Entonces te das cuenta de quién eres
https://youtu.be/ir9neC9HlXE
Bienvenido Welcome Herzlich willkommen
jueves, 25 de febrero de 2016
miércoles, 24 de febrero de 2016
EN LA IRA Y EL ENFADO SE ESCONDEN NUESTROS
MIEDOS
Existen
emociones desagradables, como la ira y el enfado, que esconden mensajes
reveladores. Estas emociones nos están transmitiendo algo muy profundo sobre
nosotros: miedos que somos incapaces de reconocer y aceptar.
¿Por qué no
queremos reconocer nuestros miedos? Las trampas de nuestros pensamientos nos
empujan a caer, una y otra vez, en el enfado, la rabia y el malestar. Acabamos
así por encontrarnos a merced de nuestros razonamientos, al quedarnos con un
análisis consciente y superficial de nuestros miedos.
Vivimos bajo
una presión social, donde los miedos están considerados como una
vulnerabilidad, algo que nos hace débiles. Tenemos esa creencia que nos hace
enterrar nuestros miedos a nuestro subconsciente. Es así como se revela bajo la
apariencia de ira ante situaciones que escapan de nuestro control, que forman
parte de nuestros temores más profundos.
Es más fácil sentir la ira que reconocer el
miedo
Estamos más
habituados a ver personas enfadarse y caer en la ira, que a ver personas
capaces de reconocer sus miedos. Nos obstinamos en la ira, manifestándola ya
sea hacia nosotros mismos (produciendo respuestas psicosomáticas), o
exteriorizándola. En el segundo caso, la proyectamos hacia los demás basándonos
en la creencia de que ha sido otra persona o una situación lo que nos ha hecho
sentir ese gran enfado convertido en ira.
Gestionar la
ira tampoco nos resulta sencillo, aunque sí estamos más familiarizados con ella
que con el miedo. Se encuentra a un nivel más superficial y es por eso que en
ella se ocultan otros asuntos, aquellos que no hemos atendido o que no estamos
preparados para afrontar.
Seguro que
te has encontrado con personas que están siempre enfadadas, parece que forma
parte de su carácter, sin embargo, tras esa actitud existen muchos motivos que
la están manteniendo. La ira solo sería la punta del iceberg, lo que podemos
ver.
Nuestros temores no
afrontados se convierten en ira, y podemos permanecer en este estado durante
mucho tiempo, si no estamos dispuestos a profundizar en su raíz.
Cuando reprimimos nuestro enfado
Cuando el
enfado se presenta en nuestras vidas y no entendemos sus causas, comenzamos a
darle vueltas sobre lo ocurrido, intelectualizamos la emoción y acabamos por no
permitirnos sentir la rabia y el dolor.
No
entendemos ciertos enfados, los consideramos desproporcionados, injustificados
y sin sentido, en muchas ocasiones. Nos atrevemos a juzgar lo que sentimos con
la pretensión de no sentirlo. Les restamos valor y los vamos guardando en
nuestro sótano interno. Lo cierto es que aparecen por una razón aún más
profunda y estamos anulando toda posibilidad de comprender y atender dicha
razón.
Nuestra
tendencia habitual es la de separar la mente de las emociones, dejando que sea
la mente quien se encargue de apaciguar lo que sentimos, olvidándonos así de
nuestro cuerpo y nuestros sentimientos.
“A veces somos
demasiado testarudos para admitir que tenemos necesidades porque en nuestra sociedad
la necesidad se equipara con debilidad. Cuando volvemos hacia dentro nuestra
ira, ésta suele expresarse como sentimientos de depresión y de culpa.”
-Elisabeth Kübler-Ross-
Nos liberamos de la ira comprendiendo
nuestros miedos
Tenemos un
repertorio de miedos bastante grande, que han sido alimentados desde nuestra
infancia, reforzados por la sociedad y ampliados por nuestra falta de
auto-conocimiento. No cabe duda de que los responsables y los encargados de
atender estos miedos somos nosotros mismos.
Cuando somos
capaces de responsabilizarnos de nuestros miedos, somos a su vez capaces de no
juzgarnos ante lo que sentimos y experimentamos. Es en este punto es cuando ya
no tenemos la necesidad de culpar, manipular y mentir. Al darnos cuenta de que
nos somos los responsables de lo que sientan los demás, ya que solamente lo
somos de lo que sentimos nosotros.
En ciertos enfados
subyace un temor específico, del que se podría dar cuenta fácilmente cualquier
persona externa a nosotros, solo con que intente ver un poco más allá del
enfado.
Estos son
algunos ejemplos que sirven especialmente para cuando los enfados son
recurrentes: un enfado porque alguien no haya llegado puede estar indicando un
temor al abandono. Un enfado por algo que nos hayan dicho y no nos haya
gustado, puede indicar miedo a la falta de reconocimiento o a que ya no nos
amen.
