Molino de Tiscamanita
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domingo, 20 de julio de 2014
sábado, 19 de julio de 2014
MENTE Y FELICIDAD
Según el budismo, no somos más que cuerpo y mente, siendo la
mente el único elemento motivador de todas nuestras acciones y la creadora de
toda nuestra felicidad y de nuestro sufrimiento. Es tanta la importancia que le
da el budismo a la mente que con frecuencia
es considerado una filosofía o una ciencia de la mente más que una religión.
Dentro de las múltiples clasificaciones de la mente que hace
el budismo se distinguen dos tipos de
mente. La primera es la consciencia básica, o mente primaria, que no es más que
nuestra capacidad de experiencia subjetiva. Los textos filosóficos definen a
esta mente como claridad y conocimiento.
Ahora bien, como la mente no es estática sino que es una constante
sucesión de momentos de experiencia se alude a estas distintas situaciones como
mentes principales y factores mentales asociados. Así pues, podemos hablar de
mentes, refiriéndonos a los múltiples
acontecimientos mentales que suceden constantemente (emociones, pensamientos) y
de mente, aludiendo a la base fundamental sobre la cual tienen lugar esos
acontecimientos.
También se distinguen en el budismo distintos tipos de
mente, según el grado de dependencia de ésta respecto del cuerpo físico. Y así
se alude a la mente burda, en cuyo nivel se desarrollan los acontecimientos
mentales ordinarios, de los que somos conscientes y que están íntimamente vinculados
a la percepción sensorial; la mente sutil, con un vínculo menor con el cuerpo físico y en el
seno de la cual se experimentan acontecimientos inconscientes (estas son la
mente del sueño y de las emociones perturbadoras, en la que se desarrollan
procesos mentales difíciles de detectar pero que influyen notablemente en los
acontecimientos mentales ordinarios); y la mente muy sutil, la que va de vida
en vida, que se manifiesta en el momento de la muerte cuando la unión de cuerpo y mente está llegando a su fin y la
dependencia de ésta respecto del cuerpo es ya muy pequeña.
Nuestra sensación general de bienestar depende profundamente
del bienestar psicológico, el cual, a su vez, depende de nuestra vida
emocional. Todos sabemos que existen emociones que nos benefician, de las que
se deriva una actitud de apertura hacia los demás, son una fuente de energía
que brota de nuestro interior produciendo alegría y paz. Por contra, también
hay emociones que nos perjudican, que
avivando energías oscuras, que como el fuego queman cuanto sale a su
paso, producen dolor y gran agitación mental. Los obstáculos a nuestra
felicidad son el apego, la ira o aversión y la ignorancia: las tres mentes
venenosas principales que lideran a todas las demás aflicciones o pesares, tanto
mentales como físicos.
La naturaleza de la mente es neutra. Una persona puede
sentirse inclinada por temperamento a la aversión, pero aun así no siempre
estará llena de enfado y odio. Puede experimentar momentos de benevolencia e
incluso de compasión. La benevolencia y la compasión son estados mentales
totalmente opuestos al odio; no pueden coexistir en una persona al mismo
tiempo. El que una persona que tienda a la aversión no se muestre abiertamente
odiosa todo el tiempo y tenga momentos esporádicos de compasión demuestra que
las aflicciones no forman parte de la naturaleza de la mente, que son
adventicias. La aparición de aflicciones y de estados mentales opuestos a estas
aflicciones es posible gracias a la neutralidad de la naturaleza última de la mente.
La plasticidad es la cualidad de la mente que posibilita que
ésta pueda cambiar sus tendencias y hábitos. Es una muestra de madurez personal
el tratar de adiestrar nuestras emociones, favoreciendo el surgimiento de las
positivas y la contención y reducción de las negativas. Para que podamos
abordar esta tarea es necesario conocer lo más minuciosamente posible cuál es
nuestro estado mental, solo así podremos influir en su modificación.
Con un profundo entendimiento de la mente y de sus funciones
se pueden superar los pensamientos y las emociones que nos preocupan. A través
del estudio de la mente encontraremos algunas maneras cruciales de observar y
de entender la ira y la aversión, así como de desarrollar nuestra ecuanimidad,
nuestra paciencia y nuestro amor.
Su Santidad Dalai Lama XIV aconseja una sencilla práctica
para transformar nuestra mente en la dirección deseada: “Cada día, desde el
momento en que te despiertes, utiliza un rincón de tu mente para observar tu
propia mente y su comportamiento”.
