lunes, 15 de febrero de 2016

A PALABRAS NECIAS, OÍDOS INTELIGENTES

Las palabras hirientes, los juicios, las opiniones infundadas, críticas malintencionadas, etc. Cada una de ellas son palabras necias que necesitan de oídos inteligentes que no les den crédito ni les ofrezcan atención.

En otras palabras, no ofende el que quiere sino el que puede y en nuestros oídos inteligentes está la clave de que alguien maneje nuestra realidad o se pierda en insinuaciones que solamente desprestigian su imagen.

Como se suele decir, “lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro”. Así que antes de darle importancia a aquellos “consejos”, “opiniones” o “críticas” que no nos aportan bondad, utilidad o verdad, debemos plantearnos las intenciones de la persona que tenemos delante.

Los oídos inteligentes ante las personas críticas
No hay mejor signo de pobreza emocional que la crítica continuada y malintencionada. En cualquier caso, lidiar constantemente con palabras necias suele generar un gran agotamiento emocional.

Así, para protegernos y alimentar la inteligencia de nuestros oídos debemos tener claro que:

Para vivir no necesitamos la opinión de nadie.
Las emociones y los sentimientos son siempre validos y no debemos avergonzarnos de ello.

Hay que perderle el miedo a sentir y a pensar sobre uno mismo.

Evitemos dar crédito a aquellas frases que se muestras totalitarias (los nunca y los siempre, por ejemplo).

Escuchar críticas y chismes de manera constante puede saturarnos y hacernos sentir muy mal.

No podemos olvidarnos de que todo el mundo debe ser respetado, incluso cuando no sea alguien que respete a los demás. Predicar con el buen ejemplo nos ayuda a garantizar nuestro bienestar emocional.

Hay que recordar que las críticas sin fundamento las realizan personas con gran pobreza emocional y vital. Por eso, si esta persona vive aislada en su resentimiento y no admite ayuda, nos conviene ser emocionalmente egoístas y alejarnos.

La gente en paz consigo misma no hablan mal de los demás

Otro paso para formarnos un escudo protector y hacernos con oídos inteligentes es aprender a identificar aquellas frases que en apariencia son inocentes pero que encierran tras de sí malas intenciones.

Este tipo de frases son manifiestamente tóxicas en ciertos contextos:

Cuando se está hablando sobre una afición o habilidad el común “Ojalá tuviera tiempo para eso” suele ser igual a “tú no tienes tanto trabajo como yo”, “el tiempo libre es para mí un asunto imposible, yo no vagueo”.

“Como es obvio” “Como todo el mundo sabe”. No, no y no. Ni todo el mundo lo sabe ni es obvio. El uso de este tipo de apelaciones intenta hacer sentir a la otra persona ignorante y a quien las pronuncia, superior.

“No tienes derecho a opinar porque tú no conoces estos temas como yo”. No pueden quitarnos el derecho a opinar ni descalificarnos invalidando nuestros argumentos con frases del tipo “tus argumentos son estúpidos y no tienen fundamento”.

“Si mi profesor lo dice, entonces es cierto”. Este tipo de falacias se aprovechan del respeto que se le tiene a un experto para dar peso a ciertos argumentos.

“Tú me haces sentir fatal”. Apelar a los sentimientos y hacer responsables a los demás de ellos es otra manera de manipular.
También aquellas expresiones que tratan de emocionar a la gente en vez de ofrecer argumentos válidos.

“Id a donde queráis, pero yo ahí no voy”. Para terminar esta frase sería adecuado añadir la coletilla “Y vosotros seréis los culpables de que no vaya, pues sois unos egoístas que solo pensáis en vosotros”. ¿Captamos el mensaje, no?

Debemos dedicar tiempo a mejorarnos y a construirnos unos oídos inteligentes, pues eso nos servirá para mantener una actitud saludable ante la vida y cimentar nuestras relaciones en una buena comunicación y un mejor entendimiento.




domingo, 14 de febrero de 2016

EL MEJOR TIPO DE AMOR

"El mejor tipo de amor es aquel que te hace ser mejor persona, no busca transformarte en alguien que no eres, sino sacar la mejor versión de ti mismo"



sábado, 13 de febrero de 2016

EL MIEDO SE DETIENE CERCA DEL ABISMO

Si has decidido leer este artículo es porque, seguramente, sientas miedo o, quizá, lo hayas sentido hace poco. Todo el mundo se ha sentido así alguna vez en su vida dado que, lo queramos o no, no se puede evitar: no se puede decir no al miedo sin que este nos haya llegado primero al alma. Tiene que entrar, provocar que lo sintamos dentro, para después manejarte o dejarse manejar.