Los miedos
están arraigados a enfados que son recurrentes. Aparece la ira abarcando cada
vez más situaciones, y nos encontramos con rabia creyendo que son los demás quienes
la generan. Esto impide que exploremos nuestros miedos y nos hagamos cargo de
ellos, privándonos así de la oportunidad de comprenderlos y sanarlos.
martes, 23 de febrero de 2016
¿DEBERÍA O NO DEBERÍA? ESA ES LA CUESTIÓN
Las dudas
nos sobrecogen constantemente. Estamos llenos de debería y no debería que nos
someten en una encrucijada de la que no sabemos salir. Un problema que afecta a
muchas personas. Un sentimiento de culpa y de duda del que difícilmente se
puede escapar.
Las dudas,
los debería o no debería, toman forma cuando tenemos muy poca confianza en
nosotros mismos. Tanto es así, que necesitamos de la aprobación de los demás
para poder elegir, para poder seguir adelante.
Cuando los debería o no
debería aparecen en nuestra vida, nos sentimos bloqueados y necesitamos de la
aprobación de los demás para poder continuar con nuestro camino
La falta de confianza en nosotros mismos
Son muchas
las personas que sufren de una falta de confianza en ellas mismas que les
impide estar seguras de sus decisiones, llevar a cabo todo aquello que tienen
en mente pero que, por miedo, se terminan auto-saboteando. Esto no es culpa de
nadie, es responsabilidad de ellas mismas.
Las
presiones a las que nos vemos sometidos, las críticas, las burlas, originan
esta falta de confianza que nos hace dudar entre ¿debería o no debería hacer
esto o aquello? La respuesta solo la tienes tú, pero la buscas en los demás
porque crees que si les dejas elegir podrás eludir la responsabilidad si te
equivocas. Podrás compartir esa carga, en ese momento, imaginaria.
Creencias de una persona insegura
Una persona
insegura, con una mente contaminada por “los debería“, piensa siempre, tiene
interiorizadas las siguientes creencias:
Debería hacer
lo que me dicen las otras personas.
Debería
ayudar siempre a todos los que me rodean.
Debería
escuchar los problemas de los demás, sean de quien sean.
Debería
preocuparme en hacer felices a los demás antes que a mí.
Debería ser
siempre feliz y nunca enfadarme.
Deja de pensar en si
deberías o no hacer algo, simplemente ¡hazlo!
Estos
debería que asoman por tu mente son creencias falsas que te hacen infeliz, pero
que tú crees se deben llevar a cabo porque es lo que hay que hacer. Poner
siempre a los demás por delante, pensar en la felicidad ajena antes que la
tuya, no te hace feliz, te convierte en un mártir.
El sentimiento de culpa
Cuando
intentamos alejarnos de estos “deberías“, de estas creencias falsas que están
en nuestra mente, asoma un sentimiento aún peor que la falta de confianza: la
culpa. Una culpa que realmente no existe, que tú mismo creas y que los demás te
hacen imaginar.
Las
circunstancias, las personas, pueden hacerte sentir culpable por algo que
realmente ¡no es cierto! Es normal que, si optas por rechazar todos “los
debería“, las personas que te rodean se muestren molestas porque ellas no han
conseguido deshacerse de esta carga aún. Te llamarán egoísta, poco humilde y te
dedicaran otro tipo de palabras poco agradables. Piensa: en ellas solo reside
la envidia y las pronuncian con la intención de detener tu cambio.
No es cierto
que sea egoísta velar por tu propia felicidad antes que por la de los demás, no
es egoísta pensar en ti mismo y dejar de estar a merced siempre del resto de la
gente. Es muy cómodo para los demás tenerte siempre ahí, dispuesto a ayudar,
pero… ¿están ellos para ti?
“La culpa no
está en el sentimiento, sino en el consentimiento.”
-San
Bernardo de Claraval-
No te
sientas culpable por pensar en ti, pues aunque ahora siempre estés dispuesto a
ayudar a los demás, abriéndote hacia ellos, poniéndote siempre por delante
aunque te hagan daño, llegará el momento en el que sabrás otorgarte el valor
que mereces.
Date permiso
Empieza a
darte permiso para pensar en ti mismo, para eliminar los sentimientos de culpa
que no son reales. Reflexiona sobre el origen de la culpabilidad, observa si en
realidad deberías sentirte culpable o no. Hay muchas personas que les resulta
muy fácil hacerte sentir culpable para manipularte, ¡no lo permitas!
Debes
valorarte y darte permiso para ponerte antes a ti que a los demás en tu camino.
¿Cómo vas a ser feliz si antepones la felicidad de los demás a ti? ¿Nunca has
oído, también, que no se puede amar a alguien si no te amas a ti mismo?
Empieza
desde hoy mismo a ser egoísta, aunque realmente esto no sea verdad, pero así lo
verán los demás. Sé egoísta para ponerte por delante, para liberar esa
confianza que reside en ti, para ser feliz, para dejar de pensar tanto en
personas que no te aportan nada más que preocupaciones y culpabilidad.
Casi siempre lo más
difícil es pensar en uno mismo, pero en ocasiones es necesario.”
