"No vemos las cosas como son. Vemos las cosas como somos"
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jueves, 5 de mayo de 2016
miércoles, 4 de mayo de 2016
UN PÁJARO NACIDO EN UNA JAULA CREE QUE
VOLAR ES UNA ENFERMEDAD
Un pájaro
nace para ser libre por lo que, si se ve encerrado dentro de una jaula, sentirá
como se limita toda su esencia a una mínima parte: es como si se le cortaran
las alas y con ellas una de las cosas que más le caracteriza, la posibilidad de
volar. La cita del título pertenece a Alejandro Jodorowsky y va a servirnos
para ver como con las personas puede ocurrir algo parecido.
Metafóricamente,
vivir dentro de la jaula como un pájaro encerrado no permite tener una
perspectiva amplia de lo que se puede llegar a experimentar: hay gente que se
conforma con lo que ya tiene, con lo que se cree segura y no permite explorar
otros campos llenos de experiencias nuevas. Esto no es negativo si solo le
influye a ese pájaro y si es por voluntad propia: el problema llega cuando el
pájaro cree que el resto, a veces compañeros, se equivocan al volar.
“El ruiseñor se niega a
anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría”.
-Khalil Gibran-
Un pájaro que se queda en la jaula aun con
la puerta abierta
De la misma
manera que un pájaro, los seres humanos hemos nacido para guiar nuestros pasos
hacia donde queremos ir, de una forma libre y autónoma. Sin embargo por
diferentes motivos, como podrían ser la educación o la influencia social,
existen personas que, llegada una determinada edad, se estacionan en su llamada
“zona de confort” y no son capaces a salir de ella, aun empujándoles a
lograrlo.
Esta “zona
de confort” tiene que ver con lo que les es familiar y con lo que les hace
sentir protegidos, donde la rutina y lo que ya tienen establecido actúa
prácticamente en su lugar. De hecho, lo que en algunas ocasiones ocurre es que
les cuesta mucho trabajo “escapar” de los patrones de conducta y de los valores
adquiridos, haciéndoles sentir incómodos con los que son diferentes a los
suyos.
Dado que
somos libres, ningún pájaro está forzado a salir de su jaula y echar a volar;
pero, tampoco ninguno está obligado a quedarse: la tolerancia de comprender
estilos de vida distintos a la de uno mismo es un comportamiento beneficioso
para mantener las relaciones personales.
Dos ojos vendados ven más que una mente
ciega
Uno de los
personajes más conocidos a nivel mundial, Nelson Mandela, creía en la libertad
de la mente por encima de todo: unos ojos vendados siempre podrán quitarse lo
que les impide ver, pero una mente ciega lo tendrá mucho más complicado.
Aquellas
personas que no somos capaces de vernos dentro de una jaula nos sentimos
juzgados en muchas ocasiones por mentes poco flexibles: “estás loco”, “esa no
es una forma adecuada de comportarte”, “lo que haces no está bien”, “¿qué dirán
los demás de ti?”; son frases normales que escucha aquel que se atreve a volar.
Quien se
encuentra dentro de la jaula no termina de comprender que el mundo está lleno
de matices y de posibilidades. Quien no se cree pájaro, ancla sus sueños al
suelo y a un círculo cerrado. Quien no cuestiona la capacidad de su vuelo, sí
cuestiona que los demás vuelen y con ellos sus sueños.
La mente hay que encenderla, no llenarla
Si un pájaro
tiene alas para volar, el ser humano tiene una mente que también le permite
hacerlo. Sin embargo, la mente necesita que la encendamos constantemente, que
le demos semillas que la ayuden a pensar y no que la llenemos de ideas
preconcebidas.
Hay personas
que actúan como un pájaro que lleva toda su vida en la jaula y teme saltar
cuando le abren la puerta: no ve mal que sus compañeros vuelen, es solo que no
se atreve a hacerlo él. Esto tiene una razón justificada y en este caso lo
único que se necesita es atrevimiento y valor.“Sapere aude” que diría el
filósofo Kant: atrévete a saber, conocer, a usar tu razón para lograrlo.