A fin de llevar a cabo una práctica –como la de observar
constantemente la mente-, debemos adoptar una resolución, comprometernos, nada
más despertar por la mañana: “Ahora, y durante el resto de este día, trataré de
poner en práctica, en la medida en que me sea posible, aquello en lo que creo”.
Es muy importante que, al empezar el día, concretemos lo que sucederá más
adelante. Luego, al final de cada jornada, debemos comprobar qué sucedió, revisar lo ocurrido durante el
día. Y si a lo largo de toda la jornada hemos puesto en práctica nuestra
decisión matinal, entonces hemos de alegrarnos y reforzar nuestra motivación
para continuar en la misma línea. No obstante, si al llevar a cabo el repaso,
descubrimos que a lo largo del día hicimos cosas contrarias a nuestros valores
y creencias deberemos reconocerlo y cultivar una profunda sensación de
arrepentimiento, reforzando nuestra
resolución de no entregarnos a esas acciones en el futuro. Si
continuamos practicando de este modo, es seguro que con el tiempo tendrá lugar
un verdadero cambio dentro de nuestra mente, una transformación auténtica. Esta
es la manera de mejorar, es imposible cambiar de verdad tras una sola sesión de
plegarias. Pero la mejora definitiva puede llegar gracias a la observación
constante de nuestras mentes y a llevar a cabo las prácticas en las que creemos
día a día, año tras año y década tras década”.
Amparo Ruiz
Cortés
Directora de la Comunidad Thubten Dhargye Lingwww.budismotibetanomadrid.org
viernes, 18 de julio de 2014
jueves, 17 de julio de 2014
MEDICINA TRADICIONAL TIBETANA: CONSCIENCIA DE SALUD
Vivimos en una sociedad donde la higiene y el cuidado de la
salud se valoran como logros importantes, pero, ¿estamos completamente sanos?
El cuidado físico, la mejora alimenticia, la calidad de
vida, el cuidado personal, son elementos que nos aportan un equilibrio a los
elementos externos a los que cada día nos enfrentamos. Sin embargo, desde la
perspectiva de la Medicina Tradicional Tibetana, sólo actuar con esos
parámetros no es suficiente para estar sanos y mantener el equilibrio.
La clave está en la
mente, en ser consciente y aplicar la atención a nosotros mismos para lograr la
salud.
La Medicina Tradicional Tibetana considera al ser humano una
integración de mente y cuerpo, donde la primera se transforma en el elemento
diferenciador entre un estado saludable y un estado desequilibrado de salud.
Desde hace más de 2.500 años, y ligada a la filosofía
Budista, esta medicina ha sido la clave para un pueblo que ha aprendido la
ciencia de la mente y su fuerte influencia en la vida y la salud. Esta
disciplina médica muy extendida en Asia, cobra cada día más importancia en
Occidente, donde se brindan oportunidades para aprender y profundizar en una
ciencia médica cuyo objetivo es buscar la causa raíz de la enfermedad y
mediante adaptaciones alimentarias, de comportamiento y el apoyo en terapias
herbales y externas (masaje, horme, moxa, etc.) reequilibrar integralmente al
individuo.
Para la Medicina Tradicional Tibetana todo en el universo
está formado por cinco elementos, presentes en el ser humano, la tierra como el
elemento que da la base y sustento, el agua que lubrica y da fluidez, el fuego,
el calor para poder desarrollar y madurar, el aire como elemento de
crecimiento, y el espacio, como el medio y la potencialidad de la vida.
Estos elementos además, combinados, dan lugar a las tres
energías fundamentales que rigen los procesos mentales y fisiológicos en el
cuerpo: la energía de viento (rlung), cuya naturaleza viene determinada por el
elemento aire, la energía bilis (tripa), cuya naturaleza viene dada por el
elemento fuego, y la energía flema (bedkan), cuya naturaleza procede de los
elementos agua y tierra. El espacio está presente en el cuerpo en los
intersticios y zonas huecas, para permitir el movimiento.
Estas energías cuando
están en equilibrio definen el estado de salud de la persona.
La energía viento es responsable de los procesos cognitivos,
sensoriales, de la capacidad del movimiento del cuerpo, y los procesos más
importantes a nivel vital, como la respiración, la digestión, o la expulsión de
residuos.
La energía bilis da el calor al cuerpo, y la complexión
sana, además es responsable de la determinación y fuerza de la persona.
La energía flema determina la estabilidad emocional y
estructural del cuerpo, y los procesos de sueño y descanso, y determina nuestra
tenacidad y paciencia.