-Anónimo-
Deja la
culpabilidad a un lado, deja de pensar que eres egoísta, valórate, mira dentro
de ti y libérate. Tienes derecho a pensar en ti mismo, tienes derecho a ser el
protagonista de tu vida. Confía en ti, ponte por delante. Serás feliz y ya no
te preguntarás si debería o no debería. Serás tú mismo.
lunes, 22 de febrero de 2016
CONOCERSE A
UNO MISMO
Un niño de
la India fue enviado a estudiar a un colegio de otro país.
Pasaron
algunas semanas, y un día el jovencito se enteró de que en el colegio había
otro niño indio y se sintió feliz. Indagó sobre ese niño y supo que el niño era
del mismo pueblo que él y experimentó un gran contento.
Más adelante
le llegaron noticias de que el niño tenía su misma edad y tuvo una enorme
satisfacción. Pasaron unas semanas más y comprobó finalmente que el niño era
como él y tenía su mismo nombre. Entonces, a decir verdad, su felicidad fue
inconmensurable.
El Maestro dice: No hay
mayor gozo en este mundo que el de
conocerse a uno mismo.
domingo, 21 de febrero de 2016
EN MI VIDA QUIERO PERSONAS QUE SUMEN, NO
QUE RESTEN
No dejes que
se pierda tu esencia. Intenta no perderte entre las personas, pues cada vez
desconocemos más a los que nos rodean. No te desveles ni te deshagas de tu
esencia aunque lo que estás viviendo te atormente. No cambies ni te transformes
si no es porque has asumido una buena lección.
Tu corazón
es hermoso así, no permitas que las personas resten o dividan tu vida. Ama tu
interior y mejórate cada día, pero no consientas perder tu esencia. Si ella
desparece, serás solo alguien más y aquellos que te quieren y te valoran no
podrán distinguirte.
Recuerda que aquello
que te hace llorar te hace tan especial como lo que te hace reír. Darte cuenta
de esto constituye una liberación en sí misma. Cubre tu esencia, no dejes que
las circunstancias la despedacen, protégela del frío.
El dolor que causa aquello que nos anula a
veces es insoportable
Nadie quiere
tener a su lado personas que le anulen o que boicoteen su crecimiento personal.
Todos queremos a nuestro lado personas que nos ayuden a sumar experiencias y
buenos sentimientos.
Sin embargo,
generalmente no todo es blanco o negro. Habrá momentos en los que alguien
descontará en algún grado de nuestro bienestar pero otros en los que sume tanto
que compense todo lo anterior.
Es como el
yin y el yang, la tristeza y la alegría, la noche y el día. Los aciertos
requieren de los errores de la misma forma que sumar no tendría sentido si
nunca hubiese nada que restar. Y es así como somos las personas, a veces
blanco, a veces negro y, en otras ocasiones, de colores.
Nadie es
totalmente bueno o totalmente malo
Aún sabiendo
que no podemos ser todo o nada, no podemos dejar al descubierto nuestro
bienestar, tenemos que protegerlo de daños que pueden ser evitables y
previsibles.
Para eso
debemos solemos una especie de balanza emocional. A un lado ponemos todo
aquello generado por los demás que es negativo y que sobra. Al otro lado
colocamos lo bueno y lo positivo que podemos encontrar en nuestro camino.
Como es
obvio, deberemos sopesar emocionalmente a cada persona por separado teniendo
siempre en cuenta la situación física y emocional de las personas afectadas,
así como, por supuesto, el contexto.
Queda a la
vista que no es nada fácil utilizar nuestra balanza, pues hay cientos de
factores que no podemos controlar y que son totalmente subjetivos. Así es que…
¿por qué juzgamos como bueno o malo tan a la ligera?
“No hay nada mejor que
reencontrarse con uno mismo y perdonar a la otra persona tenga razón o no,
porque la gente, cuando hace cosas dolorosas, normalmente las hace porque en
ese momento no podía hacerlo mejor, porque tenía miedo o por lo que fuera.
Entonces, perdonar es algo maravilloso”
-Marwan-
Sé una
persona justa, no pierdas tu esencia
A veces
estar inmersos en un profundo dolor nos precipita al barranco de los prejuicios
y de los tópicos. Cuando sucede esto, solemos cegarnos por el dolor de nuestras
heridas y no por lo bondad que en otras circunstancias nos caracteriza.
A través del
perdón y de la comprensión podemos conseguir que cualquier persona sume aun
partiendo de sus malas acciones o palabras. Somos nosotros los que damos
validez a los demás, por lo tanto somos nosotros quienes elegimos de qué manera
queremos aprender.
Tomar
conciencia de que muchas veces juzgamos demasiado alegremente nos ayudará a
eliminar de nuestra vida lo realmente dañino y negativo. Pensándolo así, a la
larga nunca nos arrepentiremos de ser personas coherentes y justas.
No etiquetes ni juzgues
a los demás, perdona y toma sus malas acciones como una oportunidad para seguir
creciendo y aprendiendo. Tu esencia será la mejor protección y, por si fuera
poco, siempre la tendrás a tu alcance.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)