jueves, 12 de enero de 2017

"CUANDO MUERES SÓLO CAMBIAS DE CONCIENCIA"

Pim van Lommel, cardiólogo; investiga experiencias después de la muerte (EDM)

Madurar es liberar la conciencia de la edad: he tratado a jóvenes con experiencias después de la muerte más maduros que yo. Mi padre era neurólogo y yo quise ser físico: ahora estudio física cuántica para entender qué sucede tras la muerte. La fe es otro camino a la verdad.

Cuando enseñaba Cardiología en el hospital de Arnheim -800 camas- ya investigaba cómo algunos pacientes, tras infarto y muerte clínica, volvían a vivir.

Hasta que en 1986 leí el testimonio de un estudiante de Medicina, George Ritchie, que resucitó tras nueve minutos de muerte clínica. Me impresionó tanto que empecé a estudiar en profundidad esos casos.

¿Tantos había?

En 1988 ya tenía doce episodios incuestionables y creé una red de investigación con otros diez hospitales holandeses. Iniciamos un estudio clínico prospectivo de 344 pacientes, que publicó The Lancet (2001).

Causó un impacto mundial.

Tanto que ya le avancé entonces, cuando usted me entrevistó, que, tras 31 años de cardiología, me iba a dedicar en exclusiva a las experiencias cercanas a la muerte (EDM).

¿Qué hemos aprendido desde el 2001?

Tenemos más preguntas, además de la clásica: ¿si la conciencia es un mero producto del cerebro, cómo puede sobrevivir y explicar la experiencia de la muerte?

¿Qué dice la ortodoxia médica?

Que se trata de meras alucinaciones causadas por la anoxia (carencia de oxígeno).

¿Y qué le dice su investigación?

Si la causa fuera la anoxia, todos los que vuelven a la vida tras la muerte tendrían EDM, porque todos la sufren, pero, en cambio, sólo el 18% tiene esas experiencias.

¿Qué explican sobre ellas?

Coinciden en hablar de recuerdos, cognición y emociones y mantienen la identidad, un punto crucial, porque el ego es el enlace entre la conciencia y el cuerpo.

¿Luces, voces, su vida en un instante...?

Las han experimentado miles de personas, pero no todos las explican por temor a ser tachados de lunáticos o porque creen que las causan la medicación o la enfermedad.

¿Todos experimentan lo mismo?

No todos experimentan todo, pero todos citan algunas experiencias recurrentes que coinciden en un cruce espacio-temporal.

¿A qué se refiere?

Es la revisión de la vida pasada, pero también la futura y presente: algunos, al volver, anticipan sucesos y reinterpretan los ya pasados, así que suelen cambiar de pareja, de trabajo, de existencia, porque han contemplado su vida en conjunto durante su EDM.

¿Cómo son esas visiones?

Inefables, a menudo el lenguaje carece de términos para explicarlas. Una EDM de tres minutos puede requerir semanas de testimonio en el que no se repite un solo episodio. El tiempo, como le decía, transcurre de un modo único en síntesis con el espacio y una constelación de familiares y afectos.

Por ejemplo.

Un paciente refiere cómo en su EDM había visto a un señor desconocido sonriéndole. Diez años después, su madre agonizante le reveló que él era hijo de una relación extramarital y le mostró una fotografía de su padre biológico, asesinado en un campo de concentración: era aquel señor sonriente.

¿Cómo sabe que esos pacientes clínicamente muertos siguen conscientes?

Lo prueban cientos de casos. En Conciencia más allá de la vida explico el de un hombre de 43 años que nos llegó cianótico, frío, sin tensión y con las pupilas dilatadas. La enfermera le extrajo la dentadura postiza y la depositó en un cajón. Resucitó inexplicablemente tras un largo coma y preguntó por sus dientes.

Si estas vivo, resultan muy útiles.

