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sábado, 24 de junio de 2017
viernes, 23 de junio de 2017
miércoles, 21 de junio de 2017
DIME CÓMO HABLAS Y TE DIRÉ CÓMO ERES (8
TIPOS DE PERSONALIDAD)
“Oigo y olvido. Veo y
recuerdo. Hago y entiendo.”
Proverbio chino
Es bien
sabido que nuestra personalidad influye de forma directa en la forma de
comunicarnos. Dado que somos animales de
tendencias, es preciso que conozcamos las opciones más comunes para saber cómo
actuar con cada tipo de persona.
Así, resulta
verdaderamente útil e interesante saber cómo nos podemos comportar ante
comunicadores tóxicos que solo quieren discutir o que siempre pretenden llevar
la razón. Como ya veremos a continuación, la paciencia, la asertividad y la
empatía son aspectos comunes que siempre debemos mantener.
Tipos de personalidad
1. El indeciso
Suelen tener
muchas dudas y ser inseguros, de modo que requieren mucha atención y dedicación
para que nos interpreten de forma correcta. Son personas que buscan tener
muchas opciones a la hora de actuar para evitar el arrepentimiento. Por
ejemplo, comparan muchos productos en el supermercado antes de decidirse a
comprarlo.
Puede ser
complicado relacionarnos con ellos. No es adecuado imponer un punto de vista
adecuado o mostrar excesiva seguridad, pues se aferrarán a esto y frenarán su
desarrollo. Lo mejor es fomentar la tranquilidad y confianza con palabras que
favorezcan la cooperación, la empatía y la escucha.
Hay que
evitar hacerle sentir un bicho raro por su indecisión. No debemos ser muy
concretos ni desgranar en exceso el comentario que queramos hacer, puesto que
es probable que se centre en aspectos que no son demasiado relevantes.
2. El silencioso
Este tipo de
personas no nos ofrecen información sobre sus emociones, ni positivas ni
negativas. Se lo guardan para ellos, al igual que gran parte de sus opiniones.
Suelen reflexionar mucho sobre la situación en la que está, nos observan y
analizan cuáles son nuestras características principales.
La actitud
que más facilitará nuestra relación con ellos es una disposición empática y
amable. La mejor forma de que perciban que nos interesamos por ellos y se
sientan cómodos es que hagamos preguntas cerradas, es decir, que favorezcan
respuestas de Sí o No.
El hecho de
que sean personas que hablan poco o nada, nos puede hacer pensar que no nos
escuchan y, por ello, favorecer que elevemos la voz. Esto resulta bastante
incómodo y debemos evitarlo. Además, si se animan a hacer algún comentario es
mejor que no les interrumpamos.
3. El egocéntrico
Se trata de
una persona que cree que sabe de todo y que nos hace creer que tiene una
opinión firme y fundada sobre cualquier tema del que hablemos. Se muestra
superior, no acepta consejos e intenta controlar siempre la situación.
Se trata de
un tipo de personalidad tóxica para sí mismo en primer lugar. Solo le agradan
los elogios y en todo momento hace alusión a sus grandes conocimientos sobre lo
que se esté hablando en la conversación, menospreciando lo que los demás dicen.
A la hora de
relacionarnos con ellos y no morir en el intento, debemos de ser muy objetivos
y concretos, probando nuestros conocimientos con información veraz. Es clave
que nos mostremos asertivos, empáticos y en actitud de escucha para facilitar
una buena interacción.
Si
consideramos que es superior a nuestras fuerzas, debemos de retirarnos de forma
sutil sin cerrar la puerta del todo. Evitaremos interrumpir de forma radical
una conversación, discutir o mostrar impaciencia o desconocimiento.
4. El reflexivo
Este tipo de
personas tienden a buscar gran cantidad de información sobre un tema tratado. A
la hora de relacionarnos con ellos es necesario que seamos pacientes y
aportemos la información de la que dispongamos de forma objetiva y completa.
Es
importante que les dejemos pensar y nos adaptemos a su ritmo si queremos tener
una comunicación fluida. Debemos evitar las prisas, pues son malas consejeras y
es inadecuado que les obliguemos a decantarse por una u otra opción, les
forcemos a hablar o les pongamos nerviosos.
5. El conversador
A este tipo
de personas les gusta hablar de cualquier cosa, da igual el tema tratado en el
inicio. Puede saltar de una conversación a otra de forma constante, por lo que
requieren que les prestemos atención constante.
Siempre se
interesan y tienen en cuenta lo que los demás tienen que decir. Por eso, a la
hora de relacionarnos con ellos, es importante que seamos concretos y vayamos
por puntos. Es necesario procurar que el entusiasmo no decaiga y no debemos
mostrarnos cansados o abatidos.
6. El discutidor
Estamos otra
vez ante un tipo de personalidad que puede ahogarnos. Este tipo de personas, en
su afán por contrastar y discutir sobre todo, puede resultarnos pesada,
hacernos dudar o responsabilizarnos.
Ante estas
personas nos envuelve una nube tóxica con aires de superioridad y de grandeza
que puede poner límite a nuestra paciencia.
Es
importante que nos mantengamos firmes y aportemos datos que refuercen nuestras
opiniones para que éstas no sean engullidas por su ego. No es conveniente que
entremos a discusiones o mostremos debilidad, así como tampoco es adecuado
dejarse impresionar por sarcasmos o críticas personales.
7. El tímido
Las personas
reservadas no suelen mirar a los ojos y ponen grandes distancias entre ellos y
los demás. La postura que mantienen suele ser encorvada y sugieren inseguridad.
