jueves, 7 de abril de 2016

AMA DE CASA: EL ROSTRO DE LAS MUJERES INVISIBLES

Por herencia cultural, por elección personal o por cuestiones circunstanciales contamos en nuestra sociedad con un gran número de mujeres que entregan su vida al cuidado de su casa y de su familia en exclusiva.

A veces esta labor se compagina con otros trabajos remunerados, momentos en los cuales la mujer se vuelve “ama de casa” en paralelo. Sea como sea, ser ama de casa es un duro trabajo sin reconocimiento y que prácticamente hasta el día de hoy se asume casi por imposición en gran medida por parte de las mujeres.

En este artículo nos referiremos a las amas de casa como el colectivo de mujeres que dedican, en exclusiva o no, su vida laboral y personal al cuidado de la casa y de su familia, haciendo la comida, limpiando y preocupándose porque cada día todo esté acorde con las necesidades de la familia.

Su rostro invisible, su carga emocional

Una mujer que es ama de su casa no tiene remuneración ni suele gozar de reconocimiento social. Es un trabajo de 24 horas que dura 365 días al año, que no tiene vacaciones ni conoce el despido, que requiere saber de todo, ser cocinera, maestra, niñera, entrenadora, guardaespaldas, GPS, doctora, secretaria, guardia de la noche y del día…

La carga de trabajo está determinada la amplitud de la familia, por el tamaño y la ubicación de la vivienda, por el estatus social del que se goce, etc. Además, el horario de mayor trabajo es altamente fluctuante pero, sobre todo, nunca cesa.

El trabajo doméstico es socialmente invisible desde el momento en el que aquellas mujeres que se dedican a él son consideradas como inactivas en censos y en estadísticas.

No es un trabajo remunerado y prácticamente está exento de un verdadero reconocimiento, pues a pesar de que emocionalmente puede dársele valor, es habitual que haya etapas o núcleos familiares y sociales que no contemplen la importancia y la dificultad de conducir una familia cada día.

Limpiar, planchar, hacer la compra, cuidar de la pareja, de los niños o de los hijos cuando son mayores, tener a punto las comidas perfectas, mantener la igualdad y la paz en el reino… Todo ello sin pestañear y llegando incluso a dejar en segundo plano el cuidado de una misma.

En este sentido, dejar de cuidarse es un error demasiado común que muchas veces deriva en consecuencias no demasiado positivas para el ánimo y el sentir de una mujer. Esto puede dar lugar, en conjunción con la falta de reconocimiento, a problemas de ansiedad, depresión y síntomas somáticos. Veamos esto con más detenimiento.

Ansiedad, depresión y síntomas somáticos en las amas de casa
Partiendo de la base de que la depresión y la ansiedad son problemas más comunes entre las mujeres, estos son mayores en el caso de aquellas mujeres que no poseen un trabajo remunerado y lejos del entorno familiar. Es decir, se ha encontrado en distintos estudios que las mujeres que trabajan en el hogar padecen más enfermedades crónicas, mayor sintomatología aguda y menor autovaloración de su estado de salud.

Una explicación a esto es la asunción del papel que se desempeña en la vida, así como las injusticias que tienen que vivir ante un rutinario, estresante y poco estimulante papel tradicional como ama de casa y madre.

Este papel está tradicionalmente desprovisto de estructura y contacto social, pues en ciertos momentos y con frecuencia las tareas pueden ser demandantes y frustrantes, así como verse envueltas en gran incertidumbre.

Una mujer que es ama de casa tiene menos control sobre su ritmo de trabajo; asimismo, su posibilidad de descanso y de desconexión es menor y, en ocasiones, nula. El hecho de verse cada día y en cada momento “obligada” a cumplir con las exigencias que acompañan a este trabajo, puede ver mermadas sus fuentes alternativas de satisfacción, menoscabando así su estado de ánimo y su salud general.