Reconoció, al verla, a la enfermera y le pidió que se los devolviera. Ella nos llamó alarmada y entonces el paciente nos relató en detalle lo que habíamos dicho y hecho cuando llegó muerto a urgencias del hospital.

¿Y usted qué cree?

Nuestra conciencia no es más que un retransmisor para esta dimensión de nuestro ser en varias. Es como una radio que, mientras vivimos aquí, sintoniza con este universo. Nuestra muerte sólo es un cambio de conciencia, una transición. Sólo morimos en una dimensión para pasar a otras.

¿Es una convicción religiosa?

Es física cuántica. Yo no soy creyente. Muchas religiones se han acercado a esa realidad con técnicas de paso entre esas dimensiones, como la meditación o el misticismo.

¿Cómo lo sabe?

Porque estudio casos -me consultan decenas cada día- y las experiencias son recurrentes y concurrentes: confluyen tiempo -pasado, presente y futuro: tienen visiones- y espacio en sensación de unidad.

Y esos testimonios de cada día coinciden con los relatos de la mística y las visiones de profetas, gurús y santos desde hace siglos.

¿Todo está conectado?

Ven la luz (los niños me cuentan que un ángel; los ateos hablan de "una energía" y los creyentes, de Dios). Todos se refieren a lo mismo y que en ello se sienten integrados.

¿Por qué la ciencia lo ignora?

Hasta ahora, la mecánica cuántica demuestra que la luz consta de partículas que al mismo tiempo son ondas -creo que nuestra conciencia las retransmite- dependiendo del estado del observador.

La experiencia de lo objetivo, al fin, depende de tu estado subjetivo.

Así que, desde los gurús milenarios hasta los físicos cuánticos, cuando asumes tu transición sin miedo experimentas un anticipo de esa sensación de plenitud.


Fuente: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120605/54303448302/pim-van-lommel.html


miércoles, 11 de enero de 2017

PARA CONVIVIR EN ARMONÍA ES NECESARIO SUMAR, NO RESTAR

Estoy en esa etapa de la vida donde ya cansan las medias verdades, las falsas apariencias y las presencias interesadas. En este mundo, nutrido a veces de días oscuros y personas intermitentes, quiero compañías que sepan sumar, no que resten; deseo vínculos que sean mi faro iluminado para construir un horizonte más libre, ilusionado.

Los expertos en psicología social y liderazgo nos recuerdan una sensación que todos habremos experimentado alguna vez. Hay personas que causan un impacto indefinible cuando entran a una habitación. En ocasiones, la famosa expresión “tener luz” parece ser auténtica, creíble. Son presencias que por alguna razón, nos transmiten calma y armonía.

“Estamos en este mundo para convivir en armonía: quienes lo saben no luchan entre sí”
-Buda-

Esta facultad tiene poco de magia, en realidad es pura psicología, y el proceso que favorece esta “impregnación emocional” se debe a una dimensión que se define como “conciencia cognitiva”. Es decir, la persona que ejerce esta influencia positiva ha elegido de forma consciente ese estado. Está bien consigo misma, no hay conflictos, no hay rencor, solo un equilibrio interior que a su vez, llega a quienes le rodean.

Estas, son sin duda personalidades que saben sumar, perfiles que cohesionan escenarios, que hacen fluir los pequeños entornos en los que se mueven y que por lo general, son muy hábiles a la hora de “abrir sus paraguas emocionales” para protegerse de las malas artes ajenas, de las manipulaciones y de los traficantes de culpa.

Te proponemos reflexionar sobre ello y ante todo, aprender alguna estrategia de este tipo de personas.

Saber sumar y convivir es apartar fronteras

Vivimos en un mundo complejo, en territorios dotados de una carga energética positiva o negativa en base al tipo de interacción humana que en ella, se lleve a cabo cada día. Sabemos también que están muy de moda etiquetas tan manidas, como la ya clásica “toxicidad o persona tóxica“, sin embargo, más allá de estos polémicos términos hay algo que está claro y que debemos asumir: siempre van a existir perfiles de comportamiento que nos amarguen la existencia directa o indirectamente.

