lunes, 11 de enero de 2016

¿POR QUÉ FUERTEVENTURA ES LA MEJOR ISLA DE ESPAÑA?

Nunca es fácil elegir de entre lo muy bueno, lo mejor. Y eso es lo que ocurre cuando se trata de escoger la mejor isla de España. Ser la envidia de medio mundo en cuanto a destinos isleños es lo que tiene. Por eso una buena opción es que decida un jurado lo suficientemente amplio como para que haya consenso. Por ejemplo, los propios viajeros y usuarios del portal de viajes más grande del mundo, Trip Advisor.

Ellos son quienes han decidido que la espectacular Fuerteventura es la mejor isla de España para este 2015. Y no sólo eso: uno de sus municipios, La Oliva, fue votado unas semanas antes como el segundo mejor destino del país, sólo por detrás de Barcelona.
¿Qué tiene Fuerteventura para volver locos a familias, singles, parejas sin hijos, grupos de amigos, jubilados con animales de compañía y todas las combinaciones de viajeros que se os pasen por la cabeza? Para empezar, precisamente eso: que se trata de una isla tan ecléctica que todo el mundo es más que bienvenido. La fama de auténtico paraíso que cosechaba entre los amantes de los deportes acuáticos y los ecoturistas se trasladó enseguida al resto de tribus, urbanas y campestres, así que hay sitio para todos.

Fuerteventura, auténtica y salvaje

Para seguir, que a pesar del boom turístico, Fuerteventura mantiene ese aire de isla auténtica y salvaje, donde guris y locales se cruzan sin problema mientras ambos mantienen sus costumbres. Y para terminar, que tiene algunos de los paisajes más alucinantes que veréis jamás. Tanto que para protegerlos hace ya 6 años que la UNESCO declaró la isla al completo Reserva de la Biosfera. Pero ahí no acaban sus atractivos. La lista es tan larga que necesitaríamos un rato de los largos para no dejarnos nada en el tintero. De momento, ahí va un aperitivo.

Desde el norte hasta el sur, o desde Corralejo hasta la península de Jandía, la cantidad de espectaculares playas que dibujan la isla es uno de los principales reclamos. Disfrutarlas es un regalazo de los de verdad porque hay pocas playas tan alucinantes como estas, de arena fina dorada y aguas color turquesa. ¿Lo mejor? Que el ‘catálogo’ es tan amplio que hay para todos los gustos: con dunas, sin ellas, con olas, en calma... Pero ninguna abarrotada y todas prácticamente vírgenes. Hay quienes tienen su paraíso en la extraordinaria Cofete, otros lo sitúan en las playas de El Cotillo, también están los que prefieren alguna de las situadas en el Parque Natural Grandes Dunas de Corralejo, los que se declaran verdaderos amantes de la isla de Lobos, a apenas dos kilómetros... En el sitio web oficial de Turismo de Fuerteventura encontrarás una buena guía para elegir. Sólo podemos añadir que incluso los poco amigos del mar y la arena acaban convirtiéndose y rindiéndose a la evidencia: si el paraíso existe, debe encontrarse por aquí cerca.

Dicen los aficionados a la astronomía que hay pocos cielos como el de Fuerteventura. De hecho, la posibilidad de poder contemplar aquí la Vía Láctea abarrotada de estrellas fue la culpable de que la UNESCO iniciara el procedimiento para convertir esta isla en Reserva Star Light, mención con la que se reconocen aquellos puntos del planeta donde las condiciones de iluminación natural y nitidez del cielo nocturno son perfectas para contemplar el cielo estrellado. Quizá por eso a Fuerteventura la tradición de mirar las estrellas le viene de lejos: cuentan que los primeros habitantes de la isla dejaron sus huellas en la montaña de Tindaya en forma de podomorfos orientados no sólo a elementos del paisaje terrestre sino también del paisaje celeste.

Aunque casi siempre que se escucha algo sobre Fuerteventura está relacionado con deportes acuáticos o playas, también es buen destino para los aficionados a los volcanes. De hecho, es el origen volcánico de la isla el que ha hecho de ella un lugar con una orografía tan original. Desde la localidad norteña de Lajares en dirección Corralejo hay una serie de volcanes alineados entre los que se encuentra un cráter casi perfecto, de nada menos que 70 metros de profundidad, cuyo acceso es muy sencillo además de libre. Al llegar a la cima encontrarás unas impresionantes vistas que merecen mucho la pena hasta para los que sufrimos cierto vértigo. Palabra de miedosa a las alturas.