Por eso, no podemos hacer nada para evitar que éste nos llene. De hecho, si estás leyendo este artículo no encontrarás aquí ninguna solución que te lleve a cerrarle la entrada: si quiere entrar, lo hará. Lo que sí encontrarás aquí es un apoyo para darte cuenta de que, cuando el miedo te pide que des la cara, tienes todo el poder para hacerlo y vencerlo; porque, como diría Benedetti se detiene a un palmo del abismo.

Los límites del miedo

Por estado general, el miedo no es negativo. Es un mecanismo de defensa que puede ayudarnos a ser más precavidos, a protegernos ante algunos peligros y a no cometer imprudencias de las que podríamos arrepentirnos más adelante, puesto que algunas inseguridades derivadas esta emoción nos mantienen más concentrados en lo que tenemos alrededor.

Cuando el miedo toma más confianza de la que debería en nuestro cuerpo, comienza a someternos y a impedirnos que actuemos como de verdad desearíamos. Entonces comienza también a ser negativo por inercia: no nos deja ser al completo y nos roba sueños mientras somos conscientes de ello.

“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que lo conquista.”
-Nelson Mandela-

Sin embargo, todavía hay un hueco para el pulso mano a mano: tenemos otro sentimiento que nace de dentro y nos ayuda a defendernos de nuestro propio daño y del ajeno, el coraje. Existe, en este sentido, un punto de coincidencia en el que el miedo se cruza con el coraje: ahí es como si se disputaran el mando de nuestros movimientos y elecciones.

En el momento en el que el coraje empieza a hacerse notar, el temor va viendo sus limitaciones; cuando el abismo queda al fondo, el coraje innato aparece para ayudarnos a levantar y seguir. Por naturaleza tenemos fuerza suficiente para plantarle cara al daño y para no dejar que se haga sufrimiento, para decir no y para decir puedo con ello.

La tristeza y el miedo a veces saben a paz

Parece difícil entender que de la tristeza y del miedo podamos extraer un poquito de paz; pero, así es. Centrarse en el miedo nos deprime, nos acorrala y no nos permite continuar: es justo en estas situaciones cuando nos vemos de cara a nosotros mismos, nos miramos por dentro y palpamos el daño que nos está ocasionando.

“Tuve el privilegio de sentir que lo había perdido todo. Tuve la suerte de descubrir así qué era lo que realmente necesitaba.
La tristeza a veces sabe a paz.”
-Sara Bueno-

Resurgir de ese daño y saber que lo hemos logrado es lo que nos da la paz: lo mismo ocurre cuando superamos alguna situación traumática como al perder a un ser querido, al romper una relación, al fallarnos… Nuestra capacidad de resiliencia tiene un foco de bienestar: ser felices tiene un precio y, a veces, ese precio es es la superación de nuestros miedos después de haberlo experimentado.

Somos capaces de detener el miedo, más en el momento en el que creemos que ya no podremos con él: ahí tenemos la valentía suficiente para no dejar que nos venza. Si has llegado hasta aquí leyendo te habrás dado cuenta de lo que decíamos al principio: no podemos evitar el miedo, es natural; pero el miedo se detiene a un palmo del abismo, cuando nos toca luchar, romper la coraza y saltar para no caer con él.




viernes, 12 de febrero de 2016

Fuerteventura, la isla. Vídeo e imagen de Charo Barea: fuerteventuraviva.com

https://youtu.be/PtdF-S_eL8g


PERSONAS CONFLICTIVAS: NO ES ALGO PERSONAL, ESTÁN EN GUERRA CONSIGO MISMAS

Personas conflictivas, personas negativas, personas tóxicas. Personas que nos hacen daño y que vulneran nuestra paz con demasiada facilidad y, probablemente, con extrema frecuencia. Generalmente no las queremos en nuestra vida, pero toparnos con ellas es inevitable.

Tienen una habilidad especial para el enfrentamiento y normalmente parece que buscan una explosión sin miramientos entre sus pensamientos, opiniones, emociones y comportamientos y las nuestras. Su conflictividad nos genera un gran malestar y además interfiere en nuestro autoconcepto.

Probablemente no es algo personal contra nosotros, sino que es posible que estén lidiando una gran batalla consigo mismos. Al fin y al cabo, como dijo Gandhi, una persona en guerra consigo misma es una persona en guerra con el mundo entero.