Hay personas que no saben sumar, lo sabemos, amigos, compañeros o familiares que no entienden ni entenderán que para convivir no basta solo con atender y saciar las necesidades propias a toda costa. Cabe decir, no obstante, que a veces, tras la “supuesta” persona tóxica existe un problema concreto, como una depresión encubierta que requiere sin duda de nuestra sensibilidad.

Es necesario pues saber intuir, leer entre líneas y no recurrir al instante a esa frontera radical donde dejar a unos con sus miserias mientras otros, nos colocamos los escudos y las máscaras antigás para que no nos impregnen con su negatividad. Convivir requiere también saber comprender, ser empático y no poner distancias sin saber antes, cuál es la raíz de la discrepancia.

Personas que saben brillar, personas que saben convivir

Hablábamos al inicio de las personas que saben brillar y que disponen de eso que hemos definido como conciencia cognitiva. Se trata ante todo de un constructo realmente útil que todos deberíamos aprender a practicar, a hacer nuestro para dotar a nuestros ambientes cotidianos de esa energía que crea cohesión, y que a su vez nos da la oportunidad de defendernos con respeto, con auténtica inteligencia emocional.

Grande es quien para brillar no necesita apagar la luz de los demás.

A continuación, te invitamos a reflexionar sobre las dimensiones que dan forma a este comportamiento tan lleno de armonía, de equilibrio interior.

Cómo desarrollar una conciencia cognitiva saludable y útil

Para crear un buen impacto en nuestros contextos cotidianos y favorecer esa necesitada cohesión, es necesario primero “cohesionarnos” por dentro, es decir, saber qué ocurre en nuestro interior. Debemos aprender a ser cognitivamente conscientes.

Para sumar y no restar, no debemos prestar atención solo a nuestro exterior. No se trata únicamente de ir con toda la buena voluntad del mundo para ayudar, para “caer bien”, para resolver necesidades ajenas. Quien se centra solo en el exterior se descuida a sí mismo, y la armonía, también se pierde.

Es necesario, por tanto, desarrollar una auténtica calma interior, recordar cuáles son nuestros valores, cuáles nuestras fortalezas, reafirmando siempre nuestra autoestima como ese faro de luz que nunca hay que perder de vista.

Por otro lado, también es muy positivo poner en práctica una adecuada conciencia sensorial. Debemos intuir, sentir y saber entender las emociones ajenas, ese mundo de los sentidos que a menudo nos envuelven y nos aprisionan.

La persona que sabe brillar, que sabe sumar, es capaz de entender y descifrar ese mundo emocional para canalizarlo como es debido. Desarrollará un adecuado y respetuoso “desapego emocional” hacia quien gusta traer conflictos, críticas y amarguras infundadas.

A su vez, sabrá sintonizar con la persona que camufla sus necesidades reales mediante esa hostilidad o mal humor donde a veces, yace la soledad, el miedo o la depresión.

Para concluir, la verdadera convivencia no implica crear fronteras ni expatriarnos ante lo que no nos gusta o no entendemos. Se trata de crear puentes, de respetar opiniones distintas, de entender a quien sufre en silencio y de hacer brillar a quien en ocasiones cae en un nubarrón de oscuro desconcierto.

La distancia auténtica la guardaremos para cuando nos infligen un daño auténtico. Porque en esta vida, quien sabe sumar no es cautivo de nada ni nadie; es alguien libre, feliz por ser quien es y que a su vez, es capaz de transmitir su bienestar a quienes le rodean.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/convivir-en-armonia-sumar-no-restar/


lunes, 9 de enero de 2017

“CONVERTIMOS PROBLEMAS COTIDIANOS EN TRASTORNOS MENTALES”

Allen Frances (Nueva York, 1942) dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), en el que se definen y describen las diferentes patologías mentales. Este manual, considerado la biblia de los psiquiatras, es revisado periódicamente para adaptarlo a los avances del conocimiento científico. El doctor Frances dirigió el equipo que redactó el DSM IV, a la que siguió una quinta revisión que amplió considerablemente el número de entidades patológicas. En su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014) hace autocrítica y cuestiona que el considerado como principal referente académico de la psiquiatría colabore en la creciente medicalización de la vida.

