EL MEJOR TIPO DE AMOR
"El mejor tipo de amor es aquel que te hace ser mejor persona, no busca transformarte en alguien que no eres, sino sacar la mejor versión de ti mismo"
Bienvenido Welcome Herzlich willkommen
domingo, 14 de febrero de 2016
sábado, 13 de febrero de 2016
EL MIEDO SE DETIENE CERCA DEL ABISMO
Si has
decidido leer este artículo es porque, seguramente, sientas miedo o, quizá, lo
hayas sentido hace poco. Todo el mundo se ha sentido así alguna vez en su vida
dado que, lo queramos o no, no se puede evitar: no se puede decir no al miedo
sin que este nos haya llegado primero al alma. Tiene que entrar, provocar que
lo sintamos dentro, para después manejarte o dejarse manejar.
Por eso, no
podemos hacer nada para evitar que éste nos llene. De hecho, si estás leyendo
este artículo no encontrarás aquí ninguna solución que te lleve a cerrarle la
entrada: si quiere entrar, lo hará. Lo que sí encontrarás aquí es un apoyo para
darte cuenta de que, cuando el miedo te pide que des la cara, tienes todo el
poder para hacerlo y vencerlo; porque, como diría Benedetti se detiene a un
palmo del abismo.
Los límites del miedo
Por estado
general, el miedo no es negativo. Es un mecanismo de defensa que puede
ayudarnos a ser más precavidos, a protegernos ante algunos peligros y a no
cometer imprudencias de las que podríamos arrepentirnos más adelante, puesto
que algunas inseguridades derivadas esta emoción nos mantienen más concentrados
en lo que tenemos alrededor.
Cuando el
miedo toma más confianza de la que debería en nuestro cuerpo, comienza a
someternos y a impedirnos que actuemos como de verdad desearíamos. Entonces
comienza también a ser negativo por inercia: no nos deja ser al completo y nos
roba sueños mientras somos conscientes de ello.
“Aprendí que el coraje
no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es
el que no siente miedo, sino el que lo conquista.”
-Nelson Mandela-
Sin embargo,
todavía hay un hueco para el pulso mano a mano: tenemos otro sentimiento que
nace de dentro y nos ayuda a defendernos de nuestro propio daño y del ajeno, el
coraje. Existe, en este sentido, un punto de coincidencia en el que el miedo se
cruza con el coraje: ahí es como si se disputaran el mando de nuestros
movimientos y elecciones.
En el
momento en el que el coraje empieza a hacerse notar, el temor va viendo sus
limitaciones; cuando el abismo queda al fondo, el coraje innato aparece para
ayudarnos a levantar y seguir. Por naturaleza tenemos fuerza suficiente para
plantarle cara al daño y para no dejar que se haga sufrimiento, para decir no y
para decir puedo con ello.
La tristeza
y el miedo a veces saben a paz
Parece
difícil entender que de la tristeza y del miedo podamos extraer un poquito de
paz; pero, así es. Centrarse en el miedo nos deprime, nos acorrala y no nos
permite continuar: es justo en estas situaciones cuando nos vemos de cara a
nosotros mismos, nos miramos por dentro y palpamos el daño que nos está
ocasionando.
“Tuve el privilegio de
sentir que lo había perdido todo. Tuve la suerte de descubrir así qué era lo
que realmente necesitaba.
La tristeza a veces
sabe a paz.”
-Sara Bueno-
Resurgir de
ese daño y saber que lo hemos logrado es lo que nos da la paz: lo mismo ocurre
cuando superamos alguna situación traumática como al perder a un ser querido,
al romper una relación, al fallarnos… Nuestra capacidad de resiliencia tiene un
foco de bienestar: ser felices tiene un precio y, a veces, ese precio es es la
superación de nuestros miedos después de haberlo experimentado.
