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jueves, 28 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
LA TRISTEZA DEL AMARGADO ES LA MISMA
DESDICHA QUE SIEMBRA EN LOS DEMÁS
La amargura
suele ser en muchos casos una forma de depresión encubierta donde la persona se
focaliza casi en exclusiva en el mundo exterior. El mundo del amargado está
lleno de ventanas a través de las que ve solo injusticia, desde donde gusta
asomarse para volcar su rencor, su melodía amarga y sus sentimientos pesimistas. El amargado
quiere cautivos, pero también clama ayuda.
Seguro que,
ahora mismo, muchos de nosotros tenemos en mente a más de una persona cercana
que, por momentos, nos puede dar la sensación de tener una inclinación
placentera por amargarnos la vida con sus razonamientos, consejos y
comportamientos. Sin embargo, la realidad suele ser muy lejana a este supuesto
placer -inferido de la frecuencia con la que lo repiten-, lo cierto es que no
dejan de ser personas infelices.
La amargura y el rencor
son anclas que siempre quieren cautivos, porque sus barcos quedaron varados y
perdidos en una deriva donde antes hubo felicidad y ahora, solo quedan
tristezas no afrontadas.
El amargado
siente, por encima de todo, que ha perdido el control de su vida. Estamos ante
un estado tan derrotista que la persona, sencillamente, deja de ser responsable
de sí misma. Asume el papel de víctima y se deja llevar. Es, pues, necesario
saber intuir y aportar estrategias para ayudar, porque a pesar de que nos
incomoden estas conductas, estamos ante alguien que necesita ser ayudado.
El amargado y las raíces de la amargura
Nadie viene
al mundo con el corazón habitado por la amargura. Aunque en ocasiones, la
infancia es un escenario idóneo donde más de uno empieza ya a descubrir cómo se
gesta y a qué sabe esta sensación. Una comunicación poco afectiva o una crianza
sin cariño pueden abrir ya a una edad temprana la tierra, permitiendo que en el
corazón arraiguen esas raíces que tendrán como fruto esas sombras que moran en
el alma del amargado.
La amargura
es una semilla que se siembra y que no suele germinar al instante. Su
presencia, al principio, es silenciosa. Una decepción duele, pero no nos
cambia, dos nos hacen pensar, pero cuando alguien acumula demasiadas piedras en
el camino y hace una atribución claramente negativa de su existencia, deja de
sentir que tiene control sobre su vida. Entonces las semillas germinan… y nos
enferman.
Un dato que
también deberíamos tener en cuenta es el relativo a la clásica imagen del
“anciano amargado”. Todos hemos conocido a ese abuelo o abuela que reacciona
con apatía, que anticipa cosas negativas, y que tanto rencor parece tener sobre
el mundo y la propia vida. Tal y como nos explican en la revista “Health
Psychology“, todo ello son, en la mayoría de los casos, indicadores de una
depresión subyacente. Es importante tenerlo en cuenta.
La amargura
y el entumecimiento emocional
A menudo se
describe a la amargura como el clásico comportamiento “tóxico“. Estamos
acostumbrados a utilizar la etiqueta de “toxicidad” muy a la ligera, casi con
la necesidad de ponernos una máscara y alejarnos rápidamente sin tener en
cuenta a la persona y su realidad personal; su cárcel emocional. No es lo
adecuado. No al menos en lo que se refiere a la amargura.
La persona que no está
en paz consigo misma estará en guerra con todo el mundo.
Como ya
hemos indicado anteriormente la persona amargada no nace, se hace con el tiempo
y a raíz de diversas situaciones que no han sido gestionadas, y que en un
momento dado, han superado a la propia persona. No hay que abandonarlas, no hay
que dejarlas a la deriva en este entumecimiento emocional. Sabemos que un
cerebro amargado -deprimido- no pasa de la noche a la mañana a ser un cerebro
feliz, pero nunca está de más conocer unos consejos básicos.
Cómo cambiar
la actitud de un amargado
Tal y como
hemos señalado a lo largo del artículo, en ocasiones, la amargura es un
indicador de una depresión. Por ello, es importante animar a la persona a que
acuda a un profesional de la salud para que valore su estado. Es un primer paso
necesario y esencial. Más tarde, podemos poner en práctica lo siguiente.