Otra virtud más o menos desconocida de esta isla es que se disfruta y mucho al sentarse a la mesa. Nada de comida rápida para engañar el estómago sin más. A pesar de que el turismo extranjero tiene una buena cuota de representación, los restaurantes autóctonos se mantienen y miman mucho al cliente. Entre los imprescindibles de la gastronomía majorera se encuentran sus riquísimos quesos, la carne de cabrito, el sancocho, el gofio, las papas... Y además, a precios más que económicos. ¿Qué más se puede pedir?








sábado, 9 de enero de 2016


"La vida no te ocurre a ti, ocurre para ti"

Aquí les dejo una reflexión de Jim Carrey sobre realización personal. 


https://youtu.be/4wwTQuRhoZk


viernes, 8 de enero de 2016

LAS PERSONAS EGOÍSTAS SON INCAPACES DE AMARSE

Tenemos comúnmente la idea arraigada de que las personas egoístas son narcisistas. Con la creencia de que estas personas solo se preocupan por sí mismas, que se valoran y se aman por encima de todo. Sin embargo, la realidad es muy diferente, las personas egoístas no solo tienen dificultad para amar a los demás, sino a sí mismas también.

Entendemos que una persona egoísta es aquella que solo se interesa por sí misma. Carece de respeto y de interés por las necesidades de los demás, se relaciona con las personas principalmente por su utilidad, y por los beneficios que puede extraer de ellas.

Establecen por lo tanto relaciones instrumentales para cubrir sus necesidades, sin tener en cuenta el componente emocional de las personas. Puede suceder esto, a su vez, por temor a implicarse demasiado en las relaciones y salir dañadas. Así, realmente, lo que estarían haciendo es huir del amor.

La persona egoísta no obtiene satisfacción en dar, su preocupación se centra básicamente en lo que va a recibir a cambio. Puede dar la apariencia de que toda esta energía que centra para sí mismo es debida al amor que se tiene. No obstante, todas estas acciones implican una gran incapacidad para amarse.

“No ve más que a sí misma; juzga a todos según su utilidad; es básicamente incapaz de amar. ¿No prueba eso que la preocupación por los demás y por uno mismo son alternativas inevitables? Sería así si el egoísmo y el autoamor fueran idénticos. Pero tal suposición es precisamente la falacia que ha llevado a tantas conclusiones erróneas con respecto a nuestros problemas.”
-Erich Fromm-

Ser egoístas es lo opuesto al amor propio

Se tiende a confundir a menudo el amor propio con el hecho de ser egoístas. La persona que se ama a sí misma está lejos de parecerse a la persona egoísta. Ya que existen marcadas diferencias que denotan una preocupación real tanto hacia sí mismos como hacia las personas que les rodean.

Cuando indagamos en el propio conocimiento de nosotros mismos, nos iniciamos a su vez en comprender mejor a los demás. El propio conocimiento es la única forma de ser conscientes de todas nuestras limitaciones y de nuestra falta de aceptación; y de todos nuestros miedos subyacentes a nuestro comportamiento.

“El egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente opuestos. El individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy poco; en realidad, se odia. Tal falta de cariño y cuidado por sí mismo, que no es sino la expresión de su falta de productividad, lo deja vacío y frustrado. Se siente necesariamente infeliz y ansiosamente preocupado por arrancar a la vida las satisfacciones que él se impide obtener.
-Erich Fromm-

Amarnos para poder amar

Es conditio sine qua non amarse primero a uno mismo para poder así amar a los demás. Este hecho es fundamental y está muy alejado de lo que es el egoísmo. Atender y escuchar a nuestras propias necesidades, dándoles el valor que merecen; supone un respeto hacia sí mismo, imprescindible para aprender a quererse.

Tener en consideración nuestras emociones expresándolas y aceptándolas, nos convierte en personas más auténticas con facilidad para relacionarnos desde la intimidad y la confianza. Y no a través del miedo a que nos dañen, que solo desemboca en relaciones superficiales, donde vamos añadiendo capas que nos impiden ver nuestra capacidad de amar.

“La idea expresada en el bíblico “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, implica que el respeto por la propia integridad y unicidad, el amor y la comprensión del propio sí mismo, no pueden separarse del respeto, el amor y la comprensión del otro individuo. El amor a sí mismo está inseparablemente ligado al amor a cualquier otro ser.”
-Erich Fromm-

Nos engañamos creyendo que amamos

Al igual que la persona que es egoísta, es incapaz de amar, no lo es menos la persona que tiene una gran preocupación por los demás, y que se dedica por completo hacia quienes le rodean, desconectando de sí misma. De esta forma cree que siente tanto amor que es capaz de renunciar a sus necesidades.