En definitiva, la falta de reconocimiento y la invisibilidad del trabajo doméstico puede disminuir en gran medida la autoestima de las mujeres que asumen con o sin ayuda el cuidado y las tareas del hogar.

Por eso, estructurar este trabajo, darle peso social y económico desde los gobiernos, otorgar el valor que le corresponde en el núcleo familiar, proveer de apoyo social y emocional a estas mujeres y fomentar la satisfacción en el desempeño de esta labor, ayudará a que este rostro oscurecido adquiera visibilidad.

El colectivo de las amas de casa es uno de los sectores sociales más olvidados en nuestra cultura. Por eso, es hora de que les otorguemos el poder y el reconocimiento que les corresponde pues, sin duda, es uno de los trabajos más duros, más imprescindibles y más entregados que existen. Que no se nos olvide nunca.




miércoles, 6 de abril de 2016

HAY QUIEN NO TE QUIERE PERDER PERO NO SABE CÓMO CUIDARTE

Hay quien no se preocupa por cuidarte, por tenerte en cuenta, y sin embargo, construye sobre un ti un alto cerco donde no perderte. Son relaciones basadas en el ego de una personalidad codependiente, donde solo se exige y se distorsiona algo tan noble como es el afecto, que da luz y no tardes de lágrimas. El miedo a que el ser amado se aleje de nosotros implica por encima de todo una falta de confianza, y en ocasiones, hasta la peligrosa idea considerar a la pareja como a una posesión personal. Toda relación basada en alguna forma de temor, genera, inevitablemente, un alto sufrimiento.

“Hay quien no sabe cómo cuidarte, quien no intuye tus tristezas o la marca tantos desengaños; pero recuerda: si no te tienen en cuenta, no olvides tenerte en cuenta a ti mismo/a. Escucha tu corazón y atiéndete.”

Por extraño que nos parezca, existen muchas parejas que mantienen este tipo de relación a lo largo del tiempo. Te invitamos a conocer las causas y saber actuar de forma adecuada, protegiendo siempre tu autoestima.

El codependiente controlador y el compasivo

En un interesante artículo publicado en la revista “World of phychology” nos definían dos tipos de personalidad que perfilan muy bien ese tipo de relaciones tan desiguales, pero estables en el tiempo, donde uno controla y el otro lo permite. Las características básicas serían las siguientes:

El codependiente controlador vive el compromiso como un tipo de adicción. Bajo la necesidad de dominio subyace una falta de autoconfianza, en la cual, debe desplegar estrategias y mecanismos de defensa para inhabilitar a la otra persona y tenerla así bajo sus redes.

La ansiedad que siente el codependiente controlador es tan elevada, que dejan de existir espacios propios para existir solo un solo “micromundo” en común cargado de desconfianza, reproches y emociones negativas.

La palabra “compasivo”, por su parte, hunde sus raíces latinas en “cum-passio” (sufrimiento compartido). La persona compasiva es muy consciente de la dependencia de la pareja, de su necesidad de controlar por miedo a perder.

Ahora bien, a pesar de ello, no puede evitar seguir amándolo/a, atendiéndolo y priorizando a su vez a la otra persona por encima de sí mismo/a. Son relaciones complejas que decaen en un círculo del dolor muy característico.

Cuidarte a ti por encima de todas las cosas

Tanto la necesidad de control como la dependencia, son dos elementos inhibidores que propician el desequilibrio en la relación. Queda claro y todos lo sabemos, que las relaciones afectivas son complejas. Pero, en realidad, deberíamos decir que la complejidad reside en las propias personas y no en la relación como tal. Hay personas que necesitan controlar porque es el único modo en que conciben el amor. Otras, en cambio, aun amando con sinceridad carecen de competencias emocionales para saber demostrar una adecuada reciprocidad. Ahora bien, es importante que en todas nuestras relaciones primemos la “excelencia” por encima de la “exigencia”. Para ello, sería positivo que pusiéramos en práctica las siguientes estrategias.