Haz uso de
la compasión y el optimismo. Sabemos que el amargado desea atraparnos con su
cinismo, con su rencor y fatalismo. Sin embargo, lejos de claudicar es preciso
no variar nunca nuestra actitud siendo capaces de responder a su negatividad
con optimismo.
No
personalices sus ataques, sé paciente. Quien habla no es el corazón de la
persona, es la raíz de su amargura y sus decepciones no gestionadas, sus
traumas no asimilados, sus vacíos no comprendidos. Guarda la calma y responde
siempre con la voz de la cercanía, de la amabilidad más serena.
Invita al
amargado a adquirir nuevos hábitos. La amargura es pasiva, corrosiva y se
alimenta de los pensamientos de la persona. Una forma de “romper” ese ciclo de
negatividad es intentando que la persona cambie de costumbres, que adopte
nuevos hábitos, que transite por otros escenarios. Así pues, sin presionar,
basta con sugerirles que salgan a caminar, a hacer deporte, que se apunten a
algún curso, que conozcan a otras personas…
La persona
que no está en paz con su corazón, con su pasado y con sus pensamientos, estará
en guerra con todos aquellos que le rodeen. Permite que hallen ese equilibrio,
esa llave para sanar sus heridas y encontrar la calma a sus batallas internas.
Es necesario prestarles ayuda, pero cuidando a la vez de nuestros propios
límites y sin descuidar nuestra autoestima.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/la-tristeza-del-amargado-es-la-misma-tristeza-que-siembra-en-los-demas/
martes, 26 de julio de 2016
lunes, 25 de julio de 2016
REÍRSE ES COSA SERIA
“La vida es demasiado
importante como para tomársela en serio”
Oscar Wilde
A la risa la
llaman el alimento de la esperanza. Por algo será. Porque la risa y el chiste
buscan reconciliar el mundo y acortar distancias, recordándonos que nos une el
mismo anhelo: la alegría, el bienestar y la felicidad.
En realidad,
se resumen en una idea muy sencilla: nuestra vida gira en torno a nuestro
placer. Porque, si nos planteamos para qué hacemos cada cosa en nuestro día a
día, como última consecuencia siempre estará eso que llamamos “sentirnos bien”.
Para Freud,
los chistes y las risas son válvulas psicológicas de seguridad, una manera más
de manejar lo que nos causa angustia y nos reprime. No podemos contrastar muchas
de las ideas de esta gran figura, pero lo cierto es que gran parte de los
chistes más valorados responden a escenas de matrimonio, de potencia sexual y
de muerte.
La risa no es solo de alegría
“Estoy intentando hacer
amigos fuera de Facebook. Salgo a la calle y voy dando voces diciendo a la
gente lo que he comido, cómo me siento, lo que estoy haciendo y lo que haré más
tarde. Escucho conversaciones y grito “me gusta”. De momento ya tengo tres
personas que me siguen: dos policías y un psiquiatra”
Nos hacen
reír las gracias con las que nos identificamos o reconocemos a nuestra
sociedad. Quizás es una manera de proyectar nuestras inquietudes, comprender y
hacernos conscientes de la manera en la que nos relacionamos con el mundo.
De todas
formas, hay infinitas razones que nos llevan a reír. Si lo hacemos no es solo
de alegría, sino que también utilizamos la risa para aliviar tensión, por
ejemplo.
Digamos que
es una estrategia más que nos ahorra esfuerzo y ayuda a que descarguemos la
tensión emocional que vamos acumulando.
Al reírnos
jugamos con dobles sentidos, con historias cotidianas, con prejuicios. Esto nos
ayuda a descifrar emociones y realidades, haciendo que todo tenga más sentido
para nosotros.
La teoría de la superioridad
Los
argentinos hacen chistes sobre los mexicanos, los franceses hacen chistes sobre
los belgas, los ingleses sobre los irlandeses y así desde tiempos inmemoriales.
Y estas son las bromas que más triunfan. ¿Por qué?
Esta
cuestión es tan simple como que intentamos sentirnos superiores a toda costa.