“La libertad asusta
cuando se ha perdido la costumbre de utilizarla”.
-Robert Schuman-
martes, 3 de mayo de 2016
lunes, 2 de mayo de 2016
SABIDURÍA ES TAMBIÉN IGNORAR LO QUE NO VALE
LA PENA
Si hay algo
curioso que lleva a cabo nuestro cerebro cada noche sin que se lo pidamos, es
un mecanismo esencial para ignorar información. Gracias al sistema linfático
elimina toxinas que podrían causarnos problemas neurodegenerativos. A su vez,
mientras dormimos, ejecuta un sutil “borrón” de información innecesaria,
integrando y clasificando aquella que sí juzga como relevante.
El cerebro,
como ves, se alza como una maquinaria precisa y casi perfecta que sabe eliminar
de sus estructuras y procesos internos todo aquello que no es útil, y que por
tanto, podría enfermarlo. Sin embargo, nosotros, cuando abrimos los ojos al día
y a la conciencia, no siempre somos capaces de ignorar lo que no vale la pena.
No es fácil ignorar
ciertas cosas, ciertas personas, ciertas situaciones. Las personas no siempre
sabemos percibir que algo puede hacernos daño, no tenemos un radar, ni una
señal de alarma. Nos limitamos a confiar, a dejarnos llevar. A vivir.
Si hay algo
que también deberíamos tener en cuenta es que no solo están en el exterior
muchas de las cosas que sería necesario ignorar. A veces, también está “ese
ruido” interno, esos pensamientos obsesivos, esos miedos, esas dudas, la
ansiedad… Enemigos propios que sería necesario reconocer y desactivar.
Por ello, te
invitamos a reflexionar con nosotros, a comprender que en ocasiones, puede ser
muy saludable practicar el sencillo acto de dejar atrás aquello que no
enriquece, que no motiva, y que por lo
contrario, pone muros en nuestro crecimiento personal.
Cómo aprender a ignorar aquello que no me
hace feliz
Piensa en
esta pregunta durante unos instantes: ¿Qué es lo que te hace realmente feliz?
Puede que te sorprenda, pero hay quien llega a tal extremo en su vida personal,
que ya no recuerda qué es eso llamado felicidad. Es un riesgo muy elevado.
A veces, no nos
atrevemos, otras, tememos hacer daño a otras personas: a decepcionarles. No
obstante, vale la pena tener en cuenta que ignorar es también responder con inteligencia.
Es no dar relevancia a quien no la merece, es desactivar aquello nos hace daño.
Hay épocas
de nuestra vida en que sin saber muy bien cómo, perdemos esa tranquilidad
interna que antes nos caracterizaba. Puede que sean ciertas personas, ciertas relaciones.
Puede también que se deba a determinadas
situaciones, a presiones laborales e incluso a autoexigencias.
Perdemos el
rumbo e incluso nuestras propias esencias. Mantener durante mucho tiempo esta
sensación puede hacernos caer perfectamente en un estado depresivo, en una
indefensión tan grave donde todo escapa a nuestro control. No lo permitas.
Aprende a ignorar, a desactivar, a liberar cargas para andar más ligero/a en tu
sendero personal.
Recuerda
todo aquello que es significativo para ti
No pierdas
el rumbo. No pierdas tus raíces ni aquello que te define, porque todo aquello
que te emociona, que te arranca una sonrisa y acelera tu corazón, eres tú. Y la
felicidad es lo que da sentido a nuestra vida. Así que si no la sientes, si no
percibes ilusión en tu día a día, deberás pensar en estos aspectos.
Ve
quitándote capas, una a una. Has pasado mucho tiempo llevando una vida en la
que no te indentificas, así pues, realiza un ejercicio interno y descubre qué
“piel” deberías dejar ir para volver a tu esencia.
Recuerda tus
valores. No hace mucho te definía la valentía, el coraje, el respeto por uno
mismo y por los demás. Dilos en voz alta, hazlos patentes.
La felicidad no son
cosas, son sensaciones elementales inscritas en los actos sencillos. Si no los
aprecias, será el momento de tomar decisiones.
Practica el arte de la sabiduría valiente,
la sabiduría de saber ignorar
No es fácil.