Pregunta. En el libro entona un mea culpa, pero aún es más duro con el trabajo de sus colegas en el DSM V. ¿Por qué?

Respuesta. Nosotros fuimos muy conservadores y solo introdujimos dos de los 94 nuevos trastornos mentales que se habían sugerido. Al acabar, nos felicitamos, convencidos de que habíamos hecho un buen trabajo. Pero el DSM IV resultó ser un dique demasiado endeble para frenar el empuje agresivo y diabólicamente astuto de las empresas farmacéuticas para introducir nuevas entidades patológicas. No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para hacer creer a médicos, padres y pacientes que el trastorno psiquiátrico es algo muy común y de fácil solución. El resultado ha sido una inflación diagnóstica que produce mucho daño, especialmente en psiquiatría infantil. Ahora, la ampliación de síndromes y patologías en el DSM V va a convertir la actual inflación diagnóstica en hiperinflación.

P. ¿Todos vamos a ser considerados enfermos mentales?

R. Algo así. Hace seis años coincidí con amigos y colegas que habían participado en la última revisión y les vi tan entusiasmados que no pude por menos que recurrir a la ironía: habéis ampliado tanto la lista de patologías, les dije, que yo mismo me reconozco en muchos de esos trastornos. Con frecuencia me olvido de las cosas, de modo que seguramente tengo una predemencia; de cuando en cuando como mucho, así que probablemente tengo el síndrome del comedor compulsivo, y puesto que al morir mi mujer, la tristeza me duró más de una semana y aún me duele, debo haber caído en una depresión. Es absurdo. Hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales.

P. Con la colaboración de la industria farmacéutica...

R. Por supuesto. Gracias a que se les permitió hacer publicidad de sus productos, las farmacéuticas están engañando al público haciendo creer que los problemas se resuelven con píldoras. Pero no es así. Los fármacos son necesarios y muy útiles en trastornos mentales severos y persistentes, que provocan una gran discapacidad. Pero no ayudan en los problemas cotidianos, más bien al contrario: el exceso de medicación causa más daños que beneficios. No existe el tratamiento mágico contra el malestar.

P. ¿Qué propone para frenar esta tendencia?

R. Controlar mejor a la industria y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad, que acepta de forma muy acrítica las facilidades que se le ofrecen para medicarse, lo que está provocando además la aparición de un mercado clandestino de fármacos psiquiátricos muy peligroso. En mi país, el 30% de los estudiantes universitarios y el 10% de los de secundaria compran fármacos en el mercado ilegal. Hay un tipo de narcóticos que crean mucha adicción y pueden dar lugar a casos de sobredosis y muerte. En estos momentos hay ya más muertes por abuso de medicamentos que por consumo de drogas.

P. En 2009, un estudio realizado en Holanda encontró que el 34% de los niños de entre 5 y 15 años eran tratados de hiperactividad y déficit de atención. ¿Es creíble que uno de cada tres niños sea hiperactivo?

R. Claro que no. La incidencia real está en torno al 2%-3% de la población infantil y sin embargo, en EE UU están diagnosticados como tal el 11% de los niños y en el caso de los adolescentes varones, el 20%, y la mitad son tratados con fármacos. Otro dato sorprendente: entre los niños en tratamiento, hay más de 10.000 que tienen ¡menos de tres años! Eso es algo salvaje, despiadado. Los mejores expertos, aquellos que honestamente han ayudado a definir la patología, están horrorizados. Se ha perdido el control.