El amor propio, una relación que debe durar siempre

Es primordial que no olvides nunca la necesidad de cuidarte, de atenderte. Por curioso que parezca, y según nos revela un estudio publicado en la revista “The Journal of Personality and Social Psychology“, las personas más jóvenes tienen una menor autoestima que aquellos que alcanzan los 60 años de edad.

“Una buena autoestima, el autoconocimiento y una buena gestión emocional te harán recordar que quien no te tiene en cuenta, quien no te cuida, no merece tus atenciones y aún menos tus tristezas. Así pues, no dudes en llevarte tus alegrías a otro lugar”

Parece como si el tiempo va poniendo cada pieza de nuestro amor propio en su lugar, como si la experiencia nos esculpiera para llegar a la madurez con mayor aplomo y un mejor equilibrio. Ahora bien, es esencial poder disfrutar de cada ciclo, de cada etapa y para caminar con mayor aplomo reforzar ese vínculo con uno mismo, llamado amor propio.

Sí a una relación emocional consciente

Las relaciones que funcionan y que nos traen la felicidad son maduras y conscientes emocionalmente:

No hay necesidad de control porque no subyacen miedos, temores, inseguridades ni la voluntad de vulnerar el espacio personal del ser amado.

Las personas conscientes y maduras comparten su plenitud, no traen sombras de egoísmos ni vacíos que otros deban cubrir.

Las relaciones maduras se cuidan y, a su vez, permiten que cada uno tenga en cuenta su propio crecimiento, sintiéndose libre y siendo al mismo tiempo, parte de un proyecto en común.

Para concluir, la sensación de que alguien nos exige, nos controla y no nos tiene en cuenta puede extenderse más allá de las relaciones de pareja. La familia o los amigos pueden sin duda ejercer el mismo comportamiento.Actúa, defiende territorios, cuida tus derechos y, por encima de todo, escucha la voz de tu corazón pidiendo respeto. Cuidarte es fundamental. Cuida tu autoestima, porque nadie es egoísta por cuidar de sí mismo.




lunes, 4 de abril de 2016

QUIEN TIENE MAGIA NO NECESITA TRUCOS

Cuanta más gente conocemos más somos conscientes de que las personas que saben llevar al ‘genio’ dentro no necesitan nada para llegar a los demás: John Lennon tenía magia en todo lo que hacía, Dalí no necesitaba un solo truco para pintar lo que le apetecía y Charles Chaplin ni siquiera tenía que hablar para ganarse a medio mundo.

No quiero decir que todos seamos estos talentos que nos ha dado la historia, a lo que me refiero es que la mejor manera que podemos tener de darnos a conocer es saber qué somos y mostrarnos tal cual: sin filtros, sin máscaras, sin superficialidad; porque quien tiene magia no necesita trucos.

Sé natural, ni imperfecta ni perfecta

El otro día leía una publicación en las redes sociales de Michelle Jenner sobre la supuesta perfección que se nos exige inconscientemente y que, muchas veces, también nos exigimos. Nos depilamos, atendemos durante horas a la vestimenta, nos maquillamos y nos miramos 100 veces al espejo: como tratando de buscar lo que en el fondo no somos.

“La honestidad y la integridad son absolutamente esenciales para el éxito. La buena noticia es que cualquier persona puede desarrollar tanto la honestidad como la integridad.”
-Zig Ziglar-

Después salimos a la calle y pensamos que lo que ven los demás en nosotros es lo importante, así que nos esforzamos por ‘estar a la altura’. Sin embargo, no somos imperfectos ni perfectos: nuestra esencia es lo que nos une a los demás, la causante de las complicidades y las diferencias entre unos y otros.

Por esta razón, la naturalidad y la honestidad es el comportamiento que más nos hará disfrutar de lo que vivimos y que nos ayudará a tener relaciones más duraderas y profundas: por ejemplo, los defectos se desenmascaran pronto, por lo que es mejor amarlos desde el principio.

