viernes, 7 de octubre de 2016

ENTRE LA NIÑEZ Y LA VEJEZ HAY UN INSTANTE LLAMADO VIDA

No podemos permitir que las preocupaciones del pasado o del futuro nos impidan vivir el momento presente. Es importante que nos concienciemos del aquí y el ahora y los disfrutemos al máximo.

A veces se nos olvida que la vida son instantes enfrascados en suspiros que asumimos en forma de tropiezos y, como consecuencia, de aprendizajes. La verdad es que no es fácil detenerse a pensar cuando cientos de preocupaciones y de cosas por hacer se agolpan en nuestra mente cada día.

Así, llega el momento en el que cumples los 40 o los 50 años y te das cuenta de que te encuentras entre dos generaciones que evidencian lo efímera que es la vida. Entonces echamos a correr en busca de unas condiciones vitales que nos permitan aprovechar cada instante.

No obstante, la experiencia nos ofrece la oportunidad de poder conciliar las diferentes esferas de nuestra vida, dejando de preocuparnos por aquello que pasó y por lo que pasará para así poder centrar nuestra atención en disfrutar de lo que está aconteciendo.

El peso de nuestra vida

“¿Sus vidas cuánto pesan? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Quiero que noten las correas sobre los hombros, ¿las notan?

Ahora quiero que la llenen con todas las cosas que tienen en sus vidas. Empiecen por las que hay en los estantes y los cajones, las tonterías que coleccionan. Noten cómo se acumula el peso.

Ahora cosas más grandes: ropa, pequeños electrodomésticos, lámparas, toallas, la tele… La mochila ya pesa. Ahora, cosas más grandes: el sofá, la cama, alguna mesa…

Métanlo todo dentro: el coche, la casa, un estudio o un apartamento de dos dormitorios. Quiero que introduzcan todo eso dentro de la mochila. Intenten caminar. Es difícil, ¿no?

Pues esto es lo que hacemos con nuestra vida a diario. Nos vamos sobrecargando hasta que no podemos ni movernos. Y no se equivoquen, moverse es vivir.

Ahora voy a prenderle fuego a esa mochila. ¿Qué quieren sacar? ¿Las fotos? Las fotos son para la gente que no puede recordar, tomen gasolina y quémenlas. Es más, dejen que se queme todo e imagínense despertando mañana sin nada. Resulta estimulante, ¿no es así?

(…)

Tienen otra mochila. Solo que, esta vez, deben llenarla con personas. Pueden empezarla con los conocidos: amigos de amigos, la gente de la oficina, y luego pasen a las personas a las que confían sus secretos: sus primos, tíos, tías, hermanos, hermanas, sus padres y, por fin, su marido o su mujer, su novio o su novia.

Métanlos en la mochila. Sientan el peso de la mochila. Puedo asegurarles que sus relaciones son la carga más pesada de su vida. ¿No sienten un peso clavándose en sus hombros? Todas esas negociaciones,  discusiones, secretos y compromisos…  No necesitan cargar con eso.

¿Por qué no dejan la mochila? Hay animales que viven cargando con otros en simbiosis toda su vida. Amantes sin suerte, cisnes monógamos… No somos esos animales. Si nos movemos despacio morimos rápido. Nosotros no somos cisnes, somos tiburones”.

-Bingham, en Up in the air-

Esta alegoría nos sirve para ejemplificar algo que nos cuesta ver: cargamos demasiado a nuestras espaldas. Algunas cosas son necesarias y de otras nos deberíamos deshacer, pues solo deberíamos llevarlas con nosotros temporalmente.

Además, parte del peso que llevamos deberíamos cargarlo al corazón, pues cada obligación se aligera cuando la aceptamos y le encontramos su sitio. Este tipo de peso está constituido por los sentimientos, las emociones y las personas.

Lo que queremos decir es que no somos responsables de que nuestras emociones aparezcan, pero sí de cómo las aceptamos y manejamos. De la misma forma, las personas no constituyen una carga que nosotros debamos llevar.

Somos especialistas en cargar en exceso nuestra mochila, por lo que resulta realmente complicado hacer una limpieza de su contenido. De vez en cuando deberíamos seleccionar lo que queremos en nuestra vida y lo que no, evitando así que las piedritas se conviertan en pedruscos.

La vida no es estabilidad, es saber andar en equilibrio
Aunque en ocasiones tengamos la sensación de retroceder, simplemente lo que ocurre es que nuestra vida está cambiando a cada segundo. A veces nos gustan los cambios y otras no, pero todo esto forma parte del equilibrio.

Nuestra vida es una danza entre la fortuna y la desventura. Por eso, debemos aceptar que la noche y el día, la alegría y la tristeza y la estabilidad y el cambio serán siempre parejas de baile.

