domingo, 15 de mayo de 2016

"Tú no estás en el universo, tú eres el universo. Una parte intrínseca del mismo. En última instancia, no eres una persona, sino un punto de encuentro donde el Universo se está volviendo consciente de sí mismo. ¡Qué milagro más increíble!"


Eckhart Tolle.


sábado, 14 de mayo de 2016

LA VIDA NO TE QUITA COSAS, TE LIBERA DE ELLAS

Cuántas veces en nuestro día a día pensamos que perdemos cosas, oportunidades, amigos, amores. Y ante la aparente pérdida, nuestro ego toma terreno haciéndonos sentir desdichados. ¿Cuántas veces un deseo no nos quita la serenidad y al no tener algo que creemos necesitar, vivimos trágicas torturas mentales?

Las principales causas de infelicidad son el deseo y el apego, esos que nos hacen sentirnos necesitados de algo o de alguien o en la búsqueda constante de algo que genere alguna sensación de bienestar en nosotros.

En nuestro afán por alcanzar un estado determinado perdemos la vivencia diaria, el estar en el aquí y en el ahora, donde por lo general se está bien, pero no lo notamos, sino que perturbamos nuestro presente anhelando de forma desmedida algún elemento que en la creación de nuestra mente nos hará sentirnos felices. Esto lo produce el deseo.

La mayoría de nuestros problemas tienen su origen en el apego a cosas que erróneamente creemos permanentes.    
Dalai Lama

En nuestra necesidad de mantener bienes o personas a nuestro lado, dejamos de disfrutarlas, nos aferramos a lo que nos genera felicidad transitoria, seguridad, y ante la sencilla idea de perderlo, nuestra vida se desestabiliza. Creemos las cosas nuestras, las hacemos nuestras, inclusive a las personas, y cuando se marchan, sentimos gran sufrimiento, por el apego que hemos desarrollado.

Algo muy importante, que en algunas ocasiones genera controversia, es que confundimos apego y deseo, con amor y cariño, el apego y el deseo son la muestra de que “quiero esto para que me haga feliz”, mientras que el amor, está libre de mente, es un sentimiento puro que no tiene nada que ver con la situación, algo como: “te amo y quiero que seas feliz”, esto independientemente de la relación que los una y el estatus de la misma.

El apego podríamos llamarlo la traducción del amor en el lenguaje del ego.

El deseo y el apego vienen por la idea errónea que tenemos de la vida, no vemos las cosas tal y como son, sino como nos gustaría que fuesen. Si entendemos la vida desde el ser y nos hacemos conscientes de que somos responsables de lo que sentimos, independientemente de la situación, nos liberamos de la conducta reactiva de que nuestro bienestar esté ligado a lo que suceda. No dependemos de nada circunstancial para sentirnos bien.

Nuestra vida es un aprendizaje continuo, nos cruzamos con personas, situaciones, lecciones, que están allí para nuestro bien (aunque la experiencia no sea grata). Cuando sentimos que la vida nos ha quitado algo, dejamos de lado nuestra fe en el funcionamiento del universo, nada se nos quita, solo nos propone nuevos capítulos de aprendizaje y si estamos atentos, quizás podamos aprender de las situaciones.

No estás deprimido, estás distraído. Por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado. No hiciste ni un solo pelo de tu  cabeza, por lo tanto no puedes ser dueño de nada.   Además, la vida no te quita cosas: te libera de cosas… te aliviana para  que vueles más alto, para que alcances la plenitud. 
Facundo Cabral

¿Cómo nos liberamos de nuestros deseos y apegos?

Nos hacemos conscientes de que en nuestro interior se encuentra todo lo que necesitamos para ser felices. Reconocemos nuestra divinidad, nos damos cuenta de que no somos el carro,  el título de ingeniero,  el dueño de…, el esposo de…, eso forma parte de nuestra vida, pero no es lo que somos, no es allí donde se encuentra la felicidad que perdura en el tiempo.

Reconociendo nuestros deseos y apegos, esto es sencillo, todo aquello que nos genere intranquilidad teniéndolo por miedo a perderlo o anhelándolo de forma angustiante, son deseos y apegos desarrollados. Y una vez reconocidos, vamos ubicando

Disfrutando el presente, cuando nos alimentamos de nuestro presente y vivimos realmente en él, nos despreocupamos por lo que puede pasar luego, sin la ansiedad generada por lo que puede pasar luego. Celebrar lo que nos gusta, sin la sensación de dependencia.

