ENTRE LA NIÑEZ Y LA VEJEZ HAY UN INSTANTE
LLAMADO VIDA
No podemos permitir que
las preocupaciones del pasado o del futuro nos impidan vivir el momento
presente. Es importante que nos concienciemos del aquí y el ahora y los
disfrutemos al máximo.
A veces se
nos olvida que la vida son instantes enfrascados en suspiros que asumimos en
forma de tropiezos y, como consecuencia, de aprendizajes. La verdad es que no
es fácil detenerse a pensar cuando cientos de preocupaciones y de cosas por
hacer se agolpan en nuestra mente cada día.
Así, llega
el momento en el que cumples los 40 o los 50 años y te das cuenta de que te
encuentras entre dos generaciones que evidencian lo efímera que es la vida.
Entonces echamos a correr en busca de unas condiciones vitales que nos permitan
aprovechar cada instante.
No obstante, la
experiencia nos ofrece la oportunidad de poder conciliar las diferentes esferas
de nuestra vida, dejando de preocuparnos por aquello que pasó y por lo que
pasará para así poder centrar nuestra atención en disfrutar de lo que está
aconteciendo.
El peso de nuestra vida
“¿Sus vidas cuánto
pesan? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Quiero que noten las
correas sobre los hombros, ¿las notan?
Ahora quiero que la
llenen con todas las cosas que tienen en sus vidas. Empiecen por las que hay en
los estantes y los cajones, las tonterías que coleccionan. Noten cómo se
acumula el peso.
Ahora cosas más
grandes: ropa, pequeños electrodomésticos, lámparas, toallas, la tele… La
mochila ya pesa. Ahora, cosas más grandes: el sofá, la cama, alguna mesa…
Métanlo todo dentro: el
coche, la casa, un estudio o un apartamento de dos dormitorios. Quiero que
introduzcan todo eso dentro de la mochila. Intenten caminar. Es difícil, ¿no?
Pues esto es lo que
hacemos con nuestra vida a diario. Nos vamos sobrecargando hasta que no podemos
ni movernos. Y no se equivoquen, moverse es vivir.
Ahora voy a prenderle
fuego a esa mochila. ¿Qué quieren sacar? ¿Las fotos? Las fotos son para la
gente que no puede recordar, tomen gasolina y quémenlas. Es más, dejen que se
queme todo e imagínense despertando mañana sin nada. Resulta estimulante, ¿no
es así?
(…)
Tienen otra mochila.
Solo que, esta vez, deben llenarla con personas. Pueden empezarla con los
conocidos: amigos de amigos, la gente de la oficina, y luego pasen a las
personas a las que confían sus secretos: sus primos, tíos, tías, hermanos,
hermanas, sus padres y, por fin, su marido o su mujer, su novio o su novia.
Métanlos en la mochila.
Sientan el peso de la mochila. Puedo asegurarles que sus relaciones son la
carga más pesada de su vida. ¿No sienten un peso clavándose en sus hombros?
Todas esas negociaciones, discusiones,
secretos y compromisos… No necesitan
cargar con eso.
¿Por qué no dejan la
mochila? Hay animales que viven cargando con otros en simbiosis toda su vida.
Amantes sin suerte, cisnes monógamos… No somos esos animales. Si nos movemos
despacio morimos rápido. Nosotros no somos cisnes, somos tiburones”.
-Bingham, en Up in the
air-
Esta
alegoría nos sirve para ejemplificar algo que nos cuesta ver: cargamos
demasiado a nuestras espaldas. Algunas cosas son necesarias y de otras nos
deberíamos deshacer, pues solo deberíamos llevarlas con nosotros temporalmente.
Además,
parte del peso que llevamos deberíamos cargarlo al corazón, pues cada
obligación se aligera cuando la aceptamos y le encontramos su sitio. Este tipo
de peso está constituido por los sentimientos, las emociones y las personas.
Lo que queremos decir es
que no somos responsables de que nuestras emociones aparezcan, pero sí de cómo
las aceptamos y manejamos. De la misma forma, las personas no constituyen una
carga que nosotros debamos llevar.
Somos especialistas en cargar en exceso nuestra mochila, por lo que
resulta realmente complicado hacer una limpieza de su contenido. De vez en
cuando deberíamos seleccionar lo que queremos en nuestra vida y lo que no,
evitando así que las piedritas se conviertan en pedruscos.
La vida no es estabilidad, es saber andar en equilibrio
Aunque en ocasiones tengamos la sensación de retroceder, simplemente
lo que ocurre es que nuestra vida está cambiando a cada segundo. A veces nos
gustan los cambios y otras no, pero todo esto forma parte del equilibrio.
Nuestra vida es una danza entre la fortuna y la desventura. Por eso,
debemos aceptar que la noche y el día, la alegría y la tristeza y la
estabilidad y el cambio serán siempre parejas de baile.
La vida nos susurra de manera constante que confiemos, pues de todo
aprendemos y con todo crecemos. Paradójicamente, en la adversidad es cuando nos
hacemos gigantes, a pesar de que en esos momentos nosotros nos vemos mucho más
pequeños y vulnerables.
Para sumar vida a los años no hay edad
Para llenarte de fuerza no hay límites temporales. Ese instante que
llamamos vida nos permite mirar con serenidad a nuestro alrededor y gritar sin
miedo nuestros temores. Solo de esta manera lograremos hacer lo que deseamos,
pues el único fracaso es no vivir.
Se trata de convivir con las arrugas y con la sabiduría que nos aporta
el paso de los años. Nuestros surcos son el reflejo de nuestros aprendizajes y
experiencias, de las flechas que nos hirieron de manera inesperada y de las
asas de nuestra mochila.
No dejes que los miedos
frenen tu vida. Atesora instantes y viaja con tus deseos a las espaldas. Nunca
renuncies a la vida que quieres vivir.
Fuente:http://mejorconsalud.com/la-ninez-la-vejez-instante-llamado-vida/?utm_source=facebook&utm_campaign=LMEM.ES&utm_medium=post