Ella está loca, pero es mágica

Seguro que alguna vez has escuchado esta frase anterior y lo que quizá no sabías es que lo dijo otro genio, Bukowski. No hay mentira en su fuego añadía. Lo que venía a transmitir era lo que ya hemos comentado arriba: las personas que se dan a los otros, sin pensar en la manera en la que lo hacen, son verdad y nos gustan.

La ‘loca’ de Bukowski es aquella que se entrega de manera fiel y sin distorsiones de ningún tipo. Es aquella que entiende que los resultados más reales de su vida los va encontrar en la sencillez de quien sabe lo que siente y cómo quiere sentirlo.

En este sentido, ¿por qué nos agrada la espontaneidad de los niños? Porque ellos son capaces de poner el corazón y el alma en todo en lo que hacen, normalmente construyen sus amistades sin prejuicios, son inocentes y se sorprenden muchas más veces que los adultos. Además, no entienden el sentido del rídiculo y, sobre todo, son sinceros.

“Somos todos los viajeros en el desierto de este mundo, y lo mejor que podemos encontrar en nuestros viajes es un amigo honesto.”
-Robert Louis Stevenson-

Hay quien llega a ser magia, aunque nunca llegue a saberlo

Cuando Vanesa Martín mencionó esto en un concierto suyo me acordé de aquellos amigos que lo dan todo porque crezcamos como personas y nunca nos paralicemos. En ese momento me vinieron a la cabeza todos esos momentos en los que los demás nos salvan sin ser conscientes de la importancia de lo que están haciendo por nosotros.

La sencillez y la magia de quienes dan lo que tienen sin buscar nada a cambio es lo que de verdad merece la pena tener al lado, más que las falsas apariencias que son sinónimos de fracaso: todos hemos descubierto alguna vez algo de alguna persona importante que nos ha sorprendido por completo.

Por todos estos motivos es enriquecedor que nos rodeemos de aquellos que saben que pueden ser magia y lo son, de los que no necesitan de trucos para mostrarse de cara a los demás. Así, no por azar dicen que lo mejor de las relaciones desinteresadas y recíprocas es desconocer quién tiene la suerte de conocer a quién y esto solo puede ocurrir con sinceridad de por medio.




domingo, 3 de abril de 2016

RUTINAS QUE ASFIXIAN, TEMORES QUE ENCARCELAN

Las rutinas protegen, tanto, que a veces pueden convertirse en una verdadera cárcel. Establecerlas nos evita tomar cientos de decisiones diarias, que deberíamos adoptar si ya no tuviéramos establecidas unas costumbres fijas. Pero también nos instalan en una forma de hacer, que se traduce en un esquema de pensamientos y de sentimientos que no cambian.

El precio de las rutinas puede ser muy alto. Sí: son necesarias: una manera práctica de manejar la vida cotidiana. Pero al mismo tiempo y de manera imperceptible, se convierten en una forma de vida en la que te refugias y comienzas a tener miedo del cambio.

No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo.”
-Emil Cioran-

Es usual encontrarnos con personas que viven sumergidas en una rutina, pero reniegan de ella todo el tiempo. Suspiran, se toman la cabeza y dicen que están aburridas porque todo es siempre igual. Sin embargo, tampoco sienten que tengan la fuerza para decir “basta”.

Así, para vencer la dictadura de las rutinas es necesaria una buena dosis de valor. Además, es imprescindible una motivación importante y la suficiente confianza en uno mismo como para ser capaces de romper el esquema y adentrarnos en el camino de lo incierto.

El efecto ensordecedor de las rutinas

Lo peor de establecer rutinas y mantenerlas es que vas insensibilizándote, sin que lo notes. No es que dejes de sentir, sino que terminas encasillando lo que sientes. Comienzas a tener la percepción de que todo aquello que no es familiar, resulta peligroso. Lo nuevo, lo diferente, se convierten en una especie de amenaza.