Somos
capaces de detener el miedo, más en el momento en el que creemos que ya no
podremos con él: ahí tenemos la valentía suficiente para no dejar que nos
venza. Si has llegado hasta aquí leyendo te habrás dado cuenta de lo que
decíamos al principio: no podemos evitar el miedo, es natural; pero el miedo se
detiene a un palmo del abismo, cuando nos toca luchar, romper la coraza y
saltar para no caer con él.
viernes, 12 de febrero de 2016
Fuerteventura, la isla. Vídeo e imagen de Charo Barea: fuerteventuraviva.com
https://youtu.be/PtdF-S_eL8g
https://youtu.be/PtdF-S_eL8g
PERSONAS CONFLICTIVAS: NO ES ALGO PERSONAL,
ESTÁN EN GUERRA CONSIGO MISMAS
Personas
conflictivas, personas negativas, personas tóxicas. Personas que nos hacen daño
y que vulneran nuestra paz con demasiada facilidad y, probablemente, con
extrema frecuencia. Generalmente no las queremos en nuestra vida, pero toparnos
con ellas es inevitable.
Tienen una
habilidad especial para el enfrentamiento y normalmente parece que buscan una
explosión sin miramientos entre sus pensamientos, opiniones, emociones y
comportamientos y las nuestras. Su conflictividad nos genera un gran malestar y
además interfiere en nuestro autoconcepto.
Probablemente
no es algo personal contra nosotros, sino que es posible que estén lidiando una
gran batalla consigo mismos. Al fin y al cabo, como dijo Gandhi, una persona en
guerra consigo misma es una persona en guerra con el mundo entero.
Todos
tenemos luces y sombras, todos podemos ser personas conflictivas
Quien más y
quien menos ha pasado por momentos de dificultad psicológica en su vida. Del
mismo modo, quien más y quien menos se ha comportado de manera injusta con
alguien, ha hecho daño sin pudor y ha apagado sentimientos, deseos o
motivaciones de otras personas.
O sea, todos
queremos evitar algo que en mayor o menor medida cada uno de nosotros ha
realizado de alguna manera a lo largo de su vida. Sin embargo, si nos paramos a
pensar, quizás cuando hablamos en primera persona podemos comprenderlo mejor.
Sea como
sea, es agotador tener al lado a una persona que critica que exceso, que cuenta
chismes, que busca pelear, que vive con un protestador automático y que
tergiversa la realidad cuando le conviene generando discusiones entre dos
personas entre las que reinaba la paz.
Pero
precisamente por eso es clave para nosotros tomar distancia emocional, no dejar
que nos absorba su negatividad, no interiorizar sus ataques y no asumir sus
malas palabras, las cuales pueden llegar a calar muy hondo y a hacer mella en
nuestro autoconcepto.
Manejar los problemas generados por las
personas conflictivas
Rasgos para
detectar a las personas tóxicas, características de estas, estrategias para
defenderse… Quizás la mejor manera para identificar a una persona conflictiva
es comprender que está en guerra consigo misma y que no es un saco sin fondo de
maldad.
Para ello
debemos tener claro esto:
Nuestra
manera de catalogar a las personas será determinante a la hora de relacionarnos
con ellas. Para vivir al margen es importante que no dejemos que esto se
convierta en un círculo vicioso de malas preguntas y de peores respuestas.
Hay personas
conflictivas, sí, pero básicamente nuestra idea cambia si pensamos que esas
personas tienen problemas que están generando guerras emocionales en su
interior.
Todos somos
conflictivos en algún momento y en determinados ambientes. También una persona
a la que queremos profundamente puede comportarse con un guerrero ávido de
venganza. No por esa razón vamos a querer menos a nuestra pareja, hermano,
hijo, amigo, padre.
Otra clave
para manejar esto es tomar perspectiva y evitar caer en la idea de que hay algo
que hemos hecho mal. Si lo interiorizamos, nos están arrastrando hacia sus
tormentas.
No dejes que los demás te arrastren hacia
su tormenta
No podemos
dejar que los demás nos arrastren hacia sus tormentas. ¿Por qué? Con este
ejemplo lo vamos a entender muy bien:
-Si alguien llega hasta ustedes con un
regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?
-A quien intentó entregarlo- respondió uno
de los alumnos.
-Lo mismo vale para la envidia, la rabia y
los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a
quien los llevaba consigo.