Amándonos a nosotros mismos, cuando nos amamos, cuando nos sabemos capaces, cuando nos cuidamos, cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, nos resulta más sencillo amar nuestra vida y a quienes nos rodean sin miedo a que las cosas cambien, o anhelando que algo ocurra. ¡Nos hacemos libres!

Reconociendo que no poseemos nada más allá de nosotros mismos, que nada ni nadie nos pertenecen, que las personas que nos rodean son almas en el mismo proceso de aprendizaje a través de la experiencia que nosotros, que las cosas materiales son efímeras y son un complemento a nuestra vida.

Aplicar estos puntos nos ayudará a mantenernos en el ahora, a valorar nuestra vida sin complementos que no necesitamos y a encaminarnos sin dependencias a la verdadera felicidad.

No pierdas tu vida por aquello que se te va a quitar. Confía en la vida; si confías, sólo entonces podrás abandonar tu conocimiento, sólo entonces puedes poner tu mente a un lado. Con la confianza, se abre algo inmenso. Entonces la vida no es una vida ordinaria; se vuelve llena de Dios, desbordante.
Cuando el corazón es inocente y los muros han desaparecido, quedas unido al infinito. Y no te sientes engañado: No hay nada que se te pueda quitar, ¿por qué tendría uno que tener miedo de que se lo quiten? No se te puede quitar, no hay posibilidad, no puedes perder tu verdadero tesoro.
Osho




jueves, 12 de mayo de 2016

LAS COSAS MÁS GRANDES Y HERMOSAS CRECEN DESPACIO Y EN SILENCIO

El amor es la chispa rápida y fugaz que enciende dos corazones. Pero también es lo que acontece despacio, en cada acuerdo logrado, en cada dificultad ganada y en la complicidad de las pequeñas cosas que tejen universos enteros.

Las cosas más significativas requieren tiempo, esfuerzo y compromiso. Lo sabemos, porque la vida, como la propia naturaleza, tiene sus ciclos y sus ritmos pautados. Sin embargo, para nuestro cerebro, la percepción del tiempo es asombrosamente rápida. Es como si la propia existencia “se nos escapara” por las tuberías del desconcierto.

Camina lento y ve despacio. No te preocupes por nada más, porque al único lugar al que debes llegar es hasta ti mismo

Según un interesante trabajo publicado por el doctor Dharma Singh Khalsa, especialista en neurología y gerontología, nuestra percepción del tiempo tiende a “acelerarse” a medida que llegamos a la edad madura. Los años se nos escapan como el humo que escapa por una ventana abierta y, de algún modo, dejamos de disfrutar del presente, de fijarnos en esas cosas que crecen en silencio y que de verdad, podrían enriquecer aún más nuestro corazón.

Cuando el tiempo es un tren a toda velocidad y sin paradas

En ocasiones, casi sin saber cómo, las cosas más importantes se nos escapan o pasan demasiado rápido: esos dos centímetros de más en la altura de nuestros niños, ese fin de semana a solas con nuestra pareja, la última cena con nuestros amigos o ese verano que se ha acabado con las primeras lluvias del otoño en un abrir y cerrar de ojos…

El tiempo es un ladrón que nos lo roba todo menos una cosa: nuestros recuerdos y ese relámpago escondido en la memoria que nos permite evocar los grandes instantes.

A menudo, suele decirse eso de que “la vida es aquello que pasa mientras hacemos otros planes”, aunque en realidad, podríamos decir más bien que en ocasiones, no llegamos a valorar o a percibir con la importancia que merece muchas de esas dimensiones que nos envuelven en cada momento de nuestro ciclo vital.

Siempre llega un momento en que añoramos esas conversaciones con nuestra madre mientras la observábamos cocinar o aquellas peleas con nuestra pareja al principio de nuestra relación o esos dibujos que nuestros hijos nos ofrecían con gran ilusión cuando volvían del colegio. ¿Dónde queda ahora todo aquello? ¿De verdad ha pasado tanto tiempo?