La rutina es un andamiaje compuesto por muchísimas piezas. Comprende desde la forma como manejas tus horarios habituales y llega a abarcar toda tu concepción acerca del mundo. Terminas creyendo que debes sentir, pensar y actuar de un solo modo. Que ya comprendes toda la realidad y que sobran las preguntas.

La rutina merma tu curiosidad, disminuye tu capacidad de sorpresa. Pero, sobre todo, te vuelve sordo y ciego a tus propias potencialidades. Terminas creyendo que haces solo lo que puedes hacer y que te sería imposible actuar o vivir de otra manera.

El resultado es un cierto estado de amodorramiento. Con la rutina vives en función de “cumplir” y no de evolucionar o de ser feliz. Y, lo peor: comienzas a ver la rutina como tu gran logro y sientes miedo de todo lo que pueda alterarla.

El miedo a cambiar. La resistencia al cambio


Vivir con pasión es un verdadero don, que muchos no pueden, o no quieren, disfrutar. Significa sentir un genuino interés por el trabajo que se desarrolla. Auténtico amor por las personas con las que uno se relaciona. Verdadero entusiasmo frente a los planes para el futuro y a todo lo que está por hacer.

¿Por qué entonces tantas personas ven pasar la vida frente a sus ojos y tratan más bien de “quemar tiempo”, en lugar de vivir intensamente? La respuesta solo puede ser una: es el miedo el que encarcela en rutinas que sirven como coraza. Les evita probarse frente a lo nuevo, a lo desconocido, a lo desafiante.

El cambio es eso: un desafío. A los convencionalismos, a las costumbres, a la seguridad que nos produce hacer lo mismo una y otra vez para no tener que pensar demasiado. Aún cuando la rutina está plagada de situaciones que desagradables, muchos la toleran porque es mayor el miedo a cambiar. Eso supondría salir de su zona de confort y tener que agudizar sus capacidades para encarar situaciones desconocidas.

¿Cómo vencer el miedo a salir de las rutinas?

Cada persona debería estar haciendo lo que quiere hacer, del modo en el que quiere hacerlo, con quien quiera y donde quiera. Nadie tendría por qué resignarse a trabajar o vivir como no quiere, simplemente por temor al cambio.

Por supuesto, nadie puede mandar al cuerno todo de un día para otro. Bueno, en realidad sí se puede, pero quizás muchos necesiten de un proceso más pausado para lograrlo. Lo cierto es que no siempre conviene romper con todo, sino que basta con recuperar algunos espacios para ser uno mismo. ¿Cómo empezar? ¿Qué hacer para salir de esas rutinas que encarcelan?

Saca tiempo para ti. Por más exigente o importante que sea tu trabajo, nunca puede ser más importante que tú mismo. Hay una parte de tu tiempo que te debes dedicar exclusivamente a ti. Son esas parcelas de la vida en donde te debes enfocar solamente en hacer lo que verdaderamente quieres: dormir, comer, bailar, lo que sea. Lo importante es que sientas que estás haciendo única y exclusivamente lo que te provoca hacer.

Tienes que jugar. El juego jamás debe ser erradicado. El juego entendido como diversión, es un espacio de libertad por excelencia. En el juego te re-creas, vuelves a construir nuevos significados para lo que eres. Juega a las cartas, juega baloncesto, juega lo que quieras, pero juega. Ojo: no mires jugar a otros. De lo que se trata es de que uno sea el jugador.

No pierdas contacto con la naturaleza. La naturaleza ejerce un efecto sumamente positivo sobre las emociones y el pensamiento. Así que es muy importante que busques la forma de estar en contacto con el verde de las plantas y con la particular forma de interactuar que tienen los animales. La naturaleza nos ayuda a conectarnos con nosotros mismos y esto, a su vez, nos permite reconocer los cambios que necesitamos implementar.




viernes, 1 de abril de 2016

¿QUÉ GANAS AL NO PERDONAR?