Desde un punto de vista psicológico, el origen de estas
energías está en los venenos mentales, procedentes de la ignorancia propia del
ser humano, a su vez originada por el apego al yo. Esos venenos, apego, ira y
engaño, son los responsables de la generación de las tres energías y los
canales por los que se mueven.
De esta forma, el ser humano no es únicamente un cuerpo y su
funcionamiento, sino también una mente que debe mantener una relación de
equilibrio con el cuerpo.
En nuestra vida diaria vivimos ignorantes de la realidad de
los fenómenos y de nosotros mismos. Esta idea errónea condiciona la percepción
del mundo en el que vivimos y es la causa última de nuestro estado
desequilibrado de salud.
Es por ello que la psicología, y las emociones, tienen una
influencia decisiva para lograr una vida sana. Se debe ser consciente, estar
atento para lograr que el estado de salud, el equilibrio de las energías.
Las alteraciones en los estados emocionales o psicológicos
tienen una repercusión directa en los procesos fisiológicos. La mente es el
factor desequilibrante cuando pierde la atención, y el cuerpo somatiza el
efecto.
El apego al yo, la medida de la vida en base a uno mismo,
genera expectativas, creencias imposibles que no se pueden ver cumplidas, y que
traen como resultado la decepción, el enfado, procesos de oscurecimiento mental
que impiden que el equilibrio mental se mantenga. Y a mayor oscurecimiento,
mayor desequilibrio, y menor capacidad de control. En ese estado de mente los
venenos se manifiestan y generan las causas de la enfermedad, desequilibrando
las energías de viento, bilis y flema. Esas energías, al perder su equilibrio
fomentan que los proceso fisiológicos de los que son responsables no se den con
regularidad y con ello manifiestan síntomas que deben ser tratados para evitar
el perjuicio físico.
Si bien la mente, y sus venenos son la causa, la enfermedad
se manifiesta cuando las condiciones se reúnen, estas condiciones son las
causas secundarias de la enfermedad, la alimentación, el comportamiento, los
accidentes e incidentes desafortunados y las influencias negativas externas.
Esas causas dan lugar a un escenario que el doctor tibetano debe interpretar.
Los métodos diagnósticos de pulso, orina, lengua, orejas y
ojos, permiten al doctor tibetano conocer la causa origen del problema,
reconocer los síntomas, identificar la constitución del paciente y proponer un
tratamiento. Los tratamientos se basen fundamentalmente en una dieta adaptada a
las necesidades del individuo, unos patrones de comportamiento que permitan
cambiar los hábitos perjudiciales y un tratamiento herbal mediante píldoras
naturales.
En muchas ocasiones, se acompaña de terapias externas para
ayudar en el proceso de curación.
Los elementos de curación forman toda una terapia que
permite lograr el éxito del tratamiento sin que haya efectos secundarios, es
decir, sin desequilibrar ningún otro elemento del cuerpo, o a la propia mente.
En definitiva, debemos aplicar una atención consciente en
nuestra vida, y para ello podemos basarnos en estos pequeños consejos:
1. Aceptemos siempre la realidad: no podemos tener todo lo
que deseamos, pero sí podemos ser felices con lo que tenemos. Generemos
autoconfianza.
2. La mente ignorante se concentra en los problemas: no
debemos darle vueltas a los problemas, sino centrarnos en lo positivo.
3. Apreciemos nuestra fortuna: debemos dar gracias por la
vida, la salud, la familia, el trabajo.
4. Llevemos una vida ordenada en alimentación y hábitos.
5. Disfrutemos del presente, seamos conscientes del momento.
En Madrid, en el centro budista Thubten Dhargye Ling la
oportunidad de acceder a esta disciplina es una realidad, de la mano del Dr.
Lobsang Shresta, cuya dedicación a esta ciencia le ha convertido en verdadero
maestro. Desde hace más de 6 años sus enseñanzas en alimentación, masaje,
psicología y medicina han aportado a muchas personas un camino de salud.
Nuevamente contaremos con su inestimable conocimiento desde
septiembre de este año para un nuevo ciclo formativo en Medicina, y
adicionalmente un curso online del primer ciclo para las personas que en la
ocasión anterior no llegaron a tiempo.
Para más información ponte en contacto con:
THUBTEN
DHARGYE LINGComunidad Budista Tibetana
C/ Canillas nº 22 - 28002 Madrid – España
www.budismotibetanomadrid.org
Teléfono: 915 632 959
Sergio Iniesta
Medicina Tibetana y Salud
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