Playa de La Cebada, Morro Jable
Bienvenido Welcome Herzlich willkommen
domingo, 27 de marzo de 2016
sábado, 26 de marzo de 2016
O TE VAS O TE QUEDAS, PERO NO TE QUEDES EN
LA PUERTA A ESTORBAR
Hay
relaciones de pareja en las que parece que su juego favorito es “Ni contigo ni
sin ti”. Esas donde se vuelve parte de la rutina que uno de los dos aparezca y
desaparezca como por arte de magia. Es decir, llevan tiempo juntos, pero no son
capaces de mantener una cercanía por mucho tiempo, así que se separan y vuelven
a regresar. Entre ellos existen siempre situaciones inconclusas por lo que no
se pueden alejar definitivamente, ya sea porque no pueden o no son capaces de
cerrar ciclos por diferentes motivos, como la represión de un sentimiento,
insatisfacción y remordimientos.
Son personas
que no son capaces de mantener una relación sana, no pueden mantener una
cercanía por mucho tiempo, se aburren, se cansan, se estresan. Cuando están
juntos acaban mal, pero si se separan, se extrañan, se necesitan tanto que no
pueden vivir lejos, sólo piensan en volver a estar juntos y así ¡la historia se
repite! hasta que todo termina en un círculo vicioso. Es una situación que se
da a menudo cuando hay “Dependencia Emocional”. No estamos bien, algo nos
empuja a alejarnos de la otra persona, pero cuando lo hacemos, al poco tiempo
nos invade una necesidad imperiosa de volver junto a él/ella. Y al juntarnos de
nuevo, volvemos al mismo punto anterior. Una y otra vez. Nos vamos desgastando
cada vez más, pero hemos entrado en una dinámica de la que nos está siendo muy
difícil salir.
¿Por qué sucede?
La ruptura
suele tener en este caso como característica principal la confusión y al mismo
tiempo la claridad cada vez que se separan, dejando siempre la puerta abierta
para el reinicio. Las rupturas suelen darse por: rasgos de personalidad de tu
pareja que te resultan intolerables, insatisfacción, frustración, constantes
peleas, deseo de salir con otras personas.
“En las relaciones
intermitentes, cada vez que se vuelve se apuesta porque “esta vez será todo
maravilloso”. Se apuesta por una promesa, no por una realidad.”
El regreso
depende en mucho del tiempo de separación, en donde las causas de la misma, a
la distancia, no se ven tan graves o parecen más fáciles de solucionar y se
piensa que “esta vez todo será diferente”. Entre las causas más comunes para
volver están: Sentimientos románticos persistentes hacia la pareja (como cuando
la separación más que voluntaria fue vista como un mal necesario), creencias
que esa pareja es “la pareja” de tu vida o “tu media naranja”, extrañar estar en
una relación (bajo la premisa de que una mala relación es mejor que ninguna
relación, pensamiento muy común de aquellos que no pueden o no saben estar en
soledad), personas que buscan la comodidad de estar en una relación o la
aparición de posibles pretendientes para tu ex pareja, lo que la hace aún más
atractiva e incrementa el deseo de querer recuperarle.
Este tipo de
relaciones gozan y sufren los rigores de un parque de diversiones emocional: un
día, la cueva del miedo llena de fantasmas aterradores; al día siguiente, el
castillo encantado del mundo de la fantasía, en el que todo se ve color de
rosa; poco después el jardín de los horrores con sus torturas y sus bestias
salvajes; y siempre, siempre, la montaña rusa con sus subidones y sus declives,
con su vértigo y su emoción ¡y todo eso por un solo ticket y con la misma
persona!
La
repetición inexorable de las rupturas y las reconciliaciones se adereza con
frase como éstas: “Si no me llama hoy voy a morirme”, “¿Y si es verdad que esta
vez me deja para siempre?”.
¿Todas estas relaciones son malas o
dañinas?
Eso depende
del tipo de separación. Hay parejas que aprovechan las separaciones para
reflexionar y buscan cambiar lo negativo en cada reconciliación. Hacen de sus
rupturas una oportunidad. Pero en cambio, hay otras en que las parejas van y
vienen sin hacer muchos cambios en su manera de ser o relacionarse y sustentan
su ir y venir en esperanzas y meras expectativas fantasiosas.
Estas
situaciones pueden ser muy desgastantes, un amor inconcluso o intermitente
puede durar siglos ya que se vuelve adictiva. Generan melancolía y quitan la
energía, ya que produce interacciones negativas como discusiones, peleas,
falsas expectativas al pensar que al intentarlo de nuevo todo cambiará, causa
mucha insatisfacción por la calidad de la relación, por lo que es necesario
solucionarlas de inmediato.