Cada persona
da a los demás lo que posee por dentro, sea o no agradable. Eso no quiere decir
que sean ellos los que nos dañan, sino que somos nosotros los que damos validez
a sus opiniones y acciones. En otras palabras, no existen las ofensas sino los
ofendidos.
Nuestra arquitectura
interna tiene armas para defenderse de los ataques y tres de las más poderosas
son estas: tomar distancia, comprender y saber ignorar lo irrelevante.
Asimismo, no
es quien nos hace daño sino quien replica ese mal miles de veces. Podemos dejar
que las palabras se las lleve el viento o que, por el contrario, permanezcan en
nosotros. Creo que nadie tendrá duda de qué es lo que nos satisface más.
jueves, 11 de febrero de 2016
FIBROMIALGIA: EL DOLOR QUE LA SOCIEDAD NO
VE NI ENTIENDE
La
fibromialgia fue reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la
Salud (OMS) en 1992. A día de hoy, la fibromialgia afecta al 4% de la población
y en su mayoría, casi el 90%, son mujeres.
Se la conoce
como la “enfermedad invisible” porque afecta a todas las partes blandas del
aparato locomotor y no se puede diagnosticar fácilmente a través de pruebas
médicas. La fibromialgia no se ve, no deja marcas en la piel ni produce heridas
que otros puedan ver para identificarse. Es un dolor solitario, desesperante.
Sufrir fibromialgia es
algo muy duro: no sé cómo despertaré hoy, si podré moverme, si podré reír o si
solo tendré ganas de llorar… Lo que sí sé, es que yo no finjo: yo sufro una
enfermedad crónica.
De momento
se desconoce todavía la etiología de esta enfermedad, ahora bien, lo que sí
sabemos es que año a año son más las personas diagnosticadas, de ahí que se
busque dar una intervención lo más globalizada posible, incluyendo cómo es
lógico el aspecto biopsicosocial.
Por ello,
hoy en nuestro espacio queremos darte unas pautas básicas para que puedas
afrontar la enfermedad con fortaleza, mejorando tu calidad de vida en la medida
que sea posible.
Fibromialgia: la enfermedad real que no se
ve
Cuando una
persona no puede levantarse de la cama porque siente que “agujas ardientes”
hieren sus articulaciones, no está fingiendo ni busca una excusa para no ir al
trabajo. Quien sufre fibromialgia debe sumar su propia enfermedad con la
incomprensión social, con la sensación de sentirse invisible en un mundo que
solo cree lo que ve.
El principal
problema de la FM (fibromialgia) está en la controversia de si su origen es
psicológico u orgánico. Estas serían las principales conclusiones que nos
indican los expertos:
Posible origen de la fibromialgia
Es necesario
aclarar en primer lugar que no existe evidencia médica que relacione la
fibromialgia con una enfermedad psiquiátrica.
Algunos
autores hablan de que cerca del 47% de los pacientes sufren ansiedad, no
obstante, hay que tener en cuenta también que esta dimensión psicológica puede
ser respuesta del propio dolor, de la propia enfermedad.
Según un
trabajo publicado en la revista “Arthritis & Rheumatology” quienes sufren
fibromialgia experimentan una mayor hipersensibilidad a la estimulación
sensorial cotidiana.
Mediante
resonancia magnética los investigadores descubrieron que ante un estímulo
visual, táctil, olfativo o auditivo, las regiones de integración sensorial
cerebrales sufren una sobre estimulación mayor de lo habitual.
Las personas
con fibromialgia tienen un número mayor de fibras nerviosas sensoriales en sus
vasos sanguíneos, de forma que todo estímulo o cambio de temperatura deriva en
un dolor intenso.
Algo a tener
en cuenta es que cualquier factor emocional va a incrementar la sensación de
dolor en esas fibras nerviosas. Una situación puntual de estrés derivará en
sobre estimulación y en dolor y, a su vez, la sensación de dolor y cansancio
crónico aboca al paciente a la indefensión e incluso en depresión.
Caemos, por
lo tanto, en un círculo vicioso donde una enfermedad de origen orgánico se ve
aumentada por el factor psicológico. Por ello, vale la pena controlar la
dimensión emocional para atenuar o al menos “controlar” el origen etiológico.
