que existimos, esto es innegable y aunque lo reconocemos, pocas veces hacemos consciencia de ello. Tal sensación del ser, pleno, puro, omnímodo e infinito, es razón única y suficiente para ser felices. No tenemos que sentirnos infelices para pensar que éramos felices y no lo sabíamos, esto no es ni necesario ni racional, somos felices cada instante de nuestras vidas, está dentro de nosotros, en nuestro interior, podemos expandirlo por todo nuestro cuerpo, sentidos, sensaciones…vida.

Hagamos el ejercicio de mirar a nuestro alrededor, observar nuestro entorno, donde estamos, qué hacemos, quienes nos rodean…más intenso, que pensamos, que ocupa nuestra mente, que ocupa nuestro ser…

Demos vuelta nuestra mirada hacia nuestro interior, dejemos de buscar fuera, delante o detrás, en el pasado, en el futuro, en lo que fue o pudo ser…dejemos de esperar, de pretender y de amargarnos la vida. La felicidad es, la felicidad está, nos fue regalada desde el instante en que fuimos concebidos y nos dieron un cajón de luz para llenarlo de vivencias, de amor y de felicidad.

Convierte tus recuerdos en eso, en vivencias pasadas, planifica, ¡sí hazlo!, pero no vivas en el futuro o en lo que esperas que sea, ¡vive hoy!  ¡Se feliz hoy!  ¡Regocíjate en tu existir hoy y enamórate de la vida… de tu vida!




martes, 5 de enero de 2016

NO TE HAGAS PEDAZOS POR MANTENER COMPLETOS A LOS DEMÁS

Frecuentemente nos hacemos pedazos por mantener completos a los demás, por no abrir heridas o no dejar que les duelan aquellas que ya tienen abiertas. Hacemos esto sin darnos cuenta o, al menos, sin darle importancia.

Cuando nos acostumbramos a dar sin recibir acabamos sintiendo que dedicarnos a nosotros es algo egoísta, pero nada más lejos de la realidad. El intercambio es esencial en toda relación y en toda persona como ser emocional.

Querernos es algo que debemos cultivar día tras día para mantenernos completos. De hecho, deshacernos en pedazos tiene como consecuencia directa sufrimiento, el cual no nos dejará dar lo mejor de nosotros mismos.

¿Cuándo nos partimos en pedazos?

▪Nos partimos en pedazos cuando renunciamos a cuidarnos.

▪Nos partimos en pedazos cuando evitamos hacer aquello que nos gusta.

▪No deshacemos cuando dejamos de cultivarnos o cuando posponemos nuestros intereses.

▪Nos partimos en pedazos cuando no nos escuchamos ni nos prestamos ayuda.

▪Nos partimos en pedazos cuando priorizamos las necesidades de los demás y no atendemos a las nuestras.

▪Cuando competimos por ser “perfectos” y dejamos de ser nosotros mismos.

▪Cuando intentamos agradar y maquillar nuestra realidad o nuestra opinión.

▪Cuando nos olvidamos de nuestros puntos intermedios y nos obligamos a anteponer los deseos de los demás a los nuestros.

▪Cuando convertimos el sacrificio en obligación.

▪Cuando nos creemos malas personas porque intentamos sacar la cabeza, respirar y aliviarnos de un ambiente que nos ahoga.

▪Cuando cedemos a un chantaje lacerante que nos solicita favores y entorpece nuestro crecimiento.

▪Cuando sacrificamos nuestro bienestar y nos dejamos llevar por la inercia de quien nos acompaña, retrasando así aquello que a nosotros nos apetece hacer porque los demás se sientan bien.

Es complicado, sí, por eso debemos optar por el equilibrio entre las pasiones, los cuidados y la dedicación propia y ajena. Si lo hacemos, gustosamente viviremos contemplando nuestra esencia plena, sin excepciones ni peros.


A veces debemos olvidar lo que sentimos para recordar lo que merecemos

Cuando no obtenemos reciprocidad estamos siendo agresivos con el principio del equilibrio que debemos mantener para lograr mantenernos completos y no deshacernos en pedazos.

Debemos recordar que las relaciones afectivas no son una mera interacción, sino que exigen de un intercambio equilibrado y satisfactorio que compense nuestra balanza afectiva y social.

O sea, no podemos componer nuestras interacciones con el verbo “dar”, sino que también debemos procurar que haya un equilibrio con el “recibir”. Esto no es egoísta ni mucho menos, sino enriquecedor.