Una relación
en la que no se sabe lo que se quiere, en donde es difícil el equilibrio
emocional, es de lo peor que nos puede pasar, nos estancamos, no vamos hacia
adelante ni hacia atrás, si has dicho muchas veces que será la última vez,
ahora cúmplelo, si alguien te dice “hasta nunca”, con mayor razón no lo
dejes volver a entrar a tu vida de nuevo, si dice “hasta nunca” que sea para
siempre.
“Si alguien quiere
entrar a tu vida, que entre; si alguien quiere salir, que salga; pero que no se
quede en la puerta porque estorba.”
Fuente: http://sermejorpersona.com/p-o-te-vas-o-te-quedas-pero-no-te-quedes-en-la-puerta-a-estorbar-11113
jueves, 24 de marzo de 2016
HEREDAMOS POR EL ADN LAS EXPERIENCIAS DE
NUESTROS ANTEPASADOS
Vamos a
plantear una pregunta con cierta ingenuidad: ¿cómo sabe el ADN humano dónde
colocar sus piezas para crear exactamente un ser humano particular? No hablamos
de un individuo de la especie humana sino a una persona concreta, hijo o hija
de ciertos padres, descendiente de cierta genealogía.
De primera
impresión podríamos pensar que la naturaleza trabaja sobre un cuadro básico de
ingredientes, los cuales apenas sufren modificaciones a lo largo del tiempo.
Pero según la investigación de un par de biólogos canadienses, las historias de
vida (hábitos, estados emocionales, traumas psicológicos) de nuestros
descendientes modifican y otorgan a nuestro material genético un grado extra de
precisión.
La historia
resumida comienza así:
Un neurólogo
y un biólogo entran a un bar, toman un par de tragos y hablan con ligereza de
sus respectivas líneas de investigación –al salir han creado un nuevo campo de
la genética. Aunque no lo crean, esto es lo que les ocurrió en un bar de Madrid
a Moshe Szyf (biólogo molecular y genetista de la McGill University en Montréal)
y a su amigo Michael Meaney, neurobiólogo de la misma universidad.
Desde la
década de los 70, los genetistas saben que el núcleo de las células utiliza un
componente estructural de las moléculas orgánicas, el metilo, para saber qué
piezas de información hacen qué –por decirlo así, el metilo ayuda a la célula a
decidir si será una célula del corazón, del hígado o una neurona. El grupo
metilo opera cerca del código genético, pero no es parte de él. Al campo de la
biología que estudia estas relaciones se le llama epigenética, pues a pesar de
que se estudian fenómenos genéticos, estos ocurren propiamente alrededor del
ADN.
Los
científicos creían que los cambios epigenéticos se producían sólo durante la
etapa del desarrollo fetal, pero posteriores estudios demostraron que de hecho
algunos cambios en el ADN adulto podían resultar en ciertos tipos de cáncer. En
ocasiones los grupos metilo se ajustan al ADN debido a cambios en la dieta o a
la exposición a ciertas sustancias; sin embargo, el verdadero descubrimiento
comenzó cuando Randy Jirtle de la Universidad de Duke demostró que estos
cambios podían ser transmitidos de generación en generación.
Si esta
jerga genetista es ardua para algunos, digamos que Szyf y Meaney simplemente
desarrollaron una innovadora hipótesis mientras tomaban un par de cervezas: si
la alimentación y los químicos podían producir cambios epigenéticos, ¿era
posible que experiencias como el estrés o el abuso de drogas también pudieran
producir cambios epigenéticos en el ADN de las neuronas? Esta pregunta fue el
punto de partida para un nuevo campo en el estudio de la genética: la
epigenética conductual.
Según este
nuevo enfoque, las experiencias traumáticas de nuestro pasado así como las de
nuestros ancestros inmediatos dejan una suerte de heridas moleculares adheridas
a nuestro ADN. Cada raza y cada pueblo, así, llevaría inscrito en su código
genético la historia de su cultura: los judíos y la Shoah, los chinos y la
Revolución Cultural, los rusos y los GULAG, los inmigrantes africanos cuyos padres
fueron perseguidos en el sur de Estados Unidos, o bien una infancia de
maltratos y padres abusivos –todas las historias que podamos imaginar están
influídas por nuestros antecesores.
Desde este
punto de vista, las experiencias de nuestros ancestros modelan nuestra propia
experiencia de mundo no solamente a través de la herencia cultural sino a
través de la herencia genética. El ADN no cambia propiamente, pero las
tendencias psicológicas y de comportamiento se heredan: así, puede que no sólo
tengas los ojos de tu abuelo, sino también su mal carácter y su tendencia a la
depresión.
Así como la
magia y las terapias psicodramáticas afirman que para curar a una persona es
preciso revisar su árbol genealógico, la genética actual comienza a abrirse
paso en un nuevo campo que podría hacer que las “maldiciones familiares” sean
cosa del pasado.
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