Cuando una persona nos agrede, nos lastima, nos traiciona, nos humilla o sencillamente nos hace pasar un mal rato, nos sentimos en consecuencia en situación de desagrado, de molestia, de rabia, de tristeza e inclusive con alguna necesidad de hacer que esa persona se haga responsable de ese mal que afrontamos.

Es muy humano sentir todos esto, es muy humano inclusive planear una venganza para aleccionar a nuestro victimario, pero la realidad es que para el que recibe el agravio es mucho más doloroso, menos sanador, menos saludable quedarse enganchado de esas emociones, es muy lógico sobre todo cuando las acciones son recientes sentirse mal, pero extender esto en el tiempo, revivir aquello que nos hizo sufrir no es en lo absoluto sano.

Luego… ¿Qué ganamos cuando no perdonamos?

Alimentar nuestro ego: Darle fuerza a esa parte de nosotros que si lo permitimos termina controlando hasta nuestros sentimientos, no perdonar es muy característico de nuestro ego, que es el que realmente se siente herido, el que realmente sufre con las acciones de otro, el que todo lo toma personal y no es ni remotamente capaz de pensar que todos estamos acá en proceso de crecimiento y evolución, y una de las formas por las cuales podemos aprender es a través del error.

Hacernos daño emocionalmente: Nuestro estado natural de calma y sosiego, se ve profundamente alterado cuando de forma consciente o inconsciente mantenemos una herida sin sanar y un perdón sin otorgar, vamos albergando e incrementando la rabia, el resentimiento, la frustración, el rencor y nos vamos ahogando entre tanta energía negativa.

Dejar de prestarle atención al presente: Cuando no perdonamos, daremos paso a pensamientos que nos harán revivir aquello que nos hirió, que nos hizo sufrir, y mientras lo revivimos volvemos a sentir todo aquello que nos ha lastimado y no permitimos que la herida sane… Nuestros pensamientos también podrán viajar al futuro, contemplando en nuestra imaginación todo aquello que podría resarcir nuestro dolor o malestar a través de una venganza y así perderemos la oportunidad de vivir cosas más placenteras en nuestro presente o de ocupar la mente con otro tipo de pensamientos de mayor beneficio.

Darle el arma a quien nos hizo daño: El victimario aún sin saberlo, ni quererlo tendrá la capacidad de hacernos daño una, otra y otra vez,  cada vez que nuestras energías se drenen, esa persona nos lastimará nuevamente y nosotros seremos los únicos responsables de permitirlo, generarlo y soportarlo.

Privarnos de algunas experiencias: Cualquier cosa que tenga relación con aquello que no perdonamos será evitada por nosotros, aun cuando no exista un peligro o una amenaza real, si alguien por ejemplo nos fue infiel, pues nos veremos en el riesgo latente de pasar por esa situación y no nos sentiremos seguros en ninguna relación.

Por todas las cosas que ganas al NO PERDONAR, es que consideramos que en tus manos está la posibilidad de hacer un reinicio y liberarte de aquello que te hace daño, que te lastima y te aún te tortura, el  perdón es una necesidad para vivir bien.

Son incontables las consecuencias de no sanar nuestras relaciones, a nivel inconsciente llevar esa carga nos produce muchísimos problemas. Por eso comienza a trabajar en el perdón a cada una de las personas que creas que lo merece, comienza por ti mismo, perdónate amorosamente toda acción hacia ti o hacia un tercero y corta con el ciclo energético que trae una mala acción, haciéndola permanente en el tiempo y dañándonos una y otra vez. Perdona y siente como sanan tus relaciones, cómo cambia tu vida para bien y cómo comienzas a ser otro, sin sentir desde el dolor y con el corazón abierto a todas las bellas oportunidades de la vida.