miércoles, 21 de junio de 2017


DIME CÓMO HABLAS Y TE DIRÉ CÓMO ERES (8 TIPOS DE PERSONALIDAD)

 
“Oigo y olvido. Veo y recuerdo. Hago y entiendo.”

Proverbio chino

Es bien sabido que nuestra personalidad influye de forma directa en la forma de comunicarnos.  Dado que somos animales de tendencias, es preciso que conozcamos las opciones más comunes para saber cómo actuar con cada tipo de persona.

Así, resulta verdaderamente útil e interesante saber cómo nos podemos comportar ante comunicadores tóxicos que solo quieren discutir o que siempre pretenden llevar la razón. Como ya veremos a continuación, la paciencia, la asertividad y la empatía son aspectos comunes que siempre debemos mantener.

Tipos de personalidad

1. El indeciso

Suelen tener muchas dudas y ser inseguros, de modo que requieren mucha atención y dedicación para que nos interpreten de forma correcta. Son personas que buscan tener muchas opciones a la hora de actuar para evitar el arrepentimiento. Por ejemplo, comparan muchos productos en el supermercado antes de decidirse a comprarlo.

Puede ser complicado relacionarnos con ellos. No es adecuado imponer un punto de vista adecuado o mostrar excesiva seguridad, pues se aferrarán a esto y frenarán su desarrollo. Lo mejor es fomentar la tranquilidad y confianza con palabras que favorezcan la cooperación, la empatía y la escucha.

Hay que evitar hacerle sentir un bicho raro por su indecisión. No debemos ser muy concretos ni desgranar en exceso el comentario que queramos hacer, puesto que es probable que se centre en aspectos que no son demasiado relevantes.

2. El silencioso

Este tipo de personas no nos ofrecen información sobre sus emociones, ni positivas ni negativas. Se lo guardan para ellos, al igual que gran parte de sus opiniones. Suelen reflexionar mucho sobre la situación en la que está, nos observan y analizan cuáles son nuestras características principales.

La actitud que más facilitará nuestra relación con ellos es una disposición empática y amable. La mejor forma de que perciban que nos interesamos por ellos y se sientan cómodos es que hagamos preguntas cerradas, es decir, que favorezcan respuestas de Sí o No.

El hecho de que sean personas que hablan poco o nada, nos puede hacer pensar que no nos escuchan y, por ello, favorecer que elevemos la voz. Esto resulta bastante incómodo y debemos evitarlo. Además, si se animan a hacer algún comentario es mejor que no les interrumpamos.

3. El egocéntrico

Se trata de una persona que cree que sabe de todo y que nos hace creer que tiene una opinión firme y fundada sobre cualquier tema del que hablemos. Se muestra superior, no acepta consejos e intenta controlar siempre la situación.

Se trata de un tipo de personalidad tóxica para sí mismo en primer lugar. Solo le agradan los elogios y en todo momento hace alusión a sus grandes conocimientos sobre lo que se esté hablando en la conversación, menospreciando lo que los demás dicen.

A la hora de relacionarnos con ellos y no morir en el intento, debemos de ser muy objetivos y concretos, probando nuestros conocimientos con información veraz. Es clave que nos mostremos asertivos, empáticos y en actitud de escucha para facilitar una buena interacción.

Si consideramos que es superior a nuestras fuerzas, debemos de retirarnos de forma sutil sin cerrar la puerta del todo. Evitaremos interrumpir de forma radical una conversación, discutir o mostrar impaciencia o desconocimiento.

4. El reflexivo

Este tipo de personas tienden a buscar gran cantidad de información sobre un tema tratado. A la hora de relacionarnos con ellos es necesario que seamos pacientes y aportemos la información de la que dispongamos de forma objetiva y completa.

Es importante que les dejemos pensar y nos adaptemos a su ritmo si queremos tener una comunicación fluida. Debemos evitar las prisas, pues son malas consejeras y es inadecuado que les obliguemos a decantarse por una u otra opción, les forcemos a hablar o les pongamos nerviosos.

5. El conversador

A este tipo de personas les gusta hablar de cualquier cosa, da igual el tema tratado en el inicio. Puede saltar de una conversación a otra de forma constante, por lo que requieren que les prestemos atención constante.

Siempre se interesan y tienen en cuenta lo que los demás tienen que decir. Por eso, a la hora de relacionarnos con ellos, es importante que seamos concretos y vayamos por puntos. Es necesario procurar que el entusiasmo no decaiga y no debemos mostrarnos cansados o abatidos.

6. El discutidor

Estamos otra vez ante un tipo de personalidad que puede ahogarnos. Este tipo de personas, en su afán por contrastar y discutir sobre todo, puede resultarnos pesada, hacernos dudar o responsabilizarnos.

Ante estas personas nos envuelve una nube tóxica con aires de superioridad y de grandeza que puede poner límite a nuestra paciencia.

Es importante que nos mantengamos firmes y aportemos datos que refuercen nuestras opiniones para que éstas no sean engullidas por su ego. No es conveniente que entremos a discusiones o mostremos debilidad, así como tampoco es adecuado dejarse impresionar por sarcasmos o críticas personales.

