viernes, 23 de octubre de 2015

HONESTAMENTE FRIDA KHALO


Con la maestría de su fina pincelada, Frida dejó plasmado en docenas de autorretratos sus unidas cejas negras y su escaso bigote. Esta misma Frida fue la que se quitó de un tirón tres años de edad, sosteniendo que había nacido en 1910 en Coyoacán, México, en vez de su fecha original 1907. ¿Capricho vanidoso? Probablemente, no. Aunque Frida fue casi siempre su única modelo, su intención iba más allá de querer preservar la belleza de su juventud, ello estuvo más relacionado con su necesidad de identificarse con México, su tierra amada. El hecho en el cambio de su fecha de nacimiento tiene relación con el año del comienzo de la Revolución mexicana (1910) y el retiro del poder del presidente Porfirio Díaz.

Si esta mentira tan obvia nos resulta necia e incongruente, incomprensible en contraste a su desenvuelto candor, ello sólo proyecta, por un momento, la yuxtaposición de imágenes que encontramos en sus pinturas. Frida nunca se detuvo ante los hechos tangibles para llegar y expresar su propia verdad; en el caso de su fecha de nacimiento, la gran verdad en este caso es que, el destino de ella y el de México moderno, estarían inexplicablemente conectados en un proceso de revolución y renacimiento.

Para comprender la naturaleza de esta artista y sus pinturas es necesario poner a un lado todo tipo de convencionalismos, incluso las fechas, como pudiera ser el caso. Asimismo, y mucho más paradójico aún, esta comprensión requiere de que nos ubiquemos en el contexto de la Historia en que sucede la vida de la artista. Frida misma, siendo una artista revolucionaria, le toca nacer en el medio del caos político que vivía su país el cual, pasaba por un proceso de sangriento renacer. Esa imagen, de acuerdo con Frida, es mucho más verdadera que el hecho en sí mismo, sería trivial no estar de acuerdo.

Ya sea que estuviera en París, New York o Coyoacán, Frida siempre vistió con el elaborado traje típico tehuano de las indias doncellas. Así como la realidad de su país la fueron modelando y definiendo, igualmente lo hizo su esposo, el muy conocido muralista, Diego Rivera. Si México era para Frida su verdadero progenitor, Rivera, 20 años mayor que ella representaba su “hijo grande”; ella solía llamarlo su pequeño bebé. Frida conoció a Rivera cuando todavía era una estudiante en el colegio.

Un tiempo después, 1929, se convirtió en la tercera esposa de Rivera, un hombre que, abiertamente fue diagnosticado por su médico incapaz para la monogamia. No falta el mencionar que, esta relación fue una unión poco convencional, problemática, sin embargo, apasionada que sobrevivió numerosas infidelidades por ambas partes, separaciones e incluso, un divorcio en 1939 y la consecuente reconciliación, celebrando un segundo matrimonio en 1940.

El amor de esta pareja se sometió a duras pruebas pero, como se demuestra en las raíces de la pintura “El abrazo de amor”, el amor de Frida por Diego fue tenaz. No obstante, el matrimonio no protegió a Frida de los sufrimientos y padecimientos que caracterizaron su juventud, cuando un horrible accidente en autobús dejó su cuerpo fracturado y debilitado por prácticamente el resto de su adultez. La incorregible actitud mujeriega de Diego, al colmo de relacionarse con la propia hermana menor de Frida, Cristina, sólo contribuían a aumentar su dolor. “Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida”, dijo una vez Frida, “uno en el que un autobús me tumbó al suelo… el otro accidente es Diego”.

Fue un matrimonio que permaneció sin hijos y esto fue la fuente de muchas de las angustias de Frida, tanto como las infidelidades de Diego. Para Frida Diego era todo: “mi niño, mi amor, mi universo”.

Como artistas, la pareja era muy productiva. Cada uno consideraba al otro como el mejor pintor y pintora de México. Frida se refería a Diego como el “arquitecto de la vida”. Cada uno asumía con un profundo orgullo la creación del otro, a pesar de haber sido drásticamente diferentes en estilo y forma.

Montado en un andamio y a la intemperie, Diego pasaba horas trabajando en un mural día tras día, él amaba obsesivamente pintar, tanto como Frida lo amaba a él, entregando inmensos murales públicos sobre temas políticos. Frida, en cambio, estaba la mayor parte de su tiempo inmovilizada con un corsé y acostada en la cama o confinada a un cuarto de hospital, ya sea porque se estuviera sometiendo a una cirugía o recuperándose de alguna. Frida se alternaba intensamente entre la languidez y pintando obra personal. Cerca de una tercera parte de su obra, 55 pinturas, está compuesta de autorretratos. En algunos, su rostro, como una máscara, refleja una mirada fija e impasible. En otros en cambio, una gráfica y detallada representación de sus órganos internos nos revelan en correspondencia el estado de su mente. Ella era capaz de, en una sola imagen, revelarnos y revelarse lo más indigno de una traición, así como también el dolor de un aborto

Diego, un artista del realismo socialista, se fue una vez en lágrimas de orgullo cuando Picasso expresó su admiración en los ojos de un autorretrato de Frida. Diego llegó a escribir una entusiasta carta de recomendación a un amigo para una exposición de la obra de Frida: “Yo la recomiendo, no como esposo sino, como un entusiasta admirador de su trabajo, ácido y tierno, duro como el hierro y delicado y fino como el ala de una mariposa, adorable como una hermosa sonrisa, profundo y cruel como lo más implacable de la vida”.

