jueves, 25 de abril de 2019

Libro: "Nuestra cara oculta. Integración de la sombra y unificación personal" de Enrique Martínez Lozano, psicoterapeuta, sociólogo y teólogo.

Consecuencias de la proyección de la sombra.

La peligrosidad de la sombra no reconocida radica, precisamente, en el hecho de que, al no tenerla en cuenta, se la está dotando de su arma más eficaz ya que -es más que un juego de palabras-, actuará en la sombra, haciendo que quien no la reconoce termine siendo un fanático o un fariseo, por la necesidad, inconsciente, de ocultar su propio lado "negativo" y porque esa negación hará que lo proyecte en otros, de un modo también inconsciente, sin darse cuenta de que lo está haciendo, para después condenarlo y, más tarde, querer eliminarlo.

La sombra, para vivir, tiene que ser necesariamente proyectada en los otros, de modo que todo lo que niego en mí, lo "afirmaré" en ellos. Aquí radica la particular trampa del mecanismo de la proyección: en su inconsciencia (¿quién piensa que está condenando y persiguiendo en los otros un aspecto de sí mismo no aceptado?) y en su radicalismo: cuanto más negado en uno mismo un aspecto determinado de la sombra, más se perseguirá en el otro sobre quien se ha proyectado.

De hecho, aborrecemos en los otros aquello -y sólo aquello- que secretamente aborrecemos en nosotros mismos. Todo lo "negativo" mío no integrado, lo proyectaré y lo condenaré en otros. Si en mí hay, por ejemplo, intenciones no reconocidas ni integradas, las proyectaré en los otros y, en consecuencia, reaccionaré ante ellos con cólera y a la defensiva, haciendo las relaciones absolutamente imposibles. Pues,  si yo proyecto mis defectos en otro, ¿cómo podré aceptarlo o amarlo? Ese otro me crispará con su sola presencia y lo grave es que, mientras no me haga consciente de ese fenómeno, no se me ocurrirá pensar que la causa está en mí, por lo que estaré lidiando con un problema que me parecerá irresoluble. Un deseo negado se convierte en un deseo proyectado, por el hecho de que, al negarlo, no se elimina; no queda más alternativa que achacarlo a los otros.

Aunque suene de forma un tanto contundente creo que puede afirmarse: verdad negada, verdad proyectada. Si yo niego que estoy descontento conmigo, me mostraré, quizás sin darme cuenta -se darán cuenta los otros-, descontento con todos, por lo que el afán de crítica hacia todo o todos no será sino una proyección del descontento hacia mí mismo. O en una dirección inversa: si yo niego que "estoy enfadado con el mundo", terminaré creyendo que "el mundo está enfadado conmigo", cayendo en la pendiente del victimismo y la autocompasión.

Resumiendo: el fenómeno de la proyección, si no se hace consciente, puede enturbiar toda relación, ya que nos impide percibir a la otra persona en quien es; la percibimos, por el contrario, después de haberla investido -en el caso de la sombra "negra"- de aquello que odiamos tanto que nos negamos a reconocerlo en nosotros mismos.

Al proyectar la sombra hacia fuera, "satanizamos" en los demás aquello que en el fondo deberíamos reconocer como nuestro. Puedo decir, por ejemplo, que determinada persona me desequilibra, pero en realidad soy yo, es algo en mí -ese algo no reconocido y proyectado en la otra- lo que me quita la paz. Achacarlo a otro me permite, momentáneamente, no ver mi conflicto interior, pero me sumerge en la mentira sobre mí mismo, al tiempo que en una dinámica victimista hacia mí y condenatoria hacia él.

Tan cierto es esto que, sin ser conscientes de ello, necesitamos "crearnos" enemigos para poder odiar en ellos aspectos nuestros que odiamos. Por tanto, hasta que no nos reconciliemos con el objeto de nuestro odio, la proyección continuará. Y seguiremos repitiendo el mismo libreto, hasta que solucionemos aquel aspecto de nuestra sombra.

Fuente: "Nuestra cara oculta. Integración de la sombra y unificación personal", de Enrique Martínez lozano

Así pues, se hace totalmente y absolutamente necesario que afrontemos nuestra cara oculta, nuestra sombra para poder vivir lo que realmente somos. De lo contrario, dominará nuestra vida impidiendo ser lo que realmente somos.

Es fácil reconocerla en aquello que nos crispa repetidamente en los demás. El reconocimiento de nuestra propia sombra nos libera, indudablemente, de una gran carga emocional y de ese malestar que muchas veces no sabemos de donde viene, volviendo a nuestra esencia primera que siempre hemos sido, pero ocultada por la sombra. El simple hecho de ver que algo anda mal en nosotros, ya nos pone en el camino de querer indagar más y será mucho más fácil "Vivir lo que somos" (otro libro de Enrique Martínez Lozano). Nos encontraremos con nuestro verdadero yo, oculto por capas y capas de sombra que nos alejan de nosotros mismos y, por tanto, de los demás.

Para los que deseen profundizar más en el tema de la sombra personal, recomiendo el libro "Encuentro con la sombra", de Connie Zweig y Jeremiah Abrams.

María Macías



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