7. El tímido

Las personas reservadas no suelen mirar a los ojos y ponen grandes distancias entre ellos y los demás. La postura que mantienen suele ser encorvada y sugieren inseguridad. Les cuesta mucho preguntar por miedo a hacer el rídiculo y sentirse temerosos o ansiosos.

Podemos aumentar la seguridad de estas personas aportando y reforzando lo positivo, dando consejos y ofreciendo ayuda para que la persona se sienta cómoda y liberada.

Es clave que el contexto sea tranquilo y favorezca el contacto visual progresivo, así como una comunicación no verbal que no invada la intimidad del otro. No es aconsejable la mirada fija, pues implica cierto reto que perjudicará que esta persona se abra ante nosotros.

8. El incrédulo

De nuevo nos topamos con personas que vampirizan la comunicación. Mantienen una actitud defensiva constante, maximizan lo negativo y minimizan lo positivo.

Suelen estar predispuestos a no cambiar de opinión, por lo que no tienen interés en discutir y tienden a hacer alusión a un intento de manipulación por parte de su interlocutor.

Es importante que seamos muy objetivos a la hora de hablarles para no darles opción de que nos malinterpreten. Dada su tendencia de hacer una montaña con un grano de arena, seremos cautelosos, asertivos, empáticos y seguros.

La paciencia es la madre de la ciencia, por lo que manifestaremos tranquilidad y no les dejaremos solos, pues de hacerlo reforzaría su idea sobre la falta de atención.

 
 

lunes, 12 de junio de 2017


EL PODER DE LAS INTUICIONES

Puede que pienses que el tema de las intuiciones es poco científico, que no es siquiera una disciplina que deba tenerse en cuenta. Pero no es cierto.

Si nos detenemos un momento a pensar en ellas, nos daremos cuenta de que la mayoría de nuestras decisiones las tomamos casi de modo inconsciente. Es más, numerosos estudios avalan la idea de que antes de que nuestro consciente valore objetivamente una opción con sus pros y sus contras, nuestro cerebro inconsciente ya ha tomado la decisión partiendo de su propia intuición.

¿Por qué ocurre esto? ¿Nos regimos más por las emociones que por la racionalidad? La realidad es que sí.

Intuiciones y cerebro inconsciente

Pongamos un sencillo ejemplo. Un familiar nuestro padece una enfermedad de síntomas extraños donde es difícil obtener un diagnóstico, vamos a nuestro especialista y nos da a elegir dos opciones: poner los datos en un ordenador muy sofisticado que nos dará los pasos a seguir para poder curar a nuestro familiar, o, por lo contrario, ponernos en mano de un médico con una larga carrera de experiencia.

¿A cuál elegiríamos? Obviamente nos inclinaríamos por el médico. En ocasiones no nos sirve de nada una inteligencia basada en el análisis y la lógica, confiamos más en la “intuición” del doctor para que mediante la observación, su experiencia y sus sensaciones al respecto, nos pueda dar una solución.

Pensemos ahora en otra de esas situaciones en las que de repente, nos surge una idea, un proyecto, un plan… estamos en la cama y de pronto nos viene esa sensación imprevista. Estamos relajados y nuestro cerebro nos regala de improviso con una imagen.

¿De dónde ha salido?

No se trata en absoluto de un razonamiento deliberativo y lógico, es más bien una sensación, una intuición que asciende de pronto de nuestro cerebro inconsciente. Pero entonces ¿De qué está hecho el cerebro inconsciente?

Aquí está la verdadera esencia de la cuestión. Las intuiciones parten de nuestras experiencias almacenadas en nuestro cerebro, de toda esa vida experimentada a base de logros y fracasos, ahí donde se instalan nuestras emociones y nuestra personalidad, ahí donde se haya nuestra verdadera esencia.

La importancia de las intuiciones

La intuición es una respuesta rápida que nos da al cerebro ante una duda o una cuestión en la vida diaria. Si ante cada duda que tuviéramos en nuestra cotidianidad tuviéramos que aplicar un esfuerzo lógico con análisis racionales, necesitaríamos demasiado tiempo y esfuerzo.

La mayoría de nuestras ideas son emocionales, es decir “las sentimos”, y pocas veces las analizamos mediante el pensamiento deliberativo. De hecho, estas dimensiones llevan a muchos expertos a indagar cómo profesionales de la bolsa u otros agentes que mueven los hilos de las grandes economías, toman sus decisiones, tal vez se guíen también por sus emociones e intereses sin aplicar la lógica a sus acciones.

Llegados a este punto podríamos preguntarnos si es bueno o no guiarnos por nuestras intuiciones, si esas valoraciones previas que hacemos nada más conocer a una persona son siempre justas o adecuadas, por ejemplo.

Nuestra vida está llena de momentos así, donde las corazonadas nos han llevado por un camino y no por otro… solo cabe decir que esas decisiones inconscientes están ancladas íntimamente a lo que somos, a nuestra personalidad y nuestros valores.

Las intuiciones son esas chispas eléctricas que encienden nuestra vida para guiarnos, así pues basta con escucharlas, el seguirlas o no depende de nosotros mismos.

Según los expertos, las mejores intuiciones suelen aparecer en momentos de relax, en esos instantes en que nuestra “pantalla personal” está más limpia y descansada. La inspiración y las buenas ideas aparecen por sí solas al anochecer, lejos del estrés y las tensiones. Solo hay que saber escucharlas.