El trabajo de Frida, algunas veces fantástico otras sangriento, ha sido definido como surrealista, al respecto una vez ella comentó que nunca había pensado en que ella era una surrealista “hasta que Andre Bretón vino a México y me lo dijo”. (“El trabajo de Frida Kahlo es la mecha de una bomba” escribió de admiración Bretón). Sin embargo, Frida evadía todo tipo de etiquetas, Diego por su parte, la definía como realista. Su principal biógrafa, Hayden Herrera, parece coincidir con él cuando escribe que, incluso en sus más complejas y enigmáticas pinturas, “Lo que el agua me dio” por ejemplo, “Frida está “con los pies muy sobre la tierra” al representar imágenes reales de la forma más literal y directa”. Como es el caso del arte típico mexicano, las pinturas de Frida “hechos y fantasías se entremezclan como si fueran inseparables e igualmente reales”, agrega Herrera.

"No sé si mis pinturas son o no surrealistas pero, lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser", Frida escribió una vez. "Como mis temas han sido siempre mis sensaciones, mis estados de ánimo y las reacciones profundas que la vida ha producido en mí, yo lo he llevado objetivamente y plasmado en las figuras que hago de mi misma, que es lo más sincero y real que he podido hacer para expresar lo que yo he sentido dentro y fuera de mí misma".

La figura de Frida y su obra son un desafío a cualquier definición absoluta porque, se prestan más a una descripción en la cual ambigüedad la caracteriza. Frida se alternaba entre la esperanza y la desesperación. Le encantaba bailar y las multitudes, coquetear y seducir sin embargo, a veces se sentía miserablemente sola y rogaba a sus amigos y amantes que la visitaran o que no la “olvidaran”. Poseía un agudo sentido del humor, usualmente un marcado humor negro al igual que, una disposición muy aguda a la inventiva y la metáfora. Frida siempre se esmeró por mantener un hogar para Diego y amaba preocuparse por él, prepararle comida y bañarlo. Le encantaba rodearse de mascotas exóticas como monos araña y perros, y adoraba a los niños los que siempre trataba como iguales. Frida gustaba de los chismes, chistes subidos de tono y los sin sentidos en cambio, aborrecía la pretensión. Trataba a los sirvientes como a su propia familia y a los estudiantes como colegas muy estimados. Frida Kahlo era la personificación de la alegría, un anhelo por la vida. Valoraba la honestidad, especialmente la propia. Una vez le escribió a un antiguo amante, quien abiertamente la había dejado por su debilidad física, “tú mereces lo mejor de lo mejor porque, tú eres una de esas pocas personas que, en este mísero mundo siguen siendo honestas consigo mismas y esa es la única cosa que realmente cuenta”.

Cuando Frida Kahlo muere a los 47 años de edad, el 13 de Julio de 1954, dejó una serie de pinturas que corresponden a la representación de su evolución como persona, al igual que, una serie de emotivas cartas a amantes y amigos junto a un colorido y cándido diario. Todo esto es una irrefutable evidencia de que su vida no fue nada menos que una búsqueda por ser honesta consigo misma, incluyendo fecha de nacimiento (1910) y todo lo demás.

Algunas de sus mejores frases:

Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar ?

¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo.

Me pinto a mí misma, porque soy a quien mejor conozco.

En realidad no sé si mis cuadros son surrealistas o no, pero sí sé que representan la expresión más franca de mí misma.

Todo puede tener belleza, aun lo más horrible.

Yo quiero construir. Pero no soy sino una parte insignificante pero importante de un todo del que todavía no tengo conciencia.

Siento que te quise siempre, desde que naciste, y antes, cuando te concibieron. Y a veces siento que me naciste a mí.

La tristeza se retrata en todita mi pintura, pero así es mi condición, ya no tengo compostura.

Cada tic-tac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es solo saberla vivir. Que cada uno lo resuelva como pueda.

Quisiera darte todo lo que nunca hubieras tenido, y ni así sabrías la maravilla que es poder quererte.

Ahí les dejo mi retrato, pa´ que me tengan presente, todos los días y las noches, que de ustedes yo me ausente.

Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior.

Árbol de la esperanza, mantente firme.

Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando, en mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, sí, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú.



jueves, 22 de octubre de 2015

TODO LLEGA EN EL MOMENTO PRECISO

Nuestra vida es mucho más de lo que podemos ver, tiene una trascendencia y todo tiene una razón de ser. Cuando decimos que todo llega a su preciso momento, hablamos de que las cosas no suceden justo cuando queremos que ocurran, las cosas llegan cuando estamos preparados para recibirlas, nunca antes, ni después.

Esto no quiere decir que nos quedemos sentados esperando a que todo mágicamente llegue porque así está escrito o predestinado, más bien quiere decir que nos preparemos energéticamente para que las cosas ocurran, para propiciar ese momento perfecto.

Es muy distinto trabajar por algo que uno desea conseguir que aferrarse y lamentarse por la idea de no tenerlo, en ese momento las energías nos juegan en contra y comenzamos a materializar más cosas asociadas a la frustración, el apego y el sufrimiento. Cuando deseamos que algo ocurra, tenemos que preparar nuestro terreno para recibirlo.

Qué podemos hacer para alinearnos con lo que queremos:

Relajarnos:

Si nos relajamos vibramos en la misma frecuencia de lo que queremos, cuando nos sentimos ansiosos, fatigados, estresados por no conseguir algo, nos desconectamos de nuestro poder de manifestar.

No busques, no revises, no preguntes o demandes, relájate. Si te relajas viene, si te relajas estará allí disponible para ti. Si te relajas empiezas a vibrar acorde a tu deseo.
- Osho -

Ver el lado amable de la situación:

Cuando vemos el lado positivo de lo que tenemos justo ahora, podremos crecer con la situación y esto nos permitirá continuar.

Tener paciencia:

Tener paciencia nos permitirá esperar sin desesperar, alimentaremos nuestras capacidades mientras vivimos nuestro presente sin añorar nada más.

La paciencia es la más grande de las oraciones
- Buda -

Agradecer:

Cuando agradecemos el universo nos ofrece más y más cosas que agradecer. La gratitud nos permite automáticamente generar pensamientos positivos, dando paso a un bienestar físico y mental que nos facilitará recibir cosas positivas.

Aceptar:

Podemos observar como un espectador lo que nos ocurre y sencillamente aceptarlo, concientizar que todo tiene un por qué. Aceptar, nos abre espacios para vivir nuevas experiencias, quizás entre ellas está la que anhelamos

Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar.
- Dalai Lama -

Abre las puertas de tu corazón a lo mejor de la vida, a las bendiciones más grandes, piensa en positivo, cuando manifestamos algo en nuestra vida, es porque justamente es lo que nos conviene vivir en ese momento para nuestro crecimiento. Lo que no ocurre o lo que no hemos podido conseguir es porque no estamos listos o porque podemos vivir situaciones que superen nuestras expectativas, que no llegan a nosotros justamente por aferrarnos a algo que por algún motivo no nos conviene vivir. Confía, nada es casualidad, todo ocurre por algo.

Los puntos solo se unen hacia atrás.
- Steve Jobs -




miércoles, 21 de octubre de 2015

LA VIDA NO TIENE POR QUÉ SER PERFECTA PARA SER MARAVILLOSA

Las personas acostumbramos a ser muy exigentes con la vida e incluso con nosotros mismos. Nos marcamos pautas, objetivos y múltiples sueños por cumplir. Y desde luego, todo esto no solo está bien, sino que es necesario. Todos necesitamos proyectos a corto y largo plazo que poder cumplir para enorgullecernos de nosotros mismos, para adquirir capacidades y habilidades personales.

Ahora bien, en ocasiones, quien se marca altas expectativas corre el riesgo de no deleitarse de los triunfos cotidianos, los más humildes y que solo las personas sencillas pueden apreciar: como el cariño, la amistad, la tranquilidad…

La vida no tiene por qué ser perfecta para ser maravillosa. Sabemos que es algo fácil de decir, pero… ¿Eres de esos que ya lo saben? ¿O aún estás enfundado en tu empeño por conseguir esa ansiada perfección? No te preocupes, desde nuestro espacio te invitamos a reflexionar sobre ello.

Los buscadores de la perfección cotidiana

Ser exigente y buscar la perfección en cada cosa que hacemos es en muchas ocasiones el reverso de una moneda. La exigencia nos hace desarrollar múltiples capacidades, pero a su vez, quien se aplica una alta autoexigencia raras veces se siente satisfecho.

En realidad, la perfección no es más que una quimera, una aspiración intangible. No existen las vidas perfectas y sin altibajos. La existencia es un carrusel de emociones intensas donde el billete sólo tiene un objetivo: aprender cada día de nuestra vida.