Este ejemplo es fácil verlo en las madres sobreprotectoras y en las personas que se olvidan de sí mismas para prestar atención a los demás, y estar a su disposición para cuando lo necesiten. Son personas que se vuelcan en las necesidades ajenas haciéndolas como propias.

Esta forma de amar si bien puede confundirse con personas muy buenas, que están dispuestas a entregarse desinteresadamente, y aman al prójimo incluso más que así mismas. Es igual de engañosa que la del egoísta en la que se cree que se ama mucho así mismo. Ambas formas de amar son un autoengaño en el que se manifiesta una compensación exagerada por su incapacidad de amar.

“Es más fácil comprender el egoísmo comparándolo con la ávida preocupación por los demás, como la que encontramos, por ejemplo, en una madre sobreprotectora. Si bien ella cree conscientemente que es en extremo cariñosa con su hijo, en realidad tiene una hostilidad hondamente reprimida contra el objeto de sus preocupaciones. Sus cuidados exagerados no obedecen a un amor excesivo al niño, sino a que debe compensar su total incapacidad de amarlo.”
-Erich Fromm-

Como podemos comprobar en los ejemplos de la personas egoístas y en la personas que se despreocupan de sí mismas, son dos formas en las que no existe el amor hacia sí mismos, por ende, no puede existir el amor hacia las demás personas.

“De ello se deduce que mi propia persona debe ser un objeto de mi amor al igual que lo es otra persona. La afirmación de la vida, felicidad, crecimiento y libertad propios, está arraigada en la propia capacidad de amar, esto es, en el cuidado, el respeto, la responsabilidad y el conocimiento. Si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a sí mismo; si sólo ama a los demás, no puede amar en absoluto.”
-Erich Fromm-




jueves, 7 de enero de 2016

LEYENDA HINDÚ: OCULTO DENTRO DE CADA SER HUMANO HAY ALGO DIVINO Y HERMOSO

Cuenta una antigua leyenda hindú que hubo un tiempo en el que todos los hombres que vivían sobre la Tierra eran dioses.  Pero los hombres abusaron tanto de su divinidad que Brahma, el dios supremo, decidió privarlos del aliento divino que había en su interior y esconderlo en donde jamás pudieran encontrarlo y emplearlo nuevamente para el mal.

Entonces, Brahma convocó a todos los dioses menores para buscar un lugar adecuado donde poder esconder la divinidad del hombre y evitar que hiciesen un mal uso de nuevo.

El gran problema fue encontrar el lugar apropiado y los dioses menores, propusieron:

“Esconderemos la divinidad del hombre en lo profundo de la tierra”, dijeron otros dioses.

“No”, dijo Brahma, “no será suficiente porque el hombre cavará profundamente en la tierra y lo encontrará”.

Entonces los dioses propusieron: “En ese caso la sumergiremos y la sumergiremos  en lo más profundo de los océanos”

“Tampoco”, dijo Brahma, “porque tarde o temprano el hombre aprenderá a sumergirse en el océano y también allí lo encontrará”.

Entonces los dioses menores dijeron: “Escondámosla en la montaña más alta”.

“No”, volvió a replicar Brahma, “porque un día el hombre subirá a todas las montañas de la tierra y capturará de nuevo su aliento divino”.

Los dioses menores, desconcertados: “Entonces no sabemos dónde esconder, la divinidad humana, ni tampoco sabemos de un lugar donde el hombre no pueda encontrarla algún día”,

Y  dijo Brahma: “Escondedla dentro del hombre mismo; jamás pensará en buscarla allí”.

Y así lo hicieron. Oculto en el interior de cada ser humano hay un algo divino. Y desde la noche de los tiempos, dice la leyenda, que el hombre ha recorrido la tierra, ha bajado a los océanos, ha subido a las montañas buscando esa cualidad que lo hace semejante a Dios y que todo el tiempo ha llevado siempre en su interior.




miércoles, 6 de enero de 2016

ERA FELIZ Y NO LO SABÍA

“Qué diferente es surfear la vida por encima de sus olas a vivir sumergido, siempre medio ahogado, vapuleado por las corrientes marinas ¡Gozar la vida o sufrirla como si fuera un mar hostil que nos domina!” Rafael Santandreu

Innumerables oportunidades hemos dicho o escuchado a alguien decir esta frase, ¡era feliz y no lo sabía! Pero en la mayoría de los casos lo decimos de manera inconsciente, con ligereza, incluso lo hacemos como un mero chiste.