P. ¿Y hay tanto síndrome de Asperger como indican las estadísticas sobre tratamientos psiquiátricos?

R. Ese fue uno de los dos nuevos trastornos que incorporamos en el DSM IV y al poco tiempo el diagnóstico de autismo se triplicó. Lo mismo ocurrió con la hiperactividad. Nosotros calculamos que con los nuevos criterios, los diagnósticos aumentarían en un 15%, pero se produjo un cambio brusco a partir de 1997, cuando las farmacéuticas lanzaron al mercado fármacos nuevos y muy caros y además pudieron hacer publicidad. El diagnóstico se multiplicó por 40.

P. La influencia de las farmacéuticas es evidente, pero un psiquiatra difícilmente prescribirá psicoestimulantes a un niño sin unos padres angustiados que corren a su consulta porque el profesor les ha dicho que el niño no progresa adecuadamente, y temen que pierda oportunidades de competir en la vida. ¿Hasta qué punto influyen estos factores culturales?

R. Sobre esto he de decir tres cosas. Primero, no hay evidencia a largo plazo de que la medicación contribuya a mejorar los resultados escolares. A corto plazo, puede calmar al niño, incluso ayudar a que se centre mejor en sus tareas. Pero a largo plazo no ha demostrado esos beneficios. Segundo: estamos haciendo un experimento a gran escala con estos niños, porque no sabemos qué efectos adversos pueden tener con el tiempo esos fármacos. Igual que no se nos ocurre recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos. Tercero: tenemos que aceptar que hay diferencias entre los niños y que no todos caben en un molde de normalidad que cada vez hacemos más estrecho. Es muy importante que los padres protejan a sus hijos, pero del exceso de medicación.

P. ¿En la medicalización de la vida, no influye también la cultura hedonista que busca el bienestar a cualquier precio?

R. Los seres humanos somos criaturas muy resilientes. Hemos sobrevivido millones de años gracias a esta capacidad para afrontar la adversidad y sobreponernos a ella. Ahora mismo, en Irak o en Siria, la vida puede ser un infierno. Y sin embargo, la gente lucha por sobrevivir. Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos. Si este comportamiento se generaliza, la sociedad entera se debilitará frente a la adversidad. Además, cuando tratamos un proceso banal como si fuera una enfermedad, disminuimos la dignidad de quienes verdaderamente la sufren.

P. Y ser etiquetado como alguien que sufre un trastorno mental, ¿no tiene también consecuencias?

R. Muchas, y de hecho cada semana recibo correos de padres cuyos hijos han sido diagnosticados de un trastorno mental y están desesperados por el perjuicio que les causa la etiqueta. Es muy fácil hacer un diagnóstico erróneo, pero muy difícil revertir los daños que ello conlleva. Tanto en lo social como por los efectos adversos que puede tener el tratamiento. Afortunadamente, está creciendo una corriente crítica con estas prácticas. El próximo paso es concienciar a la gente de que demasiada medicina es mala para la salud.

P. No va a ser fácil…

R. Cierto, pero el cambio cultural es posible. Tenemos un magnífico ejemplo: hace 25 años, en EE UU el 65% de la población fumaba. Ahora, lo hace menos del 20%. Es uno de los mayores avances en salud de la historia reciente, y se ha conseguido por un cambio cultural. Las tabacaleras gastaban enormes sumas de dinero en desinformar. Lo mismo que ocurre ahora con ciertos medicamentos psiquiátricos. Costó mucho hacer prosperar la evidencia científica sobre el tabaco, pero cuando se consiguió, el cambio fue muy rápido.

P. En los últimos años las autoridades sanitarias han tomado medidas para reducir la presión de los laboratorios sobre los médicos. Pero ahora se han dado cuenta de que pueden influir sobre el médico generando demanda en el paciente.