En ocasiones, escuchamos a muchos de quienes nos rodean quejarse en un triste lamento con aquello de “es que todo lo malo me sucede a mí, “es que a los demás todo les va bien y yo siempre voy por el camino equivocado”… Este tipo de verbalizaciones y pensamientos siempre han existido y siempre existirán. Ahora bien, antes de caer en este tipo de comportamientos debemos tener en cuenta lo siguiente:

La felicidad no está en la perfección. Nadie tiene garantizada su felicidad absoluta sólo por ser rico, por ser atractivo o por disponer de buena salud.

La vida se mide en instantes, y sobre todo, en nuestra capacidad para estar abierto a la realidad, a la oportunidad, a la magia de los detalles más simples que nos rodean y al optimismo.

Me han rechazado en ese trabajo con el que tanto soñaba. ¿He de martirizarme pensando que no valgo para nada, que la vida está empeñada en darme la espalda? En absoluto, soy consciente de que cuando una puerta se cierra, se abren 6, y lucharé por todas ellas.

Quien aspira a una vida perfecta se sube a una cima para intentar alcanzar el universo, mientras cada día se pierde las maravillas que acontecen a sus pies.

Hay otro aspecto que debemos tener en cuenta: quien vive en la autoexigencia luchando por tener una vida perfecta, arrastra también a los demás a cumplir dicho objetivo.
La persona que aspira a conseguir una vida perfecta, suele colocar un listón tan alto a todos a los que le rodean, que lo que acaba generando en realidad es una gran infelicidad.

La vida es maravillosa para quien se deja llevar, para quien sabe apreciar

Y tú… ¿sabes apreciar todas las maravillas que te rodean en el día a día? En ocasiones, nos es difícil debido a las prisas, a las preocupaciones, a ese rumor interior que nos impide ver la magia de la vida.

La vida no es perfecta, es cierto, y no siempre nos trae lo que deseamos, pero en ocasiones es capaz de ofrecernos lo que de verdad merecemos: un amor auténtico, el calor de los tuyos, la admiración de quienes te quieren de verdad.

No todo el mundo es capaz de descubrir o apreciar la esencia más auténtica del día a día:

Esa luz que acontece cada mañana para todos por igual.
El rumor de una familia, la tuya, levantándose para desayunar contigo en armonía y tranquilidad.
Una mano cómplice que te acaricia
La sonrisa traviesa de tus hijos
Un metro que se retrasa y que te permite leer unas cuantas hojas más de ese libro
Esa salud que te permite ir y venir, correr, dormir, nadar, amar…
Esa siesta de fin de semana en el sofá con tu mascota
El olor de la tierra mojada después de la tormenta
El ocaso lánguido en una playa tranquila

La vida son instantes que se inscriben en el día a día con sutil serenidad. Es un lenguaje propio que lleva su ritmo y que no todos saben apreciar, porque hay quien va a contracorriente, con demasiadas prisas, con el corazón desafinado y la mente alborotada.

La vida es maravillosa sin necesidad de ser perfecta, porque lo que es perfecto carece de error o de equívoco, y entonces no hay aprendizaje.

La existencia es a veces un duro maestro, y ahí está su grandeza, y también su locura, ahí su caos y sus placeres, esos que debemos vivir a contrapelo sin buscar la perfección, sólo los instantes que disfrutar con el máximo de nuestras fuerzas.




martes, 20 de octubre de 2015

LA GRATITUD, EL INGREDIENTE SECRETO

Existen días mejor y peores, todos lo sabemos. Existen momentos o etapas en las que no encontramos un rumbo claro, tenemos demasiadas dudas o estamos emocionalmente inactivos o decepcionados. Ante eso, puede que busquemos grandes soluciones en busca de la felicidad o el equilibrio personal.

Parece demostrado que para llegar a ella, la clave es reunir un conjunto de elementos en nuestro mundo interior y entorno. No es un camino fácil. La felicidad, hay que trabajarla.

Una manera de comenzar o continuar por el sendero que tal vez hayamos iniciado ya puede ser a través de un ingrediente muy útil y muy gratificante del que a veces nos olvidamos: la gratitud.

¿Cuándo hemos dejado de dar las gracias? ¿Cuántas veces hemos dejado de agradecer por pudor, por el qué dirán o simplemente por no saber?

Seamos conscientes del poder de las palabras. Importante es saber darles su momento, el tono, el énfasis, el lugar y la sinceridad. No siempre elegimos bien, y no siempre acertamos aunque tengamos la mejor de las intenciones.

“Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido, que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato.”
- Séneca -

¿Alguna vez hemos pensado en agradecer de forma especial? ¿Por qué no lo hicimos? ¿Es lo mismo dar las gracias que agradecer?

Siete letras

“Gracias”. Siete letras muy conjuntadas que tienen el don de estar en los dos extremos de la emotividad. A un lado el formalismo automático, y al otro lado, el más sentido de los significados.