Corremos tras la felicidad, constantemente la estamos buscando, tratamos de crecer, de superarnos a nosotros mismos y de tener vidas satisfactorias ante nuestro enfoque.

¿Qué tal si la felicidad ha estado siempre a nuestro lado? ¿O mejor aún, dentro y con nosotros? La experiencia nos enseña que la felicidad no existe en su totalidad, logramos entender que se trata de momentos, de instantes, de circunstancias, y que no tiene mucha lógica pretender un estado de felicidad permanente, pero el asunto es que al sentirte pleno, en conformidad y armonía con tu propio ser, encuentras una consonancia casi permanente con el estado de la felicidad.

Vivir el momento presente, la experiencia presente, cada minuto de cada día, nos acerca a nuestro ser interior, que es luz plena y felicidad, que nos da la plenitud permanente, que nos permite ser amos y señores de nuestros actos y no da cabida a mirar al pasado y sentir que fuimos felices y no lo supimos  ¿es esto posible?

Ocurre que nos desligamos del momento presente constantemente, vamos al pasado, a tomar cualquier recuerdo o pensamiento, y muy a menudo nos adentramos en el futuro, esto nos aleja del presente; es indispensable fundir el pasado y el futuro en un presente eterno y continuo, es un presente que nos permita estar conscientes de nuestra propia felicidad, que nos ahorre esa rara sensación que nos embarga de tener que buscar constantemente sensaciones placenteras en vivencias del pasado.

Cuando estamos en un ir y venir constante hacia el pasado y el futuro, dejamos d estar presentes en nuestro hoy, dejamos de ser conscientes de nuestro presente y nos perdemos nuestra propia felicidad, actuamos como espectadores cuando realmente somos los directores.

“Es inútil volver sobre lo que ha sido y ya no es”. Frédéric Chopin

Entender que lo que fue ya pasó, que jamás será igual, que no se repiten las mismas experiencias y de ser el caso jamás será la misma sensación, es un gran aporte para mantenernos en el presente, presentes en nuestras vidas, en nuestro hoy, en nuestro momento, sin juzgar, sin querer cambiar nada, sencillamente disfrutando lo que se nos está presentando y permitiéndonos aprender de ello.

¿Por qué debemos darnos cuenta de que éramos felices? ¿Por qué nuestra alerta se genera cuando sentimos tristeza y entonces comparamos? ¿Por qué necesitamos constantemente reafirmar que estamos bien o que estaremos mejor?

“La vida es un regalo continuo, un viaje apasionante”. Rafael Santandreu

Tenemos la capacidad de controlar nuestras emociones en su totalidad, de disfrutar, de sentir amor y placer; sin embargo, innecesariamente, nos llenamos de pensamientos irracionales, preocupaciones inútiles en la mayoría de los casos por cosas que no han ocurrido, permitimos que la negatividad tome espacio en nuestra vida.

Algo es real, algo está sucediendo constantemente, algo nos recuerda permanentemente que somos, que estamos y que existimos, esto es innegable y aunque lo reconocemos, pocas veces hacemos consciencia de ello. Tal sensación del ser, pleno, puro, omnímodo e infinito, es razón única y suficiente para ser felices. No tenemos que sentirnos infelices para pensar que éramos felices y no lo sabíamos, esto no es ni necesario ni racional, somos felices cada instante de nuestras vidas, está dentro de nosotros, en nuestro interior, podemos expandirlo por todo nuestro cuerpo, sentidos, sensaciones…vida.

Hagamos el ejercicio de mirar a nuestro alrededor, observar nuestro entorno, donde estamos, qué hacemos, quienes nos rodean…más intenso, que pensamos, que ocupa nuestra mente, que ocupa nuestro ser…

Demos vuelta nuestra mirada hacia nuestro interior, dejemos de buscar fuera, delante o detrás, en el pasado, en el futuro, en lo que fue o pudo ser…dejemos de esperar, de pretender y de amargarnos la vida. La felicidad es, la felicidad está, nos fue regalada desde el instante en que fuimos concebidos y nos dieron un cajón de luz para llenarlo de vivencias, de amor y de felicidad.