Todos tenemos luces y sombras, todos podemos ser personas conflictivas
Quien más y quien menos ha pasado por momentos de dificultad psicológica en su vida. Del mismo modo, quien más y quien menos se ha comportado de manera injusta con alguien, ha hecho daño sin pudor y ha apagado sentimientos, deseos o motivaciones de otras personas.

O sea, todos queremos evitar algo que en mayor o menor medida cada uno de nosotros ha realizado de alguna manera a lo largo de su vida. Sin embargo, si nos paramos a pensar, quizás cuando hablamos en primera persona podemos comprenderlo mejor.

Sea como sea, es agotador tener al lado a una persona que critica que exceso, que cuenta chismes, que busca pelear, que vive con un protestador automático y que tergiversa la realidad cuando le conviene generando discusiones entre dos personas entre las que reinaba la paz.

Pero precisamente por eso es clave para nosotros tomar distancia emocional, no dejar que nos absorba su negatividad, no interiorizar sus ataques y no asumir sus malas palabras, las cuales pueden llegar a calar muy hondo y a hacer mella en nuestro autoconcepto.

Manejar los problemas generados por las personas conflictivas

Rasgos para detectar a las personas tóxicas, características de estas, estrategias para defenderse… Quizás la mejor manera para identificar a una persona conflictiva es comprender que está en guerra consigo misma y que no es un saco sin fondo de maldad.

Para ello debemos tener claro esto:

Nuestra manera de catalogar a las personas será determinante a la hora de relacionarnos con ellas. Para vivir al margen es importante que no dejemos que esto se convierta en un círculo vicioso de malas preguntas y de peores respuestas.


Hay personas conflictivas, sí, pero básicamente nuestra idea cambia si pensamos que esas personas tienen problemas que están generando guerras emocionales en su interior.

Todos somos conflictivos en algún momento y en determinados ambientes. También una persona a la que queremos profundamente puede comportarse con un guerrero ávido de venganza. No por esa razón vamos a querer menos a nuestra pareja, hermano, hijo, amigo, padre.

Otra clave para manejar esto es tomar perspectiva y evitar caer en la idea de que hay algo que hemos hecho mal. Si lo interiorizamos, nos están arrastrando hacia sus tormentas.

No dejes que los demás te arrastren hacia su tormenta

No podemos dejar que los demás nos arrastren hacia sus tormentas. ¿Por qué? Con este ejemplo lo vamos a entender muy bien:

-Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?

-A quien intentó entregarlo- respondió uno de los alumnos.

-Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.

Cada persona da a los demás lo que posee por dentro, sea o no agradable. Eso no quiere decir que sean ellos los que nos dañan, sino que somos nosotros los que damos validez a sus opiniones y acciones. En otras palabras, no existen las ofensas sino los ofendidos.

Nuestra arquitectura interna tiene armas para defenderse de los ataques y tres de las más poderosas son estas: tomar distancia, comprender y saber ignorar lo irrelevante.

Asimismo, no es quien nos hace daño sino quien replica ese mal miles de veces. Podemos dejar que las palabras se las lleve el viento o que, por el contrario, permanezcan en nosotros. Creo que nadie tendrá duda de qué es lo que nos satisface más.




jueves, 11 de febrero de 2016

FIBROMIALGIA: EL DOLOR QUE LA SOCIEDAD NO VE NI ENTIENDE

La fibromialgia fue reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1992. A día de hoy, la fibromialgia afecta al 4% de la población y en su mayoría, casi el 90%, son mujeres.

Se la conoce como la “enfermedad invisible” porque afecta a todas las partes blandas del aparato locomotor y no se puede diagnosticar fácilmente a través de pruebas médicas. La fibromialgia no se ve, no deja marcas en la piel ni produce heridas que otros puedan ver para identificarse. Es un dolor solitario, desesperante.

Sufrir fibromialgia es algo muy duro: no sé cómo despertaré hoy, si podré moverme, si podré reír o si solo tendré ganas de llorar… Lo que sí sé, es que yo no finjo: yo sufro una enfermedad crónica.

De momento se desconoce todavía la etiología de esta enfermedad, ahora bien, lo que sí sabemos es que año a año son más las personas diagnosticadas, de ahí que se busque dar una intervención lo más globalizada posible, incluyendo cómo es lógico el aspecto biopsicosocial.