Repartimos “gracias” a diestro y siniestro. Casi los regalamos, a diario y a desconocidos. Somos educados en el agradecimiento formal de la norma social. “Gracias por venir”, “gracias por participar”, “gracias por la cena”, “gracias por la invitación”, etc. Todo ello más o menos formal y más o menos sentido.

Damos las gracias generalmente para comunicarnos socialmente. Nos abre puertas, nos acerca a los demás y favorece nuestra integración en el grupo. Sin embargo, hay otro tipo de “gracias”. Aquel que practicamos menos. Aquel que late entre padres, amigos, familiares o conocidos especiales en nuestras vidas.

Ahí podemos hablar de agradecimiento.

Lo que agradecer esconde

Y es que no estamos hablando de formalismos y automatismos. No hablamos de decir ”gracias” a gente que busca nuestro reconocimiento a su labor.

Hablamos de echar un vistazo alrededor o al pasado, e identificar a aquella persona que sin necesidad de obtener respuesta nos ayudó. Muchas veces, sin saberlo o sin intención, pero lo hizo.

Aquel entrenador deportivo que nos hizo ver más allá de balones, vallas o clasificaciones. Aquella profesora con la que descubrimos el amor a los libros, a la historia o a las matemáticas. Aquel familiar que nos dio los mejores veranos de nuestra vida, de la forma más natural, pero que recordamos con tanto cariño.

“La gratitud en silencio no sirve a nadie.”
- G.B. Stern -

Agradecer es conectar con una emoción propia y compartirla con aquel o aquella que ha sido declarado culpable voluntario o involuntario de nuestro estado (presente o pasado).

Agradecer nos ayuda a:

Liberar sentimientos retraídos y proporcionar paz interior
Eliminar la idea resolver asuntos pendientes (“me hubiera gustado agradecerle…”)
Aumentar la autoestima
Fortalecer vínculos sociales
Combatir los malos momentos y las emociones negativas

¿Ingrediente secreto? Sí ¿Científico? También

Martin Seligman es uno de los más reconocidos psicólogos en la actualidad. Ha sido el impulsor de la psicología positiva, aquella que se encarga del estudio científico de las emociones y cualidades positivas del ser humano.

Junto con Peterson, desarrollaron un cuestionario que se encargaba de recoger y clasificar las fortalezas y virtudes para alcanzar mejor calidad de vida.

No sólo se basaron en investigaciones actuales, sino que estudiaron antiguas filosofías, textos de todas las culturas y religiones de todos los continentes.

De todo ello, sacaron varios elementos comunes. Una de las categorías generales llamada “Trascendencia” – donde se agrupan las fortalezas que otorgan significado a la vida y conectan con nuestro entorno y emociones universales – incluye la gratitud.

La trascendencia quedó definida como “el ser consciente y agradecer las cosas buenas que a uno le pasan, así como saber dar las gracias”.

Activa tu gratitud

Existen todo tipo de frenos para llevar a cabo esta tarea. Desde el miedo al qué dirán, la sensación de que ya es demasiado tarde, un punto de soberbia u orgullo que en ciertos momentos nos haga dudar, el pensar que no seremos correspondidos o la timidez.

El efecto es tan positivo, que si tenemos algo en mente, no dudemos en intentarlo. Antes de ello podemos practicar identificando aquellas que cosas por las que realmente podamos sentirnos agradecidos.

¿Recomendaciones?

Todos los días o una vez por semana, dedica unos minutos a identificar aquello por lo que puedes sentir gratitud. Esto ayudará también a valorar y reflexionar sobre aquellas acciones, situaciones o personas que aportan tranquilidad y positividad en el día a día.

Y sobre todo:

Escribe una carta a alguien de tu pasado a quien quieras agradecer algo. No hace falta reconocerle algo que fuera heroico a los ojos de los demás. Se pueden agradecer rutinas, atenciones, gestos, eventos, descubrimientos…
Piensa en alguien, y tomate tu tiempo, ordena aquello que quieras expresar y redacta. A tu elección queda cómo hacérselo llegar. Entregándolo en mano o leyéndolo en persona ¿Recomendación? La mejor experiencia es leerlo en voz alta y hablar de ello.

Más allá de siete letras existe la experiencia y la emoción. Descubre la mejor forma para ti, y recibe y disfruta del agradecimiento. Es una de las formas más seguras de encontrar gratificación y volver a recuperar nuestro sitio y nuestra identidad.

Compartir algo así contribuye silenciosamente a conectar con tus emociones positivas y añadir una piedra más al camino que construimos momento a momento dirección felicidad.