Convierte tus recuerdos en eso, en vivencias pasadas, planifica, ¡sí hazlo!, pero no vivas en el futuro o en lo que esperas que sea, ¡vive hoy!  ¡Se feliz hoy!  ¡Regocíjate en tu existir hoy y enamórate de la vida… de tu vida!




martes, 5 de enero de 2016

NO TE HAGAS PEDAZOS POR MANTENER COMPLETOS A LOS DEMÁS

Frecuentemente nos hacemos pedazos por mantener completos a los demás, por no abrir heridas o no dejar que les duelan aquellas que ya tienen abiertas. Hacemos esto sin darnos cuenta o, al menos, sin darle importancia.

Cuando nos acostumbramos a dar sin recibir acabamos sintiendo que dedicarnos a nosotros es algo egoísta, pero nada más lejos de la realidad. El intercambio es esencial en toda relación y en toda persona como ser emocional.

Querernos es algo que debemos cultivar día tras día para mantenernos completos. De hecho, deshacernos en pedazos tiene como consecuencia directa sufrimiento, el cual no nos dejará dar lo mejor de nosotros mismos.

¿Cuándo nos partimos en pedazos?

▪Nos partimos en pedazos cuando renunciamos a cuidarnos.

▪Nos partimos en pedazos cuando evitamos hacer aquello que nos gusta.

▪No deshacemos cuando dejamos de cultivarnos o cuando posponemos nuestros intereses.

▪Nos partimos en pedazos cuando no nos escuchamos ni nos prestamos ayuda.

▪Nos partimos en pedazos cuando priorizamos las necesidades de los demás y no atendemos a las nuestras.

▪Cuando competimos por ser “perfectos” y dejamos de ser nosotros mismos.

▪Cuando intentamos agradar y maquillar nuestra realidad o nuestra opinión.

▪Cuando nos olvidamos de nuestros puntos intermedios y nos obligamos a anteponer los deseos de los demás a los nuestros.

▪Cuando convertimos el sacrificio en obligación.

▪Cuando nos creemos malas personas porque intentamos sacar la cabeza, respirar y aliviarnos de un ambiente que nos ahoga.

▪Cuando cedemos a un chantaje lacerante que nos solicita favores y entorpece nuestro crecimiento.

▪Cuando sacrificamos nuestro bienestar y nos dejamos llevar por la inercia de quien nos acompaña, retrasando así aquello que a nosotros nos apetece hacer porque los demás se sientan bien.

Es complicado, sí, por eso debemos optar por el equilibrio entre las pasiones, los cuidados y la dedicación propia y ajena. Si lo hacemos, gustosamente viviremos contemplando nuestra esencia plena, sin excepciones ni peros.


A veces debemos olvidar lo que sentimos para recordar lo que merecemos

Cuando no obtenemos reciprocidad estamos siendo agresivos con el principio del equilibrio que debemos mantener para lograr mantenernos completos y no deshacernos en pedazos.

Debemos recordar que las relaciones afectivas no son una mera interacción, sino que exigen de un intercambio equilibrado y satisfactorio que compense nuestra balanza afectiva y social.

O sea, no podemos componer nuestras interacciones con el verbo “dar”, sino que también debemos procurar que haya un equilibrio con el “recibir”. Esto no es egoísta ni mucho menos, sino enriquecedor.

Quien da todo en primera persona, quien se ofrece por entero a los demás, no recibe nada a cambio y no se trabaja a sí mismo, termina por sentirse vacío y dolorido. No podemos dejar de lado nuestra autoestima por sembrar la felicidad de los demás, pues acabaremos siendo verdugos de la nuestra.

Solo jugando con eso podremos cultivarnos a nosotros sin dejar de lado a los demás. Es decir, manteniendo la balanza equilibrada, en la misma línea y bajo la misma intersección.

Dar y recibir forman parte del mismo rompecabezas. En sí misma nos hace sentir capaces de amar y merecedores de amor y reconocimiento. Basándonos en ella debemos ser capaces de:

Mantener nuestros derechos: puede que en algún momento haya algo que no nos hace sentir bien o que simplemente no nos apetece hacer. Aquí es donde debemos hacer valer nuestro derecho a tener un espacio personal.

Cultivar nuestros intereses y aficiones: esta es la base de la satisfacción, de la felicidad y del crecimiento personal. Es importante que no dejemos de cuidarnos y de alimentar nuestras inquietudes.

Recuerda que los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. Aunque el cambio duela y sea incómodo, la mejora hará patente que lejos de ser el fin, es el inicio de un gran momento emocional.