Obviamente no da igual de qué hagamos chanza o chiste, pero sí que caemos en
los prejuicios y la generalización con bastante frecuencia.
Como
sociedad, generamos un blanco y buscamos la chanza. Sin embargo, no todo es de
color de rosa. Hay estudios que han demostrado que los chistes no siempre son
buenos, pues pueden mermar la autoconfianza y la actitud de un colectivo que
responde al tópico.
Por ejemplo,
cuando se examinó la inteligencia de las mujeres rubias, se percataron de que,
si previamente habían leído chistes que cuestionaban su aptitud, entonces
puntuaban por debajo de lo que les correspondía.
Podemos morir de risa
Hay, al
menos, un caso documentado de una personal que murió por fallos
cardiorrespiratorios provocados por un ataque de risa. Por lo que sí, la risa
es buena, pero con moderación.
Obviamente,
también hay que poner especial cuidado en que la risa no se convierta en burla
ni en ataques gratuitos que dañen nuestro bienestar emocional.
¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando reímos?
Un borracho es detenido a las cuatro de la
mañana por un policía que le increpa:
– ¿Adónde va usted?
El borracho, completamente ebrio, le
responde:
– Me dirijo a una conferencia acerca del
abuso del alcohol y sus efectos letales en el organismo, el mal ejemplo para
los hijos y las consecuencias funestas para la familia, el problema que causa
en la economía familiar y la irresponsabilidad absoluta…
El policía lo mira incrédulo y le responde
mofándose del borracho:
– ¿En serio? ¿Y qué ilustre conferenciante
va a impartir esa charla a estas horas?
– Mi mujer, cuando llegue a casa.
¿Te ha
divertido el chiste? Si lo ha hecho, en tu cerebro se han activado tantas áreas
cerebrales como cuando resuelves problemas matemáticos. Sin embargo, si no te
ha divertido, solo se ha activado el área del aburrimiento.
Desde
Cambridge (Reino Unido), el neurocientífico Tristan Bekinschtein, nos cuenta
que, aunque no podamos reírnos por algún daño neurológico, nuestro cerebro se
ríe.
Pero, ¿cómo
nos damos cuenta de que alguien nos está contando un chiste? Lo cierto es que
no se sabe a ciencia cierta y que, incluso, hay veces que nuestro cerebro peca
de inocente o de pícaro.
Sin embargo,
se sabe que, cuando alguien nos cuenta algo gracioso, se activan las mismas
áreas que cuando tomamos una droga o comemos un suculento pastel de chocolate.
Es el área tegmental ventral, centro neurológico del placer.
Van dos y se cae el del medio
Para irritación de todo
tipo de representantes de la autoridad, los niños dedican una considerable
energía a “hacer el payaso”. Ellos no quieren apreciar la gravedad de nuestras
descomunales preocupaciones, mientras que nosotros olvidamos que, si nos
hiciéramos un poco más como los niños, puede que nuestras preocupaciones no
fueran tan descomunales”
(Conrad Hyers)
Tanto el
humor como su hija, la risa, tienen múltiples beneficios en nuestra salud
física y psicológica. Merecen, por tanto, un importante protagonismo dentro de
la psicología positiva. En palabras de Martin Seligman: “La risa produce una de
las sensaciones más placenteras de la experiencia humana y el sentido del humor
es una de las principales fortalezas de nuestra especie”.
A veces, reírse es lo más serio que podemos
hacer. La vida hay que tomársela con humor
Un sentido
del humor positivo, en su máxima expresión, permite que afrontemos nuestros
problemas y desajustes vitales, poniendo nuestra vida en perspectiva. Todas
nuestras ataduras se observan con distancia, como si estuviésemos en un gran
teatro disfrutando de un bonito espectáculo.
Reírnos nos
hace entender que nada es tan importante como nos parece, ya todo nos asusta y
nos intimida menos. Todo es ridículo e insignificante mirando la vida con las
gafas del humor. Porque, como dijo Charles Chaplin: “La vida es una tragedia en
el primer plano, pero una comedia en el plano general”.