“La gratitud es el único secreto que no puede revelarse por sí mismo”.
- Emily Dickinson -




lunes, 19 de octubre de 2015

LAS PERSONAS NO CAMBIAN, EN REALIDAD NUNCA FUERON COMO CREÍAS

No sabes muy bien cómo ocurre, pero un buen día, en el acto más sencillo y mundano, acabas abriendo los ojos. Puede que lleves 5 meses o 5 años con una persona, pero de pronto, te das cuenta de cómo es en realidad. Con toda su crudeza.

Y es ahí donde se rompen muchos de tus sueños, ahí donde se escapan en finas hebras la mayoría de tus ilusiones y esperanzas. Porque has vivido con la máscara de la fascinación o de un amor ciego que te impedía apreciar la auténtica verdad.

Nadie puede conocer en profundidad a las personas. Requiere tiempo, complicidad e instantes clave que nos abren los ojos. Hasta que eso ocurre, muchas veces tendemos a idealizarlas o atribuirles dimensiones extraordinarias; pero poco a poco, van cayendo los velos…

Está claro que en ocasiones, sí que es cierto que las personas pueden cambiar. Nos cambian las circunstancias, las experiencias vividas… No obstante, todos nosotros disponemos de una esencia inconfundible, de un tipo de personalidad, integridad y valores que suelen ser constantes en el tiempo.

En nuestra mano está saber darnos cuenta a tiempo, saber leer en los gestos, saber intuir en las palabras, saber deducir en los actos.

En ocasiones el amor es un mal filtro a la hora de ser objetivos, pero ello no quita que como siempre, debamos mantener el corazón abierto y los pies en el suelo. Amarrados a las raíces del equilibrio y la autoprotección.

Las personas no cambian, pero se enmascaran

Al principio todos nos esforzamos por encajar. Son muchas las personas que por ejemplo, intentan cuadrar sus aristas y vacíos particulares con los de sus parejas para que todo sea armónico, perfecto casi…

Ahora bien, muchas de esas uniones se consiguen enmascarando o simulando carencias propias.  O más aún, mostrando virtudes que no son ciertas. Nosotros, por nuestra parte, vemos a la paraje “como un todo” casi idílico sin apreciar  máscara alguna.

Tarde o temprano aparece la primera decepción. No sabemos cómo, ni entendemos cómo la otra persona ha sido capaz de hacer o decir tal cosa, sin embargo, ha ocurrido y no podemos hacer nada por cambiarlo.

Poco a poco van surgiendo esas situaciones tan reveladoras donde se pone a prueba a las personas. Ahí donde se demuestra su verdadera esencia, su auténtica personalidad.

¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Cómo pueden ser tan diferentes de cómo eran al principio a lo que estamos experimentando ahora? Debemos aceptarlo: no es que hayan cambiado de la noche a la mañana. En realidad, hay personas que no son como creíamos en un principio.

Y el descubrimiento suele ser desolador.

Nuestra resistencia a ver la verdad sobre las personas queridas

¿Cómo aceptar que la persona a quien queremos no es como pensábamos en un principio?  Lo creas o no este tipo de situaciones son realidades muy comunes en el día a día, y de hecho no surgen solo a nivel de pareja. Ocurre también entre amistades e incluso entre muchos vínculos familiares.

Las personas no cambian de la noche a la mañana, ni tampoco suelen cambiar con el tiempo. En realidad, es el propio tiempo el que te permite ver la verdad.
No existe una fórmula mágica que nos permita ver al segundo cómo son en realidad las personas. De hecho, muchas veces ni siquiera ellas lo saben. Se necesita compartir momentos, experimentar vivencias para que sea la propia vida quien saque a la luz las propias oscuridades y bellezas interiores.

Ahora bien, a pesar de ser complicado, hay una serie de aspectos que deberíamos tener en cuenta:

Evita ser tú quien lleve una venda en los ojos

Si ya es común que muchas personas vayan por los salones de la vida cubiertos por sus propias máscaras de seducción virginal, no vale la pena que nosotros, vayamos también con una venda en los ojos.

Evita idealizar

Saca conclusiones a través de las palabras, de los actos, de los gestos y también de los silencios. A una persona se la conoce no por las pancartas que ella misma se corona, sino por los detalles que tú mismo puedes intuir.

No esperes que cambien por ti

Este es un error en el que muchos solemos caer. En ocasiones, puede ocurrir que sepamos de antemano cómo es una persona. Conocemos sus defectos, sabemos que puede hacernos daño… Sin embargo, nos decimos aquello de  “con nosotros va a ser diferente: cambiarán”.

Y sin embargo no ocurre, no es frecuente que las personas lleguen a cambiar su forma de ser, sus costumbres, sus necesidades, sus matices. Seguiremos aguardando una espera inútil en la que se mina nuestra autoestima y nuestras esperanzas. Es algo peligroso.