Les cuesta mucho preguntar por miedo a hacer el rídiculo y sentirse temerosos o
ansiosos.
Podemos
aumentar la seguridad de estas personas aportando y reforzando lo positivo,
dando consejos y ofreciendo ayuda para que la persona se sienta cómoda y
liberada.
Es clave que
el contexto sea tranquilo y favorezca el contacto visual progresivo, así como
una comunicación no verbal que no invada la intimidad del otro. No es
aconsejable la mirada fija, pues implica cierto reto que perjudicará que esta
persona se abra ante nosotros.
8. El incrédulo
De nuevo nos
topamos con personas que vampirizan la comunicación. Mantienen una actitud
defensiva constante, maximizan lo negativo y minimizan lo positivo.
Suelen estar
predispuestos a no cambiar de opinión, por lo que no tienen interés en discutir
y tienden a hacer alusión a un intento de manipulación por parte de su
interlocutor.
Es
importante que seamos muy objetivos a la hora de hablarles para no darles
opción de que nos malinterpreten. Dada su tendencia de hacer una montaña con un
grano de arena, seremos cautelosos, asertivos, empáticos y seguros.
La paciencia
es la madre de la ciencia, por lo que manifestaremos tranquilidad y no les
dejaremos solos, pues de hacerlo reforzaría su idea sobre la falta de atención.
lunes, 19 de junio de 2017
sábado, 17 de junio de 2017
miércoles, 14 de junio de 2017
lunes, 12 de junio de 2017
EL PODER DE LAS INTUICIONES
Puede que
pienses que el tema de las intuiciones es poco científico, que no es siquiera
una disciplina que deba tenerse en cuenta. Pero no es cierto.
Si nos
detenemos un momento a pensar en ellas, nos daremos cuenta de que la mayoría de
nuestras decisiones las tomamos casi de modo inconsciente. Es más, numerosos
estudios avalan la idea de que antes de que nuestro consciente valore objetivamente
una opción con sus pros y sus contras, nuestro cerebro inconsciente ya ha
tomado la decisión partiendo de su propia intuición.
¿Por qué
ocurre esto? ¿Nos regimos más por las emociones que por la racionalidad? La
realidad es que sí.
Intuiciones y cerebro inconsciente
Pongamos un
sencillo ejemplo. Un familiar nuestro padece una enfermedad de síntomas
extraños donde es difícil obtener un diagnóstico, vamos a nuestro especialista
y nos da a elegir dos opciones: poner los datos en un ordenador muy sofisticado
que nos dará los pasos a seguir para poder curar a nuestro familiar, o, por lo
contrario, ponernos en mano de un médico con una larga carrera de experiencia.
¿A cuál
elegiríamos? Obviamente nos inclinaríamos por el médico. En ocasiones no nos
sirve de nada una inteligencia basada en el análisis y la lógica, confiamos más
en la “intuición” del doctor para que mediante la observación, su experiencia y
sus sensaciones al respecto, nos pueda dar una solución.
Pensemos
ahora en otra de esas situaciones en las que de repente, nos surge una idea, un
proyecto, un plan… estamos en la cama y de pronto nos viene esa sensación
imprevista. Estamos relajados y nuestro cerebro nos regala de improviso con una
imagen.
¿De dónde ha salido?
No se trata
en absoluto de un razonamiento deliberativo y lógico, es más bien una sensación,
una intuición que asciende de pronto de nuestro cerebro inconsciente. Pero
entonces ¿De qué está hecho el cerebro inconsciente?
Aquí está la
verdadera esencia de la cuestión. Las intuiciones parten de nuestras
experiencias almacenadas en nuestro cerebro, de toda esa vida experimentada a
base de logros y fracasos, ahí donde se instalan nuestras emociones y nuestra
personalidad, ahí donde se haya nuestra verdadera esencia.
La importancia de las intuiciones
La intuición
es una respuesta rápida que nos da al cerebro ante una duda o una cuestión en
la vida diaria. Si ante cada duda que tuviéramos en nuestra cotidianidad
tuviéramos que aplicar un esfuerzo lógico con análisis racionales,
necesitaríamos demasiado tiempo y esfuerzo.
La mayoría
de nuestras ideas son emocionales, es decir “las sentimos”, y pocas veces las
analizamos mediante el pensamiento deliberativo. De hecho, estas dimensiones
llevan a muchos expertos a indagar cómo profesionales de la bolsa u otros
agentes que mueven los hilos de las grandes economías, toman sus decisiones,
tal vez se guíen también por sus emociones e intereses sin aplicar la lógica a
sus acciones.
Llegados a
este punto podríamos preguntarnos si es bueno o no guiarnos por nuestras
intuiciones, si esas valoraciones previas que hacemos nada más conocer a una
persona son siempre justas o adecuadas, por ejemplo.
Nuestra vida
está llena de momentos así, donde las corazonadas nos han llevado por un camino
y no por otro… solo cabe decir que esas decisiones inconscientes están ancladas
íntimamente a lo que somos, a nuestra personalidad y nuestros valores.
Las
intuiciones son esas chispas eléctricas que encienden nuestra vida para
guiarnos, así pues basta con escucharlas, el seguirlas o no depende de nosotros
mismos.
Según los
expertos, las mejores intuiciones suelen aparecer en momentos de relax, en esos
instantes en que nuestra “pantalla personal” está más limpia y descansada. La
inspiración y las buenas ideas aparecen por sí solas al anochecer, lejos del
estrés y las tensiones. Solo hay que saber escucharlas.
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