Estrategias psicológicas para afrontar la
fibromialgia
El dolor
crónico forma parte de nuestra realidad social, siendo la fibromialgia (FM) una
de sus principales causas. Ahora que ya tenemos claro que factores como el estrés
o la tristeza van a incrementar la sensación de sufrimiento, es importante
introducir unas estrategias básicas de afrontamiento que nos puedan ayudar.
Hoy te has levantado,
te has vestido y has podido salir a la calle. Nadie más entenderá tus logros,
pero esos pequeños triunfos son importantes para ti y deben darte fuerzas:
puedes ser más fuerte que tu enfermedad.
5 claves para obtener mejor calidad de vida
En primer
lugar hemos de tener claro que unas mismas dimensiones no van a servirnos a
todos. Debes encontrar aquellas estrategias que te van bien a ti de acuerdo a
tu particularidad y necesidades. Para ello, prueba y selecciona tú mismo
aquellas que te producen un mayor alivio.
Entiende tu
enfermedad. Ello implica estar en contacto con especialistas, médicos y
psicólogos. Necesitamos tratamientos multidisciplinares y cada uno te aportará
todo el conocimiento de esta dolencia para que “comprendas” a tu enemigo. De
este modo, estarás más seguro/a y prevenido/a.
Instaura una
actitud positiva en tu vida. Sabemos que no es sencillo, pero en lugar de
reaccionar ante el dolor es mejor aceptarlo y tratarlo, no deprimirnos. No
dudes en hablar con personas que sufran lo mismo que tú, no te aísles ni
guardes rencor a quienes te rodean.
Busca
actividades que te permitan afrontar el estrés y la ansiedad: existen técnicas
de relajación muy adecuadas que pueden ayudarte. El yoga, por su parte, también
puede ser muy beneficioso.
Nunca
pierdas el control de tu vida, no dejes que sea el dolor quien te domine. Para
ello, establece instantes de ocio cotidianos por pequeños que sean. Sal a
caminar y no evites el contacto social.
Atiende tus
emociones, tu pensamiento y tu lenguaje. Lo que pensamos y sentimos tiene una
influencia directa sobre la enfermedad. Si nos decimos frases como “no voy a
poder levantarme”, “esto no tiene solución” o “ya no tengo fuerzas”,
incrementarás tu sufrimiento.
Dale una
vuelta a estas frases y verás cómo cambia tu realidad.
miércoles, 10 de febrero de 2016
martes, 9 de febrero de 2016
LA MENTE Y LA NATURALEZA DE LA MENTE, SEGÚN
EL BUDISMO TIBETANO
El
descubrimiento revolucionario del budismo es que “la vida y la muerte están en
la mente, y en ningún otro lugar”.
La mente se
revela como base universal de la experiencia; creadora de la felicidad y del
sufrimiento, creadora de lo que llamamos vida y de la muerte.
La mente tiene numerosos aspectos, pero hay
dos que destacan:
1. La mente ordinaria: la que los
tibetanos llaman “sem”.
Un maestro
la define así: “Aquello que posee conciencia diferenciadora, aquello que posee
un sentido de la dualidad, es decir, que aferra o rechaza algo externo, eso es
la mente. Fundamentalmente, es aquello que podemos asociar con un “otro”, con
cualquier “algo” que se percibe como distinto del perceptor”.
“Sem” es la
mente dualista, discursiva y pensante, que sólo puede funcionar en relación con
un punto de referencia exterior proyectado y falsamente percibido.
Así pues,
“sem” es la mente que piensa, hace planes, desea y manipula, que monta en
cólera, que crea oleadas de emociones y pensamientos negativos por los que se
deja llevar, que debe seguir siempre proclamando, corroborando y confirmando su
“existencia” mediante la fragmentación, conceptuación y solidificación de la
experiencia. (“Sem” es el ego).
La mente
ordinaria es la presa incesantemente cambiante e incambiable de las influencias
exteriores, las tendencias habituales y el condicionamiento.
Los maestros
comparan a “sem” con la llama de una vela en un portal abierto, vulnerable a
todos los vientos de la circunstancia.