Por ello, hoy en nuestro espacio queremos darte unas pautas básicas para que puedas afrontar la enfermedad con fortaleza, mejorando tu calidad de vida en la medida que sea posible.

Fibromialgia: la enfermedad real que no se ve

Cuando una persona no puede levantarse de la cama porque siente que “agujas ardientes” hieren sus articulaciones, no está fingiendo ni busca una excusa para no ir al trabajo. Quien sufre fibromialgia debe sumar su propia enfermedad con la incomprensión social, con la sensación de sentirse invisible en un mundo que solo cree lo que ve.

El principal problema de la FM (fibromialgia) está en la controversia de si su origen es psicológico u orgánico. Estas serían las principales conclusiones que nos indican los expertos:

Posible origen de la fibromialgia

Es necesario aclarar en primer lugar que no existe evidencia médica que relacione la fibromialgia con una enfermedad psiquiátrica.

Algunos autores hablan de que cerca del 47% de los pacientes sufren ansiedad, no obstante, hay que tener en cuenta también que esta dimensión psicológica puede ser respuesta del propio dolor, de la propia enfermedad.

Según un trabajo publicado en la revista “Arthritis & Rheumatology” quienes sufren fibromialgia experimentan una mayor hipersensibilidad a la estimulación sensorial cotidiana.
Mediante resonancia magnética los investigadores descubrieron que ante un estímulo visual, táctil, olfativo o auditivo, las regiones de integración sensorial cerebrales sufren una sobre estimulación mayor de lo habitual.

Las personas con fibromialgia tienen un número mayor de fibras nerviosas sensoriales en sus vasos sanguíneos, de forma que todo estímulo o cambio de temperatura deriva en un dolor intenso.

Algo a tener en cuenta es que cualquier factor emocional va a incrementar la sensación de dolor en esas fibras nerviosas. Una situación puntual de estrés derivará en sobre estimulación y en dolor y, a su vez, la sensación de dolor y cansancio crónico aboca al paciente a la indefensión e incluso en depresión.

Caemos, por lo tanto, en un círculo vicioso donde una enfermedad de origen orgánico se ve aumentada por el factor psicológico. Por ello, vale la pena controlar la dimensión emocional para atenuar o al menos “controlar” el origen etiológico.

Estrategias psicológicas para afrontar la fibromialgia

El dolor crónico forma parte de nuestra realidad social, siendo la fibromialgia (FM) una de sus principales causas. Ahora que ya tenemos claro que factores como el estrés o la tristeza van a incrementar la sensación de sufrimiento, es importante introducir unas estrategias básicas de afrontamiento que nos puedan ayudar.

Hoy te has levantado, te has vestido y has podido salir a la calle. Nadie más entenderá tus logros, pero esos pequeños triunfos son importantes para ti y deben darte fuerzas: puedes ser más fuerte que tu enfermedad.

5 claves para obtener mejor calidad de vida

En primer lugar hemos de tener claro que unas mismas dimensiones no van a servirnos a todos. Debes encontrar aquellas estrategias que te van bien a ti de acuerdo a tu particularidad y necesidades. Para ello, prueba y selecciona tú mismo aquellas que te producen un mayor alivio.

Entiende tu enfermedad. Ello implica estar en contacto con especialistas, médicos y psicólogos. Necesitamos tratamientos multidisciplinares y cada uno te aportará todo el conocimiento de esta dolencia para que “comprendas” a tu enemigo. De este modo, estarás más seguro/a y prevenido/a.

Instaura una actitud positiva en tu vida. Sabemos que no es sencillo, pero en lugar de reaccionar ante el dolor es mejor aceptarlo y tratarlo, no deprimirnos. No dudes en hablar con personas que sufran lo mismo que tú, no te aísles ni guardes rencor a quienes te rodean.
Busca actividades que te permitan afrontar el estrés y la ansiedad: existen técnicas de relajación muy adecuadas que pueden ayudarte. El yoga, por su parte, también puede ser muy beneficioso.

Nunca pierdas el control de tu vida, no dejes que sea el dolor quien te domine. Para ello, establece instantes de ocio cotidianos por pequeños que sean. Sal a caminar y no evites el contacto social.

Atiende tus emociones, tu pensamiento y tu lenguaje. Lo que pensamos y sentimos tiene una influencia directa sobre la enfermedad. Si nos decimos frases como “no voy a poder levantarme”, “esto no tiene solución” o “ya no tengo fuerzas”, incrementarás tu sufrimiento.
Dale una vuelta a estas frases y verás cómo cambia tu realidad.