Fuente: http://mejorconsalud.com/reirse-cosa-seria/?utm_source=facebook&utm_campaign=LMEM.ES&utm_medium=post
domingo, 24 de julio de 2016
sábado, 23 de julio de 2016
HAY “PERSONAS MÁGICAS” RODEÁNDONOS POR
TODAS PARTES
Hay
“personas mágicas” rodeándonos por todas partes. Son aquellas con las que
conoces la felicidad, aquellas que te ayudan a volar, a brillar y a descargar
tu mochila. Ellas, personas con las que compartes la complicidad, la
permanencia.
A veces no
hace falta decir “estoy a tu lado” porque sobran las palabras. A veces encajas
con una persona y como de la nada te guías por la melodía del “quiéreme bien”.
Es un vínculo sano, claro en contenidos, abierto a experiencias. La amistad es
de esas de miradas sinceras que aligeran pesares y nos ayudan a deshacernos de
los obstáculos que se nos presentan.
“Hay personas mágicas.
Te lo prometo, las he visto. Se encuentran escondidas por todos los rincones
del planeta. Disfrazadas de normales. Disimulando su especial forma de ser.
Procuran comportarse como los demás. Por eso, a veces, es tan difícil
encontrarlas. Pero cuando las descubres ya no hay marcha atrás. No puedes
deshacerte de su recuerdo. No se lo digas a nadie, pero dicen que su magia es
tan fuerte que si te toca una vez, lo hace para siempre”.
Los verdaderos amigos se cuentan con los
dedos de una mano
Los
verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano. Esta es una gran verdad
que probablemente nadie puede negar. Esto es natural, pues no podemos cuadrar
expectativas, sentimientos, emociones, pensamientos y aficiones con cada
persona que pasa por nuestra vida.
Hay gente
con la que conectamos de manera especial y a las experiencias nos vinculan,
sirviéndonos de esto para sustentar uno de los planos más importantes de
nuestra vida: el social. Como dijo Aristóteles, somos animales sociales y, por
lo tanto, necesitamos de estas uniones para sentirnos completos.
Las
“personas mágicas” son aquellas que tienen grandes cualidades sociales y
emocionales, las que nos brindan su apoyo, nos rescatan y nos encaminan. En
otras palabras, las que poseen inteligencia social, prima hermana de la
inteligencia emocional.
La inteligencia social y sus dos
ingredientes principales
La
inteligencia social se define como la capacidad de las personas para
relacionarse. Según Daniel Goleman esta tiene dos ingredientes clave para
lograr un buen sabor del plato principal:
La conciencia social: es la capacidad
de ser sensibles al estado interno de otra persona, de percibir las señales
emocionales no verbales y comprender sus sentimientos, pensamientos e
intenciones. Se trata, por tanto de:
Sintonizar y
escuchar de verdad.
Dar lugar a
que el otro diga lo que quiere decir.
Dar la
posibilidad de que la conversación siga un curso determinado para todos.
Para esto es
esencial un conocimiento verdadero de cómo funcionamos a nivel social, pues sin
este no podremos descodificar las señales sociales que se revelan.
La aptitud social: es la habilidad que
nos permite establecer buenas relaciones y vincularnos teniendo en cuenta las
necesidades de los demás. O sea que además de ser consciente socialmente,
tenemos que saber cómo construir intercambios fluidos y eficaces. Para ello hay
que:
Aprender a
presentarse.
A
preocuparse por las necesidades de los demás y actuar en consecuencia.
En resumen,
la inteligencia social no es solo tomarnos tiempo para escuchar sino sintonizar
profundamente con los sentimientos ajenos y dar pie a un contacto más íntimo
que sostiene. Las“personas mágicas” son inteligentes social y emocionalmente,
lo cual les concede ese estatus, un don de expresividad que atrae a los demás.
En este
sentido, como venimos diciendo, hay relaciones que se forjan y potencian la
posibilidad de compartir lo que nos conmueve. Esas uniones nos enganchan a la
vida, nos animan a ser mejores y a destapar las zonas oscuras que ensombrecen
nuestra alma.
Realmente,
aunque quizás nos pueda parecer lejano, la inteligencia social y emocional es
algo que está a nuestro alcance. Por eso, no descartes cruzarte con “personas mágicas”
hoy mismo y, sobre todo, no descartes la posibilidad de desprender magia tú
para alguien.
viernes, 22 de julio de 2016
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