Quien da todo en primera persona, quien se ofrece por entero a los demás, no recibe nada a cambio y no se trabaja a sí mismo, termina por sentirse vacío y dolorido. No podemos dejar de lado nuestra autoestima por sembrar la felicidad de los demás, pues acabaremos siendo verdugos de la nuestra.

Solo jugando con eso podremos cultivarnos a nosotros sin dejar de lado a los demás. Es decir, manteniendo la balanza equilibrada, en la misma línea y bajo la misma intersección.

Dar y recibir forman parte del mismo rompecabezas. En sí misma nos hace sentir capaces de amar y merecedores de amor y reconocimiento. Basándonos en ella debemos ser capaces de:

Mantener nuestros derechos: puede que en algún momento haya algo que no nos hace sentir bien o que simplemente no nos apetece hacer. Aquí es donde debemos hacer valer nuestro derecho a tener un espacio personal.

Cultivar nuestros intereses y aficiones: esta es la base de la satisfacción, de la felicidad y del crecimiento personal. Es importante que no dejemos de cuidarnos y de alimentar nuestras inquietudes.

Recuerda que los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. Aunque el cambio duela y sea incómodo, la mejora hará patente que lejos de ser el fin, es el inicio de un gran momento emocional.




lunes, 4 de enero de 2016

UN DÍA TE ABRAZARÁN TAN FUERTE QUE SE UNIRÁN TUS PARTES ROTAS

Algún día alguien te abrazará tan fuerte que todas tus partes rotas se unirán de nuevo, te recompondrás de tus pesares, tus penas se volatilizarán en segundos y volverás a sonreír.

El abrazo es una caricia, un poema escrito en la piel que nos reconforta y fortalece nuestros vínculos afectivos, favoreciendo que nuestros miedos se alejen. De alguna manera, al alejar el sentimiento de caos y a pesar de que no resuelven nada, nos llenan de fuerza.

Hay abrazos que contienen tanta fuerza que lejos de rompernos, nos reajustan. Eso es porque, por decirlo de una manera poética, nos sintonizan emocionalmente. De hecho, aunque no es la única manera ni es indispensable, abrazarnos nos ayuda a trabajar nuestra empatía y, por ende, nuestra inteligencia emocional.

Hay personas y PERSONAS (sí, con mayúsculas)

Hay personas y PERSONAS, en eso todos estaremos de acuerdo. Aquellos con quienes mejor nos entendemos son nuestras personas hogar, las más afines y cercanas a nuestras emociones, pensamientos y creencias.

Hay muchos motivos por los que apreciamos a aquellos con los que compartimos opiniones, vivencias y creencias, entre otros que esa afinidad nos produce sentimientos positivos.

De hecho, generalmente cuando le gustamos a alguien, esa persona también nos gusta (no en términos sexuales, claro). Más que nada porque podemos mostrarnos con mayor naturalidad y comportarnos de manera relajada, lo que promueve que sonriamos más y que los intercambios sean mucho más amables y agradables.

Y este círculo se convierte en un bello vicio, cuanto más queridos nos sentimos, más queremos a quien nos quiere. Un factor determinante de este cariño especial tiene como demostrativo predilecto a los abrazos, a las caricias y a los besos.

Mis PERSONAS son las que me han abrazado en las buenas y en las malas

Estas personas especiales de las que hablamos suelen ser las mismas que han estado a nuestro lado en las buenas y en las malas. Especialmente en nuestras peores épocas, cuando peor nos sentíamos con nosotros mismos, ellos han permanecido a nuestro lado para darnos un abrazo.

O sea que cuando más bajos de ánimo estamos y más dudas acerca de nosotros mismos y del mundo albergamos, más significativos son para nosotros los abrazos y las muestras de interés y cariño hacia quien nos muestra su aprecio e incondicionalidad.

Digamos que de alguna manera se crea una suerte de admiración afectiva que, por su parte, promueve que nosotros cada vez resultemos más atractivos a nuestra PERSONA.

En definitiva, que cuanto más rotos estamos, más conscientes somos de lo que queremos a quien nos quiere y a quien reserva un pedacito de sí mismo para recomponernos y mostrarnos todo el amor del que somos merecedores.

Lo que hace especial a nuestras rosas es el tiempo que pasamos con ellas

“Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo especial”, escribió Saint Exupéry en “El principito”. Y esto constituye una de los pilares más importantes de nuestras relaciones y de cómo esos abrazos que provienen de nuestras rosas recomponen nuestras partes rotas.

Sean muchas o pocas nuestras similitudes, resulta verdaderamente excitante y atractivo suponer que algo especial y único nos une. Nuestras PERSONAS son aquellas que nos hacen pensar y sentir aquello de “me quiere por mí mismo, no por mis opiniones o por sus intereses”.