R. Hay estudios que demuestran que cuando un paciente pide un medicamento, hay 20 veces más posibilidades de que se lo prescriban que si se deja simplemente a decisión del médico. En Australia, algunos laboratorios requerían para el puesto de visitador médico a personas muy agraciadas, porque habían comprobado que los guapos entraban con más facilidad en las consultas. Hasta ese punto hemos llegado. Ahora hemos de trabajar para lograr un cambio de actitud en la gente.

P. ¿En qué sentido?

R. Que en vez de ir al médico en busca de la píldora mágica para cualquier cosa, tengamos una actitud más precavida. Que lo normal sea que el paciente interrogue al médico cada vez que le receta algo. Preguntar por qué se lo prescribe, qué beneficios aporta, qué efectos adversos tendrá, si hay otras alternativas. Si el paciente muestra una actitud resistente, es más probable que los fármacos que le receten estén justificados.

P. Y también tendrán que cambiar hábitos.

R. Sí, y déjeme decirle un problema que he observado. ¡Tienen que cambiar los hábitos de sueño! Sufren ustedes una falta grave de sueño y eso provoca ansiedad e irritabilidad. Cenar a las 10 de la noche e ir a dormir a las 12 o la una tenía sentido cuando hacían la siesta. El cerebro elimina toxinas por la noche. La gente que duerme poco tiene problemas, tanto físicos como psíquicos.

Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/09/26/actualidad/1411730295_336861.html?id_externo_rsoc=FB_CM


sábado, 7 de enero de 2017

MEDITAR ES DESCANSAR LA MENTE PARA INICIAR UN DIÁLOGO CON EL ALMA

Llega un día en que lo necesitamos, así, sin más: apagar el ruido de la mente para sintonizar esa voz interna que teníamos descuidada y que tanto tiene que decirnos. Porque meditar es, ante todo, propiciar un reencuentro con nuestra alma, una conexión vital con la que hallar respuestas en estos tiempos de mares convulsos.

No existe una única razón por la cual, una persona elige empezar a practicar la meditación. A veces, se llega por casualidad. Alguien tiene un dolor de espalda y le recomiendan el yoga, y del yoga, casi sin saber cómo, se inician en este arte ancestral del que existen tantas escuelas como curiosos enfoques.

“Meditar es regalarte un momento para ti, para estar contigo de manera íntima y especial”

Por otra parte, cabe señalar también que la meditación tiene diferentes significados según el contexto. A pesar de no estar ligada a ninguna religión en concreto, sí es un componente destacado en muchas creencias. No obstante, y dejando a un lado el aspecto espiritual, el interés psicológico por la meditación ha sido siempre destacable por muchas razones y finalidades terapéuticas.

Este ejercicio se centra ante todo en esa capacidad para “autorregular” la mente y sus procesos, de manera que podamos alcanzar así un adecuado equilibrio entre los pensamientos y las emociones. Es algo muy interesante, algo a lo cual se llega a través de un entrenamiento planificado y que podría, sin duda, ayudarnos a complementar muchas estrategias a la hora de ciertos “picos de lanza” psicológicos, como el estrés, la ansiedad o la depresión.

Meditar para restaurar nuestro equilibrio interior

Para muchos hablar de meditación es hablar de Budismo. Sin embargo, cabe recordar que también los druidas hacían uso de estas técnicas para conectar con la naturaleza y la divinidad. Para lograrlo, debían afrontar una serie de resistencias a las que denominaban las “cuatro tristezas”: la nostalgia, el dolor de la pérdida, la envidia y la dificultad del viaje. Algo que, sin duda, nos es ligeramente familiar.

Si uno ahonda un poco en el complejísimo e interesante mundo de las religiones y la espiritualidad, se dará cuenta de que hay ejes vertebradores que siempre se repiten. Mircea Eliade, conocido filósofo e historiador, dijo una vez que en el momento en que el ser humano miró hacia arriba por primera vez y descubrió las estrellas, quedó hechizado por esa calma y esa magia, casi divina. Algo debía ocurrir en aquella dimensión que tanto se alejaba de las necesidades y penurias de la humanidad.

