lunes, 31 de marzo de 2014

domingo, 30 de marzo de 2014

Cuando una puerta se cierra, se abre otra automáticamente.
La luz se oculta detrás de cada desafío en tu vida. Cuanto mayor es la oposición, mayores son las bendiciones. Cuando tú cambias, todo cambia. La paz comienza contigo.













sábado, 29 de marzo de 2014


Este es un ensayo de Viktor Frankl,
neurólogo, psiquiatra, sobreviviente del holocausto y el fundador de la disciplina que conocemos hoy como Logoterapia.

 No eres Tú, soy Yo...

¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?...

¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?...

Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes.

Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.

Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones.

Cada día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones de espacio voy a omitir.

No se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros.

Si lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o deja de hacer algo que nos incomoda. Lo más curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que nos "lastimaron", siguen sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro que estás viviendo en tu mente.

Un claro ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con otra persona es cuando hace algunos años alguien me dijo:

"Necesito que Enrique me diga que me quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo quiero escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando aunque yo sé que tiene otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser feliz y me conformo, pero si no lo hace... siento que me muero".

¡Wow! Yo me quedé de a cuatro ¿Realmente ésa será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y bienestar? Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente... ¿no será un calvario voluntario para nosotros?

No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.

Las frases que normalmente se dicen los enamorados como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente irreales y falsas. No porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.

Definitivamente nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede.

La siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: No es él, no es ella... ERES TÚ quien lo permite y está en tus manos volver a recuperar el control.

"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas-la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino".


"No busques fuera. Todo lo que crees estar buscando ya está dentro de ti"
 

viernes, 28 de marzo de 2014


 
"Nunca sabes cuan fuerte eres hasta que ser fuerte es la única elección que tienes. Y cuando esto sucede, eres intocable."
 
 
- Chuck Palahniuk -

jueves, 27 de marzo de 2014


¿Para qué repetir antiguos errores, habiendo tantos errores nuevos por cometer?
 
- Bertrand Russell -

martes, 25 de marzo de 2014


UNA DORADA MEDIOCRIDAD

Pertrechado en el sofá, mientras meriendo, he decidido asumir que soy mediocre. No es que haya tomado precisamente ahora conciencia de mi mediocridad –de hecho es un ejercicio que practico con asiduidad y hasta con cierto nivel de éxito- sino que, si hasta hoy la percibía negativamente y la catalogaba como algo que convenía superar, ahora encuentro interesante aceptarla como una forma de vida deseable.

Seguiré con mis sueños y esforzándome por alcanzar lo que ilusione. Pero me he propuesto cambiar el deseo de hacer más cosas y llegar más lejos por el de mirar, desde mayor distancia, el significado de la palabra “más”.

DISMINUYE EL UMBRAL DE FUSTRACIÓN

No ha sido ajeno a mi decisión cierto miedo o, cuando menos, una sana prudencia.

Vivimos bajo la amenaza del mito de la eficiencia: ya se trate del trabajo o del ocio, de las relaciones emocionales, del consumo o del sexo… todo parece concebirse como actividades evaluables en función de la productividad, el rendimiento, el triunfo y, últimamente, ¡la excelencia!

Conceptos todos interesantes y magníficos… siempre que no superen nuestras posibilidades.

Y ahí radica el problema: en que las expectativas son cada vez mayores y generan más gente insatisfecha. Observando el tamaño de las estanterías dedicadas a los libros de autoayuda en las  librerías, ciertos programas televisivos con éxito de audiencia o las ventas de antidepresivos, no creo desatinado afirmar que cada vez hay más personas que no se aceptan como son o al menos no están contentas con la vida que llevan.

Desear más es sin duda razonable, pero cuidado: no hay que olvidar que la frustración es el sentimiento que invade a aquellas propuestas de vida en que no se cumplen las expectativas. Y los pronósticos de psicólogos y sociólogos no auguran nada bueno: cada vez las expectativas son mayores y tenemos más bajo lo que se ha dado en llamar el umbral de frustración, la tolerancia al fracaso.

DÉDALO Y HORACIO

El concepto de la “mediocridad dorada” lo acuñó el poeta Horacio -allá por el siglo I aC- y me lo recordó una amiga el otro día: proponía no subir muy alto para no lastimarse demasiado al caer o, para navegar seguro, no adentrarse en altamar ni aproximarse más de la cuenta a la costa.

La alternativa a la búsqueda del triunfo, o al abandono al fracaso, era vivir una mediocridad dorada, buscar una existencia sin sobresaltos, sin riquezas ni penurias, a salvo tanto de la adversidad como de la envidia ajena.

Aparentemente es sencillo pero, a medida que lo pienso, voy dándome cuenta de que lograrlo puede ser una tarea heroica.

Definir la línea que separa lo necesario de los superfluo, evitar los extremos, medir las posibilidades reales antes de acometer una empresa y, sobre todo, ser capaces de disfrutar del quehacer cotidiano, conseguir que las rutinas dejen de ser anodinas y se conviertan en algo lleno de sentido, no es tarea fácil. Vivir cada momento como lo que es: un tiempo único; sentir cada abrazo como un regalo de la vida; renunciar al deseo de más para disfrutar de lo que se es y se tiene, requiere realmente un esfuerzo titánico.

ACEPTAR O CONFORMARSE

Reconozco que de pronto he sentido un temor reverencial y me he planteado seguir con la comodidad que implica continuar deseando siempre más, aspirar a ser lo que no soy, soñar con que la suerte cambie mi vida, vivir corriendo tras metas inalcanzables…

En ese momento mi hija Andrea ha venido sonriente a “compartir” mi merienda, me he sentido dichoso, he entendido la diferencia entre aceptar y conformarse, y he decidido seguir luchando por mi dorada mediocridad.

Dr. Fernando Torrijos
 
 


"¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?
 
-Vincent van Gogh-