Ignorar lo que no favorece nuestro crecimiento personal requiere a veces cortar
vínculos. Y más aún reformular incluso nuestras actitudes. De ahí, que se
necesite también de un pequeño acto de valentía.
Si eres una persona
débil buscarás venganza a tus despechos, si eres fuerte serás entonces capaz de
perdonar. Ahora bien, si eres sabio te limitarás a ignorar lo que no vale la
pena para disfrutar cada día de tu vida.
Debemos
tener muy claro que ignorar no es de débiles, que no supone ni mucho menos no
hacer frente a determinadas situaciones. En ocasiones, lo más acertado es
ignorar, dejar de dar relevancia a algo que no debería tener tanta presencia en
tu vida.
Ignora los
desprecios. No eres tú, no te definen, quita relevancia de tu vida a la persona
que te los dirige. Camina ligero/a.
Ignora a
quien practique el egoísmo, a quien nunca fue como pensabas, a quien te trae tormentas
los días de sol. Ignora a quien te quite la sonrisa. Asume el adiós, y deja ir
para andar ligero/a.
Ignora los
miedos que ponen muros en tus sueños, los prejuicios y actitudes propias que te
impiden coger ese tren que siempre pasará para ti. Desactiva los pensamientos
limitantes y corre ligero/a rumbo a esos proyectos que sin duda mereces…
Atrévete. Atrévete a
ignorar lo que no vale la pena para entornar la cerradura de la felicidad.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/sabiduria-tambien-ignorar-lo-no-vale-la-pena/
sábado, 30 de abril de 2016
AUTOENGAÑO: MENTIRAS QUE NOS SOSTIENEN
Todos, de
alguna forma u otra estamos familiarizados con las mentiras. Habrá algunos más
valientes que sean capaces de admitir que mienten; otros en cambio, parecen
querer librarse de esta condena.
Lo cierto es
que, ¿quién no se ha contado una mentira a sí mismo? Quizás, todavía es
demasiado pronto para que te des cuenta… Reflexionemos sobre ello.
“La mentira más común
es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un
defecto relativamente sano”
-Nietzsche-
El engaño como compañero de vida
El engaño o
la mentira son inherentes a la vida en todos sus aspectos. Hasta la naturaleza
lo utiliza como recurso, piensa en los virus que son capaces de engañar a
nuestro sistema inmunitario para entrar en nuestro cuerpo o el baile de
confusiones y mentiras entre depredadores y presas, con tal de conseguir cada
uno de ellos su objetivo: su supervivencia. Pero, ¿qué hay de nosotros?
Más allá de
las mentiras revestidas de alguna intención para conseguir algo concreto,
existen esas clases de mentiras que son capaces de sostenernos durante un
tiempo o incluso toda la vida. Son mentiras elaboradas para esquivar la
realidad y tienen como refugio a la inconsciencia.
Dostoyevski
escribía en “Memoria del subsuelo“:
“Todo ser humano tiene
algunos recuerdos que solo contaría a sus mejores amigos. De la misma manera,
también podríamos decir que todo ser humano tiene preocupaciones que ni
siquiera contaría a sus mejores amigos sino tan solo a sí mismo y, aún así, lo
haría en el mayor de los secretos. Pero, además existen cosas que uno ni
siquiera se atreve a contarse a sí mismo. Hasta los más honrados de los hombres
tienen una buena cantidad de esa clase de pensamientos almacenados en algún
rincón de su mente".
Nadie está libre del autoengaño
En el
autoengaño es importante el lenguaje, además de la consciencia. Pues, aunque en
realidad no deja de ser lo que es, teniendo en cuenta que cada uno construimos
la nuestra, es a través del lenguaje como la realidad se describe y se
transmite. Además, para nosotros, al final no deja de ser un reflejo de cómo
nos la contamos.
Teniendo en
cuenta que las personas tenemos una gran capacidad para crear creencias
sesgadas en todos los ámbitos de nuestra vida, ¿quién se libra de las
suposiciones o confabulaciones?