Nuestro cerebro tiende a acelerar la percepción del tiempo

Tal y como te indicábamos al inicio, a medida que maduramos y nos hacemos mayores nuestra percepción del tiempo cambia. Si a ello le sumamos un estilo de vida habitualmente acelerado y la presión de entornos demandantes, todo ello genera que cada vez “estemos menos presentes” y que la sensación de vacío existencial y de fugacidad temporal se eleve aún más.

Douwe Draaisma, catedrático de Historia de la Psicología en la Universidad de Groningen de los Países Bajos, nos habla de un interesante fenómeno llamado “efecto reminiscencia”. Según esto, para nuestro cerebro el tiempo es en realidad muy relativo y solo le da importancia a hechos puntuales muy significativos.

Suele decirse que es durante las décadas de entre los 20 y los 40 años cuando, por término medio, se acumulan recuerdos emocionalmente más intensos, y a mayor intensidad la percepción del tiempo es más lenta. A partir de los 50 o los 60 la sensación subjetiva del tiempo cambia y va más deprisa porque ya no hay tantos estímulos significativos o tantas experiencias que nos “enclaven” al presente.

Conseguir que el tiempo vaya más despacio está al alcance de tu mano

Tal y como hemos podido ver si el efecto reminiscencia es quien hace que se nos escape el presente porque nos focalizamos demasiado en los recuerdos emocionalmente intensos del ayer, merece la pena empezar a “cultivar” nuestro aquí y ahora de instantes de plenitud y de emociones positivas.

No hace falta llevar la vida de un veinteañero para disfrutar del presente. Se trata solo de tener en cuenta estas dimensiones:

Tu mejor edad es ahora, ni más ni menos. Lo que la juventud no supo ni pudo lo puede alcanzar sin duda esa madurez sabia y equilibrada capaz de priorizar lo importante: tú mismo.

A tu alrededor siguen creciendo cosas maravillosas, cosas que avanzan despacio y en silencio. El amor de quienes te envuelven, esa íntima complicidad de quien sabe leer en tu mirada o sacarte una sonrisa cuando no lo esperas. Todo ello acontece en este mismo momento, solo tienes que detenerte y disfrutarlo.

La rutina es esa música triste que engaña también a tu cerebro haciéndole creer que el tiempo discurre deprisa. En cambio, todo lo que se salga de lo normal es un estímulo, un incentivo cargado de emociones que cambia su percepción del tiempo para “detenerlo”.

Viaja, haz algo diferente cada día por pequeño que sea, mira en silencio a las personas que quieres y captura esa imagen mental para tu corazón y tu cerebro. Haz que cada instante tenga un olor, una sensación, un sabor… Estimula todos tus sentidos y abrázate al presente como si no existiera un pasado, como si no hubiera un mañana.


Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-las-cosas-mas-grandes-y-hermosas-crecen-despacio-y-en-silencio-12675


lunes, 9 de mayo de 2016

EL CORAZÓN DE LAS BUENAS PERSONAS ESTÁ HECHO DE LÁGRIMAS ESCONDIDAS

En el corazón de las buenas personas no caben las rendiciones. Luchan por los demás, nunca dicen que “no” y son el mejor apoyo en toda necesidad. Sin embargo, cuando lloran, lo hacen a escondidas porque no pueden más, porque están cansados de ser fuertes y sus almas necesitan esas lágrimas para repararse.

Este tipo de situaciones de alta carga emocional son muy comunes en las personas acostumbradas a darlo todo por quienes están a su alrededor. Las llamamos “buenas personas” y, aunque todos nosotros sepamos muy bien lo que está bien y lo que está mal, existen determinados perfiles mucho más volcados hacia el bienestar del otro. De ahí, que sean ellos/as los más proclives a las sobrecargas, a las decepciones, al sufrimiento emocional.

Lloramos a escondidas lágrimas que nadie ve, desahogamos tensiones, miedos y tristezas en rincones de penumbra para no ser descubiertos, para que nadie perciba que estamos hechos del mismo material que cualquier persona.