Esto es lo más gratificante y maravilloso, lo que más nos reconforta en aquellos momentos en los que nuestro interior se ha fragmentado, pues nos hace recordar que a pesar de que tenemos tantas partes rotas que sería imposible contar todos los trozos, somos personas enteras e irremplazables para quien nos abraza.




domingo, 3 de enero de 2016

NO TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR, LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR

No es difícil imaginar por qué un proverbio popular se ha hecho tan famoso como aquel que dice “todo tiempo pasado fue mejor” y por qué escritores como Ernesto Sábato lo recogieron en alguna de sus obras. Este opuesto a “lo mejor está por llegar” nace de esa visión nostálgica, sobre todo de las personas mayores que ya han vivido muchos años, por todo lo que ha acontecido en sus vidas.

Sin embargo, añorar lo que se ha perdido no nos permite disfrutar de lo que aún nos queda por vivir. Por eso, no todo tiempo pasado fue mejor sino que, como diría la gran Mafalda, lo mejor está por llegar.

Tenemos la capacidad maravillosa de sorprendernos una y otra vez que no deberíamos desaprovechar, como si siempre existieran cosas nuevas que conocer, aprender y sentir en nuestra piel.

“No creo en esa historia de que el pasado fue mejor. Comience a explorar el pasado y también descubrirá cosas terribles.”
-Jorge Amado-

Yo lo que quiero que me salga bien es la vida

Queremos ser felices a toda costa, lo que nos conduce muchas veces a caer en el error de olvidar que la felicidad exige un poco de llanto o, en otras palabras, que para que haya un arcoiris tiene que haber llovido primero. Esto es, ambas cosas forman parte de la naturaleza, la felicidad y el llanto se complementan y son igual de reales y obligatorios.

Queremos que la vida nos ‘salga bien’, pero no asumimos que eso indica momentos de todo tipo: buenos y malos, caerse de la montaña una y otra vez hasta llegar arriba.

No solemos aceptar que esa ‘vida’ es aquella que de verdad nos permite vivir plenamente hasta valorar todo lo positivo que nos ofrece, que es aquella que nos remueve, nos zarandea y nos impulsa a crecer. Por eso ‘lo mejor está por llegar’, porque las montañas, como las emociones son infinitas hasta que dejamos de vivir.

La vida empieza a los 40

Decía también Mafalda, con gran parte de razón, que la vida empieza a los cuarenta. Es en esta etapa en la que hemos vivido lo suficiente como para empezar a admitir que el pasado es aprendizaje y, a veces nostalgia.

Es aquí cuando entendemos que el futuro es ilusorio porque depende del presente y que este presente es el único que moldea eso que está por llegar: tenemos la oportunidad de mejorar continuamente y de no retroceder.

“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.”
-Víctor Hugo-

A los cuarenta, comenzamos a darnos cuenta de que la felicidad no depende de alguien que no sea nosotros mismos y entonces comenzamos también a exigirle a la vida lo que de verdad merecemos: nos queremos un poco más, somos más humildes y soñamos con mayor coherencia. Es decir, entendemos nuestros límites y hemos experimentado las suficientes caídas como para saber que siempre hay algo mejor.

Deja de instalarte en los recuerdos y fabrícalos: lo mejor está por llegar

Cuando pasamos el marco de la adolescencia y de la juventud tenemos lo que podría considerarse la ‘manía’ de revivir una y otra vez momentos del pasado. Recordar es más frecuente cuando más años tenemos y no es negativo. Lo negativo es quedarse atrás recordando los malos momentos y olvidar el ‘hoy’.

No podemos pasar por alto nunca el momento actual de nuestras vidas porque, como hemos dicho, es únicamente desde ahí que podemos establecer los principios suficientes para el día de mañana. De la misma forma que recordar no es malo, tampoco lo es soñar: debemos fabricar sueños que nos mantengan ilusionados y con vida. Sin embargo, no podemos dejar que los sueños nos pierdan en nuestra propia realidad.

No vivas en el mismo año setenta y cinco veces,
una y otra vez,
y lo llames vida.”
-Robin Sharma-

Lo mejor está por llegar desde el momento en el que aceptamos todo esto: un pasado que sirva de herramienta para sustentarse en el presente y un futuro que mantenga nuestra curiosidad pero nos permita estar sujetos al suelo más inmediato.

Lo mejor está por llegar al igual que no todo lo malo conocido es mejor que lo nuevo por conocer: siempre habrá un atisbo de positividad que nos pueda ayudar a crecer y a no estancarnos.