Somos víctimas de
nuestras propias trampas para sobrevivir en nuestro día a día
Mentiras para esquivar la realidad
Existe todo un
entramado de mentiras que nos sostienen y que, en ocasiones, son las esposas o
los grilletes que nos atan a determinadas situaciones sin que nos demos cuenta,
son las culpables de que muchas veces tengamos la sensación de que, hagamos lo
que hagamos, no avanzamos.
“La verdad tiene
estructura de ficción”
-Jacques Lacan-
Cuando la
fuerza de los hechos se torna brutal o amenazante, a veces el temor al
sufrimiento hace que intentemos esquivar la realidad, bloqueando nuestra
atención y autoengañándonos. Así, rellenamos esos espacios vacíos con
explicaciones, imaginaciones o fantasías, de manera automática. De ahí el
popular refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente“.
De esta
manera, si no veo, si no me percato de lo que sucede, el peligro disminuye, mi ansiedad
se calma y me permito continuar. Los hechos han sido ignorados y hemos
modificado el significado de la experiencia. La mentira está presente, pero sin
darnos cuenta, oculta tras los silencios, las justificaciones, las negaciones y
los castillos de cristales construidos.
La impostura se
mantiene gracias al poder de nuestra atención selectiva para ocultar,
transfigurar y difuminar las verdades dolorosas, reelaborando un disfraz más
aceptable para nosotros.
Un disfraz
que nos recuerda al “falso self” de Winnicott, en el cual la mentira se
considera parte del desarrollo natural de la identidad del ser humano, desde la
temprana infancia. Disfraz que permite mitigar la angustia y el sufrimiento
generados por las expectativas que los padres depositan en sus hijos y ante las
que éstos no llegan, renegándose a sí mismos, para finalmente llegar a
construir su personaje de acuerdo al ideal que sus padres han establecido.
El autoengaño en el día a día
El
autoengaño también puede generarse para llegar a cumplir nuestras propias
expectativas o las de los demás; también por el simple hecho de no querer ver
lo que nos sucede o sentir lo que sentimos, como una manera de justificarnos.
Ocurre en
relación a las relaciones de pareja cuando, por ejemplo, no queremos darnos
cuenta de que la situación es insostenible o nuestros sentimientos no son los
mismos o en las adicciones, cuando la persona cree controlar su consumo; en las
relaciones sociales y políticas…
El
autoengaño es una importante defensa que tenemos ante las amenazas de peligros,
que se erige como una armadura que nos protege de las experiencias que nos
resultan difíciles de asimilar, una coraza del carácter como Willhelm Reich lo
llamaba. Un escudo tras el cual se encuentra el yo, que utiliza para protegerse
de la ansiedad en su tránsito por un mundo que a veces, es categorizado como
hostil.
Así, cuanto
mejor nos engañamos a nosotros mismos, mejor engañaremos a los demás. Pues la
mejor manera de esconder un engaño profundamente es no siendo consciente de él.
Los efectos del autoengaño
El
autoengaño puede tener efectos diversos y, en ocasiones, un coste muy alto. En
estos casos, el mundo de la persona se encuentra fragmentado ya que la
información que se obvia e ignora se encuentra en el inconsciente, quedando
suplantada por la mentira de la consciencia.
Así, como
Daniel Goleman afirma en su libro “El punto ciego”, el primer paso necesario
para despertar del autoengaño consiste en darnos cuenta de la forma peculiar en
la que estamos dormidos. Es decir, barajar la posibilidad de que en algún
aspecto de nuestras vidas podemos estar autoengañándonos primero, para luego
poder adentrarnos en la tela de araña que nos hemos construido para escapar de
la realidad.
Pues no
solemos darnos cuenta de lo que nos desagrada ver y tampoco nos damos cuenta de
que no nos damos cuenta… La mayoría de nosotros acordamos un pacto, sin
saberlo, con el viejo proverbio árabe:
“No despiertes al
esclavo porque quizá está soñando que es libre”. Pero el sabio dirá:
“¡Despierta al esclavo!” Especialmente si sueña con la libertad. Despiértenlo y
háganle ver que es un esclavo; solo mediante esa conciencia podrá quizá
liberarse”.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/mentiras-nos-sostienen/
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