Goethe, poeta, dramaturgo y novelista, gran experto por tanto en emociones humanas, solía decir que quien no ha terminado nunca una comida encerrándose después en su habitación para llorar, es que nunca ha probado el auténtico sabor de la vida. Las personas lloramos por muy diversas razones, pero hay quien, sencillamente, lo hace porque está cansado/a de aparentar que puede con todo. Que es invencible.

Por qué “las buenas personas” lloramos a escondidas

Señalábamos al inicio que es común categorizar a las “buenas personas” como aquellas personalidades más orientadas a los demás que hacia sí mismas. Son comportamientos que encuentran la felicidad haciendo el bien, dándolo todo a cambio de nada. Es por tanto ese altruismo lleno de dignidad a la vez que de humildad tan admirable pero a su vez, tan duro para quien lo lleva a cabo.

Un hecho muy frecuente en este tipo de perfiles es que elijan el desahogo emocional en soledad antes que compartirlo con alguien. El que esto sea de esta forma (al menos por término medio) se debe a varios aspectos psicológicos que definió la Universidad de Ciencias de la Salud de Japón, a raíz de un interesante estudio que se publicó en la revista médica “Library of Medicine National Institutes of Health“.

En este trabajo se analizó la labor de 300 enfermeras a lo largo de un año. Según ellas mismas explicaron, en ocasiones, deben enfrentarse a situaciones muy duras y con una alta tensión emocional. Cuando necesitaban desahogarse, las enfermeras preferían hacerlo en soledad porque era mucho más catártico y obtenían después un bienestar más reparador. Bastaba con quince minutos de llanto en rigurosa soledad para después, volver a sus responsabilidades…

La psicología de las lágrimas


Lloramos para liberarnos, para trasformar la tensión en lágrimas saladas, lloramos para que el miedo encuentre alivio y para que la tristeza, se trasforme en un llanto capaz de consolar. La forma en que lo hagamos, ya sea junto a alguien o en privado como el caso de las enfermeras, no tiene importancia. Lo esencial es que nos ofrezca un adecuado desahogo de acuerdo a nuestras necesidades particulares.

Las lágrimas jamás serán reflejo de tu debilidad, sino de tu capacidad para ser fuerte.

Un aspecto en el que hay unanimidad, es que por lo general, son las mujeres las que más suelen ejercer el papel de cuidadoras, son ellas quienes en la grandeza de su corazón, “lo dan todo a cambio de nada” por los seres que aman, por sus hijos, sus parejas, su familia… De ahí, que estudios como el llevado a cabo en la “Organización Holandesa para la Investigación Científica“, hablen de las lágrimas en la mujer como un tipo de “lenguaje interior” con gran utilidad emocional.

Las lágrimas: biología, psicología y catarsis

Podemos observar y entender las lágrimas desde perspectivas distintas:

Según la biología existiría en realidad una razón por la cual las mujeres tienen más facilidad a la hora de llorar. La clave está en la testosterona, que en el caso del hombre actuaría como inhibidora del llanto, mientras que la hormona prolactina (mucho más elevada en las mujeres) facilita la liberación de las lágrimas.

Para muchos psicólogos las lágrimas nos pueden facilitar una mejor compresión de nuestro mundo interior y de nuestras necesidades. Esta expresión emocional actúa primero como desahogo. Para después, permitirnos ver con una adecuada claridad mental muchas de esas necesidades no atendidas, que requerirían sin duda un cambio en nuestra conducta.

El poder catártico de las lágrimas puede alcanzar un mayor beneficio si recurrimos a un “buen llanto“. Según los expertos, las lágrimas emocionales liberadas durante este proceso, contienen muchas más proteínas y ejercen a su vez, un poder curativo en el organismo de la persona. Algo de lo que se benefician muchas mujeres.

Para concluir, las buenas personas suelen llorar a escondidas porque de este modo, obtienen mayor consuelo e intimidad para poder ser ellas mismas sin su armadura, sin su coraza inexpugnable. No obstante, las armaduras siempre pesan y, aunque un buen llanto desahogue amarguras y decepciones, nunca está demás el priorizarse de vez en cuando y poner límites para atender un poco mejor ese corazón que lejos de ser de hojalata, es de carne, sueños y lágrimas saladas.


Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/el-corazon-de-las-buenas-personas-esta-hecho-de-lagrimas-escondidas/