El problema de las personas sinceras es que piensan que los demás también lo son. Por eso nos cuesta tanto ver que esconden los demás bajo sus máscaras.




domingo, 18 de octubre de 2015

DEJA DE PENSAR QUE TE MERECES ALGO MEJOR


Merecer algo se dice hoy en día con tanta facilidad que ha perdido su significado. ¿Hasta qué punto puedes decir que te mereces tener más de lo que tienes? ¿Por qué te mereces algo mejor? Gracias a los reclamos publicitarios y a influencias de todo tipo resulta que todos nos merecemos algo mejor, simplemente “porque tú lo vales”.

Es fácil quedarse atrapado en el ciclo del “merecer”, casi tan fácil como alcanzar un estado de frustración provocado por no tener eso que uno se cree que se merece, pero que no sabe por qué. Si todos lo tienen, ¿por qué yo no? Si ellos lo consiguen, ¿por qué yo no? Si yo valgo más porque soy “esto” o porque tengo “aquello”.

Esto se ve alentado muy a menudo por los demás que, con la intención de dar ánimos, sacan a relucir los merecimientos. Y es peor aún cuando se establece una comparación cuando es otro el que se lleva lo que tú querías.

¿Por qué te lo mereces?

Cuando reclamas algo como un merecimiento propio debes saber primero por qué. ¿Te lo has ganado? ¿Has sido realmente el mejor? ¿Realmente tienes derecho a ello?

¿Por qué crees que tienes que ser más que los demás? ¿Quién te da derecho a pensar que otros valen menos que tú?

Podríamos darle mil vueltas a estas reflexiones, plantear decenas de preguntas. Y todas llegarían a un mismo destino: merecerse o no merecerse algo no es un derecho con lo que nacemos.

Comparar con los demás no sirve de nada

Te puede parecer que hay quien tiene más que tú, que ha conseguido más aún mereciéndolo menos. Puede ser verdad o no; eso es algo subjetivo, como ya hemos visto. ¿De qué te sirve castigarte a ti mismo con esa idea? El hecho es que tú no lo tienes, no lo has conseguido.

¿Quejarte te acerca más tu logro? Definitivamente, no.

La comparación con aquellos que tienen lo que tú buscas es una excelente forma de perder el tiempo, la motivación y la energía. Puede que no sea justo, que sea un asco, pero es lo que hay.

Haz méritos, luego ya veremos

Los méritos son los que te pueden dar derecho a reclamar eso que te mereces. Pero, no son una moneda de cambio. En realidad, se parece más a una subasta cuya moneda no vale siempre lo mismo y es algo que valora el comprador. Y ni siquiera la comparación es completa.

Castigarte constantemente pensando que te mereces algo mejor solo te arrastrará por el camino del pesimismo y no te permitirá tomar acción en tu vida para conseguir lo que buscas.

¿Qué buscas?

Muchas personas se encuentran con que no tienen lo que piensan que se merecen porque, simplemente, no supieron plantearse bien lo que buscaban. Unos son demasiado orgullosos para reconocer que se equivocaron, otros simplemente siguen sin saber siquiera que deben responder a esa pregunta.

¿Crees que te mereces algo mejor? Plantéate primero por qué no lo tienes y luego qué es lo que vas a hacer para merecer eso que quieres. Aunque antes tendrás que saber qué buscas  o qué tipo de vida quieres.

Por tu propio bien, actúa más y quéjate menos. Sal de esa irrealidad en la que te encierras para justificarte y decide lo que vas a hacer a partir de ahora.

Sé honesto contigo mismo y pon los pies en el suelo. Acepta el hecho de la realidad poco tiene que ver con la fantasía, de que el mundo real es así, imperfecto. Gracias a eso todos tenemos una oportunidad. Y no culpes a los demás de tus problemas, de tus frustraciones, ni de tu “mala suerte”. Hay cosas que no puedes cambiar. Lo único que puedes hacer es cambiarte a ti mismo.




sábado, 17 de octubre de 2015

ES MEJOR ESTAR SOLO QUE MAL ENAMORADO

“En realidad, nadie sabe si está bien o mal enamorado. El amor se siente con toda su expansión y su ciega certeza, hasta que el sufrimiento se vuelve de pronto en ese compañero cotidiano al que jamás deberíamos acostumbrarnos…”

Se pueden escribir muchas cosas sobre el amor. Todos conocemos esos famosos manuales, hemos leído más de un libro de autoayuda firmado por eminentes especialistas, por grandes gurús que parecen tener el mejor de los consejos ante cualquier problema emocional.

Ahora bien ¿Entonces, por qué razón seguimos equivocándonos en muchas de nuestras relaciones? La verdad es que nadie es inmune al sufrimiento. Ni siquiera el cerebro, con todos sus conocimientos, lecturas y experiencias tiene sujetas por completo las riendas del corazón.