Desde cierto
punto de vista, “sem” es parpadeante, inestable y ávida, siempre entrometida en
asuntos ajenos; su energía se consume en la proyección hacia fuera.
A veces me
la imagino como un fríjol saltador mexicano o como un mono encaramado a un
árbol, que brinca incansable de rama en rama. Sin embargo, vista desde otro
ángulo, la mente ordinaria posee una estabilidad falsa y desanimada, una
inercia auto-protectora y pagada de sí, una calma pétrea hecha de hábitos
arraigados.
“Sem” es tan
taimada como un político corrompido, escéptica y desconfiada, ducha en astucias
y trapacerías, ingeniosa en los juegos del engaño. Es dentro de la experiencia
de esta “sem” caótica, confusa, indisciplinada y repetitiva, esta mente
ordinaria, donde una y otra vez sufrimos el cambio y la muerte.
2. La naturaleza misma de la mente, su
esencia más íntima, que es siempre y absolutamente inmune al cambio y a la
muerte.
Ahora se halla
oculta dentro de nuestra propia mente, nuestra “sem”, envuelta y velada por el
rápido discurrir de nuestros pensamientos y emociones. Pero, del mismo modo en
que un fuerte golpe de viento puede dispersar las nubes y revelar el sol
resplandeciente y el cielo anchuroso, también alguna inspiración puede
descubrirnos visiones relámpagos de esta naturaleza de la mente.
Estos
vislumbres pueden ser de diversos grados e intensidades, pero todos
proporcionan alguna luz de comprensión, significado y libertad. Ello es así
porque la naturaleza de la mente es de por sí la propia raíz de la comprensión.
En tibetano
la llamamos “Rigpa”, una conciencia primordial, pura y prístina que es al mismo
tiempo inteligente, cognoscitiva, radiante y siempre despierta.
Se podría
decir que es el conocimiento del propio conocimiento.
No hay que
caer en el error de suponer que la naturaleza de la mente es exclusiva de
nuestra mente sólo. De hecho, es la naturaleza de todo.
Conocer la naturaleza de la mente, es
conocer la naturaleza de todas las cosas.
A lo largo
de la historia, los santos y los místicos han adornado sus percepciones con
distintos nombres y le han conferido distintos rostros e interpretaciones, pero
lo que experimentan fundamentalmente todos ellos es la naturaleza esencial de
la mente.
Los
cristianos y los judíos la llaman “Dios”; los hindúes la llaman “Shiva”,
“Brahman”, “el Yo” y “Vishnú”; los místicos sufíes la llaman “la Esencia
Oculta”, y los budistas la llaman “la naturaleza de buda”.
En el
corazón de todas las religiones se halla la certidumbre de que existe una
verdad fundamental, y que esta vida constituye una oportunidad sagrada para
evolucionar y conocerla.
Buda
significa una persona que ha despertado completamente de la ignorancia y se ha
abierto a su vasto potencial de sabiduría.
Un buda es
una persona que ha puesto en definitivo final el sufrimiento y la frustración y
ha descubierto una paz y una felicidad duraderas e inmortales.
La
naturaleza de buda la tenemos todos. La iluminación está al alcance de todos.
Por medio de
la práctica podemos llegar a ser iluminados.
Aunque todos
tenemos la misma naturaleza interior que Buda, no nos damos cuenta de ello
porque está encerrada y envuelta en nuestra mente individual ordinaria (“sem”).
Imaginemos un
jarro vacío. El espacio interior es exactamente el mismo que el espacio
exterior. Sólo sus frágiles paredes separan el uno del otro.
Nuestra
mente de buda está encerrada entre las paredes de nuestra mente ordinaria. Pero
cuando nos volvemos iluminados, es como si el jarro se rompiera en mil pedazos.
El espacio de dentro se funde instantáneamente con el espacio de fuera. Se
convierten en uno, y en ese mismo instante nos damos cuenta de que nunca fueron
distintos ni independientes el uno del otro, siempre fueron lo mismo.
Sogyal
Rimpoché
“El libro
tibetano de la vida y de la muerte”
Fuente: http://rincondeltibet.com/blog/p-la-mente-y-la-naturaleza-de-la-mente-segun-el-budismo-tibetano-9366
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