Desde que hemos tenido uso de razón, siempre hemos ansiado hallar esa calma, ese equilibrio interior con el cual, alcanzar una comprensión más intuitiva de las cosas, una serenidad más sabia y profunda con la que invocar al auténtico ser que llevamos dentro y que, de algún modo, nos permitiría conocernos mejor y conectar de otro modo con nuestro entorno. Algo que, si lo pensamos bien, es bastante complejo a día de hoy, en este mundo donde prima la acción y el estrés, ese desgaste inadvertido que fragmenta por completo esa dimensión divina: nuestra autoestima.

Dejar de ser esclavos de las circunstancias externas

Nadie puede controlar al 100% lo que acontece en nuestro exterior. No obstante, lo que sí podemos dominar es el modo en que nos afectan esas circunstancias. Lo creamos o no, cada uno de nosotros convivimos a diario con una serie de saboteadores internos a los cuales, no vemos pero están ahí. Son como los ácaros de nuestra conciencia, a los que debemos hacer frente de forma hábil, sabia.

Serían los siguientes:

Las preocupaciones.
Ser adictos a recordar el pasado.
Pasarnos la vida juzgando.
Ser críticos con nosotros mismos y aún más con los demás.
Culparnos de todo lo que acontece a nuestro alrededor.
Ser un catastrofista empedernido
Ser un adicto a las dudas y a las indecisiones.
Cuando una persona empieza a meditar, se inicia al mismo tiempo en un viaje contemplativo donde ver cada una de estas dimensiones. Ahora bien, lejos de contemplar estas empalizadas con desdén o desprecio, las veremos con esa calma serena de quien es capaz de NO juzgar para entender que el cambio siempre es posible. Porque la meditación es, ante todo, arroparnos a nosotros mismos con respeto y amor para clarificar las metas y salir reforzados de ese instante de paz y equilibrio.

Elige tu tipo de meditación y cuida de tu cerebro

A día de hoy, la ciencia tiene muy claro que meditar genera cambios muy positivos en nuestra arquitectura cerebral. Se incrementa, por ejemplo, el grosor cortical, esa área relacionada con la introspección y la atención. Asimismo, también aumentan las conexiones en el área del hipocampo o el área frontal, estructuras relacionadas con las emociones o la toma de decisiones.

La meditación es, como vemos, un arte en el que vale la pena iniciarse si así lo creemos y si lo necesitamos. Tenemos además diferentes tipos de meditación, entre los que podemos elegir los que mejor se ajusten a nosotros en un momento dado.

Serían las siguientes:

Meditación Budista
Meditación Trascendental
Meditación Vipassana
Meditación Zazen
Meditación Kabbalah
Meditación Mantra
Meditación Sufi
Meditación Dzogchen
Meditación Chakra
No obstante, y como curiosidad, cabe señalar que tampoco es imprescindible seguir un enfoque determinado. Meditar es un ejercicio con el que podemos alcanzar un estado de conciencia y de relajación para beneficiarnos de una serie de procesos cognitivos y psicológicos. En ocasiones, para lograrlo basta con visualizar imágenes positivas mientras verbalizamos mentalmente una serie de afirmaciones que se ajusten a nuestras necesidades.

Tengo plena confianza en mí.
Me siento libre para tomar mis propias decisiones.
Escucho mi intuición.
Nada ni nadie tiene derecho a vulnerar mi paz interior.
No soy menos que nadie y nadie es menos que yo.
Me atrevo por fin a iniciar el cambio, a luchar por mi felicidad.
Para concluir, en ocasiones, para mantener o recuperar nuestra vitalidad en estos tiempos inciertos y complejos, es necesario iniciar un camino inverso: en lugar de correr hacia un lugar como deseando escapar, lo mejor es reencontrarnos. Para ello, nada mejor que empezar a meditar.

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/meditar-es-descansar-la-mente/