“Nos repiten a menudo aquello de “si te das por entero a esa persona, luego solo podrás volver a amar en pedazos”. No obstante… ¿cómo hemos de ofrecernos a quien amamos si no es con todo nuestro ser, con toda nuestra plenitud, inmensidad y particularidad?”

El amor que se siente como verdadero no se ofrece en pedazos, con el esto es mío esto es tuyo. Se ofrece de forma íntegra, plena, porque amamos de modo completo, con sinceridad… y quizá sea ahí, donde aparezca el auténtico riesgo.

En esta vida nada es seguro, andamos sobre un mundo que nunca deja de fluir y de cambiar. Ahí donde las personas, como los sentimientos, también son falibles. Nadie puede acertar de pleno en esto del amor, no obstante, hay algo que siempre deberemos tener claro…

No hay que tenerle miedo a la soledad, no hay que verla como una mala opción. En ocasiones es la mejor forma de estar en unión con nosotros mismos, es la catarsis a esos malos amores de los que hemos de saber liberarnos, porque a veces, es mejor estar solo que mal enamorado.

Esos malos amores, esos amores ilógicos que nos hacen prisioneros

Hay amores sabios, amores plenos que nos enriquecen y que hacen nuestra vida más completa y edificante. Son esas relaciones donde ambos miembros respetan sus espacios, donde es posible el crecimiento individual y a su vez, el de la propia pareja.

Puede que más de uno se pregunte… ¿pero existen de verdad este tipo de relaciones? Desde luego. Puede que esa búsqueda te lleve media vida, o puede que tengas a la persona indicada cerca de ti pero aún no la hayas visto. No obstante, todos tenemos nuestro momento, ese que hay que saber ver con el corazón abierto y la mente despierta.

Luego, por qué no decirlo, también están esas personas que a lo largo de su vida han vivido un fracaso tras otro. Es como si en lugar de ir apartando piedras del camino las hubieran almacenado en su mochila, ahí donde también es imposible avanzar, crecer…

¿Qué hace que en ocasiones hayamos de vivir esos amores tan dañinos e ilógicos? La verdad es que hay muchas, muchísimas explicaciones al respecto y aunque todas nos pueden ser conocidas, ello no evita que en más de una ocasión caigamos en ellas.

Porque así es, el amor en ocasiones nos ciega y nos arrastra. No importa lo que nos digan las personas de nuestro alrededor. Nuestra realidad es nuestra y nos dejamos llevar, hasta que llega un momento en que, efectivamente, abrimos los ojos…

Veamos ahora a qué se deben estos hechos, el que caigamos en relaciones tan dañinas.

Necesidad de ser reconocidos

De pronto, aparece alguien que reconoce nuestras palabras, que es amable y que se interesa por lo que hacemos, por lo que decimos. Somos de la noche a la mañana ese centro en la vida de otra persona que no somos nosotros, y ello, nos hace sentir bien.

Son generalmente las personas con una baja autoestima las que más suelen dejarse llevar por este tipo de relaciones, a veces, tan destructivas.

Todos tenemos alguna carencia, y el simple hecho de tener a alguien que en un primer momento nos llena esos vacíos y lima nuestras esquinas aliviando nuestros miedos, es algo que reconforta. No obstante, la mayoría de las veces no es más que una falsa ilusión.

A largo plazo, estos amores dañinos crean más espacios, más vacíos y más astillas.

Miedo a la soledad

Puede que te sorprenda, pero el enunciado de este artículo no sería aplicable para una gran cantidad de personas. Hay quien no “concibe” eso de estar solo. La soledad es un fracaso vital y a su vez, una vergüenza de cara a la propia sociedad.

Y para ello aguantarán y tragarán lo que sea. La relaciones, aunque sean destructivas y vulneren sus derechos como persona, se alzan a su vez como una “zona de confort” mucho más manejable que lo que hay detrás de esa linea de “seguridad” (o destrucción).

Esos viejos estereotipos

Este aspecto también puede sorprender a más de uno, pero a día de hoy aún hay quien asume esas discutibles ideas de que: “en el amor, si no se sufre no se ama de verdad”, “el amor es ceder para hacer feliz a la otra persona”, “en esta vida es más fuerte el que más aguanta, el que más sufre…”

Deberíamos desterrar muchas de esas ideas etiquetadas por el amor romántico, ahí donde están implícitos esos roles tradicionales de sumisión y dominación, donde quien más ama es quién más celos presenta… Debemos tener cuidado con estos conceptos que siguen aún muy presentes en nuestra sociedad.

Suele decirse que siempre aparece un amor tan fuerte en la vida, que nos destrozará y hará que luego amemos en pedazos. No hay que ser tan dramáticos, une tus trozos de nuevo, uno a uno y sin perder ninguno para amar de nuevo con optimismo empezando siempre por ti mismo.


Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-es-mejor-estar-solo-que-mal-enamorado-1348