La vida nos susurra de manera constante que confiemos, pues de todo aprendemos y con todo crecemos. Paradójicamente, en la adversidad es cuando nos hacemos gigantes, a pesar de que en esos momentos nosotros nos vemos mucho más pequeños y vulnerables.

Para sumar vida a los años no hay edad
Para llenarte de fuerza no hay límites temporales. Ese instante que llamamos vida nos permite mirar con serenidad a nuestro alrededor y gritar sin miedo nuestros temores. Solo de esta manera lograremos hacer lo que deseamos, pues el único fracaso es no vivir.

Se trata de convivir con las arrugas y con la sabiduría que nos aporta el paso de los años. Nuestros surcos son el reflejo de nuestros aprendizajes y experiencias, de las flechas que nos hirieron de manera inesperada y de las asas de nuestra mochila.

No dejes que los miedos frenen tu vida. Atesora instantes y viaja con tus deseos a las espaldas. Nunca renuncies a la vida que quieres vivir.


Fuente:http://mejorconsalud.com/la-ninez-la-vejez-instante-llamado-vida/?utm_source=facebook&utm_campaign=LMEM.ES&utm_medium=post 


jueves, 6 de octubre de 2016

NINGUNA RELACIÓN ES EQUIVOCADA, TODAS NOS APORTAN LO QUE NECESITAMOS

Ojalá todo en la vida saliera según lo planeado, según lo deseado, en el momento justo y preciso que se espera ocurra, pero sería demasiado ficticio.  Todo pasa por razones que incluso llegamos a olvidar, los efectos vienen y no nos ocupamos de buscar ni entender la causa, simplemente nos ahogamos en el efecto, para bien o para mal, demasiada dicha o infelicidad, solo vivimos del efecto.

Las personas suelen convertirse en el reflejo de sus vivencias, sus experiencias van forjando su carácter e incluso transforman su manera de ver la vida y si en definitiva nos quedamos identificados con las situaciones o las actitudes que no nos gustan de nuestra pareja, sin buscar mirar en profundidad la verdadera razón, probablemente terminemos tratando de transformar constantemente nuestra relación, o en un verdadero fracaso.

La pareja no siempre viene en un lazo, con bombos y platillos como toda una sorpresa maravillosa, olvidamos que son seres humanos, individuos que al igual que nosotros llevan una vida, intentan construir algo que les proporcione seguridad, tranquilidad o la tan anhelada felicidad, no llegaron a nuestra vida simplemente para acabar con nuestra soledad, para tener hijos, para mejorar el presupuesto o en el peor de los casos para darnos problemas… son personas, vidas, que tienen un camino igual que el nuestro.

Debemos ser conscientes de que siempre veremos defectos en nuestra pareja, cosas que nos desagradan o que nos tientan a tener que cambiarlos, pero realmente esto es un daño seguro a la relación, la pareja siempre es un regalo, una oportunidad de crecer, de enfrentar, de aprender y de ser mejores personas a través de nuestras vivencias, la pareja nos brinda la oportunidad de desarrollar la paciencia, la tolerancia, pero especialmente la aceptación, la aceptación de los demás sin pretender cambiarlos.

Valora lo que eliges para tu vida, si sientes que estás en un punto donde nada valdrá hacer para mejorar la relación, porque sencillamente no pudieron o no lograron llegar a un punto de flexibilidad, entonces toma la determinación y ten la voluntad de detener las cosas, dejar ir y prepararte para recibir el regalo que se presentará en tu vida y si miras con atención te darás cuenta de que aunque pienses que perdiste tu tiempo en la relación pasada, por más tortuosa que pueda ser siempre hay una gran enseñanza, considerando además que el sufrimiento es un maestro mucho más rápido que la propia alegría.

No lamentes lo que tienes, no desprecies a las personas porque simplemente no llenan tus expectativas, si no es lo que buscas pues debes permitirle hallar su propia felicidad y date la oportunidad de hacer lo mismo, pero si no sientes que tu pareja es un regalo por todo lo que has logrado ser gracias a él, entonces no podrás valorar la relación.

Agradece cada relación que has tenido en tu vida, cada momento, cada circunstancia, porque te han hecho quien eres y te han dado la intensidad de la vida, la pareja es un compañero, una persona que elegimos y nos elije para compartir su tiempo, para aprender y para ser, entonces recibe como un regalo aunque no venga con lazo, pues la vida no se compone únicamente de momentos mágicamente felices, esto es lo que la hace verdadera y fascinante, que el dolor y el sufrimiento forman parte importante de ella, porque nos recuerda que existen los defectos en la medida en la que los consideramos como tales.

Ámate y ama a tu pareja, vívelo y dale la oportunidad de que se hagan felices, esto es un don, una virtud que nadie puede negarte.


Fuente: http://www.diapordiamesupero.com/2016/10/ninguna-relacion-es-equivocada-todas-aportan-lo-que-necesitamos.html


lunes, 3 de octubre de 2016

5 HERIDAS EMOCIONALES DE LA INFANCIA QUE PERSISTEN CUANDO SOMOS ADULTOS

Es bastante común, por desgracia, que nuestra salud emocional esté dañada desde la infancia. A menudo no somos conscientes de qué es lo que nos bloquea, lo que nos da vértigo o lo que nos provoca temor.

En gran parte de estos casos, el origen está en lo aprendido cuando éramos niños, esas heridas que nos han ocasionado nuestras primeras experiencias con el mundo y que no hemos podido sanar.

Las heridas emocionales son experiencias dolorosas de la niñez que conforman nuestra personalidad adulta, quiénes somos y cómo afrontaremos las adversidades.

Debemos de hacernos conscientes de ellas y, por tanto, evitar maquillarlas, pues, cuanto más tiempo esperemos a sanarlas, más profundas se harán. El miedo a revivir el sufrimiento que nos causaron hace que nos pongamos cientos de máscaras que solo dificultarán nuestro movimiento por la vida. Eso es, precisamente, lo que tenemos que evitar.

Traición, humillación, desconfianza, abandono, injusticia… Son algunas de las heridas que Lisa Bourbeau nos señala en su libro Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. Veamos a continuación cómo podemos identificarlas:

1.      El miedo al abandono

El desamparo es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Imagínense lo doloroso que tiene que ser para un niño sentir el miedo de estar solo, aislado y desprotegido ante un mundo que no conoce.

Como consecuencia, cuando el niño desamparado sea adulto, intentará prevenir el hecho de volver a sufrir el abandono. Por lo tanto, quien lo haya padecido, tenderá a abandonar tanto a sus parejas como a sus proyectos de forma temprana. Esto responde, única y exclusivamente, al temor que le ocasiona revivir aquel sufrimiento.

Es muy común que estas personas hablen o piensen de esta forma: “Te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.

Estas personas tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser abandonados y su rechazo al contacto físico (abrazos, besos, contactos sexuales…). Esta herida no es fácil de curar, pero un buen comienzo para cicatrizarla es afrontar el temor a quedarse solos hasta que fluya un diálogo interior positivo y esperanzador.

2.       El miedo al rechazo

Esta herida impide que aceptemos nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestras vivencias.

Su aparición en la niñez está ocasionada por el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. El dolor que se genera por esta herida impide una construcción adecuada de la autoestima y del amor propio de la persona que lo padece.

Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.

Ese niño rechazado no se siente merecedor de afecto ni de comprensión y lo que le hace aislarse por temor a volver a experimentar este sufrimiento.

Es probable que el adulto que fue un niño rechazado sea una persona huidiza. Por esta razón, se deben trabajar los miedos internos que generen situaciones de pánico.

Si es tu caso, ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento. Tú eres la única persona que necesitas para vivir.

3.       La humillación

Esta herida se genera cuando sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos crear estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás (algo que es, tristemente, muy común). Esto, sin duda, destruye la autoestima infantil y, por tanto, dificulta la posibilidad de cultivar un amor propio saludable.

El tipo de personalidad que se genera con frecuencia es una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.

Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.

4.       La traición o el miedo a confiar

Esta herida se abre cuando personas cercanas al niño no cumplen sus promesas, haciendo que se sienta traicionado y engañado. Como consecuencia, se genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y en otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.

Padecer estos problemas en la infancia construye personalidades controladoras y perfeccionistas. Son personas que quieren tenerlo todo atado y reatado, sin dejar nada al azar.

Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás. Esto se justifica, frecuentemente, por la presencia de un carácter fuerte; sin embargo, digamos que obedece a un mecanismo de defensa, un escudo de protección ante el desengaño.

Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar, haciendo así que se cumplan sus prejuicios. Tienen que trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solos y a delegar responsabilidades.

5.       La injusticia

El sentimiento de injusticia entra en juego en hogares en los que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. Una exigencia excesiva genera sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.

Albert Einstein sintetizó esta idea muy bien con su archiconocida frase “Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”.

Como consecuencia, quien experimente este dolor, puede llegar a ser una persona rígida que no admita medias tintas en ningún orden de su vida. Suelen ser personas que intentan ser muy importantes y alcanzar un gran poder.

Es probable que se haya creado un fanatismo por el orden, el perfeccionismo o, incluso, por el caos. La cuestión es que son personas que radicalizan sus ideas y, por ello, tienen dificultades para tomar decisiones con seguridad.

Para hacer frente a estos problemas hay que trabajar la suspicacia y la rigidez mental, con objeto de generar una mayor flexibilidad y permitir la confianza en los demás.

Ahora que ya conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.

El primer paso, como todo en la vida, es aceptar que las heridas están en nosotros, darnos permiso para enfadarnos y, sobre todo, darnos tiempo para superarlo.


Fuente: http://mejorconsalud.com/5-heridas-emocionales-la-infancia-persisten-cuando-somos-adultos/